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O11 | Te están buscando

—¡Ikaris Madden!

El nombrado alzó la vista con sorpresa, para encontrarse con Steve.

—¿No puedo tener un sábado tranquilo? —dijo, aunque en tono de broma, no le molestaba que ese chico estuviera allí.

—Con lo ocupado que estás dudo que sea así, está tan atestado de clientes —dijo, con una sonrisa falsa, haciendo un ademán al lugar, dónde con suerte llegarían a ser cinco personas haciendo sus compras.

Ikaris se encogió de hombros.

—¡Stivie! —la voz alegre de Tony, aunque rara para Ikaris, muy cotidiana para el alfa, hizo que ambos miraran al sonriente castaño, que llevaba puesto uno de esos polos cortos modernos y lo que parecía ser un short demasiado corto para el gusto de Ikaris.

—Para usar eso porqué no sales desnudo —comentó Ikaris, haciendo que la sonrisa en el rostro de Tony desaparezca.

—Calla —sintió un zape en la nuca por parte de Steve, frunció el ceño, algo molesto— Como si te vistieras tan bien como mí Tony —cubrió con un brazo los hombros del menor, quién volvió a sonreír.

Ikaris rodó los ojos, los chicos decidieron irse y Steve fue el único que se despidió, al menos de lejos, del castaño, alegando que el olor a café le quedaba bastante bien.

No le dio mucha importancia a los chicos y volvió a ver las páginas de su libro, aunque no leía.

Había pensado toda la mañana en lo que había visto en la televisión, no había terminado de escuchar todo, pero las charlas de los clientes le habían dejado claro que ese tal Thor Odinson había dado una descripción de Druig, su altura y peso, color de su pelo y ojos, y lo que llevaba puesto la última vez que lo habían visto; para después describir a su forma de lobo, aunque Ikaris creía que se habían equivocado completamente, él mismo había visto lo adorable que era el omega en su forma animal, como un cachorrito de pelaje blanco que parecía de unos pocos meses, mientras que, por lo que había escuchado, Druig cambiaba a un lobo más adulto pero pequeño y algo delgado.

Y para su mala suerte, también habían dicho que el omega tenía más posibilidades de estar en ese mismo barrio.

También se había puesto alerta por si alguien llegaba a sentir el olor a manzanas y caramelo, propio de Druig.

Y cuando escuchó el tema del olor, Ikaris supo que estaba bastante jodido.

Con todo su departamento apestado a Druig, que ya de por sí tenía olor fuerte, sumado a que ahora el chico estaba en celo y había incrementado, más que Ikaris ni siquiera tenía olor propio para al menos disimularlo, y que cargaba con el aroma del omega todo el día por dormir juntos toda la noche... Nada parecía estar a su favor.

Y por más que no quería tocar el tema, porque sabía que a Druig le provocaba temor, y que a él tampoco le gustaba la idea de que ocurriera, era algo inevitable.

Debía hablar con Druig de qué pasaría cuando ya no pudiera esconderse más.

Terminó su turno y caminó más apurado de lo normal hacia el departamento, sintiéndose casi perseguido, aunque sabía que sólo estaba siendo paranoico.

Hacía mucho frío, y por más que tuviera varias capas de ropa, este le llegaba a la piel de su cuello, provocando molestias en su garganta.

Y aunque iba con la cabeza gacha para esconder su cuello en la campera, igual alzaba la vista para ver.

Los autos oscuros seguían allí, por cada coche de policía había uno, aunque ahora, esas personas vestidas de traje se veían mucho más amigables que los días anteriores, más sonrientes, desprendiendo olor a confianza.

Creyó ver el mismo hombre del otro día, apoyado a un lado del auto, con un vaso de café en las manos, hablando amenamente con un oficial.

De nuevo, Ikaris no se quedó mirándolo demasiado tiempo.

Llegó a su departamento igual de apresurado de cuando salió del supermercado.

Pensó que quizás ya parecía un agorafóbico para todo el que lo viera andar tan apurado por llegar a su hogar.

—Ikaris —miró a Druig, el omega tenía una sonrisa amplia en el rostro, y de nuevo, tal como siempre pasaba cuando estaba con él, el lobo de Ikaris volvió, moviendo la cola con alegría al ver al chico.

Ikaris sólo sonrió un poco.

—Hola, Druig.

Vio que el chico estaba cocinando, y que la mesa ya estaba acomodada, menos por los cuencos, que estaban a sobre la mesada de la cocina, esperando a ser servidos.

El olor a la comida recién hecha y el dulce del omega, aunque no tanto como la noche anterior, lo que le hizo saber a Ikaris que el chico había tomado los supresores que le había dado.

No podía evitar estar un poco nervioso por la presencia del lindo omega en celo que tenía escondido veinticuatro siete en su departamento, aunque era más por el hecho de sólo saberlo, porque el chico parecía estar totalmente normal.

Ikaris frunció un poco el ceño con curiosidad, acercándose a la olla en la que Druig estaba cocinando.

—¿Ramen? —preguntó, desde hacía bastante tiempo que no comía un verdadero ramen casero, más específicamente, desde hace más de dos años, cuando su madre cocinaba con todo su corazón tanto para él y su padre, como para Sersi.

Sin darse cuenta, una sonrisa nostálgica se plantó en su rostro, la cual Druig vio y lo hizo reír un poco.

—¿En qué está pensando, Ikaris?

Ikaris negó, despejando su mente y borrando su sonrisa.

—Nada, nada...

Druig alzó una ceja, sabía que no era nada, pero no quiso insistir.

—Ve a la mesa, Ikaris, yo llevaré la comida —dijo el omega, haciendo una seña para que se moviera.

Ikaris obedeció, se sentó algo de lado para poder ver mejor a Druig mientras cocinaba, aunque el omega estaba casi completamente de espaldas a él.

Pensó unos segundos cómo diría lo que había pasado, y cómo harían cuando él ya no pudiera esconderse.

En lo que tardó en animarse a hablar, Druig había servido uno de los cuencos.

—Druig, hoy... Un chico habló de ti en la televisión —comenzó, el omega hizo un sonido afirmativo para que siguiera hablando—. Y... Ya dijeron que estás desaparecido, alentaron a la gente para que busquen. Saben que estás por aquí y... Todos te están buscando —habló con lentitud—. También hablaron de tu olor y, pues... Cargo con él todo el día, creo que no pasará mucho antes de que alguien se de cuenta, y voy a estar en problemas...

Druig había detenido sus movimientos con la última parte, y fue cuestión de segundos para que la mano que cargaba el cuenco que estaba sirviendo comenzara a temblar, derramando parte de la sopa sobre la mano del omega.

Con su lobo preocupado, Ikaris se levantó de la silla, tomando el cuenco y dejándolo sobre la mesada, para luego tomar la mano de Druig con protección.

Vio las lágrimas silenciosas que comenzaban a surcar el rostro del omega.

Ikaris supo que no iba a ser necesario decir que lo encontrarían pronto.

—Y-yo... Debería irme... N-no quiero molestarte —dijo Druig, bastante bajo, pero Ikaris pudo escucharlo al estar tan cerca.

—Druig, no te apresures —dijo el castaño mayor, el omega bajo el rostro al suelo y tiró la mano para soltarse del agarre de Ikaris.

Eso lo molestó bastante, y un gruñido salió de lo profundo de su pecho, volviendo a tomar la mano de Druig, apretándola un poco más que antes, tomó el rostro del omega con su otra mano y lo forzó a mirarlo.

El miedo del omega se reflejaba también en sus ojos.

Como si un balde de agua helada hubiera caído sobre él, el enojo de Ikaris desapareció, y se acercó a Druig para envolverlo en sus brazos, el chico acomodó su rostro sobre el hombro del mayor.

—C-creo que... Lo mejor sería que me fuera —dijo Druig, casi susurrando.

Ikaris comenzó a negar repetidas veces.

—No, Druig, no, tú-

—Es tal como dices —dijo—. Sólo te metería en problemas, Ikaris, no puedo ser tan egoísta.

—El egoísta aquí soy yo, Druig. Yo no quiero que te vayas.

Druig guardó silencio un momento.

—Ikaris... —Druig se separó un poco del otro, quedando a unos centímetros del rostro del más castaño, quién no dejó de abrazarlo pero aflojó el agarre—. No mientas, por favor. No me mientas, no me hagas creer cosas que no son, por favor —Druig intentaba sonreír entre lágrimas, aunque no lo logró—. Tu... No me ves como yo te veo, Ikaris, ¿No lo entiendes?

Ikaris frunció el ceño con confusión.

—Eres mí predestinado, Ikaris —dijo— Mí alfa —Druig notó la expresión de Ikaris cambiar con esa última palabra, llevó su mano hacia la nuca del otro, buscando un poco bajo la remera la marca de la mordida, aunque era una cicatriz, a Ikaris le pareció doler ese mínimo tacto— Esa marca no me importa —Druig comenzó a trazar círculos, como pequeñas caricias, en el cuello de Ikaris— Tu me gusta —declaró, una una sonrisa.

Ikaris se sorprendió un poco ante esas palabras, rápidamente, el rubor subió a sus mejillas, aunque era mucho menos que el que estaba en el rostro de Druig.

—Pero entiendo que no te gustó —la sonrisa decayó, dejando una expresión de pena— Y no hay una razón por la cual quisieras que me quede, Ikaris. Te pido que no me des ilusiones.

Ikaris miró unos segundos a los ojos de Druig, mientras estos se ponían cada vez más brillosos por las lágrimas.

Su lobo se sentía mal, podía sentir como quería quedarse con Druig, y a su vez, cómo estaba odiando a Ikaris por ser tan idiota de no valorar a omega.

—Escucha, Druig —Ikaris habló bajo, casi serio, y las lágrimas en los ojos del omega se incrementaron— Quiero que te quedes, no sabes cuánto enserio quiero que te quedes... Y no sé cómo explicarlo, no sé qué pasa, pero... —tomó bastante aire, nervioso, Druig esperaba con ojos impacientes— Me encanta llegar a casa y saber que estás esperándome, me encanta cómo te acurrucas contra mí cuando duermes, tu olor me tranquiliza tanto después de un largo día, que me duermo más rápido y con más paz.

>>Me encanta cómo mí lobo vuelve a mí mismo cuando estoy contigo, nadie nunca hizo nada así... Me encanta abrazarte mientras duermo, y lo tibia que es la cama contigo, luego, cuando me despierto, puedo verte, aún dormido, y eres tan...—Ikaris sintió timidez, incluso antes de decir la palabra, Druig lo miraba sin piedad, sonriendo, mordiendo su labio inferior— Hermoso, Druig, y eso también me encanta.

Druig no pudo decir nada, bajó la mirada al suelo, se sentía halagado en demasía, la única persona que le había dicho cosas tan lindas era su abuelita, pero no se comparaba el efecto que hacían esas palabras en él al venir de Ikaris.

—Tengo muchas razones para que te quedes porque me encantas —Ikaris había dicho esas palabras muy bajo, al punto en que Druig tuvo que darse unos segundos para pensar si no las había imaginado.

Luego miró el rostro, totalmente enrojecido de su Ikaris, su alfa, quién también estaba con una leve sonrisa, casi penosa.

—Ikaris —el otro sólo lo miró con atención— Si logro quitarme el collar, ¿me marcarías?

A Ikaris en serio le tomó por sorpresa esa pregunta.

—Si al marcarme pudieras quedarte conmigo, ¿lo harías?

Ikaris miró un segundo los ojos claros de Druig, aquellos que le habían gustado desde que los vio bajo un montón de basura.

—Si, lo haría —respondió con firmeza.











NOTA:

— Si notan algún error en la adaptación, no duden en decirlo y será corregido ;)

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