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。⁠:゚ 11: Te están buscando.

—¡Chan-yah!

El nombrado alzó la vista con sorpresa, para encontrarse con Byulyi, acercándose a él en el pasillo de los snacks del supermercado.

—¿No puedo tener un sábado tranquilo? —preguntó, aunque el tono de broma, no le molestaba que esa chica estuviera allí, era muchísimo más agradable que Yongsun.

—Con lo ocupado que estás dudo que sea así, está tan atestado de clientes —respondió, con una sonrisa falsa, haciendo un ademán al lugar, dónde con suerte llegarían a ser cinco personas en todo el lugar haciendo sus compras.

—¡ByulByul~! —la voz alegre de Yongsun, aunque rara de escuchar para Chan, muy cotidiana para la alfa, hizo que ambos miraran a la sonriente rubia, que llevaba puesto un vestido violeta, del mismo tono que sus uñas, corto y revelador.

—Qué lindo culo —halagó la castaña, antes de darle una nalgada a su amiga.

—Todo tuyo, mi vida.

Chan rodó los ojos por tanto manoseo, las chicas decidieron irse y Moonbyul fue la única que se despidió, al menos de lejos.

—¡Nos vemos el lunes, Chan-yah! ¡El olor a café te queda muy bien!

No le dio mucha importancia a las chicas y volvió a ver las páginas de su libro, aunque no leía nada en realidad, no podía concentrarse.

Había pensado toda la mañana en lo que había visto en la televisión, no había terminado de escuchar todo, pero las charlas de los clientes le habían dejado claro que ese tal Hwang Hyunjin había dado una descripción de Jeongin, su altura y peso, color de su pelo y ojos, y lo que llevaba puesto la última vez que lo habían visto; para después describir a su forma de lobo, aunque Chan creía que se habían equivocado completamente, él mismo había visto lo adorable que era el omega en su forma animal, como un cachorrito de pelaje blanco que parecía de unos pocos meses, mientras que, por lo que había escuchado, Jeongin cambiaba a un lobo más adulto pero pequeño y algo delgado.

Y para su mala suerte, también habían dicho que el omega tenía más posibilidades de estar en ese mismo barrio, ya que se había visto por última vez en aquella zona.

También se había pedido alerta por si alguien llegaba a sentir el olor a manzanas y caramelo, propio de Jeongin, cuando escuchó el tema del olor, Chan supo que estaba bastante jodido.

Con todo su departamento apestado a Jeongin, que ya de por sí tenía olor fuerte, sumado a que ahora el chico estaba en celo y había incrementado, más que Chan ni siquiera tenía olor propio para al menos disimularlo, y cargaba con el aroma del omega todo el día por dormir juntos toda la noche... Nada parecían estar a su favor.

Y por más que no quería tocar el tema, porque sabía que a Jeongin le provocaba temor, y que a él tampoco le gustaba la idea de que ocurriera, era algo inevitable, debía hablar con Jeongin de qué pasaría cuando ya no pudiera esconderse más.

Terminó su turno y caminó más apurado de lo normal hacia el departamento, sintiéndose casi perseguido, aunque sabía que sólo están siendo paranoico.

Hacía mucho frío, y por más que tuviera varias capas de ropa, este le llegaba a la piel de su cuello, provocando molestias en su garganta, aunque iba con la cabeza gacha para esconder su cuello en la campera, igual alzaba la vista para ver.

Los autos oscuros seguían allí, por cada coche de policía había uno, aunque ahora esas personas vestidas de traje se veían mucho más amigables que los días anteriores, más sonrientes, desprendiendo olor a confianza.

Creyó ver el mismo hombre del otro día, apoyado a un lado del auto, con un vaso de café en las manos, hablando amenamente con un oficial, de nuevo, Chan no se quedó mirándolo demasiado tiempo.

Llegó a su departamento igual de apresurado de cuando salió del supermercado, buscando al omega, se sintió aliviado al verlo en la cocina.

—Chan hyung —miró a Jeongin, el omega tenía una sonrisa amplia en el rostro, y de nuevo, tal como siempre pasaba cuando estaba con él, el lobo de Chan volvió, moviendo la cola con alegría al ver al chico, Chan sólo sonrió un poco.

—Hola, Jeongin.

Vio que el chico estaba cocinando, y que la mesa ya estaba acomodada, menos por los cuencos, que estaban a sobre la mesada de la cocina, esperando a ser servidos.

El olor a la comida recién hecha y el dulce del omega, aunque no tanto como la noche anterior, lo que le hizo saber a Chan que el chico había tomado los supresores que le había dado.

No podía evitar estar un poco nervioso por la presencia del lindo omega en celo que tenía escondido veinticuatro siete en su departamento, aunque era más por el hecho de sólo saberlo, porque el chico parecía estar totalmente normal, no tenía síntomas de celo, además de su olor.

Chan frunció un poco el ceño con curiosidad, acercándose a la olla en la que Jeongin estaba cocinando.

—¿Tteokbokki? —preguntó, desde hacía bastante tiempo que no comía un verdadero teokbokki casero, con su sopa picante y su ramen acompañando, desde hace más de dos años, cuando su madre cocinaba con todo su corazón tanto para él y su padre, como para Minho y su madre.

Sin darse cuenta, una sonrisa nostálgica se plantó en su rostro, la cual Jeongin vio y lo hizo reír un poco.

—¿En qué está pensando, hyung?

Chan negó, despejando su mente y borrando su sonrisa.

—Nada, nada...

Jeongin alzó una ceja, sabía que no era nada, pero no quiso insistir.

—Vaya a la mesa, hyung, yo llevaré la comida —dijo el omega, haciendo una seña para que se moviera.

Chan obedeció, se sentó algo de lado para poder ver mejor a Jeongin mientras cocinaba, aunque el omega estaba casi completamente de espaldas a él.

Pensó unos segundos cómo diría lo que había pasado, y cómo harían cuando él ya no pudiera esconderse, en lo que tardó en animarse a hablar, Jeongin había servido uno de los cuencos.

—Jeongin, hoy... Un chico habló de ti en la televisión —comenzó, el omega hizo un sonido afirmativo para que siguiera hablando—. Y... Ya dijeron que estás desaparecido, alentaron a la gente para que busquen. Saben que estás por aquí y... Todos te están buscando —habló con lentitud—. También hablaron de tu olor y, pues... Cargo con él todo el día, creo que no pasará mucho antes de que alguien se dé cuenta, y voy a estar en problemas...

Jeongin había detenido sus movimientos con la última parte, y fue cuestión de segundos para que la mano que cargaba el cuenco que estaba sirviendo comenzara a temblar, derramando parte de la sopa sobre la manito del omega, haciendo que soltara un lloriqueo.

Con su lobo preocupado, Chan se levantó de la silla, tomando el cuenco y dejándolo sobre la mesada, para luego tomar la mano de Jeongin con protección, vio las lágrimas silenciosas que comenzaban a surcar el rostro del omega, abrió el agua del grifo y dejó correr el agua fría mientras sostenía su mano temblorosa bajo esta.

Chan supo que no iba a ser necesario decir lo más obvio, porque el menor ya lo suponía.

—Y-yo... Debería irme... N-no quiero molestarte —dijo Jeongin, bastante bajo, pero Chan pudo escucharlo al estar tan cerca.

—Jeongin, no te apresures —dijo el más rubio, el omega bajo el rostro al suelo y tiró la mano para soltarse del agarre de Chan.

Eso lo molestó bastante, y un gruñido salió de lo profundo de su pecho, era su lobo molesto porque Jeongin no le dejaba cuidarlo, volvió a tomar la mano de Jeongin, apretándola un poco más que antes, tomó el rostro del omega con su otra mano y lo forzó a mirarlo.

El miedo del omega se reflejaba también en sus ojos, y como si un balde de agua helada hubiera caído sobre él, el enojo de Chan desapareció, y se acercó a Jeongin para envolverlo en sus brazos, el chico acomodó su rostro sobre el hombro del mayor.

—C-creo que... Lo mejor sería que me fuera —dijo Jeongin, casi susurrando, a lo que Chan comenzó a negar repetidas veces.

—No, Jeongin, no, tú...

—Es tal como dice —dijo—. Sólo lo metería en problemas, hyung, no puedo ser tan egoísta.

—El egoísta aquí soy yo, Jeongin. Yo no quiero que te vayas.

Jeongin guardó silencio un momento.

—Chan hyung —Jeongin se separó un poco del otro, quedando a unos centímetros del rostro del más rubio, quién no dejó de abrazarlo, pero aflojó el agarre—. No mienta, por favor. No me mienta, no me haga creer cosas que no son, por favor —Jeongin intentaba sonreír entre lágrimas, aunque no lo logró—. Usted... No me ve como yo lo veo, hyung. ¿No lo entiende?

Chan frunció el ceño con confusión.

—Usted es mi predestinado, hyung —dijo—, es mi alfa —Jeongin notó la expresión de Chan cambiar con esa última palabra, llevó su pequeña mano hacia la nuca del otro, buscando un poco bajo la remera la marca de la mordida, aunque era una cicatriz, a Chan le pareció doler ese mínimo tacto—. Esa marca no me importa — Jeongin comenzó a trazar círculos, como pequeñas caricias, en el cuello de Chan—. Usted me gusta, hyung —declaró, una sonrisa.

Chan se sorprendió un poco ante esas palabras, rápidamente, el rubor subió a sus mejillas, aunque era mucho menos que el que estaba en el rostro de Jeongin.

—Pero entiendo que yo no le gusto, y que ha intentado hacer de todo para mantener a mí y a mi lobo contento aún si... Aún si usted no quiere, y aprecio su esfuerzo —la sonrisa decayó, dejando una expresión de pena—. Pero no hay una razón por la cual usted quisiera que me quede, Chan hyung, lo sé. Le pido que no me de ilusiones.

Chan miró unos segundos a los ojos de Jeongin, mientras estos se ponían cada vez más brillosas por las lágrimas, su lobo se sentía mal, podía sentir como quería quedarse con Jeongin, y a su vez, cómo estaba odiando a Chan por ser tan idiota de no valorar a omega.

—Escucha, Jeongin —Chan habló bajo, casi serio, y las lágrimas en los ojos del omega se incrementaron—. Quiero que te quedes, no sabes cuánto, en serio quiero que te quedes... Y no sé cómo explicarlo, no sé qué pasa, pero... —tomó bastante aire, nervioso, Jeongin esperaba con ojos impacientes—. Me encanta llegar a casa y saber que estás esperándome, me encanta cómo te acurrucas contra mí cuando duermes, tu olor me tranquiliza tanto después de un largo día, que me duermo más rápido y con más paz.

» Me encanta cómo mi lobo vuelve a mí mismo cuando estoy contigo, nadie nunca hizo nada así... Me encanta abrazarte mientras duermo, y lo tibia que es la cama contigo, y luego, cuando me despierto, puedo verte, aún dormido, y eres tan... —Chan sintió timidez, incluso antes de decir la palabra, Jeongin lo miraba sin piedad, sonriendo, mordiendo su labio inferior—, hermoso, Jeongin, y eso también me encanta.

Jeongin no pudo decir nada, bajó la mirada al suelo, se sentía halagado en demasía, la única persona que le había dicho cosas tan lindas era su abuelita, pero no de comparaba el efecto que hacían esas palabras en él al venir de Chan.

—Tengo muchas razones para que te quedes porque me encantas —Chan había dicho esas palabras muy bajo, al punto en que Jeongin tuvo que darse unos segundos para pensar si no las había imaginado.

Luego miro el rostro, totalmente enrojecido de su mayor, su alfa, quién también estaba con una leve sonrisa, casi penosa.

—Chan hyung —el otro sólo lo miró con atención—, si logro quitarme el collar, ¿usted me marcaría?

A Chan en serio le tomó por sorpresa esa pregunta.

—Si al marcarme puede quedarse conmigo, ¿lo haría? Sea honesto...

Chan miró un segundo los ojos oscuros de Jeongin, aquellos que le habían gustado desde que los vio bajo un montón de basura en un callejón oscuro.

—Sí, lo haría —respondió con firmeza.

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