Infinito
Es jodidamente obvio, casi cliché, que mi película favorita sea una donde el protagonista se busca a sí mismo por medio de reflexiones que lo hacen sentir infinito. No lo lamento; me enorgullezco. Dímelo las veces que quieras, que soy un alternativo. No lo soy, por mucho que ame esa película.
Resulta que sentirse infinito no tiene nada de alternativo. Tiene de especial lo que tu quieras que tenga de especial. En cualquier caso, puedes volver cotidianidad en experiencias ultra sensoriales. Mirarte a los ojos, por ejemplo.
¿Por qué son tan grandes? ¿Por qué sin importar que estés perdido se mantienen expectantes? ¿Qué es lo que esperas? ¿Te das cuenta de que lo esperas?
Un día en el que se me antojó subir al árbol detrás del mismo patio en que nos conocimos, te subiste también, recargaste tu cabeza en mi hombro, y coexistimos un rato. Busqué tu mirada con dificultad, tronando mi cuello sin intensión. Crujió feo. Menos mal que no se rompió.
—No voltees abruptamemte—me reprochaste con preocupación— llámame si quieres verme.
—Estas a mi lado ¿por qué debería llamarte? —inquirí.
—Te complicas mucho, Gyu.
—A veces —muchas veces— solo quiero encontrarte.
¡Que preciosos ojos maldición! pensé cuando parpadeaste escuchándome. Tus pestañas podrían barrirme al otro lado del océano. No tengo pruebas, pero las encontraré, no te preocupes. La certeza reside en el latido de mi corazón.
El viento arrimó de un lado al otro las hojas que nos rodeaban. Me sostuve con más fuerza de tu cuerpo. Imitamos perfectamente esa cancioncita infantil en la que se aisla a dos personas en un árbol y se exclama a todo pulmón que se besaron.
¿Cómo era? ¿Taehyun y Beomgyu en el árbol de besaron?
—Deberíamos besarnos —propuse. Era lo más lógico para hacer.
—Si me das un buen motivo... —insinuaste. No. Te insinuaste.
—Porque quiero sentirme infinito —quise volver de mi petición una escena, pero no me atreví a soltar tu cintura.
—Buscate una frase propia y te doy dos.
No me ofendí porque tacharas una frase tan espectacular como insuficiente. Tus estándares rara vez son bajos, según mi manera de medir.
—Piensalo Gyu, tu y yo ya somos infinitos —sonreíste. Con la boca, con tus ojos, y con tu voz.
Me alentaste.
—¿Qué tiene para decir un ser infinito?
Lo dije, no por primera vez.
—Te amo, Taehyun.
Tu «yo también te amo» fue el segundo roce de labios prometido.
Descubro tus secretos a través de tu boca, ¿Lo sabías?
Tu no esperas nada, lo tienes todo. Y el motivo por el que tus ojos son tan hermosos es probablemente el mismo por el que sentirse infinito es tan simple: porque soy yo quien los hace hermosos.
¿Me haces a mi hermoso e infinito?
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