Capítulo II
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-Hola, má. -Llega apurada- hola, pá. -Recorre todo el living, pasa por un largo pasillo hasta llegar a su cuarto. Abre la puerta ansiosa, tira su bolso sobre su cama, busca en él sus copias y sus herramientas de estudio. Sonríe y se acomoda en su escritorio.
-Te traje la comida, señorita estudiosa. -Ingresa su mamá orgullosa de su primogénita.
-Gracias, má -responde sin quitar los ojos de la lectura.
-Mierda, qué concentración que tiene -le dice el padre a su mamá que iba saliendo de la habitación. Él estaba detrás de la puerta de lo más sorprendido. Aunque conocía a su hija, ella siempre lo sorprendía. Su concentración era irrompible.
Acto seguido, Miriam queda sola. Entre las cuatro paredes, se halla su cama (siempre tendida) en la parte lateral izquierda respecto a la entrada, una mesita de luz con algunos adornos, y una pequeña biblioteca; cerca de la ventana tenía su escritorio; y en el lateral derecho se edificaba su colosal guardaropa. Su habitación era sinónimo de orden y contaba con lo justo y necesario.
Debido a que tenía que madrugar, llegaba -siempre- apresurada para estudiar y acostarse a descansar lo más temprano posible; en ocasiones se desvelaba un poco, pues solía entusiasmarse y lograr una concentración tan intensa que ni ella misma podía romper. Era muy meticulosa, cuidaba sus estudios, su familia, sus amistades y su salud. Su estilo de vida era impecable.
Si bien había veces en que no se percataba del paso del tiempo y se acostaba un poco tarde, eso no le impedía levantarse temprano para llegar en tiempo y forma a la universidad.
-¡Uh! Se me hace tarde -exclamó, así que guardó sus cosas, se vistió su pijama y abrió la puerta. En este entonces percibió un hálito denso.
"Qué es esto, qué tétrico, y ahora ya tengo miedo. Un poco... Encima el pasillo es oscuro y necesito ir al sanitario. Pero qué raro. Nunca había sentido algo así. Qué hago", se encontraba inmóvil y pensaba en lo extraño de la escena, ya que de repente el pasillo que la llevaba hasta el tocador se tornó en un camino lúgubre y daba la impresión de que algo acechaba. Se sintió abrumada y amenazada. Aquel corredor la superaba.
"Mejor cierro", resolvió, abrió su cama hermosamente ordenada y se acostó preocupada. En años, no había añorado que su mamá la arropara, hasta ahora. Fue tal el susto que tuvo luego de sentir que había algo raro y peligroso, y que no podía explicar, que tuvo el deseo de que su mamá la calmara. Así es el poder de una madre. Uno se enferma y necesita que mamá nos atienda y nos dé su compañía. El poder del amor de una madre es capaz de aliviar todo mal.
Conciliar el sueño fue un tanto difícil. No pudo dejar de meditar y analizar lo ocurrido. Qué explicación tenía. "Seguramente cansansio", concluyó y poco después se durmió.
*
Al día siguiente, despertó meditabunda. La luz de la mañana comenzaba a entrar por la ventana. Contempló esa luminiscencia que alumbraba su aposento y sintió tranquilidad.
Luego, se levantó, se higienizó y se vistió con mucho desasosiego. Entonces, levantó su bolso y miró la puerta. ¿Qué la esperaba detrás de ésta?
Lentamente, levantó su mano, la colocó sobre el picaporte, suspiró levemente y abrió. Con el corazón en la garganta, vio a su madre en bata y pantuflas que pasó con tazas en la mano al otro extremo. La televisión pregonaba las noticias y la pava silvaba quisquillosamente. Qué alivio. Esto la aliviaron completamente. Y el día continuó como todos.
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¡No se pierdan el siguiente capítulo!
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Queda terminantemente PROHIBIDA la reproducción total o parcial.
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