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國ᐢㅤ𝐝ㅤ ִֶָ otra opción

— ¡No!

Jungwoo se levantó con fuerza, lanzando el celular al sofá, aunque esté rebotó y cayó al suelo con ganas, el sonido al romperse hizo a Tae Il saltar.

— ¿"No", qué? ¡Jungwoo! ¡No escuché lo que dijo!

— ¡No, no, no, no!

El rubio comenzó a caminar dando vueltas, Tae Il lo miró con algo de espanto, siguiéndolo con la mirada, y no se movió hasta que el chico salió de la sala, caminando lejos.

— ¡Kim Jungwoo! ¿Qué dijo? ¿Qué pasa?

Tae Il tuvo que correr un poco para alcanzarlo, viendo cómo el chico caminaba por un lado de la mansión que el poco conocía.

— ¡Jae es mío! ¡Él no va a marcar a nadie!

Jungwoo abrió puertas y continuó caminando rápido, seguido de cerca por Tae Il, en algún punto habían salido al patio de la casa y terminaron caminando por el prolijamente corto pasto verde.

— ¿Jae? ¿Jaehyun?

— ¡Sí, ese mismo, el idiota!

— Jungwoo pareces una mujer histérica del siglo pasado.

— ¡¿Y qué si soy histérica?!

— Puta madre... — murmuró el pelirrojo.

— Jung Jaehyun es mío, y él no va a marcar a nadie a menos que sea yo.

— ¿Por qué tendría que marcar a alguien más? — Tae Il abrió sus brazos, seguía sin entender qué había dicho aquel doctor para que el beta estuviera así.

Jungwoo dejó de caminar de golpe, volteando para mirar al otro.

— Porque Jung Jaehyun tiene la necesidad que su nombre sea sinónimo de "héroe".

>> Siempre haciendo lo correcto, nunca desobedeciendo a nadie... Claro menos a mí... Siempre hace todo lo que su familia quiere, y le vale verga lo que él quiere mientras sea por un "bien" según su concepción de las cosas. Si antes iba a marcar a ese Lee Ten porque su familia lo decía... Ahora va a hacerlo porque piensa que le salvará la vida...

A Jungwoo se le escapó un sollozo.

Tae Il estaba petrificado, no sabía en qué drama se había metido.

— Bien, Jungwoo, comprendo— dijo, intentando ser suave, aquel beta estaba muy sensible—, pero Jung no haría las cosas sin pensar, sabe que hay otra opción.

Jungwoo se detuvo, limpió sus lágrimas rápidamente.

— ¡La otra opción! — dijo, con alegría—. Tú dijiste que sospechabas que Lee Ten y Suh Johnny eran predestinados y-

— Momento, momento, ¿Cómo lo sabes?

Jungwoo abrió los brazos, como si fuera obvio.

— ¿Por dónde espiamos a Jaehyun? — dejó un segundo de silencio—, tengo acceso a las cámaras de toda la casa y en sus autos, y también puedo escuchar las conversaciones de Jaehyun de su celular-

— ¿Eres como una especie de obsesivo? ¿Tipo un stalker? Porque lo que dices es muy-

— Si te digo que sí y no preguntas nada mas del tema, sí, soy todo lo quieras— Jungwoo suspiró, acomodó su pelo hacia atrás—. Pero estábamos en traer a Suh Johnny con Lee Ten— se encogió de hombros—. No es tan difícil, sólo tenemos que traerlo, meterlo a la casa y que se quede con el omega...

Tae Il frunció el ceño.

— ¿Sabes el disturbio que habrá si haces eso? — preguntó—. Todos los candidatos de Ten no fueron escogidos, junto a sus familiares y los medios, para que al final venga uno que ni siquiera estaba en la lista y-

— Shh, Shh— lo cayó, Tae Il no pudo evitar ofenderse un poco—. No hay que pensar en las complicaciones, a demás— llevó ambas manos al pecho—, me valen verga las complicasiones, mientras no sean mías.

Tae Il se identificó un poco con esas palabras.

Jaehyun tocó la puerta del cuarto, aunque no tuvo respuesta, entró igual. Encontró las mantas y sábanas de la cama revueltas, y frunció el ceño hasta entender la forma de estas, y notar el pequeño cuerpo acurrucado en el medio, cubierto con una fina sábana hasta la cabeza.

— ¿Un nido? — murmuró, suspiró un poco.

Se acercó a la cama, acercándose sin romper la forma del nido, colocó una mano sobre la espalda de Ten, esperando que este lo mirara, aunque en cambio, el omega se encogió un poco más.

— Ten— habló con suavidad—, traje lo que me pediste, los test.

El omega asomó sus ojos por detrás de la sábana, mirando primero a Jaehyun y luego la bolsa plástica con varias cajitas alargadas. El alfa notó el rubor de sus mejillas, uno que indicaba fiebre, y el cansancio en los ojos de Ten. Con algo de esfuerzo, Ten se levantó, tomando la bolsa y yendo hasta el baño.

Jaehyun permaneció sentado en la cama, poniéndose cada vez más y más ansioso por el resultado y lo que debería hacer. Pensando acerca de lo que le había dicho el médico, casi tuvo ganas de gritar por la presión. Ten pasó más de media hora en el baño, el silencio del omega no dejaba tranquilo a Jaehyun. Cuando la puerta del baño se abrió, Jaehyun se encontró a Ten llorando, cargando un par de pruebas con manos temblorosas, mientras se recargaba en el marco de la puerta, sin poder estar de pie por si mismo.

Jaehyun se acercó a él apresuradamente, sosteniéndolo por los brazos para estabilizarlo. El castaño bajó la mirada hacia los tests, viendo las dos líneas que aparecían en este.

— Positivo...

Ten asintió, sin dejar de llorar. Jaehyun tragó duro, pegó un poco más el omega a él, mientras lo llevaba de nuevo hacia la cama, donde el chico volvió a acurrucarse en su nido, tapado completamente. Jaehyun reprimió lo mal que se sentía por el omega, y prefirió dejarlo sólo. Al salir al pasillo, sacó su celular para llamar a Tae Il, ya que al parecer, se había cansado de esperar y se había ido a no-sabía-dónde antes de que él terminara de hablar con el médico.El tono de espera lo acompañó por un minuto entero y el pelirrojo no atendía. Cortó y esperó un momento antes de llamar de nuevo, para tener el mismo resultado. Lo maldijo un poco. El castaño estaba por entrar en crisis, ahora no era sólo salvar a Lee Ten, sino también al cachorro que llevaba dentro.

Salvar dos vidas por el precio de un lazo no le parecía malo.

Por su parte, Johnny ya no quería salir del departamento.

No había visto al trabajo y no pensaba en ir a la universidad tampoco.

Se quedó en su casa, sin hacer nada, mirando el techo, o intentando volver a dormir.

Siendo lo más productivo que había hecho el hacerce un té que no tomó y dejó enfriar sobre la mesa, se sentía pésimo para siquiera tomar algo.Pasó así hasta eso de las tres de la tarde, donde comenzaron a golpear su puerta. Él nunca tenía visitas, por lo que estaba bastante confundido, y esperó al segundo combo de golpes para confirmar que en verdad, tocaban a su puerta, y no a la de alguno de sus vecinos. Aunque tampoco tenía ganas de levantarse y abrir, así que no se molestó.

No fue sino, hasta varios minutos después de los primeros golpes, que comenzaron a tocar cada vez más fuerte, insistiendo sin pausa, que se obligó a ir a atender.

— Vas a romper mi puerta.

— Tu puerta me va a romper la mano— respondió Jade, lo corrió para entrar al departamento, y Johnny se sintió invadido.

— Si fuera así estaría orgulloso de mi puerta— murmuró.

Escuchó a Jade hacerle burla.

— ¿A qué vienes a mi dulce hogar? — preguntó sin ganas.

— Me mandaron a ver cómo estabas— respondió la rubia, y fue sino hasta que apoyó un bolso amplio sobre la mesa de la cocina que Johnny vió que traía uno, y la chica comenzó a sacar cosa tras cosa del interior—. Siéntate.

Johnny suspiró, obedeció a la chica, sólo porque no tenía ganas de gastar energía discutiendo.

— ¿No se supone que la enfermera es tu madre?

— Sé algo de primeros auxilios, igualmente, esto lo puede hacer cualquiera— Jade se encogió de hombros.

Johnny notó que la chica apoyaba un aparato en su frente, y segundos después se dió cuenta que era uno de los termómetros que se usan en los niños. El rubio se ofendió un poco, él era lo suficientemente grande como para tener un termómetro normal.

Jade hizo una mueca.

— Casi cuarenta... — murmuró, dejando el aparato a un lado.

— Podría estar peor— habló como si no tuviera importancia.

— Debería estar mejor— contraatacó.

Jade tomó la mano de Johnny para colocar otro aparatito en su dedo, y de nuevo, Johnny tardó en darse cuenta que era un oxímetro.

Por un minuto entero, Jade permaneció en silencio, contando las respiraciones del chico.

— Pulso bajo y respiraciones bajas— dijo—, pero el nivel de oxígeno es normal.

A Johnny le importaba muy poco, así que no cambió su expresión. Jade comenzó a hacer preguntas, de cómo se sentía, de si había comido algo, de si había dormido bien, aunque Johnny le respondía sin ganas, le decía la verdad. A mitad del discurso de que tenía que cuidarse más de sí mismo, que era importante descansar y comer para recuperar energías, la puerta sonó de nuevo, y Johnny tenía aún menos ganas de abrir que las de hacía un rato. No fue sino hasta que sintió el olor familiar de cerezas y menta que se levantó.

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