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Capítulo 11

A la música le bajaron la intensidad del volumen con respecto a los momentos anteriores, los presentes en el salón comenzaron a dirigir su atención al proxeneta ruso sabiendo que el momento más interesante de la noche había llegado, cuando ya todos habían dejado sus diversiones de lado, el ruso sonrió con malicia y habló en perfecto inglés.
- ¡Buenas noches queridos amigos!
"Al menos de inglés si entiendo algo" pensó Sofía agradecida de haberse apuntado en varios cursos del idioma durante sus años de universidad.
- Espero que se estén divirtiendo. – dijo bromeando a lo que le siguieron las risas de los que lo escuchaban – Como todos saben me gusta hacer estas fiestas para mis amigos más íntimos, para poder agasajarlos y compartir los mejores placeres de la vida. Hasta ahora además de divertirse han sido muy generosos con sus consumos... ¡Pero ha llegado la hora de las emociones fuertes de la noche antes de que terminen de perder definitivamente la consciencia!
De nuevo las risas llenaron el salón.
- Como siempre – continuó Pavel haciendo señas para que sus invitados hicieran silencio – ya tuvieron oportunidad de conocer además de nuestras chicas y chicos habituales, a nuestras novedades del día de hoy por las que han tenido la gentileza de ofertar la cantidad de dinero que han creído justa por cada una de ellas y en algunos casos por el tiempo que quieren disfrutar de su compañía.
Sofía comprendía casi todas las palabras del ruso que tenía hipnotizada a la concurrencia, cada palabra la hacía sentir más enferma, sentía como la bilis le subía y le bajaba por el esófago haciéndole creer que vomitaría en cualquier momento, a ratos se sentía mareada y que el aire que le entraba en su pecho no era suficiente para oxigenar su cuerpo obligándola a respirar cada vez con más dificultad.
- Así que no los hare esperar más. Comencemos con la subasta...
El ambiente comenzó a cambiar, los interesados en la subasta se acercaron más al centro del salón, los que no, se alejaron volviendo a lo que hacían antes de que Pavel llamara su atención, pero sin perder el hilo de lo que allí sucedía.
- La primera en irse será Irina, - dijo señalando a la jovencita cuya hermana fue asesinada por uno de sus hombres, la joven fue llevada hasta el centro del salón mientras seguía hablando – Irina tiene dieciocho años – mintió Pavel en complicidad de sus invitados que estaban en conocimiento de la minoría de edad de casi todas las víctimas – ¡Irina, tienes muy buenas ofertas! – dijo en ruso para que la joven comprendiera – La mejor oferta es de mi amigo Vladimir. ¿Dónde estás amigo?
- ¡Por aquí Pavel! - contestó un hombre sexagenario que se acercó unos pasos casi hasta llegar frente a Pavel.
- Querido Vladimir, ¿te divertiste esta noche?
- ¡Por supuesto ¡Tus fiestas son las mejores!
- Oh, gracias, amigo. Tú hiciste la mejor oferta hasta ahora por la linda Irina, ahora veremos si nadie te supera. La oferta del amigo Vladimir fue de treinta mil euros por cuatro días... ¿Alguien la quiere superar?
- ¡Yo! – respondió un hombre apenas visible en el centro del salón sentado sin camisa flanqueado por una prostituta desnuda a cada lado – Ofrezco treinta y cinco mil por los mismos cuatro días.
- ¿Alguien más? – Insistió Pavel –
- Cuarenta mil... - respondió Vladimir mirando a su contrincante de reojo mientras sonreía.
- Cuarenta y cinco mil por tres días. – intervino un tercer postor.
- Sesenta mil. – puntualizó Vladimir tomándose el asunto más en serio.
- ¡Excelente! – dijo Pavel desde su sitio – Vamos amigos ¿nadie da más por la bellísima Irina?
El hombre que pujaba por la joven al final del salón se retiró con un gesto de negación en su rostro, el tercero pareció desaparecer por su silencio dejando al primer postor como ganador.
- Vendida a mí querido amigo Vladimir. – sentenció Pavel con exagerada pomposidad aplaudiendo a lo que le siguió el resto de los invitados.
Pavel saludó al ganador con un fuerte abrazo que para ojos más inocentes pudiera pasar por un abrazo fraternal, luego agarró de un brazo a la joven parada junto a él que esperaba inexpresiva y pálida para entregarla a su comprador, el hombre la tomó de la mano con una mirada lujuriosa para apartarse unos pasos y dar placer a sus manos ávidas del cuerpo casi infantil de su nueva adquisición.
- Muy bien, ¡otro cliente satisfecho! – aseguró Pavel sonriendo – Sigamos, ahora es el turno de la señorita Jania.
Con la sola mención de su nombre, la joven que horas antes ayudara a Sofía y a Marcela a comprender las instrucciones de lo que debían hacer para prepararse para la fiesta dirigió su mirada a Pavel que le hizo un gesto con la mano para que se acercara hasta donde él estaba. Sin miedo y con un paso sorprendentemente firme fue hasta Pavel sonriendo y contorneando sus caderas de forma sugestiva y sensual pensando en tentar a aquellos que ofertaron por ella a que subieran sus cifras segura de que mientras más dinero dieran por ella menor sería la deuda y menos tiempo estaría obligada a trabajar para la organización.
- Jania es una preciosa polaca. – explico Pavel mientras la retenía con posesión por la cintura – tiene veinte años y es una mujer muy complaciente como pueden ver. La oferta más alta por ella el recibí de parte de nuestro ya conocido amigo y salvador de algunos de los que estamos presentes esta noche el señor Rugiero.
Pavel señalo a Antonio que permanecía cerca atento a lo que estaba aconteciendo, muchos lo conocían por ser el abogado que les había salvado junto con su socio de ir a la cárcel o de pagar fortunas en multas por delitos que nadie llegó a conocer gracias a los contactos de los abogados con la prensa convirtiendo a el suyo en uno de los escritorios jurídicos más importantes de Europa.
- Ok querido Antonio, hasta ahora vas ganando a la joven Jania, tu oferta más que generosa encabeza la lista con cincuenta mil euros por dos días. ¿alguien oferta más?
La puja por la polaca fue más amplia que la anterior, la actitud de la joven despertó el interés de muchos en la sala sumando más de ocho personas pujando por ella dificultando a Antonio quedarse con el premio cosa que sólo lo enardeció más deseando con más fuerzas ganarla mientras Marco lo miraba divertido.
- ¡Vamos amigos! – animaba Pavel a sus invitados a que siguieran ofreciendo sumas cada vez más altas ayudado por Jania que hacía poses sugestivas y lanzaba besos cada vez que alguien entraba en el juego.
- ¡Doscientos mil euros por dos días! – gritó Antonio desesperado por ganarle a un árabe que se empeñaba en superarlo cada vez que creía que tenía la partida ganada.
- Antonio, sei un pazzo... (Antonio eres un loco) - dijo Marco a su lado divertido.
En el salón se sentía la euforia que crecía con la emoción de la puja, Pavel tenía el magnetismo de un encantador de serpientes sobre los presentes que poco a poco se dejaban arrastrar cada vez más profundo en sus más bajas pasiones. Sofía vivía cada segundo como si el próximo fueran a decretar su sentencia de muerte.
- Si Marco, y me vas a ver más loco si ese me gana...
- Doscientos quince mil, por dos días. – ofreció una mujer muy cerca de los italianos retando a Antonio con la mirada.
- Doscientos treinta. – respondió el italiano con la misma actitud a la mujer.
El silencio se hizo por apenas unos segundos, Pavel intervino.
- ¿Alguien ofrece más?
- ¡Vamos Pavel! – rugió Antonio – Es mía...
Pavel esperó un par de segundos a que se presentara otra oferta, al no llegar ninguna, sentenció.
- ¡Tuya Antonio!
El salón explotó en aplausos, Antonio no esperó invitación de Pavel para reclamar su premio, cortó la distancia que lo separaba de Jania en pocos pasos cargándola sobre su hombro y dando vueltas como si estuviera bailando en el aire. Pavel rio a sus anchas por la forma tan original e infantil que el abogado tenía como costumbre de reclamar su premio alejándose casi tan rápido como se acercó. Marco observaba a su amigo negando con la cabeza mientras reía, luego Pavel llamó de nuevo la atención de todos con la mención del siguiente nombre, Doriya... luego Vera... Así continuo la subasta de cuerpos hasta que solo quedaban las que iban a ser ofrecidas como especial del día, las latinas Marcela y Sofía que se había ido acercando la una a la otra en la medida que las demás iban siendo subastadas.
- Marcela... - llamó Pavel sin lograr que la joven se moviera – Vamos Marcela, acércate. – agregó en español.
Al escuchar su nombre por segunda vez muy a pesar de haberse estado preparando para ese momento durante toda la noche, la joven no pudo reprimir un escalofrío que recorrió todo su cuerpo hasta sus extremidades, un segundo después se puso de pie con lentitud, dio un paso al frente deteniéndose para girar hasta ver el rostro de Sofía con una expresión que la venezolana nunca podría olvidar, en esos ojos vio reflejado todo el temor que Marcela sentía y a la vez toda la valentía que nacía en ella en ese mismo momento para enfrentar lo que venía, sonrió y siguió su camino hasta en centro del salón con una sola imagen en la mente, si hijo.
Marcela fue subastada por la suma extraordinaria de trecientos mil euros por pasar dos días con aquel anciano asiático de los dedos llenos de nicotina.
Sofía temió por su compañera, la admiró por la valentía que demostraba en su rostro y el sacrificio que hacía por proteger a si hijo, pero ya no había tiempo para compadecerse de nadie, ella sería la próxima. "Dios mío, sácame de aquí, ¿Qué pasará luego?, ¿Qué van a hacerme?" Mil preguntas afloraron en la mente de Sofía mientras veía como se detenían los comentarios posteriores a la entrega de marcela, el reloj iba en cuenta regresiva para ella, su corazón se agitó de nuevo pero con mucha más fuerza que unos minutos atrás, Pavel tomó de nuevo la palabra, seguía hablando en ingles pero ella ya no comprendía nada, su nombre sería pronunciado en cualquier momento y ella sería entregada a un desconocido, volvieron las náuseas, intentó dar un último vistazo tratando de adivinar el rostro de la persona que se haría con su cuerpo dentro de pocos minutos... Se hizo el silencio, fijó su mirada en Pavel, la llamaría de un momento a otro, sintió pánico, sus ojos aún inquietos buscaban lo desconocido, solo podía escuchar el latido de su propio corazón, el aire se negaba a entrar en sus pulmones, se sentía mareada, el momento se acercaba y no despertaba de la pesadilla, seria vendida, seria violada...
- Sofía... ¡Acércate!
El mundo se paralizó, el momento había llegado y ella aún no se sentía preparada, no lo estaría nunca, pero debía reaccionar, las otras habían hecho parecer todo muy fácil, incluso sonreían. Pero no fue así para ella, el cuerpo le pesaba toneladas y sus piernas se negaban a responder.
- Ven Sofía, no hagamos esperar a nuestros invitados. – dijo Pavel en español.
Sin saber de dónde, sacó la fuerza que necesitaba, sus piernas lograron sostenerla dando un paso a la vez mientras pedía en silencio que la distancia que debía recorrer hasta llegar a Pavel se alargara hasta perderlo de vista, "no quiero llegar" se repetía mentalmente sabiendo que ya sólo había escasos dos o tres pasos por recorrer.

- La hermosa Sofía... - dijo Pavel tomándola de la mano como si fueran amigos que saldrían a caminar al jardín haciéndola estremecer de asco.
Pavel se acercó más a ella ignorando el rechazo que sintió apenas la tocó.
- Esta hermosa latina además de lo evidente tiene otra cualidad que quise dejar para el final, ella señoras y señores está intacta.
- ¡Vamos Pavel! – gritó alguien de entre la multitud.
- ¿Acaso alguna vez los he engañado amigos míos? – Preguntó el ruso con expresión irónica retando a la concurrencia a que alguno diera testimonio de alguna injuria de su parte hacia sus clientes, como era de esperarse nadie contestó dejando en claro que en cuestiones de negocios era un hombre de palabra – eso pensé. Como les decía, esta hermosa latina espera por ser desflorada por alguno de ustedes, hasta ahora el que más se acerca a este manjar es nuestro amigo Abdul Alabi que hoy nos visita por primera vez desde Dubái – dijo señalando a un hombre joven que observaba desde el otro lado del salón.
Más cerca casi frente a ellos Marco seguía las palabras de Pavel con atención, pero con los ojos fijos en Sofía que temblaba visiblemente.
- La suma ofrecida por nuestro novel visitante es de trecientos mil euros por dos días.
La suma a pesar de ser alta logró emocionar y aupar a otros a entrar en la contienda animando a algunos a superarla, era raro ver una mujer de edad adulta que aun permaneciera virgen, Sofía se convirtió en un segundo en la presa más preciada para los compradores.
- Marco... - dijo Antonio acercándose a su compañero sin apartar a Jania de su lado sacándolo de sus pensamientos – questa donna é bellisisma.
Marco no contesto, se limitó a asentir con la cabeza dándole la razón a su amigo.
- Trecientos veinticinco. – ofreció alguien desde el centro del salón.
- Trecientos cincuenta mil. – ofreció de nuevo el árabe temeroso de que le ganaran.
- Trecientos sesenta mil... - ofreció la mujer que antes había golpeado a Sofía en el rostro haciendo abrir los ojos como platos a la joven por el temor de ser entregada a ella.
- Trecientos setenta... - se escuchó decir a un anciano elegantemente vestido.
Pavel no tenía necesidad de intervenir, la subasta estaba siendo un éxito y los invitados pujaban por la venezolana sin necesidad de que le los estimulara.
- Trecientos setenta y cinco... - dijo el árabe Abdul Alabi acaloradamente.
- Trecientos ochenta mil... - dijo la mujer tomándose muy en serio la amenaza que el árabe representaba en su intención de tener a Sofía.
Sofía seguía las voces con la mirada, tratando de identificar a las personas que pujaban por ella.
- ¡Trecientos noventa! – se escuchó decir de nuevo a el anciano.
- ¡Cuatrocientos mil euros! – gritó Abdul.
El árabe estaba colorado de la furia, estaba dispuesto a pagar una fortuna por llevarse a Sofía con él, esta última oferta lo hizo sentir ganador, Pavel esperó un segundo para dar oportunidad de contraoferta, pero cuando estaba por proclamar a Abdul Alabi como el ganador de la subasta por Sofía una voz relajada ofreció un asuma que difícilmente podrían superar.
- Un millón. – dijo tranquilamente Marco Motta.
Todas las miradas se dirigieron a él, era conocido en el círculo de amigos de Pavel como un hombre austero y reservado, a pesar de que se le veía divertirse con mujeres y ocasionalmente con drogas suaves nunca se le veía gastar grandes sumas de dinero cómo el resto de los asiduos.
Pavel incrédulo preguntó.
- ¿Escuche bien Marco? – interrogó mirando estupefacto al italiano - ¿Puedes repetir tu oferta?
- Un millón de euros. – repitió Marco Motta levantando la voz para que todos pudieran escuchar al mismo tiempo que daba varios pasos al frente hasta llegar donde estaban Pavel y una asustada Sofía.
Sofía lo reconoció de inmediato, era el mismo hombre cuya mirada la dejó tan impresionada momentos atrás. Pavel intervino de nuevo.
- Querido Marco, eso sí es toda una sorpresa... ¿Alguien ofrece más?
La reacción de los demás interesados fue evidente, nadie tenía interés de gastar tanto dinero sólo en diversión, la mujer y el anciano lo tomaron a broma riendo de su propia derrota, pero Abdul demostró su frustración en su semblante colorado por la rabia.
- Bien Marco, la hermosa Sofía es tuya.
Pavel aplaudió con fuerza más por su ganancia económica que por sus amigos vencedores de tan inusuales premios, Marco, ganador de la última subasta se limitó a asentir con la cabeza sin quitar los ojos de encima de Sofía que miraba confundida de un lado a otro tratando de adivinar como serían las cosas da partir de ese momento.
- Felicidades. – dijo Pavel al acercarse al abogado para estrecharle la mano – Ya decía yo que eres hombre de grandes logros.
- Gracias. – respondió Marco.
- Pasemos a mi oficina, quiero cruzar unas palabras contigo a solas. Sofía... - llamó con dulzura a la joven atrayendo su mirada – Vuelve a la barra y espera allí a que te vengan a buscar.
La joven obedeció automáticamente, su cerebro y su capacidad para razonar parecían haberse extraviado en un exilio voluntario al limbo.
Lo que sucedió luego fue borrado de su memoria como por arte de magia, apenas quedaron para recordar algunas escenas fugaces que se negaron a esfumarse junto a las demás; una bebida fuerte que le ofreció Berta y que bebió sin dudar... Marcela despidiéndose desde lejos mientras era llevada a su destino junto con el anciano asiático que demostraba estar bastante intoxicado... la música que taladraba sus oídos aturdiéndola junto con el tacto de ese hombre que se había vuelto tan posesivo luego de volver de la oficina de Pavel; recordaba sentirse guiada por él hacia afuera en donde los esperaba un auto estacionado frente a la misma puerta infernal que la recibió el día que comenzara su tortura en esa casa en la había sufrido tanto... luego de eso nada más.
Sofía comenzó a sentir suaves palmadas en su mano derecha, poco a poco iba despertando de un sueño casi comatoso del que prefería no volver, había pasado las últimas horas durmiendo olvidando por completo que la habían hecho subir a un avión privado con destino para ella desconocido. Por un segundo pensó que todo había sido una horrible pesadilla, pero ese pensamiento se desvaneció apenas abrió los ojos y vio el rostro de ese hombre empeñado en hacerla volver en sí, el viaje había llegado a su fin, debían bajar del avión. Ese viaje en particular fue muy distinto a los anteriores que la llevaron a Rusia. Con el hombre del que no recordaba su nombre a pesar de que Pavel lo nombrara varias veces en la subasta no hubo aduanas, ni registros, ni documentos que presentar. Bajaron del avión y rápidamente se subieron a otro auto conducido por un hombre de cabellos blancos y expresión dura.
El recorrido en auto transcurrió en completo silencio, Sofía se sentía confundida y se mostraba a la defensiva ante cualquier movimiento del hombre a su lado que también parecía tenso. A pesar de seguir aturdida y mareada Sofía buscaba a su alrededor tratando de reconocer el paisaje, algo que le diera algún pista de su paradero, apenas salieron del pequeño aeropuerto privado pudo ver algunos carteles de señalización, ya no estaba en Rusia, el idioma de los carteles era distinto, "otro país" pensó sin saber si eso era bueno o malo para ella, instintivamente se arrinconó más a la esquina del asiento cruzando sus brazos sobre el pecho, la soledad y el desconsuelo se apoderaron de ella haciéndola sentir perdida y desamparada.
Viajaron muchas horas desde que salieran de la casa del proxeneta ruso, en horas de la tarde llegaron a una propiedad cercada por altos muros y enrejado antiguo, al entrar Sofía no pudo por menos pensar que el sitio parecía un castillo de cuentos de hadas medieval, la construcción de estilo puramente mediterráneo, rodeado de naturaleza, el mar al fondo en el horizonte... Pero ni aun la belleza que la rodeaba podía hacerle olvidar su frágil situación; el auto se detuvo, la joven dudó sobre lo que debía hacer, no sabía si debía bajarse de inmediato o si debía esperar, Marco notando su indecisión, la tomó de una mano para que bajara junto a él. El primer impulso al sentir la mano masculina sobre la suya fue de rechazarlo, asustada intentó librarse de ese contacto infructuosamente puesto que Marco la sostuvo con decisión, para hacerla sentir más segura la miró con calma a los ojos infundiéndole tranquilidad.
- Ven conmigo. – dijo en español.
Sofía se sorprendió al escucharlo hablar en su idioma, su tono de voz cálido hizo que confiara en él, aunque fuera en una pequeña medida.
- ¿En dónde estamos? – preguntó con voz temblorosa antes de bajar del auto.
- En mi casa. En Italia.

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