Una gran necesidad al verte se esparce dentro de mí. La necesidad de sentir tu sangre deslizarse entre mis dedos, cayendo gota a gota sobre mis pies. 

Tu estás molesta, lo veo en tus ojos, pareciese que no podemos estar ni un sólo momento  en paz. ¿Qué quieres que haga? No soy el culpable de lo que te pasa, sin embargo te desquitas conmigo, me hablas, me gritas, y escupes todo tu odio en mi rostro. Dices que te tengo miedo, pero si supieras las palabras que entran y salen por mi cabeza, la que tenría miedo del otro serías tú.

No es una amenaza, solo te estoy corrigiendo, porque miedo de ti no tengo en absoluto. El único miedo que tengo es a la atracción de ser el causante de tu posible muerte. Cada vez que aumentas el tono de voz, que las palabras y frases se hacen más hirientes y grotescas, cierro mis ojos, siento las lágrimas humedecer mis globulos oculares. Pero no es por miedo, es por la impotencia que causa el hecho de que no puedio hacerte daño. 

Sigo siendo una persona cuerda, no puedo dejarme llevar por mis impulsos más sádicos y morbosos así como así. Aunque cada vez estoy más cerca de cometer tantas atrocidades con tu cuerpo.

¿Alguna vez te conté de la vez que te soñé dentro de una carnicería?

Estabas colgando de cabeza como un cerdo repugnante, te había desollado casi por completo, los musculos ensangrentados mostraban un  espectáculo interesante. La sangre recorría desde tus talones, bajando por tus muslos, tu entrepierna, llegando a salpicar en zonas íntimas. Tu abdomen era bastante delicioso de ver, pensaba en cortar unos cuantos trozos de carne de aquella zona. Sentía como mis pupilas gustativas trabajaban más a prisa. El utilizar tu cuerpo inmóvil para hacer una deliciosa carne asada, una salchicha enorme, con un montón de especias. Cortar poco a poco rebanadas de jamón y hacer mi desayuno con ello. Y los huesos, cuando ya no te quede carne, piel, o pellejo, lo convertiría en grenetina y haría mis propias gomitas, ¿sabes el buen dinero que me ahorraré contigo?

Y no fue el único sueño, pero sí uno de mis favoritos. ¿Te conte de las veces que me imaginé golpearte en el rostro con tus sartenes de hierro fundido? Aquellos sartenes son bastante pesados, que al sostenerlos no me cuesta imaginarme tu craneo deformandose ante tal impacto  en tu rostro. Los dientes que se hayan caído, la mandíbula dislocada. La sangre cayendo de tu cuello. Simplemente una obra maestra.

También he soñado con encerrarme en un pozo, sin salir, en la oscuridad y cerrar los ojos, imaginar que escucho tus gritos y lamentos. Estar en un lugar, sano y salvo, y disfrutar de tu dolor.

Pero no te preocupes, sigo siendo una persona cuerda, no creo hacerte daño. Tu sigue sacandome de quicio, insultame, burlate, has lo que quieras, al fin y al cabo, solo son necesidades... Sólo son sueños.