9| La nueva (no tan nueva) guitarra de Denisse
Al día siguiente me encontraba sentada frente a un computador en un café internet, debido a que mi padre aún no había llevado a arreglar el nuestro y, contrario al nombre que recibía, no tenía ninguna bebida conmigo, cosa que hizo más tedioso mi lapso de una hora (o más) en la que me dediqué a hacer mi parte de ensayo de filosofía, para después enviárselo a Mila, quien siempre que quedábamos para hacer un trabajo en equipo era la persona encargada de juntarlo todo.
Cuando terminé me puse de pie y me acerqué al chico de la caja, para pagarle por el tiempo que estuve con la máquina y porque estaba por imprimir treinta copias de un folleto con la foto de brea que Denisse le tomó con anterioridad junto con los datos para contactarnos. Así es, mi padre ganó la batalla y ahora íbamos a dedicarnos el día siguiente en pegar los carteles por los alrededores del vecindario, él seguía manteniendo su ultimátum de que si nadie reclamaba al gato podíamos quedárnoslo, pero si éste le pertenecía a alguien, debíamos regresarlo con su dueño.
No es necesario decir que ni a mamá ni a Elián les agradaba mucho la idea, pero en el fondo ambos sabían que era lo correcto.
—¿Cuántas copias serían?—me preguntó el joven trabajador veinteañero que me atendía desde el otro lado de un largo mostrador.
—Treinta—respondí con normalidad, sabía que saldría caro, pero cuando imprimías varias copias de algo tendían a rebajarte el precio.
—De acuerdo—imprimió una copia del folleto y me la enseñó, era a color—¿Así está bien?
—Ah, disculpa, ¿podría ser en blanco y negro?—le contesté a lo que él rodó los ojos molesto por no haberle dicho antes de imprimir la primera muestra, lo ignoré mientras él se encargaba del resto, sabía que me cobraría esa hoja, aún si no me la entregaba, pero de todas formas era más barato que imprimir treinta fotografías a color.
Al cabo de unos largos minutos me entregó las copias y me cobró la cantidad requerida, apenas si me alcanzó con el dinero que papá me había dado antes de salir, me di cuenta de que la copia a color se la había quedado, pero le resté importancia, después de todo sólo era un folleto perdido.
Si en ese momento hubiera sabido lo que eso significaba...
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El sábado siguiente me encontraba congelándome hasta los huesos, porque era una de esas mañanas frías de otoño que precedían al invierno, con un abrigo, una bufanda y un gorro encima, además mi hermana se encontraba parada a lado mío, igual de abrigada que yo, ambas estábamos en la parada del autobús más cerca a nuestra casa, esperando a que Owen apareciera.
En efecto, querido lector, estábamos a punto de ser secuestradas para ir a buscar una guitarra, bueno tal vez estoy siendo un poco paranoica.
La verdad es que casi podría decirse que estaba emocionada, pero eso no lo admitiría en voz alta. El silencio entre nosotras era abrazador, seguramente cualquier persona que pasara cerca nuestro pensaría que somos perfectas desconocidas, pero no me atrevía a sacar mi celular y ponerme a escuchar música porque me parecía una falta de respeto.
—¿Porqué se tardará tanto, será que llegamos antes?—me preguntó de pronto Denisse.
—No, de hecho nosotras ya llevábamos diez minutos de retraso—le respondí mirando la hora en mi celular, la verdad esto me extrañó pues de lo poco que conocía al chico, siempre había sido puntual.
Y como si el universo quisiera darnos respuestas, un chillido se hizo oír a unas cuantas calles, bueno, más que un chillido fue algo así como un grito coreado por otras voces, cosa que reconocí al instante puesto que yo había emitido el mismo sonido cientos de veces, cada vez que los protagonistas de algún libro se besaban, cuando se descubría un misterio en alguna novela o como cuando me enteré que había ganado un concurso para ir al concierto de una de mis bandas favoritas hace algunos años. Así es, dicho sonido era comúnmente denominado grito fangirl.
Denisse y yo volteamos nuestras cabezas al mismo tiempo, cual gemelas diabólicas, y nos encontramos con un grupito de chicas a unos cuantos metros de distancia que parecían charlar con alguien cuyo rostro no podía ser apreciado porque ellas lo cubrían. ¿Qué puedo decir? La curiosidad mató al gato, en un acuerdo silencioso decidimos acercarnos a ver a qué se debía el escándalo.
¿Es necesario decir a quien estaban rodeando? En caso de que no lo hayas deducido ya, te lo digo, el sujeto en cuestión no era más que Owen Yaziel.
—¿De verdad? Me alegro—le decía a una de las siete chicas que lo rodeaban, parecía estar conversando amenamente con ellas, aunque no alcancé a escuchar lo que le habían comentado—Oh lo siento, pero me están esperando—les comentó tras ver que mi hermana y yo lo observábamos desde la distancia—Ya tengo que irme, pero fue un gusto conocerlas—tras estas palabras se alejó de ellas y se acercó a nosotras, pude ver como las chicas suspiraban, seguramente entre extasiadas y tristes por verlo partir.
—¿Qué fue todo eso?—le pregunté en cuanto se paró a lado nuestro.
—Uhm, eso, es como la quinta vez que me pasa en lo que va de mes, se siente un poco raro que la gente te reconozca en la calle—respondió encogiéndose de hombros y con la vista fija en el suelo—Resulta que del porque cupido me odia, se hizo más viral de lo que esperaba.
Y fue ahí cuando la verdad me cayó como un balde de agua fría. Con todo lo sucedido las últimas semanas casi que me había olvidado del video y a decir verdad era la primera vez que el peso de la nueva popularidad de Owen me caía encima. Aunque si hacía memoria, algo a lo que no le había dado mucha importancia, pero que había estado presente etos últimos días, era a las miraditas que él recibía en la escuela; cuando estábamos juntos trataba de obviar eso, pero era cierto que no lo había pensado hasta ahora.
¿Cuántas vistas tendría ese video ahora? En cuanto estuviera en la comodidad de mi habitación corroboraría mis sospechas.
—Vaya, así que ahora eres famoso—comenté chasqueando la lengua.
El chico sufrió de un leve sonrojo antes de contestar—No lo veo así, simplemente más gente de la que creí vio el video y al parecer ahora esperan con ansias la próxima canción...
A lo aludido se encendieron mis cinco sentidos. La próxima canción, eso sólo significaba que más poemas míos saldrían a la luz (a pesar de que era algo que ya sabía aún no lo había asimilado del todo), pero algo que no sabía muy bien si me gustaba o no era el hecho de que nadie sabía que todo eso había sido escrito por mí, por lo que mi dignidad seguía a salvo.
—¿Y cómo vas con ella?—le pregunté para acallar mis pensamientos.
—Sí tratas de sacarme más información, no lo lograrás, pero en cuanto esté lista te la cantaré—contestó sonriendo.
A todo esto, Denisse nos observaba sin entender nada, seguramente ni si quiera había visto el video aún, pero en cuanto el chico dijo eso último enarcó una ceja mientras me miraba curiosa, con su mirada parecía decirme que en cuanto volviéramos a casa tendría que contarle la verdad detrás de esa frase.
Y lo haría, pero a medias.
—Miren, esa es la línea que debería dejarnos en el centro, no muy lejos de la tienda—comentó Owen de pronto, señalando el autobús que se acercaba a la parada donde estábamos esperando.
Denisse y yo asentimos y una vez que el transporte se detuvo, ingresamos a él, por suerte iba casi vacío por lo que pudimos encontrar asientos cercanos para los tres, de esta forma mi hermana y yo nos encontrábamos en asientos contiguos mientras Owen descansaba una hilera adelante de nosotras.
Estaba preparada para sacar mis audífonos y ponerme a escuchar el álbum 1989 de Taylor Swift en el trayecto, cuando sentí como la chica a mi lado me daba un puntapié, a medio camino de colocar el auricular en mi oreja me voltee hacia Denisse, quien hacía movimientos extraños con sus cejas al tiempo en que señalaba al castaño delante de nosotras con cero discreción.
Era una suerte que nos diera la espalda.
—¿Qué?—murmuré acercando mi cabeza a la suya, para poder adquirir un tono de confidencialidad.
—¿De qué video hablaban? ¿y qué canción va a cantarte?
Ya sabía que no se quedaría callada al respecto, pero a decir verdad, esperaba que me lo preguntara hasta llegar a casa. Me debatí entre quedarme callada y pasar del tema o inventarme una mentira con la que acallar su curiosidad, al final me quedé con la segunda opción, ¿razón? Esto era un progreso, a Denisse no le gustaba hablar de mi vida privada (y ni hablemos de la suya, era demasiado reservada, incluso con su propia hermana), por lo que no iba a perder la oportunidad de empezar a construir confianza entre nosotras.
—Es complicado—susurré, no sin antes dirigirle una mirada rápida al chico para asegurarme de que no estaba escuchando—Pero podría decirse que le ayudé un poco a escribir una canción.
Denisse abrió mucho los ojos y suspiró, después dijo algo que me tomó desprevenida:
—No me sorprende.
¿A qué se refería con eso?
Estaba por preguntárselo, pero sin previo aviso, ella tomó los audífonos que hasta apenas unos instantes sostenía en mi mano derecha y los conectó a su celular, después los colocó en sus respectivas orejas y miró por la ventana mientras escuchaba quien sabe qué música desde su teléfono.
Sí que sería un largo trayecto.
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Para matar el rato me dedique a contar las calles que recorríamos, iba por la numero treinta y seis cuando Owen se paró de su asiento y nos indicó que la siguiente parada era la nuestra, le di unos golpecitos en el hombro a mi acompañante y le hizo señas para que se quitara los audífonos, hizo lo que le pedí y me los tendió, para después guardarlos en mi bolso, junto con el libro (edición de bolsillo) de 1984 de George Orwell, el cual había llevado con el objetivo de entretenerme mientras los chicos se enfocaban en elegir la guitarra, libro que no saqué en el trayecto debido a que no podía leer en movimiento o me mareaba.
Bajamos del autobús y lo primero que nos encontramos fue un edificio de fachada descolorida, cubierto de humedad y en cuyas paredes exteriores descansaban montañas de discos como si fuera un mercado, había una ventanal enorme del lado derecho desde el que se podía apreciar el interior, que tenía repisas de las que colgaban diversos instrumentos, desde ukeleles y guitarras hasta violines y violas, estoy segura de que si Elián estuviera con nosotros habría hecho un chiste sobre esto último.
Salí de mi ensimismamiento cuando alguien me jaló del brazo para llevarme a rastras al interior de la tienda, cuando la puerta se abrió (siendo empujada por Owen) una campanilla sonó, anunciando nuestra llegada, tras lo cual un hombre de mediana edad, con su cabello negro amarrado en una coleta baja que apenas rozaba su nuca, abrió camino desde el mostrador, que se encontraba a escasos metros de la entrada, hacia nosotros.
—¡Yaziel! Es un gusto tenerte aquí de nuevo después de tanto tiempo—habló efusivamente—Y veo que no vienes solo—no sé qué me sorprendió más, el hecho de que lo llamara por su segundo nombre o el que moviera sus cejas de una forma sugerente que hizo que las mejillas del mencionado se tiñeran levemente de un color rojizo.
—Tiago, ellas son Jessia y Denisse—respondió el chico, pasados unos segundos—Buscamos una guitarra acústica, para ella—agregó señalando a mi hermana.
Tiago le sonrió y procedió a observar a la chica de arriba a bajo, detallándola por completo. Pude sentir que ella se tensaba y se ponía incómoda por la forma en que la observaban, por lo que mi lado mamá osa salió a luz y estuve a punto de interponerme entre ellos a modo de escudo humano, cuando el hombre dijo con el mismo toque alegre de antes:
—Tienes muy buena pinta, puedo verte muy claramente sosteniendo una Gibson en un futuro.
—Claro, Tiago, lo mismo me dijiste a mí la primera vez que pisé tu tienda—se quejó el castaño a mi lado, pero la sonrisa en su rostro delataba que no estaba molesto en realidad.
—¡Y cuanto has progresado desde entonces! Se los juro, este hombrecito de aquí tiene madera para convertirse en el próximo Bruce Springsteen si así lo desea—con esa frase pude deducir lo obvio, el chico y el hombre llevaban ya un tiempo de conocerse.
Ambos se sonrieron mutuamente y yo solo puedo decir que no entendí nada de lo que dijeron y si volteaba a mi izquierda me podía dar cuenta de que Denisse estaba en la misma situación.
—Bueno, chico, estoy muy feliz de que vinieras a mí. Guitarra acústica ¿eh? Tengo un bebé que está en excelentes condiciones, casi parece nuevo—dijo el vendedor antes de alejarse de nosotros y se acercarse a una vitrina algo alejada del mostrador, de donde tomó una guitarra parecida a la que le había visto a Owen, y la trajo a nosotros—Esta es una vieja Ibanez, es acústica del estilo español, tan perfecta como sus hermanas eléctricas—mencionó con orgullo, colocándola cuidadosamente sobre el mostrador.
Denisse se acercó para visualizarla mejor, al cabo de unos segundos la imité e hice lo mismo. Yo no era una experta, pero esa guitarra, aún siendo de segunda mano, parecía cara. No sabía cuánto dinero tenía mi hermana, pero las mesadas que nos daban nuestros padres sin duda no alcanzarían para comprar un instrumento de tal calibre.
El castaño pareció comprender lo que ella y yo pensábamos, pero no decíamos en voz alta, porque se dirigió hacia el hombre y le preguntó:
—¿No tienes algo más barato? Estamos algo reducidos de presupuesto—el hombre lo miró como si aquello que el chico había dicho era un sacrilegio, pero finalmente asintió.
Desapareció por el mismo camino de antes y tras unos momentos volvió con otra guitarra, nuevamente la tendió sobre el mostrador donde nos permitió apreciarla.
—Me niego a venderte algo de baja calidad, chico—dijo en dirección de Owen—Esta es una Alhambra, es muy buena y su precio no es tan elevado como la anterior, sin embargo este modelo que tengo esta algo desgastado del aro, se ve que su dueño anterior no la trató con mucho respeto—señaló el costado de esta, donde la pintura café oscuro se estaba borrando y daba paso al color de la madera original, además se podía ver un pequeño raspón en esta misma parte—Pero sigue sonando increíble, pruébenla, ¿Yaziel nos haces los honores?
El mencionado asintió y tomó la guitarra, después se dirigió extremo opuesto de la habitación y sentó en un sofá desgastado, de cuya presencia no había me había percatado hasta ese momento, para empezar a afinarla, pasados unos minutos le hizo señas a Denisse para que se sentara a su lado. Ella le hizo caso y fue muy campante a donde él se encontraba, recibió unas instrucciones por su parte y posó el instrumento sobre su regazo, luego colocó los dedos en el mástil y comenzó a tocar algunos acordes que no fui capaz de reconocer.
—Está imagen me trae viejos recuerdos—al escuchar una voz a mis espaldas me giré para toparme con Tiago mirando la escena con la misma intensidad con la que lo hacía yo—Hace tiempo que el chico no se pasaba por aquí, no sé quienes sean, pero gracias por traerlo de vuelta.
Sentí que sus palabras significaban más de lo que aparentaban, pero no me atreví a preguntar nada. A lo largo del corto tiempo que llevaba de conocer al chico me había dado cuenta del misterio que envolvía su persona, sin embargo no me sentía en posición de cuestionarlo, hasta ese momento. Me prometí a mi misma que descubriría la verdad detrás de la música de Owen Yaziel.
—La compramos—exclamó una muy emocionada Denisse desde el extremo opuesto de la habitación. Tiago sonrió y yo no pude evitar hacerlo también. Ambos se pararon del sofá y se dirigieron al mostrador para efectuar la compra.
—Considerando los daños que tiene, el precio total sería de...—cuando escuché la cantidad no pude evitar sorprenderme, vale, sabía que las guitarras no eran precisamente baratas y reconocía que este era de hecho un muy buen precio, pero dudaba que Denisse tuviera el dinero necesario para comprarla.
Estaba por decirle al señor que tampoco podíamos llevarnos ese modelo cuando la chica sacó su billetera y pagó la cantidad exacta, incluso pude ver como le sobraba un poco de dinero. Mi boca estaba tan abierta por la sorpresa que diez moscas podrían haber entrado sin problemas, ¿Acaso se había metido en drogas o de donde había sacado tantos billetes?
—Les prepararé el estuche—dijo el hombre mientras se agachaba y abría un pequeño armario situado detrás del mostrador.
—¿Cuánto sería por él?—preguntó Owen, sacando su cartera, dispuesto a pagar por él. Estaba por detenerlo para decirle que eso corría por mi cuenta cuando el hombre se me adelantó.
—Lo invita la casa—contestó mientras ponía el estuche en el mostrador y guardaba el instrumento en su interior—Con la condición de que prometas pasarte por aquí más seguido.
A todos nos sorprendió su respuesta, incluso nos disponíamos a replicar, pero el hombre no nos lo permitió, agarró el estuche y se lo dio a Denisse, quien consiguió sujetarlo a pesar de la sorpresa.
—No aceptaré un no por respuesta, muchachito. El mundo de la música te necesita, ya es hora de despertar.
Owen lo miró pasmado, pero después sonrió con melancolía—Claro, gracias hermano—dicho esto, ambos se dieron el típico abrazo de brothers con golpecitos en la espalda y todo.
En cuestión de minutos ya estábamos fuera de la tienda esperando el autobús para ir a casa, con discreción me acerqué a Denisse y le pregunté directo en su oreja a modo de confidencialidad:
—¿Puedo saber de donde obtuviste tanto dinero?
—Vendo ensayos en la escuela, te sorprendería lo dispuestos que están algunos en pagar con tal de evitar hacer un proyecto escolar—respondió con simpleza.
Vaya, así era la vida del inteligente que podía lucrar con sus conocimientos. Si yo fuera una compañera suya seguramente también le habría pagado por ello.
Ahora, el único pensamiento que circulaba en mi mente era como nos habíamos subido a un transporte público con tan alta cantidad de dinero sin haber sido asaltados, eso, de lejos, era un milagro.
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¡Hola! ¡Hola! Antes que nada quiero agradecer a los que me han seguido hasta aquí, aún falta bastante en esta historia y me gustaría que me acompañaran a los largo de este viaje :')
Lamento si los tuve esperando mucho tiempo, seguiré dando lo mejor de mí para ser más rápida con las actualizaciones. Por ahora, los dejo con esto, ¡Nos leemos pronto!
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