Él no recuerda.

Él sólo escucha.

Él no puede ver.

Sólo siente.

Sabe su necesidad principal.

Él necesita comer.

Él camina en la oscuridad.

Pero no hay diferencia para él.

Al caminar se escucha, click, clanck, click, clanck.

Cuando aumenta poquito su velocidad.

Tap, tap, tap, tap.

Escucha un lloriqueo, y acto seguido un quejido.

Se agacha y comienza a palpar con sus dedos, siente curvas, un cuerpo caliente, su mano se siente babosa, rozando un sin-hueso húmedo y acolchonado, y roza sus dedos en pequeña superficies esmaltadas y duras.

Se levanta rápidamente, pero no está asustado.

Pasa sus manos detrás, y toma un mango de madera firmemente, lo pasa sobre su cabeza, y al bajarlo fuertemente al frente de sus pies, se escucha un enorme golpe amortiguado, un leve crujir, y el sonido de salpicaduras.

Yo dije que no veía, pero no que no oía.

A él le molestaba el ruido.

Pero cada día era diferente, porque no recordaba.

Al cabo de las semanas escuchó una sirenas. Un par de policías fueran a tocar en su casa, él no recordaba alguien muerto, algún grito, o que hubiese un alboroto durante la noche.

Cuando apareció el asesino.

Los oficiales lo descartaron de sospechoso.

Un ciego viejo no puede matar a alguien.

Estaban equivocados, al darse media vuelta se volvió a escuchar el mismo sonido del día anterior, pero justamente en el lugar de ellos.