Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

⚠️ Lose 🛑

Las venas en su cuello estaban a punto de estallar cuando la llamada fue nuevamente desviada. Gritó al aire lanzando el celular hacia la cama.

—¡CONTESTEN MALDITA SEA! —saltó a la cama recuperando el celular para intentar contactar con la oficina de correos.

Hyunwoo lamió su pulgar retirando el exceso de polvo de queso y leyó los datos plasmados en la etiqueta de la gran caja.

—Buenas tardes, Oficina de correos Gwanghwamun. ¿En qué puedo ayudarles?

Un tic nervioso apareció en el ojo izquierdo de Hyungwon y el moreno dejó la caja sobre el colchón. Conocía esa mirada a la perfección y sabía que nada bueno ocurría en el momento que su hermano menor abriera la boca. 

Los labios gruesos del alto se curvaron en una sonrisa siniestra. 

—¡Hijos de put...!

Un almohadón aterrizó en el rostro de Hyungwon y amortiguó el grotesco grito de rabia y desesperación. Cuando Hyungwon fue sentado, a la fuerza, Hyunwoo tomó posesión del celular y por ende, de la llamada.

—Buenas tardes, señorita —el moreno sonrió relajado, como si no estuviera asfixiando a su hermano menor con un cojín de plumas. —Quisiera reportar la perdida de un paquete.

—Por supuesto. ¿Podría darme su nombre y dirección?

Hyunwoo sacudió la mano y Hyungwon le entregó su billetera. Leyó la dirección en la identificación ajena y esperó en la línea por varios minutos, minutos que aprovechó para comprobar que su hermano seguía con vida, y tal vez, de mejor humor.

No lo estaba, pero al menos ya no estaba maldiciendo. 

—No importa lo amable que seas, ellos no harán nada. Nunca lo hacen —el alto resopló quitándose el cabello que le molestaba en la cara. —Esos idiotas han perdido la mayoría de las compras que he hecho en línea.

—Deja todo en mis manos —con una sonrisa confiada Hyunwoo salió de la habitación con Hyungwon siguiéndolo como patito.

La amplitud del departamento fue de gran ayuda para que Hyungwon caminara balbuceando los insultos más ofensivos que alguien de su nivel y clase alguna vez hubiera dicho. Su enojo tenía una gran razón. Jooheon, su tierno amigo de la infancia, aquel niño cachetón con el que pasaba todos los veranos y las tardes jugando, había cumplido su sueño de convertirse en un reconocido diseñar de joyas. Con una increíble oferta de trabajo en Londres, cinco años atrás, Joo cogió sus maletas y le dijo adiós a Hyungwon prometiendo estar con él, desde la distancia. En su última llamada y tras contarle sobre su próxima boda, la definitiva -en palabras de Won- el diseñador de joyas le aseguró que tendría una hermosa pieza de oro diseñada exclusivamente para que él usara en su boda.
Y ahora, el regalo de su mejor amigo estaba perdido por culpa de la incompetencia de un repartidor.

—Goheung —dijo Hyunwoo al finalizar la llamada.

La cabeza de Hyungwon giró lentamente y Hyunwoo recordó esas películas de terror donde los protagonistas eran poseídos por un demonio, solo que en la realidad; Hyungwon era el demonio.

El hombre de extrema belleza caminó a zancadas desde la cocina hasta la sala, en dónde se encontraba su hermano mayor.

—¿Qué? ¿Eso qué significa?

Hyunwoo retrocedió dos pasos y sin dejar de sonreír, dijo:

—Hubo un accidente en la bodega y muchos paquetes fueron enviados a ciudades diferentes —sintió lástima al ver a su hermano menor bajar los hombros y cambiar su expresión de enojo por una de frustración —. Tu paquete está en Goheung.

Un profundo suspiro del más alto causó en Hyunwoo un estado de alerta. Sin embargo, su reacción fue innecesaria.

—Bien, está bien —se repitió a sí mismo un par de veces. Hyungwon se desplomó en el sillón más cercano para pensar un minuto lo que haría. —¿Me devolverán mi paquete?

Hyunwoo asintió.

—En dos o tres semanas, tienen mucho trabajo porque, como te dije, tu caso no es el único.

—Tres semanas —resopló. Hyungwon levantó la mirada conectando sus enormes ojos con los pequeños de Hyunwoo. —Mi boda es en dos días. 

El moreno enarcó una ceja. —¿Cuál es el problema? No te ofendas, pero hemos hecho esto por ocho veces, ¿qué nos asegura que será la definitiva?

La falta de tacto al hablar y la exagerada sinceridad de Hyunwoo era la causa principal de las múltiples discusiones con su hermano. Pero estaba vez había ido lejos, tocando un tema delicado para Hyungwon. 

—Puedes irte. No es necesario que me acompañes en un nuevo fracaso —El más alto se levantó yendo directamente hacia su habitación. 

—Wonnie. 

—Cierra la puerta cuando salgas. No le pongas seguro, Da Won vendrá más tarde —la puerta se cerró al segundo siguiente que terminó de hablar. 

Siete matrimonios fallidos en ocho años. Su primer matrimonio fue, a los veinte años, con una hermosa chica de piel canela y perfectos rulos. La chica era extranjera y hablaba en una mezcla de inglés y coreano, Hyungwon quedó flechado con su personalidad tan espontánea y a los seis meses de conocerse le propuso matrimonio. Al mes de haberse casado, Hyungwon descubrió que las mujeres no eran totalmente de su gusto y al siguiente mes era un hombre divorciado. En un año se casó dos veces y cada matrimonio duró, al menos, tres semanas. No en todos sus divorcios le fue tan bien y no siempre fue su culpa. Bien, quizás en las primeras dos sí, pero las otras cinco ocasiones se resumían en órdenes de alejamiento, demandas de adulterio y abandono de hogar. Sus amigos y familia siempre le hacían la misma pregunta, ¿por qué lo sigues intentando? 

Dawon era su último intento. Su novio era un hombre increíble, alegre, carismático, exitoso, amable y paciente. Era lo que necesitaba y aunque a veces le provocaba dolores de cabeza por ser demasiado coqueto, evitaba darle tanta importancia. Después de todo, Hyungwon también lo hacía en su trabajo. Porque era su trabajo.

Hyunwoo dio dos toques en la puerta antes de entrar a la habitación. 

—Te dije que te fueras —replicó Hyungwon. El hermoso hombre estaba sentado en el suelo leyendo un folleto sobre equipos de bares. —Mi nivel de enojo sigue siendo alto y no quiero decir cosas de las que me pueda arrepentir más tarde. 

—Lo merezco —Hyunwoo se sentó frente a él y con cuidado le retiró el folleto. —Eres mi hermano pequeño, mi ranita y te amo con todo el corazón. Movería cielo, mar y tierra si tú me lo pides. ¿Las bodas? ¿A quién le importa? Si quieres casarte cien veces, las cien veces estaré ahí para ti. Sonriendo y llorando, por ti. Porque te amo y quiero que seas feliz. 

Hyunwoo era de pocas palabras y sentimientos, pero cuando se trataba de Hyungwon, su ranita, era capaz de llorar como una magdalena o recitar el poema más cursi; porque su hermano lo necesitaba. 

—¡Agh! —Won frunció los labios y manoteó alejando los brazos que amenazaban con envolverlo. —Estoy bien, idiota. No tienes que confesarte conmigo, dile tus sentimientos a Kihyun. 

—¿Ah?

Won rodó los ojos. —De verdad que eres idiota. 

Mientras Hyunwoo analizaba lo que su hermano le había dicho, Hyungwon escaló por el colchón hasta ubicarse en el centro de la cama. 

—Tengo la cabeza hecha un lío y necesito una solución, ¡ya! 

—¿Quieres que vaya por el paquete? —Hyungwon negó mordiéndose el pulgar. —Entonces, ¿en qué te ayudo?

Los ojos oscuros de Hyungwon lo miraron fijamente y Hyunwoo creyó que se convertía en piedra. Después de todo, la belleza de su hermano era digna de un dios.

—Te quedas a cargo de mi bebé —exclamó Won con una sonrisa confiada.

Hyungwon estaba tan mal de la cabeza que llamaba "bebé" al bar que había salvado de la quiebra. 

—Sigo pensando que es una mala idea —Hyunwoo le pasó el casco y Hyungwon lo colocó contra su cadera —. El senador espera verte a ti en la fiesta. 

El alto rodó los ojos aburrido. 

—El tipo no me ha visto más de dos veces. Además, si entrecierras los ojos y ladeas la cabeza ¡Somos casi iguales! 

Los planes de Hyungwon nunca eran buenos y menos cuando incluían a Hyunwoo. El moreno se negó reiteradas veces a suplantarlo en la fiesta, pero su hermano menor era muy convincente cuando se lo proponía. Al final, no era trabajo difícil. Bastaba con usar una camisa negra, un chaleco satinado del mismo color junto a un par de guantes de cuero y estaría listo para supervisar que los empleados de Hyungwon hicieran su trabajo a la perfección. 

—Kihyun estará ahí, no tienes de qué preocuparte. 

Hyunwoo arrugó el ceño. 

—Justo por eso me preocupo —dijo con seriedad palpable en la voz. —Ese amigo tuyo siempre me mira extraño. 

Won echó la cabeza hacia atrás soltando una profunda carcajada. 

—No te mira extraño, solo quiere cogerte —dijo burlón. Sacudió la cabeza descartando las posibles imágenes de su amigo y su hermano enredados en la cama. — Olvidemos eso. Solo respóndeme, ¿estás seguro de que puedes con esto?

Hyungwon se negaba a posponer la fecha de la boca, si lo hacía todo sería un total caos en sus horarios, proyectos, citas y su vida en general. La ciudad estaba a un día de distancia, así que tenía el tiempo justo para recuperar la joya y volver para su boda. No podía ser tan difícil. 

—Puedo hacerlo. Cuide de ti desde los cuatro años, esto es pan comido. 

El delgado rio. Reconocía que había sido un total dolor de culo en la infancia, la pubertad, la adolescencia... incluso ahora. 

—Bien. Confío en ti —Hyungwon sonrió. Se colocó el casco convencido que recuperaría el anillo a tiempo. —Prepara un buen trago para mi regreso. 

Hyunwoo asintió abriendo la puerta de la cochera. 

Inhaló profundo, cerró los ojos y al abrirlos, sonrió encendiendo su amada motocicleta. 

—No hables con extraños —le recordó el moreno. Sí, sus recomendaciones eran así de malas. —Si las cosas se ponen mal, no dudes en llamarme. 

Hyungwon asintió. 

La adrenalina se apoderó de su cuerpo en tan solo un segundo. Él amaba sentir el aire golpear su rostro, sin embargo, por cuestiones de seguridad esta vez no tenía la fortuna de disfrutar ese pequeño gusto.  Afiló la mirada e incrementó la velocidad; se juró no hacer paradas innecesarias hasta llegar a la ciudad y recuperar el paquete. 

—Voy por ti bebé —susurró tomando una curva angosta. 

Al pasar por el enorme letrero de bienvenida a la ciudad, su piel se erizó. Cada vez estaba más cerca de recuperar el regalo de Jooheon. Pensar en la mirada triste y decepcionada del hombre de hoyuelos le revolvía el estómago. Hyungwon se sentía culpable por perder la joya, no había sido su culpa en absoluto pero su cabeza no dejaba de repetirle que pudo haber hecho algo para impedir el extravío. La confusión ya había pasado y darle vueltas en su cabeza no lo llevaría hasta la joya. 

Hyungwon apartó todo pensamiento y se concentró exclusivamente en seguir la ruta que marcaba el GPS. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro