PERDONADO
Ricardo se queda en silencio, vacila por un momento sin saber que decir, ella espera a que hable y le da toda su atención. Siente que ya no puede aguantar más, está harto de quedarse callado, sin embargo, lo pone tan nervioso pensar en cómo ella reaccionara cuando sepa la verdad.
Tiene miedo que ella lo rechace.
- ¿Quieres saber por qué? ¿En serio quieres saberlo?
-Por eso te lo pregunto Ricardo. -Ansiosa.
-Porque te amo, empecé a enamorarme de ti cuando empezamos a trabajar juntos, quería penetrar esa coraza dura que demuestras a los demás y hacerte ver cuánto te amo, que no pido nada a cambio, solamente que me dejes conocerte más y que me conozcas. -Traga saliva. -Perdóname Irene, pero ya no puedo más, está distancia me está volviendo loco. Lo único que hago es pensar en ti y estoy al limite de mi resistencia a besarte.
Sus ojos azules lo miran con intensidad, ella fue acercándose más y solo quedaron a pocos centímetros. Está tan cerca que ya puede sentir sus labios.
- ¿Y porque no pones fin a la tortura de los dos? -Susurra.
Ricardo no lo aguanto más, ladea la cabeza y va abriendo la boca para besarla.
-Ricardo.
El hombre se despierta de su trance y abre los ojos, dándose cuenta que estuvo desvariando, encontrándose con la mirada preocupada de Irene.
- ¿Estás bien? Te perdiste en un momento.
-Si...
Se rasca la cabeza, fue tan real para Ricardo que su corazón sigue latiendo con intensidad. Sus manos le tiemblan y las coloca adentro de sus bolsillos.
- ¿Entonces me vas a responder?
Sus ojos verdes se chocan con los ojos tranquilos de la mujer y se moja los labios antes de hablar.
-Porque me caíste muy bien. -Nervioso.
-Es que te comportas de una manera tan rara conmigo. -Confundida. – Te ofreces a llevarme al trabajo, te preocupas por mi... perdón si desconfió, pero se me hace tan raro que lo hagas y yo no quiero deberte nada.
-Es que ya te lo dije. -Sonríe. -No me debes nada, todo lo que hago es porque quiero ayudarte... y antes que lo digas, lo sé, no necesitas que nadie te ayude. -Ansioso. -Lo que me encanta de vos es que eres completamente independiente y no necesitas la ayuda de nadie, eres tan inteligente, tu hija es tan hermosa y me cae tan bien.
Irene quedo en un silencio garrafal, su cabeza hizo un clic y una duda dio vueltas en su mente.
"¿Está enamorado de mí?"
No sabe muy bien en que pensar, las palabras que utilizo la hicieron sacar esa hipótesis y eso la dejo helada por completo.
-Quiero ser tu amigo, pero eso depende de lo que tu quieras.
Ella lo ve un poco inocente y no puede evitar ver lo lindo que se ve así, lo ve tan tierno que la hace sonreír, dejando embobado al enamorado.
-Tienes suerte que a Elena le hayas caído muy bien. -Se ríe. -Está bien Ricardo, seremos amigos.
El hombre sonríe y se estrechan las manos, está tan aliviado y feliz de haber arreglado las cosas con ella.
-Quiero invitarlas a cenar, a Elena y a vos. Una disculpa por mi tontería.
-Ya estás perdonado señor de Mendoza.
-Aun así, quiero invitarlas, voy a buscar un lugar con pelotero.
Ella se ríe y lo mira con ternura.
-Está bien Ricardo, ve a cambiarte, nos tenemos que apurar antes de que nos reten, hay que trabajar.
-Cierto. -Se pega con torpeza, se olvidó del alrededor en todo este tiempo que estuvo con ella. -El tiempo sí que se pasa volando.
Ella reprime una risita y se limita a asentir.
-Nos vemos más tarde.
Sale rápidamente del camerino, dejando a una Irene pensativa. Se sienta en su silla y su cabeza está en las nubes. Hay una sonrisa en su rostro y se lleva una mano a su boca al no haberse dado cuenta como lo hizo su hija con anterioridad.
-Gusta de vos Irene. -Habla sola.
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