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cuarenta y seis🍒

Luke.

Bloqueo mi celular después de haber estado en el sillón revisando unos correos que envió Eli sobre una presentación pendiente, y mirar entre las notificaciones unos mensajes de Calum diciendo algo sobre estar en una fiesta, pero no entiendo la mitad porque las palabras están mal escritas y juntas, supongo que debido al licor en su sistema. Me estiro al levantarme y me dirijo hacia la cocina, donde Petunia está echada en la alfombra, que por alguna razón prefiere más que a su propia cama. La perra me ve desde abajo con ojos cansados y le muestro una sonrisa.

Me encargo de servir más pedigree en su tazón por si en la noche se levanta y le da hambre y relleno el agua. Calum suele decir que está gorda, me ofende que lo diga, Petunia es una perra grande y ya.

Mi celular suena desde el sillón, frunzo el ceño y voy hacia él para ver quién es, al ver el nombre de Ophelia no puedo evitar sonreír a medias.

— ¿Qué sucede? —respondo con calma, estoy dispuesto a sentarme de nuevo, pero unos golpes en la puerta suenan.

Mamá está yendo hacia allá, sospecha sobre nosotros —es lo que me dice de forma apresurada, su voz está temblando y no dudo que en cualquier momento se echará a llorar.

—Okay. Tranquila —le digo y cuelgo la llamada porque los golpes en la puerta vuelven a sonar y dejo salir una maldición en un susurro. Trago duro, sintiendo un nudo en la garganta y mi corazón latir con fuerza.

Me obligo a caminar hacia la entrada, me siento pesado por el miedo, sé que no puedo presentarme nervioso porque de lo contrario la Sra. Davis sospechará aún más. Maldición, estoy acabado. Sabía que esto iba a pasar en algún jodido momento.

—Sra. Davis, ¿En qué puedo ayudarle? —hablo una vez abro la puerta, le observo con tranquilidad y una sonrisa apretada. Ella alza ambas cejas, parece molesta.

— ¿Podemos hablar?

—Uhm, sí, claro —me hago hacia un lado para dejarle entrar, me asomo hacia afuera para ver si hay rastro de Ophelia, pero ella no está cerca. Solo somos su madre y yo al parecer—. No sé si ofrecerle algo de beber o…

—No —me corta, girando para verme de frente—. Esto será rápido, Luke.

Asiento, paso una de mis manos por mi nuca y luego hacia mi cabello, mentiría si dijese que no estoy jodidamente asustado. Ella se sienta en mi sillón, con cuidado. Hago lo mismo, pero en el sofá que está al lado. Me siento intimidado.

—Ophelia y tú se llevan bien, ¿No? —cuestiona, su mirada analizándome, relamo mis labios y asiento.

—Sí, hablamos y así, a veces le gusta pasar con Petunia, mi mascota—mi respuesta suena sosa y tonta y me maldigo internamente.

—Luke, seré directa, no me agrada la idea de que tú y ella tenga alguna especie de relación tan cercana, peor si hay algo romántico, no está bien, tú lo sabes, ¿Lo sabes, no es así?

Me quedo callado, mis mejillas arden por la pena. La Sra. Davis espera mi respuesta atenta, así que asiento.

—Lo sé, pero puedo jurarle que entre Ophelia y yo no ha pasado nada de lo que usted se imagina —hablo con seguridad, tratando que mis palabras suenen con convicción, aunque estoy mintiendo en parte y no me gusta hacerlo, no puedo permitir que se entere sobre las veces en la que su hija y yo nos besamos y enrollamos en el sillón en el que ella está sentada justo ahora.

—Luke, mira…

—Sra. Davis, puedo entender su preocupación a la perfección, es raro que su hija y yo seamos amigos, entiendo que se imagina cosas fuera de tono, pero créame cuando le digo que jamás le pondría un dedo a Ophelia a la fuerza o intentaría aprovecharme de ella —y lo que digo es verdad, jamás haría algo como eso, no obligaría a Ophelia a nada.

Ahora que le tengo tan cerca, soy más consciente del parecido que hay entre su hija y ella, tienen los mismos ojos color miel y el cabello negro, el suyo está largo a diferencia de Ophelia.

—Ophelia ya no es una niña, cualquier persona se daría cuenta de lo grande que está, toda una señorita diría su abuela, y por eso mismo trato de protegerle, tal vez ella cree que quiere algo, pero todavía es una adolescente en proceso de maduración que no sabe con exactitud lo que desea, sus ideas son confusas y actúa bajo impulsos la mayoría del tiempo, le gusta combinar la realidad con la fantasía, es coqueta y vivaz y solo tiene 16, ¿Entiendes lo que te digo?

No sé qué decir, me cruzo de brazos y me dejo caer en el respaldar del mueble, respiro pesado, hay una sensación en mi pecho que me desagrada demasiado, pero no puedo hacer que se vaya, no por ahora. Cada palabra que ha soltado Yolanda Davis es cierta, pura verdad y me molesta que sea así porque significa que hice algo mal.

—Desde que el padre de Ophelia se fue de nuestras vidas, siempre he temido que quiera buscar consuelo en algún hombre, que trate de hallar el cariño que le faltó parte de su vida —noto que este tema le pesa por como tuerce su boca hacia un lado—. Luke no le des alas, conozco a mi hija y sé que suele obtener lo que quiere sin importar qué.

Muy tarde, pienso y trago pesado.

—No lo haré, Sra. Davis, lo mío con su hija solo se limita a una amistad entre vecinos.

—Bien —musita, asiente lento, su mirada puesta en la mía con seriedad—. No quiero que pase tiempo en tu casa ni que tú vayas a la nuestra, no quiero que pasen tiempo a solas, Luke, si algo llega a pasar entre tú y mi hija, y hablo de algo sexual, solo quiero que recuerdes que es ilegal y existen leyes y condenas a eso, ¿Sí?

—Sí —es lo único que sale de mi boca, he palidecido ante la sola idea de tener una denuncia.

La Sra. Davis se levanta del lugar, sacude su pantalón de tela negro y se dirige hacia la salida, me obligo a levantarme con prisa para acompañarle.

—Buenas noches —le digo una vez ha salido, ella voltea a verme sobre su hombro y asiente.

—Buenas noches, espero que pienses en todo lo que hemos hablado.

Lo haré —murmuro bajo y creo que no me escucha porque ella sigue caminando hacia su casa, a diferencia de Ophelia, ella no pasa por el césped.

Una vez estoy solo, ingreso y cierro la puerta, dejo caer mi cabeza contra esta, mi frente haciendo presión en la madera, y no es lo único haciendo presión; hay algo en mi interior, un sentimiento que me pesa y consume.

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