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國ᐢㅤ𝐝ㅤ ִֶָ bella durmiente

Caminando torpemente por el pasillo, arrastró los pies hasta que llegó al comedor.

— La bella durmiente despertó — escuchó, y miró con algo de odio al pelinegro que pasó junto a él, bastante alto, atractivo y muy parecido a Jade para su gusto.

Un gruñido bajo hizo que el chico se encogiera un poco.

En menos de un segundo, sintió unos brazos rodearlo en un abrazo, apretandolo lo suficiente como para hacer aparecer una mueca en su rostro. Enfocó su vista en el cabello naranja rojizo de quien lo abrazaba.

— Tae Il, vas a romperme— murmuró, con apenas aire por la fuerza del abrazo.

Su hermano lo soltó al instante, alejándose un poco, para aún sosteniéndolo por los brazos, murmurando un "Lo siento" varias veces, mientras sonreía. Johnny respiró el olor familiar del pelirrojo, arrugó un poco la nariz, nunca había sido su aroma favorito, y era más fuerte de lo que recordaba.

El rubio asintió, sonriendo, para que Tae Il dejará de pedir disculpas.

— ¿Qué te has hecho en la cabeza? — murmuró, mirando aquel rubio platino que lo hacía ver incluso más pálido de lo que estaba.

— ¿Y quién habla? Pareces una zanahoria— contraatacó.

Tae Il rió, lo volvió a abrazar, Johnny hizo un esfuerzo para devolverle el gesto, el sueño se había despejado y su cuerpo volvía a doler, así que el sólo mover sus brazos le dolía.

Al separarse, el pelirrojo frotó sus ojos, despejado una lágrimas, cosa que de alguna manera le dolió a Johnny.

— Tienes que tomar algo— le dijo Tae Il, un poco más tranquilo—. ¿Puedes caminar? ¿Te ayudo?

Johnny negó, por más que le hubiera servido la ayuda de su hermano quería hacerlo solo, por orgullo.

Al llegar a la mesa, se sorprendió cuando Jade acomodó una silla para que se sentara.

— ¿Quieres un té? — preguntó la rubia—. Normal, saborizado, con miel...¿O prefieres una chocolatada?

Johnny lo pensó un momento.— Creo que quiero algo que me haga más dulce... Chocolatada— dijo—, por favor.

Jade asintió, fue hasta la cocina para preparar lo que le había pedido. Al voltear, se encontró con la mirada de Tae Il sobre él.

— ¿Sabes cuánto te extrañamos?

"Mierda" pensó, Johnny frunció sus labios en una mueca, sabiendo que el otro iba a empezar la conversación que no quería tener, no sabía si había creído que durarían más tiempo sin hablar del tema o qué, pero no se sentía listo.

— N-No puedo-

— Ya lo sé, John— lo interrumpió—. Dios, ¿Creías que no lo sabía? Nuestra familia es da las más importantes en Daegu, ¿Crees que no contratamos detectives privados? ¿O que no mandamos a unos cuantos a golpizas porque no querían hablar?

El rubio quiso desaparecer, cerró con fuerza los ojos, frotando su rostro.

— ¿Por qué no nos dijiste? ¿Por qué te fuiste sin más?

Johnny negó varias veces.

— No quería decirlo— murmuró—. Es vergonzoso, es horrible, me sentía mal conmigo mismo... No quería que me vieran como una vergüenza.

— ¿Preferías dejarnos? — el tono de Tae Il era firme—. ¿Sabes todas las posibilidades que pensamos de lo que había pasado? ¿Que habías muerto, que estabas secuestrado en algún lado? ¿Sabes todo lo que pasamos para al final consolarnos con la idea de que sólo estabas desparecido?

Johnny sentía que podría llorar en cualquier momento.

— ¿No podías pensar en otras opciones? — continuó — ¿Qué nos iba a doler más? ¿Que seas un delta o que posiblemente estés muerto?

Se hizo un silencio incómodo, quizás Tae Il había hablado un poco más alto de lo que debía, y Jade lo había escuchado.

Con algo de miedo porque la chica lo supiera, Johnny miró tímidamente hacia donde estaba la rubia, quien no hizo ningún gesto. Dejó la taza humeante de chocolatada sobre la barra, para luego rodearla y dejarla frente a Johnny.

— No la tomes muy rápido— advirtió—. No quiero que devuelvas mi casa, y menos en el comedor.

Johnny frunció el ceño, tomando la taza caliente entre sus manos, calentándolas.

— ¿Qué hago en tu casa?

Jade alzó una ceja.

— Te desmayaste en medio de la calle y el lugar más cercano para dejarte descansar era este— replicó—, además de que la jefa podría tratarte.

— ¿La jefa? — repitió.

— Mi madre— aclaró Jade, en tono obvio—, es enfermera.

Johnny asintió.

— Pero tal como yo, va a cobrarte— dijo la rubia con una sonrisa—. Y como hoy era su día libre será el doble.

Johnny suspiró con cansancio, por otro lado, Tae Il rió un poco.

— Qué lindo humor— dijo el pelirrojo con sarcasmo.

La puerta de la casa se abrió, entrando Jun de forma apresurada, limpiando sus pies en la alfombra con ganas mientras cerraba con fuerza la puerta.

— ¡Ya despertó! — dijo Jun con una sonrisa.

— ¿Tú también vives aquí? — dijo Johnny en tono molesto, sentía que no tendría paz en esa casa.

— Tiene una copia de la llave, viene cuando lo plazca— se metió Jade.

— Paso más tiempo aquí que en mi casa, así que, sí, algo así— respondió, acercándose a la mesa, dejó una bolsa con caramelos y paletas frente a Johnny—. Algo dulce te va a hacer bien, Johnny-ah.

El rubio arrugó la nariz, viendo todos los caramelos que había.

— Si no los quieres no tengo ningún problema en quedármelos— dijo Jun, con una sonrisa, mientras se quitaba unas capas de abrigo.

Sin entender todavía tanta hospitalidad, Johnny se concentró en tomar su chocolatada en silencio, mirando hacia la mesa sin decir nada. En un momento el celular de Tae Il sonó, el pelirrojo se alejó del comedor para hablar. En cuanto de fué, Johnny alzó la vista hacia Jade, sentada al otro lado de la mesa, viendo su celular.

— Tú... ¿Escuchaste?

La rubia alzó la vista.

— ¿Lo que dijo el cabeza de naranja? — preguntó.

— Sí — se encogió de hombros

—No es nada malo, Suh. Mi padrino también lo es— dijo, el rubio estaba algo impresionado por el tono suave de la chica—. En parte lo sospechaba. Aunque tú eres un poco diferente al resto de deltas...

Johnny miró su taza media vacía.

— Pregúntale a cualquiera— continuó la rubia—, tienes olor a alfa, gruñes como uno... Sólo eres un poco flacucho.

Johnny se ofendió por ese adjetivo.

— No soy flacucho— objetó—, no me sobra nada, a diferencia de-

— Calla— Jun aplaudió una vez a poco centímetro de su rostro, haciéndolo saltar un poco en su silla—. Mi Jade tiene curvas, en cambio a tí te ponen en cuatro y hacen una mesa.

Johnny se ofendió más que antes.

— ¿A quién van a poner en cuatro? — preguntó Tae Il, guardando su celular en sus pantalones mientras se acercaba a la mesa.

— A nadie— respondió rápidamente Johnny.

Tae se sentó a su lado.

— No sabía que eras de ese tipo, John— dijo con burla.

— No— Johnny lo golpeó en el brazo con el puño, haciendo que Tae Il se riera con algo de dolor.

Jun notó a Jade encogerse un poco ante la voz de alfa de Johnny, aunque no estaba dirigida hacia ella, inconscientemente, la castaña gruñó un poco para defenderla, pero cubrió su boca cuando los otros dos chicos la miraron.

— Lo siento— murmuró—. Pero no usen la voz de alfa en esta casa.

Johnny asintió, aunque por más que él aceptará no usarla, no creía decir lo mismo de Tae Il.

De jóvenes su hermano era algo cerrado con la gente, y bastante educado y formal con todos, aunque Johnny había notado el cambio del pelirrojo en apenas ese rato. No podía culparlo, él tampoco era el mismo de hace dos años. Ni siquiera era el mismo de hace un par de semanas.

—John, tengo que irme— dijo Tae Il, colocando una mano sobre su hombro—, ¿Quieres que te lleve a algún lado?

Johnny pasó su mirada de las chicas hacia su hermano.

— ¿Podría ir hasta mi departamento?

Un poco fue preguntó para Jade, que no sabía si la madre de la chica lo dejaría ir, ni siquiera lo había revisado de nuevo.

Tae Il asintió.

— Temo que no.

Se giró para ver a aquel pelinegro, parado en el umbral del pasillo, comiendo de una bolsa de papas fritas.

— Mamá quiere ver que estés bien— dijo.

—John ya es mayor y puede decidir entre quedarse o irse— Tae Il habló con el ceño fruncido.

Minho alzó las cejas, sorprendido por la contestación del pelirrojo.

— Ya— habló el rubio al ver la tensión—, me quedaré, si estoy cerca del supermercado estoy cerca de mi departamento también.

— Puedo llevarte— ofreció Minho.

Tae Il se veía molesto por la intervención de los demás en su conversación con su hermano.

— Anda— Johnny palmeó su brazo—, vé, conozco a estas personas, no son ningunos raritos, estaré bien.

Tae Il tardó un momento en asentir, fue a buscar su abrigo y Minho lo esperó con la puerta abierta para que saliera, saludando con una sonrisa y moviendo los dedos de su mano en gesto de despedida, y cerrando la puerta con fuerza en cuanto el chico se fué.

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