Aquellos ojos oscuros la miraban con sombría, un odio sin igual, la hacía temblar, su piel se tornaba de gallina, el labio parecía maraca, y su mirada siempre era gacha. Camina sin rumbo tratando de ignorada la frívola mirada, no sabe si era envidia, o si sólo la repudiaban.

En cada caminos en casa lugar, una mirada similar suele posarse sobre ella. Aunque ella quiera esconder, cuando dejan de observarla sus ojos comienzan a escocer y un río de lágrimas caen una tras otras.

Las voces aullan, sus oídos zumban, tiene miedo de lo que pueda suceder.

En casa y en la calle, la escuela y el transporte, siempre hay miradas, ya no son sólo voces, ella quiere callarlas, quiere cubrirse con una manta, que no la vean, que no la escuchen, que nadie se entere de que ella existe.