veintidós🍒
Lo único que veo son esos ojos azules claros como el cielo o el mar, la sonrisa tan grande que viene acompañada con dos hoyuelos y la bonita nariz respingada y fina; sin olvidar los rulos rubios desordenados sobre su cabeza.
De su boca se escapan promesas que quiero escuchar, palabras bonitas y cumplidos susurrados. Sus labios trepando por todo mi cuello basta llegar al lóbulo de mi oreja, su aliento es tibio cuando suelta una risa que sale como un sonido ronco.
— ¿Por qué no estás prestando atención? —su pregunta está llena de reproche, pero en su rostro hay una sonrisa coqueta. Frunzo el ceño y justo cuando quiero besarle, siento cómo su mano me zarandea del hombro.
— ¿Uhm? —murmurro confundida. Es ahí cuando a mis oídos llegan risas. De inmediato abro los ojos.
— Señorita Davis, ¿Dormir en mi clase está mejor que prestar atención? —espeta el profesor, sus manos en su cintura, con postura autoritaria. Dirijo la mirada hacia al frente y quiero llorar internamente al ver un montón de ecuaciones ya hechas en toda la pizarra, ¿Cuánto tiempo dormí?
—Lo siento —me disculpo, creyendo que con eso remediaré todo, pero me equivoco cuando el maestro señala la puerta con su arrugado dedo. Aprieto mis labios en una delgada línea y asiento, meto mis cosas en la mochila, me levanto del asiento.
—Quizás pringarse el rostro con agua ayude —me aconseja el maestro y me aguanto las ganas de poner los ojos en blanco.
Una vez en el pasillo desolado, me pongo la mochila sobre mis hombros y decido ir al baño a seguir el consejo del profesor. Me mojo la cara varias veces, quitando la ensoñación y sofocación de mí, ni siquiera me molesto en acomodar mi cabello de nuevo.
No sé dónde ir sin que algún maestro me llame la atención por estar fuera de clase, así que me quedo sentada en un cubículo, pongo mi mochila sobre mis piernas y saco mi celular, sin pensar voy directo a escribirle un mensaje a Luke.
Ophelia Davis: Estoy aburrida, manda nudes.
Su respuesta llega al minuto.
Luke Hemmings: ¿No deberías estar prestando atención?
Luke Hemmings: Y no, no te mando nada.
Ophelia Davis: Bueno, al menos lo intenté.
Bloqueo mi teléfono al leer el corto "ja, ja" que envía a los segundos, en mi boca se forma una sonrisa casi perezosa por todo el cansancio que cargo. Cierro los ojos por un instante y cuando los vuelvo a abrir el timbre de salida suena por todo el lugar. Genial.
Salgo de prisa, sin detenerme directo a la parada de buses para tomar el mío, por suerte este pasa justo al instante, en el camino me encuentro apresurando el tráfico mentalmente porque quiero llegar a casa ya.
Me siento aliviada al bajar del transporte colectivo, me ajusto mi mochila en mis hombros y emprendo hacia mi hogar, mi mirada se dirige a la puerta de Luke y una sonrisa se forma en mi rostro, si mi madre no estuviese en casa ni siquiera la pensaría para ir hacia donde él.
— ¡Mamá! —exclamo en un grito apenas entro, estoy curiosa porque no miré el auto en la entrada. No logro escuchar ningún sonido a lo lejos lo que me hace fruncir el ceño con medida que me voy acercando a la cocina.
No está, con duda saco mi teléfono y lo prendo, solamente para encontrarme un mensaje de mamá que envió hace una media hora.
"Fui a visitar a tu tía y primas, regreso en la tarde, tu almuerzo está adentro del microondas."
Bueno, no fue hace mucho que me mandó ese mensaje, por lo tanto llego a la conclusión de que faltan horas para que regrese, y si soy honesta, solamente quería un pequeño rato con Luke antes, pero veo que hay tiempo de sobra ahora, no es que me esté quejando. Ja.
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