veinticinco🍒
Mamá suele decirme que soy muy dominante, que a veces es bueno bajarle a la intensidad que poseo, soy consciente de todo eso, sé que soy coqueta y pícara, que voy hacia mis objetivos con precisión y sin detenerme si lo quiero.
Bueno o malo, así es como soy yo, sin vergüenza o pena y eso es lo último que hay en mí cuando decido llevar mis manos hacia el abdomen de Luke. Ambos seguimos besándonos, sus manos gruesas ejercen presión en mis caderas para pegarme a él, somos un enredo de jadeos y respiraciones pesadas.
—Ophelia —me reprende en un susurro sobre mis labios, al darse cuenta de mis intenciones. Dejo salir una risa y por el momento regreso mis manos a su rostro, luego volveré a hacer lo que quiero hacer.
Acuno su rostro, mis palmas haciendo contacto con su barba. Llevo mis manos hacia su barbilla y voy dejando beso tras beso hasta llegar a su cuello, muerdo, lamo y succiono y mi recompensa es oírle gemir. Gime otra vez cuando levanto el peso de mi cuerpo y me dejo caer sobre él de nuevo, regreso mis labios a los suyos para callarle antes de que me diga algo así que empiezo a moverme para hacer fricción sobre su ya dura erección, que se siente más puesto que lleva unos pantalones holgados y yo mi falda de uniforme.
Sonrío al sentir cómo sus manos van hacia mis piernas debajo de la falda hasta dejarlas sobre mi trasero cubierto con mis bragas de algodón. Esta vez soy yo quien gime.
Mi plan inicial es básicamente llevar mis manos hacia su erección para sentirle y hacerle sufrir un poco, por lo tanto retomo mis intenciones, paso mis palmas por su pecho, abdomen, las dejo ahí por unos segundos a la vez que nuestras lenguas juegan y nuestra respiración se agita.
Mis dedos chocan con los cordones de algodón de su pantalón, por suerte solamente tengo que meter mi mano sin necesidad de desabrochar algo, pero cuando voy a ello, una melodía fuerte y muy cercana de nosotros nos interrumpe.
Al instante reconozco la tonada, es mi celular, me están llamando, y no solo eso, es la música predeterminada que le he puesto cuando se trata de mi mamá. Oh no.
—Es mamá —logro decir, Luke me ve con los ojos de par en par, me detengo unos segundos para apreciar lo hinchado y rojos que están sus labios y luego me levanto torpemente para alcanzar mi teléfono que está sobre el otro sofá.
Me dejo caer en el mueble, con las piernas muy apretadas y cierto nervio mientras me llevo el aparato a la oreja.
—Ophelia, ¿Dónde estás? —su tono es curioso y preocupado, cierro mis ojos, maldiciéndome internamente. Al abrirlos observo a Luke, él me ve expectante.
—Estoy donde Luke —digo con honestidad.
El rubio abre su boca con estupefacción, sin poder creer que se lo haya dicho a mi madre, le hago una seña con mi mano para que se tranquilice, él solo se deja caer en el respaldar del sillón con pasmo, mis ojos caen en el bulto que se refleja en sus pantalones y me sonrojo.
— ¿Haciendo qué?
Oh, Dios.
—Estaba aburrida y sabes que él tiene una nueva mascota, vine a pasar el rato con Petunia, Luke me deja jugar con ella.
Me quiero abrazar a mí misma por lo buena que es mi excusa, Luke parece pensar lo mismo porque ahora me observa con cierta diversión.
—Ah, regresa ya entonces, tu tía y Margaret están acá.
Cuelga la llamada antes de que pueda decir algo, dejo escapar un largo suspiro y me hundo en el sillón, no estando lista para irme.
—Será mejor que regreses, Ophelia.
—Lo sé.
No puedo evitar lucir derrotada al mismo tiempo que ordeno mi camisa y falda para que luzcan presentables. Me molesta que ahora solo haya silencio entre ambos, no puedo culpar a Luke por estar quieto en su lugar, puesto que tiene que calmarse, si sabes a lo que me refiero.
Camino lento hacia la salida, pero me detengo para girar e ir rápido hacia donde él, Luke me observa confundido, pero yo ya estoy dándole un beso sobre los labios a modo de despedida y me alegra que él me corresponda normal. Un gigantesco paso para Ophelia Davis, damas y caballeros.
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