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Miriam despertó entumecida en una habitación que no conocía. Examinó todo su alrededor y cayó en la cuenta de que se encontraba en alguna clínica. La habitación se veía muy blanca y limpia.

—¿Mamá? —llamó y al no recibir respuesta se consternó—. Mamita... Papito... —sollozó. Necesitaba a sus padres con ella, que la consolaran como a un bebé. Tenía conocimiento de todo lo ocurrido. Su pecho dolía, sentía un dolor profundo, porque su vida se había vuelto en un infierno y ella un alma en pena, sufriendo injustamente.

—¡Maaaaataaaalooooooooo! —susurró una voz—. ¡Maaataloooo! Miiiiiriiiiaaaaaammm, maataloooo.

La sombra ingresó y se quedó en la entrada de la habitación. La observaba y eso la perturbaba. Miriam exhaló un grito, se levantó de la cama y corrió a un rincón. La sombra no se movía, pero su presencia era densa.

—¡Nooooo! —Entraron otras figuras que se le acercaron, sus manos grotescas la alzaron y la acostaron en la cama. La habían oído gritar. No debió hacerlo. Nuevamente Miriam estaba fuera de sí. Esas figuran se habían manifestado para hacerle algún daño. Pero Miriam ya no sabía cómo reaccionar. Ya no sabía qué hacer. Sólo podía escapar, pero ya no tenía escape. Estaba amarrada en la cama.

Su padre vio cómo le administraban un tranquilizante y egresó de la habitación dolido. En el pasillo se reencontró con la madre de Miriam, quien lloraba consternada. Desde el pasillo escuchaban los gritos y sollozos de su hija, que había perdido la noción de la realidad. Sus gritos circundaban en cada uno de los pasillos de la clínica; todo el personal se distraía y se asustaba, se trataba de la música del horror, cual cárcel de maniáticos y dementes. Y poco después se acercó el médico.

—Buen día —saludó sin obtener respuesta, pues era entendible—,les comento que me tomé el atrevimiento de contactar a un médico psiquiatra, dado a las características que su hija presenta en su condición —informó.

—Dígame qué tiene mi hija de una vez, doctor —suplicó el papá.

—Se le hicieron los exámenes pertinentes a su estado y los resultados no son buenos — notificó y prosiguió—: hemos debatido con el psiquiatra y su tratamiento puede ser difícil para ustedes, ya que ha avanzado bastante.

—Qué tiene mi hija —preguntó la mamá. Estaba preparada para recibir la respuesta.

—Miriam ha sido diagnosticada con esquizofrenia paranoide —comunicó finalmente.

—¿Qué? —gritó—. ¿Mi hija tiene esquizofrenia?

—¡Noo! —chilló la mamá— ¡Mi bebé! ¡Mi bebé! —Se dejó caer en el banco afligida. ¿Qué otra noticia podría ser peor para una madre?

—Doctor, dígame que no es cierto. —Al escuchar el llanto de su mujer, acudió a ella para acompañarla. Estaban deshechos. La funesta noticia los dejó disgustados, a tal punto que su llanto circundó cada uno de los rincones de la clínica. Ahora la música estaba completa: los gritos de Miriam y el lloriqueo de sus padres. Miriam era muy saludable, sabía lo que quería y estaba determinada a conseguirlo. ¿Cómo podía ser posible que su vida diera un vuelco así?

La esquizofrenia es un trastorno crónico y grave que afecta la forma de pensar, sentir y actuar de las personas. Puede ser sumamente incapacitante. Aunque las personas pierden contacto con la realidad a causa de esta enfermedad, no está comprobado que existan o no los espíritus y fantasmas. Como dijo Sócrates, por allá en la Grecia clásica, y que Platón populizó: "Sólo sé que no sé nada". Pues ¿cómo sabés vos que estás sentado o acostado ahí en este mismo momento? ¿Cómo sabés que existís? ¿Cómo sabemos que existen en o no los espíritus?

Así finaliza el acto primero del coeficiente de todo lo desconocido.

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Amiguitos,

Muchas gracias por llegar hasta el final de este relato.
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Los saluda,

🙈.

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