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COMPAÑÍAS


Malcolm no podía soportar ver a la mujer que amaba en compañía de otro hombre, menos él, porque sabía lo importante que había sido en el pasado de Pansy. Un pasado con heridas que él mismo había ayudado a cerrar. Aunque eso significara que unas nuevas aparecieran y que aún escocieran.

Había permanecido toda la tarde en el único pub cercano a la casa de la sanadora Parkinson, desde la mesa que había elegido podía prestar atención perfectamente la puerta de ingreso a la coqueta casa en el barrio muggle donde ella había decidido vivir. Inexplicablemente.

Le llevó un tiempo considerable averiguar dónde podía encontrarla, Pansy se había negado a darle datos, aún así no se resignó y pudo obtener la dirección.

Desde entonces no había dejado día sin acudir a observarla, vigilarla. Cada tarde, después de salir de Hogwarts la perseguía disfrazado unas veces y transfigurado en alguien diferente otras.

Había pasado más de una semana del incidente con el entrenador de quidditch y desde que Malfoy había entrado a esa casa y no lo había visto salir. No acudía al castillo, tampoco a las reuniones diarias con la directora del colegio.

Había escuchado sin querer una conversación entre Pansy y Hermione en un oscuro pasillo camino a las mazmorras, la bibliotecaria buscaba noticias sobre el profesor de pociones y la sanadora se había negado a darle un indicio.

-estoy convencida que sabes dónde está Parkinson, por favor dímelo -la castaña la detuvo tomándola del brazo cuando la morena había intentado eludirla.

-no sé nada y es mi última palabra.

-estás mintiendo, porque vienes de su despacho y sé que Draco no permite que nadie ingrese allí sin su autorización.

-suéltame -retiró su brazo- no tengo por qué darte explicaciones de nada Granger, menos de Draco.

-necesito hablar con él.

-me alegro por ti -respondió secamente antes de marcharse con firmeza hacia el ala donde estaba la sala hospitalaria.

Recordaba como Hermione se había marchado molesta por el otro lado murmurando.

Y fue entonces cuando las primeras luces de la calle se encendieron, vió que la puerta se abría. El rubio la abrazó a manera de despedida y salió caminando presuroso hacia la esquina opuesta.

Vació su vaso de cerveza, pagó con unas monedas muggle y con más determinación que otras veces abandonó el lugar, cruzó la calle para ingresar por el jardín. Respiró profundo y llamó a la puerta con firmeza. Dentro de la coqueta casa sonaba una melodía alegre y ella cantaba, eso le produjo una oleada de celos que no podía controlar. Se escuchó un correteo seguido de risas, Malcolm se apoyó con las dos manos en la entrada.

La puerta se abrió y se produjo el incómodo momento donde sus miradas se encontraron. Pansy nunca imaginó que él podría estar parado y lo que menos esperó Malcolm McGonagall es que al lado de la mujer que amaba se encontrara un niño pequeño, muy parecido a él y que lo miraba con curiosidad.

La música continuó sonando fuerte -Callum...apaga la radio y sube a tu habitación -el pequeño asintió sin dejar de mirar a Malcolm -ahora -ordenó Pansy y el niño obedeció sin titubear.

Una vez que Callum hubiera subido Malcolm la miró fijo -¿es mío?

-no te andas con vueltas ¿eh? -la morena se apartó -entra, tarde o temprano te ibas a enterar.

El sorprendido profesor ingresó -es mío...un...hijo...-se quedó mirando a las escaleras mientras Pansy lo ayuda a deshacerse de un sobretodo y el paraguas que llevaba colgado del brazo - Merlín bendito...tengo un hijo...

-¿quieres té o café? -la morena le preguntó mientras se dirigía a la cocina y se giró esperando la respuesta pero Malcolm seguía parado en la misma postura. Pansy regresó hasta él y lo tomó del brazo - ven, tengo una botella de whisky de fuego sin abrir y un vaso doble te sentará mejor.

Se dejó llevar, tomó asiento y no dejaba de mirar hacia la puerta que daba a las escaleras.

Pansy puso frente a él un vaso con hielo y una dosis generosa de whisky y un gran libro de cuero negro con letras doradas impresas en la tapa, Malcolm lo miró y deslizó su dedo índice por el contorno de las letras, el nombre del niño, su hijo.

-no sabía que estaba embarazada cuando rompí contigo, lo supe a las pocas semanas y no quería tenerlo -Malcolm levantó la vista rápidamente y la fulminó- déjame que termine de explicarte -le pidió- tenía mucho, mucho miedo...yo una ex mortífago, repudiada por todos, no tenía derecho a traer un niño a este mundo a sufrir la condena y el repudio del que era presa su madre.

McGonagall pasaba las hojas del álbum de fotos, atónito, anonadado, alucinado, fascinado por momentos al ver las imágenes del pequeño desde el momento mismo en que había venido al mundo.

-Draco, Theodore y Blaise, mis mejores amigos lo impidieron, me hicieron entender que no había razón para cometer esa locura y -suspiró- les debo mi vida...y la de Callum también, sobre todo la de él pues sin su ayuda yo no podría haber seguido adelante.

El profesor de ojos color miel la miraba con intensidad y cerró el libro con fuerza -¡¡maldita seas Pansy!! -la aludida no se inmuto en apariencias pues por dentro sentía que se rompía lentamente -tengo...tenemos un hijo y me has negado la posibilidad de verlo crecer -había levantado la voz mientras señalaba hacia las escaleras - a él le negaste el derecho a tener un padre, ¡¡mi apellido!! -terminó gritando.

-ssshhhhh....por favor baja la voz...él no sabe que eres su padre -tomó con fuerza su taza de té- se lo oculté...tampoco deseo que lo descubra de esta manera -lo miró a los ojos tratando de parecer impasible.

-¿qué dices...qué...cómo...?-Malcolm no pensó que podía enfadarse más con ella- ¡¡habla de una buena vez!!!

Levantó la mano para intentar taparle la boca pero él la apartó con brusquedad -baja la voz por favor...Callum cree que...-se pasó las manos por los brazos- le dije que por razones de trabajo vivías fuera del país...¡no le mentí!

Abrió los ojos aún más, ahora inyectados por el disgusto y el rechazo que esa mujer le estaba produciendo.

-¿acaso pensabas decírmelo alguna vez?

-si -respondió sin dudarlo- pero no pensé que podría estar contigo frente a frente tan pronto como tampoco planeé regresar a Hogwarts pero...

-¿tan pronto? -se puso de pie, la morena lo imitó y por primera vez vió miedo en ellos - ¿hasta cuándo pensabas seguir con la mentira...?

-¿mami? -contra su deseo el niño apareció en la cocina y corrió a refugiarse a sus brazos.

-no te asustes, el señor ya se retira...es un profesor de Hogwarts que vino a traerme un mensaje de la directora -el pequeño levantó la cabeza y sin dejar de abrazar a su madre lo miró- es el profesor Malcom McGonagall, ¿cómo se dice hijo? -el niño con timidez le habló- hola, me llamo Callum Parkinson un gusto señor -le ofreció su pequeña mano.

Malcolm no podía quitarle la vista de encima y lo saludó- el gusto es mío...todo mío-después miró a la morena- sanadora, hasta pronto, estaremos en contacto -miró al niño- joven Parkinson- acarició la mejilla regordeta de su hijo y se marchó de la cocina en contra de su voluntad pero esa vez no iba a dejar que ella lo manejara a su antojo.

Cerró la puerta de esa casa y la lluvia empezó a caer de nuevo con mucha más fuerza, allí empapado percibía la similitud de lo que ocurría en su mente y cuerpo, una tormenta de sentimientos nuevos, la fuerza de un rayo que lo había paralizado al escuchar y descubrir casi involuntariamente que tenía un hijo. Sus pasos lentamente lo alejaron de ese lugar, no supo cuánto tiempo estuvo parado en la esquina pero fue lo suficiente como para notar que las luces de la planta baja se habían apagado y se habían encendido en el primer piso.

Se apareció directamente en la casa de su tía, tenía mucho que meditar antes de tomar la decisión más importante de su vida.

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Más de un mes había pasado desde la muerte de Marietta y no habían podido esclarecer su muerte, Oliver Wood había quedado limpio de los cargos de homicidio. Sin embargo había decidido alejarse de los lugares públicos y más frecuentados por él. Después de una entrevista con la profesora McGonagall, donde había presentado su renuncia al cargo que se le había ofrecido, con conocimiento del Ministerio se marchó por una temporada a New York.

Hermione almorzaba a solas con su mentora y amiga cuando una lechuza ingresó con un mensaje para la directora, tomó el sobre y leyó el pergamino -al parecer Malcolm tampoco vendrá hoy, un asunto de suma importancia lo detiene en Londres.

-ya es un hombre, no deberías preocuparte tanto por él

-últimamente está muy distraído, aunque no es esa la palabra adecuada -se acomodó los lentes- algo me oculta.

-quizás se trata de alguna mujer que lo haya conquistado -sonrió de lado.

-mucho más para que confíe en mí.

-como dije, ya no es un niño.

La directora frunció la boca en un mohín de disgusto y no pudo evitar sonreír después -que conste que no soy cotilla.

-por supuesto que no Minerva, nunca lo pensé -Hermione trataba de no reír y tomó un poco de té.

-pues lo eres Minerva McGonagall - habló tras ellas el retrato del Director Snape mientras Albus las miraba con diversión.

-Dedíquense a dormir -les reclamó- no puedo creer que no pueda tener una conversación a solas con una amiga sin que Uds dos intervengan.

-como si escuchar sobre la vida amorosa y privada de tu sobrino fuera interesante -agregó Severus.

-ignóralos Hermione -se enderezó en su silla- cuéntame cómo están tu padre y tu hermano, me imagino que ansioso por ingresar.

-tacha los días en un almanaque, ya ha leído todos los libros y recorre el callejón Diagon a diario para interiorizarse -escucharon un bufido procedente del retrato de Severus- si profesor, igual a mí pero Ud no tendrá que soportarlo.

-siempre será un placer tener otro alumno como Ud señorita Granger.

-gracias profesor Dumbledore.

-¿pueden dejarnos a solas? -pidió Minerva y los dos ex directores desaparecieron de sus cuadros- par de chismosos -sonrió a la joven para retomar la conversación- bien...no le acepté la renuncia a Oliver, le ofrecí que viajara hasta el inicio de clases, un par de meses más y que después regresara, siempre confiamos en él y no hay motivos para dudar.

-siente un poco de vergüenza por mí Minerva, tampoco es fácil mirarlo a la cara.

-no tienes la culpa de que se haya fijado en ti, eres una hermosa mujer, inteligente, agradable, soltera...

-él creyó que había ido conmigo a su departamento, para Oliver era yo quién pasó esa noche con él -Hermione se ruborizó.

-lo sé pero bueno, tendrá que superarlo ¿no? -levantó los hombros- Es de gryffindor después de todo y los leones no nos acobardamos por nada.

-es un hombre antes que nada Minerva, que despertó en su cama con una mujer muerta.

-pobre señorita Edgecombe, evidentemente no había superado su obsesión con él, mira que tener que recurrir a hacerse pasar por ti.

-es todo tan vergonzoso -Hermione se había cubierto la mitad de su rostro con una mano.

La directora la miró un poco con pena y suspiró- ¿se sabe algo de tu atentado?

-yo no sé nada más, Harry no ha permitido que me involucrara y cuando tenga novedades va a comunicármelas.

-me parece la decisión más correcta hija y además...-la puerta se abrió lentamente e ingresó Draco Malfoy.

-perdón por la interrupción señora Directora ¿podría tener unas palabras con Ud. -ignoraba a Hermione deliberadamente- a solas?

La castaña se puso de pie y Minerva la miró sin entender - nos vemos después - la joven salió con la cabeza en alto evitando siquiera rozar al rubio.

Bajó las escaleras circulares que llevaban al despacho de la directora y se detuvo cuando el fénix de piedra bloqueó el acceso, se giró y caminó presurosa hacia las mazmorras.

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Cho Chang había mantenido su farsa de amiga devastada por la muerte de Marietta delante de los señores Edgecombe, los visitaba a diario y los sábados a la mañana los acompañaba hasta el antiguo cementerio del Valle de Godric, allí habían depositado sus restos ya que la familia era originaria de esa zona.

Le preocupaba todavía que sus padres no hubieran autorizado la cremación del cuerpo sino todo lo contrario, no objetaron ningún examen post mortem que se le habían realizado al cuerpo de su hija.

Llegó a su casa y de mala gana dejó su capa en el perchero cercano a la puerta, cuando intentó dirigirse hasta la cocina se encontró con Cedric que la miraba con interés.

Aparentó sobresaltarse -por Cirse...no te ví.

-lo sé...estabas muy concentrada en tus pensamientos.

-no puedo olvidar su rostro Cedric, ella...creo que murió de miedo -se cubrió el rostro y simuló llorar pero su esposo no se movió de su sitio.

-me dijiste que no la habías visto...Jane me aseguró que habían cenado juntas.

Cho levantó la cabeza y se secó una lágrima -¿qué?

-lo que escuchaste...

-¿desconfías de mí?

-no por supuesto que no...

-¡¿cómo puedes siquiera pensar que te mentiría?!-pateó el suelo- era mi mejor amiga, crecimos juntas, luchamos juntas, era mi otra mitad y ahora está muerta!! - levantó la voz casi chillando.

-Cho...cálmate, no estoy acusándote.

-¡sí lo haces! -le apuntó con el índice- Porque me confundí con las fechas

-deberías subir a descansar, lo necesitas - Cedric trataba de apaciguarla.

-¿también me tomarás por una loca?

-no Cho, solo era una sugerencia -respiró profundamente y se marchó del hall de entrada.

Cho Chang se quedó mirando donde segundos antes su esposo había estado parado, entrecerró los ojos y tomó la capa para marcharse de nuevo dando un fuerte portazo.

Se apareció en un oscuro callejón, no le importó porque conocía el lugar de memoria, podía caminarlo incluso con los ojos vendados.

Ingresó al viejo edificio donde vivía su abuela y la encontró sentada frente a la chimenea.

-¿no es un poco tarde para que me visites a esta hora?

-estoy en un aprieto y necesito salir de él.

-¿qué puedo hacer por ti ésta vez?

-necesito una coartada... -Cho se acercó a su abuela - ¿lo harás?

-¿alguna vez te he negado algo mi niña? -la anciana acariciaba un mechón de cabello rubio platinado.

-si lo hiciste -la acusó muy cerca de su oído.

-hice un juramento y voy a cumplirlo Cho -volteó el rostro lleno de arrugas y le respondió con determinación -ellos son intocables.

Cho tomó un frasco de un estante cercano y salió de ahí murmurando - eso lo veremos maldita vieja.

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Era la tercera vez que el inusual trío se reunía en el exclusivo bar del Ritz mágico. Las hermanas Black reían por un comentario que el apuesto señor Granger les había hecho.

Narcisa bebía de su copa, en mucho tiempo no se había sentido tan liviana, sin temor.

Andrómeda a su vez no podía dejar de mirar a Richard con atención inusitada, interiormente su corazón había vuelto a latir, aquel que había creído que murió junto con Ted Tonks.

-el crucero parte de Southampton el tres de septiembre, se dirige a las islas Canarias y de allí cruza el océano hasta el Caribe.

-¿nos aseguras que no tendremos problemas para abordarlo?

-confíen en mí, conozco a alguien que conoce a alguien que conoce a alguien y me dijeron que se especializan en organizar este tipo de viaje.

-¿Por qué no te unes a nosotras?

-¿yo? -detuvo su copa y las miró.

-estarás solo hasta la Navidad, tus hijos permanecerán en Hogwarts todo este tiempo -acotó Narcisa.

-quizás tenga compromisos contraídos Narcisa, no lo pongas en aprietos.

-¿compromisos? No...no...es que no sé.

-nosotras correremos con todos los gastos, asumo que con el traslado de la familia desde Australia... -aventuró Andrómeda.

-¿qué? -negó avergonzado - no Andy, jamás lo aceptaría. Soy un caballero después de todo.

-coméntalo con tus hijos, quizás apoyen nuestra invitación -sumó Narcisa quien no había dejado de advertir el diminutivo cariñoso que Richard había usado al llamar a su hermana.

-prometo que les daré una respuesta unos días antes de la reunión en la agencia de viajes.

-para eso falta un mes -Andrómeda no pudo evitar recordarlo.

-suficiente como para que lo medite Andy -Narcisa puso una mano sobre la de su hermana y le dio un pequeño apretón y su hermana ruborizada asintió.

Un elfo se hizo presente en ese momento -la mesa está lista señora Malfoy -la aludida lo miró con indiferencia. Los tres se pusieron de pie ayudadas por Richard aunque Narcisa caminó sola con firmeza y elegancia marcando el rumbo permitiendo así que su hermana fuera conducida por señor Granger quien le había ofrecido su brazo caballerosamente.

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Hermione tomó un libro de la estantería y lo examinó con detenimiento. Reconoció la letra de las anotaciones y correcciones que llenaban los márgenes de las hojas. No se percató que Draco había ingresado a su despacho y la miraba con igual interés.

-¿sabías que ingresar a un lugar sin ser invitado es de mala educación  e invasión de privacidad?

La castaña sonrió y cerró el libro devolviéndolo a su sitio -la puerta estaba abierta.

-la puerta estaba cerrada.

-¿me llamas mentirosa?

-¿lo eres?

Hermione negó -no soy buena mintiendo, me delato sola.

Un elfo salió de la habitación privada de Draco situada en una puerta contigua, traía consigo un atado con sábanas - su habitación está lista profesor y sus pertenencias en el lugar adecuado- el rubio asintió y la criatura salió sin demora.

-¿te mudas al castillo Draco?

-¿por qué te sorprendes?

-pensé que...-Draco levantó una ceja invitándola a continuar- no sé...

-¿no sabes? -caminó lentamente hasta ella.

Se había puesto incómoda por su cercanía - quiero decir...ejem...-carraspeó.

-¿quieres decir? -quitó un mechón de su cabello que había quedado cerca de su ojo derecho.

-tengo un regalo para ti, no me olvidé de tu cumpleaños -soltó sin rodeos.

Esto descolocó a Draco mirándola con el ceño fruncido.

-lo tengo en casa, no sabía que volverías hoy...-se quedó mirándolo- te invito a cenar, cocinaré para los dos ¿te gusta el pastel de mango?

-¿tengo que llevar bezoar?

Hermione sonrió y se relajó -por las dudas trae uno -caminó hacia la puerta sin esperar otra respuesta y se fue cerrando con cuidado.

Draco se quedó quieto mirando la puerta hasta que el sonido de los pasos de la joven bibliotecaria se amortiguó.

Sonrió para sí con satisfacción y se dirigió a su habitación para escribir unas cartas, no tenía apuro. Al fin y al cabo verse bien no le llevaba mucho tiempo.


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No es un espejismo, regresé.

Para quienes aún siguen la historia gracias por tanto cariño, sus mensajes me emocionan y me alientan a seguir.

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