"Demasiado"
Sabía desde antes que no debió de haberle prometido nada.
Pero no lo pudo evitar, y casi se creyó a sí misma cuando le dijo...
- No te preocupes, te curaré de alguna forma.
No podía curar enfermedades terminales, o ya llegados a ese punto, revivir a los fallecidos.
Simplemente no.
Ella siempre fue demasiado crédula. Se creyó cuando le dijeron del monstruo bajo la cama, e incluso se tomó como verdad algunas de las (obviamente) bromas de sus amigos. Y cuando escuchó de aquella frase motivadora: "Nada es imposible, sólo difícil", se creyó como un dios en la tierra. No se resignó a que hay algunas cosas que no importa cuanto lo intentes; no se harán.
Como revivir a su hermana, por ejemplo.
Su hermana se había enfermado desde hace un par de meses con aquello que llamaban antiguamente tisis, su querida hermana pareció tener la tuberculosis latente desde aquella vez que fueron a visitar a su tío en el hospital de la ciudad vecina, un año después, luego de que su sistema inmunológico se debilitó gravemente por la gripe que adquirió en la feria que se realizó en la localidad, se enfermó de tuberculosis. Su madre la llevó al hospital más cercano, donde le diagnosticaron neumonía. En su pequeño pueblo, no había demasiados hospitales, y no es necesario decir que no tenían tanta tecnología como los de las grandes ciudades, así que sólo pudieron detectarle tuberculosis pulmonar cuando estaba ya en su fase terminal y todos los síntomas apuntaban a ese padecimiento, ni que decir, que tampoco tenían los medicamentos necesarios ya que las enfermedades respiratorias eran poco frecuentes. Parecía que la vida quería que su hermana muriese.
¿Lo peor? Que su hermana, aún sabiendo sus condiciones médicas y que el médico había anunciado que sus días iban contados... Le creyó cuando le dijo que la curaría.
Que viviría.
Y ahora, aquí venía derramando lágrimas hipócritas a la tumba de su hermana, lanzando una rosa blanca a la pequeña montaña de tierra sobre el ataúd, más por seguir tradición que por querer en realidad hacerlo. Y llovió. Como si además la naturaleza se burlara de su desgracia...
Porque hacerlo significaba que aceptaba su muerte. Cosa que para comenzar se negaba a creer.
Fue demasiado crédula, quizá ella, o tal vez su hermana.
Quizá fue inocencia, de parte suya, o de su hermana.
O actuó motivada por su egoísmo, porque desde que se le dio la noticia de su enfermedad su hermana no volvió a sonreír.
Las sonrisas que amaba.
Y las quería volver a ver, volver a disfrutarlas, y cuando le prometió tácitamente que la libraría de tal tormento, sonrió, tanto que casi creyó que la comisura de sus labios tocarían el rabillo de sus ojos, los cuales brillaban con una luz que parecía fuego dentro de ellos, y sus pómulos no estaban rezagados, se encontraban ruborizados y parecía que toda la sangre de su cuerpo se amontonó en ese lugar.
Y casi pareció como que su piel se avivó una vez más por un par de segundos, que su cabello volvió a ser de aquel característico tono dorado en lugar de aquel muerto color, y... Parecía haberse curado completamente.
Y su hermana disfrutó creer eso, que se curaría. Porque su devoción por ella era increíble. Increíblemente ridícula, ahora que lo piensa. Y tal vez su hermana fue egoísta también. Disfrutar de algo que no se cumpliría...
Ya no importaba. Fuera quién fuera, ambas fueron demasiado crédulas, inocentes y egoístas.
Demasiado. Y ese fue su único pecado.
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