La noche es oscura, las estrellas refulgen entre si, luchando para atraer mas la atención que las otras. La hoguera se alza con la luna al ritmo de la música, la profecía sera elegido y el destino del mundo cambiara. El templo del oro refulge por las llamas a su alrrededor. La gente se arremolina frente al fuego, esperando que el señor del templo comienze a hablar.

-Generaciones atrás, nuestros ancestros protegieron el collar con sus vidas, las cuales la mayoría perdieron. Hoy, por fín es la decimocuarta luna roja creciente desde aquel incidente, como ordenaron los guardianes esta noche se eligirá al proximo portador. Postulantes, acérquense y póngase en fila.

Quince quinceañeros varones se pusieron en fila enfrente de él. Todos llevavan puestas las túnicas blancas que usaban los especiales, decoradas con cinturones de colores que representaban a la familia de la que provenían, estas ondulaban con la ligera brisa que venía del oeste y movía las brasas del inminente fuego que tenían de frente. El hombre recogió el collar plateado que descansaba sobre el manto carmesí de la mesa.

Las palabras incomprensibles salían de su boca con total fluidez y elegancia, el colgante vibró sobre sus manos y comenzó a elevarse lentamente, fué acercandose lentamente hacia la fila y fué rozando la cabeza de cada chico sin la menor reacción, cada vez que tocaba una y pasaba al siguiente, el anterior se retiraba con cara de decepción. Al final, ante el asombro de todos, el colgante no eligió a ninguno de los adolescentes, y se elevó en el cielo esperando a su dueño.

-¿Que? ¿No a elegido a nadie? Estos son nuestros mejores chicos...¿a quien quieres entonces?- Su tono parecía muy afligido y preocupado.

El colgante vibró mientras aún flotaba en el aire, se movió rapidamente entre toda la multituld intentando encontrar a alguien digno de él. Al final lo divisó, una pequeña niña de unos 10 años que trabajaba para mantener el fuego llameante. Se posicionó delante de ella y su cadeneta se abrió para después volverse a cerrar alrededor de su cuello. La chica miraba estupefacta a aquel colgante sagrado que a hora llacia sobre su cuello. Por supuesto, no era la única, todos miraban con asombro a aquella chica a la que el colgante había elegido, no cumplía los requisitos que los demás portadores del collar, no era un chico y le faltaban cinco años para llegar a la edad mínima. El hombre no sabía como reaccionar a aquella revelación, había esperado toda su vida por aquel momento en el que el portador volvería a aparecer, pero en este caso sería portadora, en ninguno de los antiguos registros de había dado un caso igual. Miraba a la pequeña chica de cabello rojo con brazaletes de hierro en los tobillos, la túnica blanca ligeramente raída que miraba el colgante con más asombro que cualquier otro de los presentes. Al final se resignó a lo que había pasado y, por muy extraño que fuera, el collar la había elegido a ella, y no había nada que hacer al respecto.

-¡La luna a escogido a su nueva dueña!- se dirigió hacia la niña- Desde ahora, será el deber de tu familia y de tu linaje el proteger el collar hasta la próxima decimocuarta luna creciente roja. ¿Podrás hacerlo?
La chica asintió eufóricamente al saber que ya no podría ser tratada como basura nunca más.

-El ritual...Ha terminado.

Y el fuego se apagó.