Quizás
Miró hacia atrás para ver si alguien la veía y procedió a llevar la prenda hasta su rostro. Aquel perfume la envolvió completamente haciéndola sonreír con los ojos cerrados.
No debería hacer eso. Había decidido olvidarle, pero ¿cómo evitar esa tentación?
«Amalia»... aquel nombre resonó en el aire, justo detrás de ella, pronunciado por una voz en particular, una voz que conocía a la perfección y que le obligó a salir de su ensoñación. Sus ojos ahora estaban abiertos y la prenda aún se encontraba cerca de su rostro por lo que la fue bajando lentamente. ¿Acaso había imaginado aquello? La única forma era girar y así descubrir si se había vuelto loca o, en el peor de los casos, él estuviera allí detrás.
«Amalia» volvió a pronunciar él, disipando así toda duda.
Le había visto. ¿Ahora qué? En su cabeza la alarma saltó. ¿Qué explicación daría? ESCAPAR. Sí, si era lo suficientemente veloz podría huir de allí para esconderse por el resto de su vida... pero sabía que aquello era imposible.
—Hola —dijo apretando tranquilidad —. Te olvidaste tu campera, justo la estaba por llevar a preceptoría.
—...Sí, por eso volví.
Ella le entregó la prenda y él le agradeció en un incómodo murmullo, porque la había visto, era obvio. Pero no pregunta nada, solo le regala una sonrisa rígida para escapar lo más rápido posible.
Él sale por la puerta con camino a la salida. Ella sale detrás pero con dirección contraria, hacia el patio.
Maldice mentalmente a su impulso de idiotez. La había visto y, como era de esperarse, él lo ignoró completamente, pero había sido lo mejor ¿no? Su pecho dolió con este pensamiento y sus ojos ardían ligeramente.
Se sentó en la mitad del patio del instituto; mejor un poco de aire fresco. Pero el poco viento que corría no podía llevarse consigo ese dolor que había hecho aparecer en los ojos de Amalia indicios de lágrimas. Sonrió mirando al cielo como burlándose de ella misma al pensar que tenía que ser idiota si estaba esperando otra reacción de su parte.
Hacía cuatro años que le conocía, él no cambiaría, nada cambiaría, ni siquiera ese patético juego que a él le gustaba jugar, ese de avanzar y retroceder constantemente.
Solo faltaban dos meses y probablemente no volvería a verle jamás. Quizás así todo muriera y pudiera seguir adelante... Quizás.
2019
M.D.D.
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