Al otro día, Irene está perdida en sus pensamientos mientras está desayunando con su hija, Todo salió bien con Juana y Mara, la hizo tan feliz que quieran tanto a Elena y quieran formar parte de su vida. Eso la ilusiono tanto a la niña, eso la tranquilizo enseguida y se llevo tan bien con su abuela tan rápido que jugaron por un rato.

La mujer se quedo recordando todo lo que paso anoche que ni siquiera se percato que hora es.

-Mami...

Los ojos azules miran los oscuros de su hija, cayendo a la realidad.

- ¿Si mi amor?

-Ya es hora de irnos.

Se escucha el timbre e Irene se ruboriza.

-Vamos, nos está esperando.

La niña sonríe y toma la mano de su madre antes de salir de la casa. Al salir a la calle, Elena le sonríe contenta a Ricardo y este hace lo mismo. Irene se sorprendió al ver a la niña corriendo hacia el y lo abraza enseguida. La mujer cierra la puerta con llave y se acerca a ellos con una sonrisa. El hombre alza a la niña y va hasta el auto a sacar un paquete del asiento del copiloto.

-Esto es para vos Elenita.

La niña lo agarra enseguida y rompe el envoltorio, sus ojos se abren y chilla de felicidad al ver a la muñeca.

-Gracias Ricardo. -Feliz.

-Eso es porque lograste que la cabeza dura de tu madre entrara en razón.

Ese comentario hace reír a Irene y lo golpea suavemente en el hombro. Elena mira a su madre.

-Te dije mami que Ricardo es muy lindo.

Irene solo se limita a sonreír, acaricia la mejilla de su hija. En ese momento hay un contacto de miradas entre Irene y Ricardo, esté tiene una sonrisa que la hace temblar. Últimamente, logro conocerlo más y disfruta tanto su compañía, ganándose la plena confianza de la mujer. Lo que no sabe el enamorado es que también se está ganando el corazón de ella.

-Bueno hermosa, vamos a llevarte al jardín. -Habla Ricardo.

La niña asiente y el hombre abre la puerta, sentándola con cuidado y le pone el cinturón, cierra la puerta y se encuentra con la mirada llena de ternura de Irene.

-Y también tenemos que ir a nuestro lugar de trabajo.

-Lo se señor de Mendoza, no se me olvidan mis responsabilidades.

Ambos se sonríen y le abre la puerta del auto para que ella entre, unos segundos después, Ricardo enciende el motor y conduce hasta el jardín.

Hace el mismo camino, Irene se despide de su hija y vuelve al auto. Mientras Ricardo conduce hasta el trabajo, le da una mirada a la mujer y vuelve su vista hacia el camino.

- ¿Cómo fue todo?

-Bien... Elena tomo confianza con su abuela y estuvieron jugando, ceno con nosotras y la niña estuvo tan feliz. -Animada. -De verdad que estoy muy feliz de que todo haya salido tan bien.

-Yo sabía que todo saldría bien. -Sonríe.

-Gracias a dios si, solo me importa la felicidad de mi hija.

- ¿Y la tuya?

-Mi felicidad es la mi hija.

-Lo se y no te juzgo, cualquier madre quiere la felicidad de su hijo, pero también tienes que ser feliz, mereces conocer a otra persona.

Irene guardo silencio y traga saliva.

- ¿Nunca pensaste en eso?

Vuelve a mirarla y no obtuvo respuesta, la mujer prefirió quedarse callada, nunca pensó en el amor, nunca pensó en ella, solamente pensó en darle todo y más a Elena.

Llegan al trabajo y estaciona el auto, su cabeza no deja de darle vueltas a una misma pregunta.

"¿Por qué no te das cuenta de lo loco que estoy por vos?"

Ricardo no pudo dejar de hacerse esa pregunta en su cabeza y la voz de Irene lo saca de sus pensamientos.

-Solo pensé en mi hija, Ricardo. -Sincera.

Cualquier hombre se hubiera rendido con esa respuesta, pero no Ricardo, el lucharía para que le corresponda. Está tan enamorado de ella que la esperaría todo el tiempo que Irene necesite.

-Además soy madre soltera, ¿Quién se fijaría en una mujer con una hija?

Ricardo la observa con lágrimas en los ojos y ella se da cuenta, el tiempo se detuvo para los dos e Irene sintió como la respiración se le escapaba segundo a segundo.

"Es mentira, Ricardo no puede estar enamorado de mi... solo me ve como su amiga"