Delirios
YoonMin-Canción 911 de Ellise
Temática omegaverse
Dravi_SY
Miró por la ventana el bosque mágico de Ewik, recordando sus tiempos de libertad, añorando volver a tocar el lago de Miel y Polvo, Jimin de verdad deseaba volver a su hogar y no seguir encerrado en aquella habitación del castillo de Okocibet donde solo era un objeto más para el rey Min YoonGi.
Jimin era un hada, su habitad natural era el bosque de Ewik. Nació y creció ahí, vivió la mayor parte de su vida jugando entre las ramas, ayudando a las pequeñas creaturas y la naturaleza, desde una espina enterrada en la pata de un conejo hasta las heridas de flechas en los pequeños ciervos.
Aunque también se arriesgaba al pasar su tiempo libre en el lago de Miel y Polvo; el lugar era simplemente precioso, rocas medianas en donde podía descansar, árboles enormes ofreciendo sombra, agua fresca y deliciosa que, a pesar de no tener ningún poder mágico como lo creían los humanos, a simple vista era dorada y brillante, incluso brillaba en la oscuridad de la noche, no era de sorprenderse que la confundieran con oro. Fue ahí donde lo capturaron, una cálida noche de primavera después de abrir su corazón a un humano.
—¿Quién eres?— Preguntó Jimin cuando vio a un hombre con ropa extraña en el bosque, muy cerca del lago.
—¿Qué eres tú?—Su voz lo intimido tanto que Jimin escondió sus alas. —Responde.
—Este es mi hogar, no tuyo humano, regresa por donde viniste.
—No puedo, he perdido mi lugar—su tono de voz bajo al igual que su cabeza, Jimin se acercó al él con cuidado al ver la tristeza en aquel humano.— No tengo a donde ir.
—Lo lamento humano, pero no puedes quedarte aquí, en este bosque están prohibidos los humanos.
—Por favor, de verdad no tengo en donde vivir—el hombre se acercó a tomarlo de la mano.— Por favor, se ve que tu eres bueno... por favor...
Las hadas eran conocidas por su bondad y amabilidad, por ello Jimin no podía negarse a la petición del humano, por que en su naturaleza no estaba el ignorar a alguien que necesitaba ayuda, fue más grande la necesidad que tenía de ayudarlo que la necesidad de proteger su bosque.
—Te ayudaré pero no puede ser aquí, no puedo poner en riesgo el bosque y sus recursos.
—¿Tan poderoso eso?
—El poder lo tienen los guardianes, no los bosques, así que, humano, si vienes aquí en busca de...
—Me llamo Yoongi.
—¿Yoongi?
—De verdad necesito ayuda.
—Bien, sígueme—. Jimin camino frente a él.
—No me has respondido ¿Qué eres? ¿Eres un guardián? Tienes alas pero no vuelas.
—No vuelo por que no podrías seguirme el paso, como ves soy un hada de los bosques, pero no responderé tu última pregunta, es información clasificada.
—¿Cómo? ¿Ósea que tienen su jerarquía?
—¿Por qué tanta curiosidad humano?—. Se detuvo a mirarlo con seriedad, si bien sus poderes los usaba para el bien, también podía usarlos para el mal, sobre todo si implicaba proteger su territorio.
—Ya te dije que me llamo Yoongi—alzó un poco la voz arrugando la frente.— Y pregunto por que tendré que adaptarme a vivir aquí.
—Te advierto que si intentas algo en contra de este bosque que te esta abriendo las puertas...
—No lo haré— Dijo con voz firme.—Señor.
Maldice el día que se conocieron, por que si no le hubiera creído, sería libre. Pero lo hizo, Jimin le creyó y lo ayudó encontrándole un lugar donde podía dormir. Convivió con él por días, abriéndole su alma a un hombre que solo buscaba el poder del bosque.
Comenzaban a pasar el tiempo juntos, principalmente por qué debía vigilar al humano, sin embargo el tiempo se convirtió en algo que no fue capaz de detener. Pronto se encontró ansioso de ver a Yoongi, disfrutaba de su compañía más que otra, y estar lejos le causaba intriga. No lo sabía, pero se estaba enamorando.
Yoongi le sonreía cada que lo veía, acariciaba su cabello cuando algo en él le parecía tierno, a veces sostenía su mano y no quería soltarla por más que Jimin tuviera que irse a hacer guardia al bosque. Pronto sus palabras se volvieron caricias, sus promesas las sellaba con un beso, hasta que finalmente, Jimin se entregó en cuerpo y alma.
Una noche, Jimin despertó al caer de la cama, había un ruido tan fuerte que envío vibraciones por todo el terreno haciéndolo caer. Se levanto mirando por la ventana, veía humo proveniente del lago, asustado por lo que veía, corrió a buscar a Yoongi para intentar ponerlo en un lugar seguro.
Pero él no estaba ahí.
Gente con ropa extraña y brillante trataba de sacar el agua del lago, había un extraño aparato, no sabía que era pero sabía que era el causante de aquella nube negra.
—¡¿Qué están haciendo?!
Grito. Pero no era suficiente, era el momento de luchar y defender su hogar, pero perdió la concentración al ver a Yoongi usando esa extraña ropa brillante. Lo que más le llamo la atención, era su rostro frío y serio.
—¿Yoongi? ¿Que... que estás haciendo?
—¿Enserio eres así de estúpido? —chasqueó la lengua.— Estoy buscando oro.
—¿Oro? ¡No existe tal cosa!
—Ya lo veremos.
—¡No! ¡Basta! ¡Lastimaran al bosque!
Yoongi solo rodó los ojos, hastiado de los cuentos de hadas, sin comprender que lo que Jimin decía era cierto.
Unos hombres lo sujetaron de los brazos, Jimin por más que quería no podía soltarse para defender su hogar, y lo peor fue cuando sintió como la magia desaparecía de su cuerpo, poco a poco volviéndose más débil. Era el castigo del bosque por no defenderlo, por hacer que ese humano entrara a un lugar donde ellos estaban prohibidos. Sabía que nunca podría volver.
Lo siguiente que Jimin supo, fue haber despertado con un dolor infernal en la espalda, apenas y podía levantarse, estaba en un lugar desconocido, rodeado de cuatro paredes de color salmón, sobre un enorme colchón de edredones suaves y amarillos, quería moverse pero el dolor se lo impedía. Fue entonces que vio las cadenas en el suelo, y reconoció el frío metal en sus tobillos. Incorporo la mitad de su cuerpo, su espalda se sintió tan ligera que se asusto, trato de mirar hacia atrás, tantear su espalda con sus manos, finalmente decidió mirarse en el espejo, solo para comprobar que sus alas habían desaparecido.
De su garganta salió un grito lleno de dolor, había sido mutilado.
—¿Dónde están? ¡¿Qué les hiciste?! —gritó en cuanto vio a Yoongi entrar en la habitación.—¡¿Por qué?!
—Fueron envenenadas—dijo con simpleza, caminado hacia él con una bandeja de plata en sus manos, en ella había un tazón y un paño limpio. —Tuve que cortarlas.
—No... No puedo creerlo.
—Se pusieron moradas—colocó la bandeja en el buro de a lado, mojo el paño y comenzó a limpiar la herida en la espalda de Jimin.— Cada vez más y más moradas, las corte para mantenerte con vida.
—¿Para que me quieres vivo? ¡No te llevaré al bosque!
—Por que te amo, debo mantenerte con vida por que te amo.
—¿Amor?—. Yoongi acarició su mentón y depositó un suave beso en sus labios.
—Sí, amor— Jimin no dijo nada más, se dejó curar sin oponerse, quería creer en las palabras de Yoongi por que su corazón se sentía feliz a su lado. —Te prometo que estarás bien.
Mientes. Gritó su mente. ¡MIENTES!
Lo sabía. Ambos sabían que Yoongi mentía, pero lo ignoró. Jimin termino recostado en su pecho, escuchando promesas que nunca vería, deseando tener más el calor de una persona que no lo amaba, pero quería creer que si. era lo único que le quedaba.
—Esta medicina te ayudará a calmar el dolor.
—¿Cualquier dolor?
—Cualquier dolor.
Un besó en la frente como despedida. Jimin apretó la pastilla con su mano, las lágrimas no tardaron en salir, su corazón dolía, un hada no podía estar lejos de su hogar, entre más tiempo pasará se debilitaría cada vez más y más. No podía estar lejos de casa, pero no podía volver, el bosque, su hogar, lo había desterrado.
—Qué el corazón deje de doler—. Susurró a su puño para después tragarse el medicamento, en minutos, el sueño invadió su cuerpo.
Min Yoongi era el príncipe de Okocibet. Era egocéntrico, manipulador, un despiadado heredero que solo buscaba fortuna y el poder suficiente para gobernar todas las tierras a su alcance. En cuanto su padre muriera, él sería el dueño de todo, podía hacer lo que quería a su antojo.
Pero quería más.
Fue cuando escucho una tonta leyenda de un bosque mágico. Sabía que existían esas cosas, pero nunca les dio la importancia que se merecían, simplemente por que consideraba que él tenía más poder que cualquier ridícula hada. Sin embargo las leyendas eran interesantes, un lago del cual brotaba oro era motivo suficiente para fingir ser un solitario sin hogar, cualquiera querría tener oro infinito, podría tener todas las tierras a su alrededor, incluso deshacerse de quiénes no soportaba. Min Yoongi era el candidato perfecto para ser un rey despiadado, y eso le encantaba.
No fue difícil entrar, tampoco ganarse la confianza Jimin. Aquella hermosa hada de cabellos dorados y piel blanca, sus ojos medias lunas y labios rosados, había sido lo suficientemente estúpida como para rebelar como su ejército podía entrar al bosque. Y aunque su plan fallo al secarse el lago y después de ser lanzados por el viento, Yoongi se llevó algo valioso del bosque Ewik: Jimin.
Sin alas, Jimin parecía un humano, uno muy hermoso. Al príncipe no le importaba quién era su acompañante en la cama, si un hombre o una mujer, él solo se divertía con la persona que le gustará, pese a que no planeaba casarse, una reina sería un estorbo, la única autoridad debía ser él. Esa era su ideología, hasta que Jimin llegó a su vida, no planeaba tomarlo como esposo, pero tampoco planeaba dejarlo en libertad. Jimin podía ser su boleto para el poder y riqueza absoluta, su entrada al bosque Erwik, además, tenía un lindo cuerpo al que le gustaba poseer.
Jimin era su objeto más preciado, debía ser solo suyo, por ello, arrancó su alas para que jamás pudiera escapar de su lado.
—Eres como un bebé, lindo y tierno—Susurro tras recibir el beso de Jimin, el hada lloraba suplicando que no lo encerrará, satisfaciéndolo sexualmente entre lágrimas, balbuceando lo mucho que lo amaba. Yoongi lo besó, separándolo con un jalón de cabello.—Y también estúpido e ingenuo.
Lo arrojó con fuerza a la cama, saliendo de la habitación y cerrando por fuera. Escuchando los lloriqueos de Jimin.
Dejó de llorar después de tomarse su medicamento para el dolor, los pequeños botones verdes adormecían su cuerpo, no sabía que su ingrediente principal era el opio. Solo sabía que Yoongi se las daba para sanar el dolor, y las heridas en su corazón dolían como el infierno, vivir era sufrir, por eso prefería dormir, por que al menos así, soñaba con su libertad.
—Vuelve a casa, Jimin.
—¿Antrax? —miró al hada sentada en su sillón.— ¿Qué haces aquí?
—Tienes que volver a casa, Jimin.
—¿Cómo entraste aquí? Yoongi se enfadará si te ve... él no sabe que eres guardiana, no sabe de quién soy hijo, si lo descubre—negó con la cabeza mordiéndose las uñas.— Si lo descubre me matará.
—Él no te ama Jimin, vuelve a casa.
—Me ama, Yoongi me ama. Sí ¡Me ama!
—Mira lo que te ha hecho ¿De verdad te ama?
—Sí, ¡vete! Me matará si te ve.
—Yoongi no te ama.
Jimin se sentía cada vez más fuera de su cuerpo, sobre todo cuando el príncipe Yoongi comenzó a usarlo de manera extraña. Lo amarraba de las manos, la cadena colgaba del techo, sus piernas amarradas cada una al extremo de la pared, por alguna razón, al príncipe le fascinaba tenerlo en esa posición y tomarlo con fuerza haciendo suyo una y otra y otra vez.
Yoongi amaba hacerlo y Jimin lo odiaba. Su cuerpo recibía placer, era normal excitarse cuando Yoongi le besaba y acariciaba, cuando lo masturbaba al mismo tiempo que lo penetraba, era normal pero Jimin lo odiaba. Por qué Yoongi solía poner un espejo frente a él, y lo único que podía ver, era como el brillo de su piel había desaparecido, se veía derrotado, sin ánimos de vivir, parecía muerto en vida pero al príncipe no le importaba.
Un día en el que Jimin se veía al espejo, deliro con su propia imagen, ya solo veía al antigua Jimin, con sus ropas holgadas, con su piel brillante, con sus alas doradas extendidas en el aire. Sonrió al verse, pero su reflejo no lo hizo.
—Tu te lo buscaste—hablo su reflejo. —Morirás aquí encerrado lejos del bosque. Morirás solo, Jimin. Te mataré.
Cayó al suelo bruscamente cuando fue desamarrado sin darse cuenta.
—Levántate, no he terminado contigo—el príncipe lo movió con el pie. —¡Muévete!
Solo veía el gris del suelo, sus manos sucias, con cortes, con sus uñas rotas por tratar de abrir un hoyo en la pared.
—¿Por que me haces esto? —Susurro sin sopórtalo más, llorando como nunca.— Me duele.
—Esto te ganas por no embarazarte.
—¿Embarazarme? —gritó por el jalón de cabello que Yoongi le dio para ponerlo de pie y después aventarlo a la cama. —¡Duele!
—¿Crees que no lo sé? Un hijo mío producto de tu vientre nacerá con la magia necesaria para volver al bosque. Pronto gobernaré todos los reinos.
—No puedes gobernar Erwik, se secará en cuando un humano entre—Trataba de explicar entre llanto.—Déjame ir por favor.
—¿Dejarte ir? Pero si me estoy divirtiendo.
—Duele.
—No puedes dejarme Jimin, te amo ¿acaso tú no me amas?
—Si te amo, no quiero irme de tu lado.
—Si me amas dame un hijo.
—No puedo—negó con la cabeza.— No puedo.
—Llevas un año diciendo lo mismo, si no vas a servirme ¡te matare!
Esa noche Jimin miraba por la ventana, veía el brillo de las antorchas que se dirigían al bosque, supuso que Yoongi buscaría riqueza o quizás otra hada que pudiera darle un hijo, sin saber que Jimin ya había perdido varios. Para que un hada hembra o macho pudieran crear, se necesitaba amor, el vínculo entre la pareja creaba un lazo que hacía que el bebé se desarrollara, y Yoongi rompía ese lazo cada vez que lograba embarazarse. No lo sabía y Jimin no se lo diría, no dejaría que usaran a su hijo para el mal, no podía ser tratado como un bebé normal, moriría.
—Vuelve a casa esta noche, Jimin— El Jimin sano frente a él le extendía su medicina, mira el pequeño frasco, solo quedaba una pastilla verde. —Vamos a casa.
Jimin trago la pastilla sin pensarlo más, acurrucándose en su cama, estaba listo para sentir su cuerpo entumecido. Solo así solía descansar. Solía pensar que Yoongi se las había dado para hacerlo descansar.
—Jimin.
Abrió los ojos mirando al hombre acostado a su lado, acariciando su mejilla con amabilidad.
—¿Yoongi?
—Te amo.
Miente. Jimin sonrió cerrando los ojos de nuevo, sintiendo el calor de Yoongi envolverlo en un abrazo.
—Lo se. También te amo.
Esa noche, volvió a soñar con su libertad. Volando por los bosques, disfrutando de la sombra bajo un árbol, con una diminuta criatura en sus brazos envueltos en una manta, y frente a él, Yoongi le sonreía mirándolo con amor absoluto.
Jimin estaba feliz.
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