Estamos en el mes más corto del año.

Para muchos, el mes de las demostraciones románticas, el mes del amor.

Para otros, tiempo de reconquistas…

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Desde donde ya sabes, 14 de febrero.

A mi querida esposa, a la que amo y venero:

Hace tiempo que los acerbos tintes de la fatalidad y los idílicos requiebros de tu nuevo compromiso nos impiden hablar. Te extraño, más de lo que mi orgullo me permite admitir, más de lo que tus despreciables actos se merecen.Te he amado como sólo se ama una vez en la vida. Contigo conocí los delicados cantos de los querubines y descendí a los llameantes calabozos del infierno. Y pese a todo, pese a tu deslealtad e infamia, sé que tú eres mi único final.

Hubo un tiempo en que aposté por ti. Mis dedos entumecidos por los sabañones, la piel tensa sobre las costillas y un variopinto batallón de callos y juanetes, entre otras muchas más ruinas. Hubiese soportado cualquier dolor, cualquier afrenta, con tal de besar tus labios una vez más… ¿Por qué no resignarme a ser la víctima de tus caprichos si la recompensa es tu cariño? Benditos desprecios, benditas mentiras, bendito egoísmo… Los soportaría mil veces más, a sabiendas de que nuestro amor culminaría en nupcias.

Y con ellas, sobrevino mi declive.

Como una burla perpetrada por el destino,las comodidades y privilegios de los que nunca me había visto privado,y a las que renuncié por ti junto con el aprecio por mi familia y mi propio honor,te convirtieron en la reina consorte de una jaula de oro que yo mismo detestaba. No supe pronosticar entonces la avaricia en tus pupilas, ni que colmarte de placeres eran tan absurdo como arrojar perlas a los cerdos. Me creía el capitán de una embarcación próspera, solitaria en medio del vasto océano, decidida a surcar los mares y hundirse sola… pero con amor.

Empero, cuando acaece la tempestad, Cupido salta por la borda, y pese al coraje del capitán, a bordo tan sólo campan ratas a sus anchas. Cuando a mi vida llegaron los reveses, éstas lo devoraron todo: mis recuerdos de niñez, mi corazón aturdido, mi alma maltrecha. No quedó ni una migaja más que desvalijar, ni un centavo, ni un beso. El iluso poeta del corazón roto amaneció solo, en su mansión mutilada,bañadas las paredes con jugos gástricos y sangre, presidiendo el vestíbulo las entrañas que me dieron la vida, la mujer que me trajo a este mundo amortajada por mis lágrimas, con el tórax abierto y su infinita bondad abriéndose paso entre sus carnes.

Me destrozó tu partida, pero sabía dónde encontrarte. Al pisar la misma capilla que presenció en secreto nuestro fatídico enlace, el dolor sordo de mi alma se venció ante tu presencia. Durante un jubiloso latido, conocí la felicidad al verte sonreír.

En un parpadeo, una fría bala hizo estallar mi corazón. Por la espalda, a quemarropa, tan cruel y tan cobarde. Tan súbita, que mi sonrisa ni siquiera se había borrado del todo cuando comencé a ahogarme con mi propia sangre. Pero no fue la asfixia quien me consumió, sino ver cómo otros labios te tomaban…

Imploré al Altísimo durante semanas que las mareas barrieran mis restos lejos del engaño y la vergüenza, que con ellas partiera también mi llanto. Pero no hay marejadas, ni olas. Estoy en un lago, agua dulce y estancada, donde todo se corrompe hasta formar parte del cieno, del lodo y del mismo charco. Frío, oscuridad, insectos. El final sabido para un cadáver infesto, hinchado y con un agujero de bala, oculto en un rincón de podredumbre, donde no avergüence u horrorice a algún incauto… 

En realidad, no importa. Ya no. En estos nueve meses,mientras gestaba mi regreso ododo en hedionda matriz,comprendí. El odio, el rencor y la vengaza caducan. Pero el amor siempre resiste, perdura… Tan eterno e inquebrantable… Una luz que puede interrumpirse, pero jamás apagarse. Existe antes de la vida y sobrevive a la muerte. El regalo más bello de la existencia, y es por ello que todo (la traición, el asesinato, la mentira), TODO se me olvida cuando comienzo a recordarte…

Te quiero. Prefiero la dulce oscuridad con la que me afliges y tu acaramelada infamia antes que acomodarme en la paz y el descanso eterno. Te quiero. Y por eso he vuelto, el día de los enamorados, el día que siempre debió ser nuestro. Pronto, muy pronto, regresaré a ese altar, mientras tu pulso cesa su latido, mientras encuentro tus labios y te corono con rosas frescas. Solos, ante la atenta mirada de Dios, te convertiré de nuevo en mi reina, y ya nadie podrá separarnos.

Porque el final nunca es la muerte, sino el amor. 

Y yo, fui, soy y siempre seré

Tu enamorado.