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8| Los nuevos planes para el sábado

Recuerdo bien que el camino a casa transcurrió en completo silencio, no hubo ruido a excepción del roce de nuestros pies contra el suelo, Owen no parecía tener muchas ganas de hablar y después de su extraña insistencia por acompañarme, yo tampoco, aunque no lo iba a negar, me sentí más segura en las calles con él caminando a mi lado.

Cuando llegamos a la puerta de mi casa me despedí y le di las gracias, él esperó en la acera en lo que recorría el caminito que llevaba a la puerta principal, mientras yo sacaba las llaves de mi mochila, las insertaba en la cerradura y abría la puerta. Antes de entrar me giré hacia él y lo sorprendí observándome de forma extraña.

—¿Gustas pasar?—pregunté por cortesía. El negó con la cabeza.

—Gracias, pero me esperan en casa—asentí como respuesta y me plateé despedirme por segunda vez, pero se me hizo algo innecesario, por lo que nada más contesté «de acuerdo» e ingresé la casa.

Esperé encontrarme con una sala vacía, pero me equivoqué, en cuanto cerré la puerta tras de mí y me acerqué a recibidor me topé con una escena un tanto extraña. Sentado en el sofá individual, con un sándwich de lo que supuse era atún, por el olor que embriagó mis fosas nasales, a medio camino de ser devorado,  se encontraba mi padre y en frente de él, sentado en el piso, moviendo su cola a un compás inexistente y mirándolo fijamente, estaba brea, el gato que Elián había traído de la calle.

—Ya te dije que no te compartiré, gato, ya es suficiente con que te deje vivir bajo mi techo—no sé qué se me hizo más raro, el hecho de ver a mi padre hablando con el minino o el que este mismo lo mirara con una intensidad que incluso daba miedo.

—Deja al pobre brea en paz—intervine atrayendo la atención de ambos, mientras me adentraba en la sala y cogía al animal en brazos, él no se resistió y restregó su cabeza contra mi pecho.

—¡No lo agarres así Jessia!—me regañó papá—Acabas de regresar de la calle, lávate las manos antes de tocarlo.

Y luego quien sobre protegía al gato.

Rodé los ojos y dejé a brea en el piso, luego hice lo mismo con mi mochila y me encaminé al baño para acatar la orden. Una vez que salí no vi ni a mi padre ni al minino en la sala, por lo que fui a la cocina, en donde me encontré con el primero metiendo un plato con arroz y carne en el microondas y con el segundo siguiéndolo de cerca.

—Elián dijo que volverías más tarde, así que ya comimos—dijo sacando el plato del aparato para después colocarlo sobre la mesa—Pero yo te acompañaré con un sándwich—añadió señalando el alimento que aún sostenía con una mano—Si esa bestia peluda no me lo quita primero, claro.

Me reí por lo bajo y me senté en la silla frente a la mesa del pequeño comedor, después papá hizo lo mismo en el asiento continuo a mí y le dio un mordisco a su sándwich mientras brea lo observaba fijamente.

—¿Porqué te quedaste hasta tarde?

—Tenía que hacer un trabajo en equipo—mentí—Les hubiera mandado mensaje, pero mi celular murió—agregué mientras me llevaba un bocado de arroz a la boca.

—Ya—respondió—Y ¿Owen era parte del equipo?

Casi me atraganto con la comida, ¿Pero, cómo...?

—¿Espiaste por la ventana?

—Ibas a regresar sola de la escuela, cuando escuché voces afuera fui a ver, nunca sabes que peligros hay por ahí—contestó mientras seguía comiendo, con el gato observando sus movimientos—¿Porqué no lo invitaste a pasar?

—Lo hice pero ya lo estaban esperando en su casa.

—Fue muy amable de su parte acompañarte—comentó estrujando el sándwich entre sus manos.

—Lo fue—dije encogiéndome de hombros.

Entre nosotros se instauró un silencio, el cual sólo era interrumpido por el sonido de mis cubiertos cortando la carne. Sabía lo que papá estaba pensando. Nunca le agradó la idea de ver a su hija salir con chicos, tal vez temía que cometiera el error que él y mamá hicieron en su juventud; sin embargo decía que confiaba en mí y que creía que reprimirme sería mucho peor, no obstante, tampoco me daba total libertad, tenía una hora límite para salir y a cualquier lado al que fuera ellos me llevaban, no se quedaban durante mis salidas, pero iban y venían por mí, lo cual llegó a hartar a unas cuantas de mis citas; yo estaba agradecida por eso, pero sentía que sólo les causaba problemas.

Estaba por aclararle que no era lo que creía, cuando él exclamó:

—¡Agh! Es imposible comer así—no entendí del todo a que se refería hasta que lo ví partir a la mitad lo que quedaba de su sándwich y aventarle el pedazo al gato, que se encontraba sentado a lado de su silla con los felinos ojos puestos en él, cuando éste se dio cuenta de que había logrado su objetivo comió el trozo de comida y se fue de la cocina contoneando su cola —Ese animal me va a volver loco, ¿Qué no lo están alimentando?

—Claro que sí—solté ofendida—Yo misma me he encargado de eso.

—Uh-um—dijo a modo de respuesta—¿No han encontrado a un dueño?—preguntó refiriéndose a los anuncios que habíamos puesto en internet.

—No.

—Tal vez deberíamos considerar imprimir folletos y pegarlos por la calle, seguro que el dueño debe ser de los alrededores.

—Hablas como si quisieras que se fuera, mamá está encantada con él—dije esto último a propósito, si mencionaba a la mujer con la que se había casado le era difícil llevar la contraria.

—Lo sé, pero eso no quita que deben quererlo de vuelta.

Me encogí de hombros y seguí comiendo, la verdad es que era un animal extraño, casi todo el tiempo estaba pegado a Elián, en especial cuando tocaba el violín, pero si no estaba con él seguía a mamá por toda la casa, siempre que estudiaba el gato se echaba en sus piernas, su lugar favorito para dormir. A mí, por otra parte, no me hacía caso más que cuando lo alimentaba.

—Pero lo extrañaríamos, Elián en especial, ha estado raro últimamente, pero desde que encontró a brea se ve un poco más feliz—comenté recordando como me había encontrado a mi hermano en lo que parecía ser una discusión con Amaya, no se lo conté a papá, porque si Elián hubiera querido que lo supiéramos nos lo hubiera dicho.

—Eso es cierto—suspiró mirando la dirección por la que el gato se había ido—creo que por el momento tendremos que conservarlo.

Sonreí para mis adentros, a papá no le gustaba el gato, pero al menos se toleraban el uno al otro.

«────── « ⋅ʚ♡ɞ⋅ » ──────»

El día siguiente, mientras regresaba del colegio recibí un mensaje de Owen.

¿Hoy continúan las clases? :)

Cabe mencionar que no habíamos hablado desde el extraño encuentro de ayer, como íbamos en grupos diferentes, era difícil coincidir entre clases.

Jessia: ¡Claro! Le diré a Denisse que se prepare.

Owen: Perfecto, estaré ahí a la misma hora que la semana pasada.

Jessia: De acuerdo

¿Debía anexar un "te estaremos esperando"? No, sería demasiado. Dejé el mensaje así y me dirigí a a todos, estábamos en el auto de mi padre, quien nos había recogido a mis hermanos y a mí del colegio al salir de clases.

—Owen vendrá hoy, para las lecciones de guitarra—anuncié alzando la vista de mi teléfono y mirando por el espejo retrovisor.

Denisse me sonrió desde el asiento trasero, Elián asintió levemente, sin darle mucha importancia al asunto y cuando miré a papá, este simplemente siguió con la vista fija en el camino. El resto del trayecto transcurrió en completo silencio.

Al llegar a casa nos recibió brea, bueno, a decir verdad, recibió a Elián, quien lo tomó en brazos y se sentó con él en el sillón mientras le repartía besos entre sus orejas.

—Ya les dije que se laven las manos antes de tocar al animal cuando venimos de la calle—reprochó papá dirigiéndose a la cocina para comenzar a servir.

¿Déjà vu? ¿Dónde?

Elián simplemente rodó los ojos e ignoró el comentario. Denisse, que se había posicionado a su lado en el sillón le preguntó a papá alzando la voz:

—¿Dónde está mamá?

—Salió a inscribirse al curso que forma parte de los requisitos para su título—respondió papá, orgulloso, amaba la idea de que mamá retomara los estudios—Iba a hacerlo en línea, pero la computadora se descompuso de nuevo.

No me jodas.

—Esa boquita, Jessia.

¿Lo había dicho en voz alta? Mierda.

Bueno ¿y a ti que te pasa hoy?—me regañó papá asomando su cabeza por la cocina. ¿Qué que me pasaba hoy? Yo tampoco lo sabía, no entendía porque mi cerebro no distinguía la diferencia entre pensar y maldecir en voz alta.

No me mal entiendan, amaba la idea de mamá estudiando su carrera, mi problema radicaba en la segunda parte del anuncio de mi padre.

—Lo lamento, es solo que la profesora de filosofía dejó un trabajo para este viernes y necesitaba el computador—me excusé mientras me sentaba al otro lado de Elián, quien luchaba por contener las carcajadas, y sacaba mi celular para avisarle a Mila que le enviaría mi parte del trabajo otro día.

—Espero llevarla a arreglar antes de que acabe la semana, por lo mientras creo que tendrás que ir al café internet de la otra calle—asentí con la cabeza aunque no pudiera verme, después volví mi vista al celular—Ahora que lo pienso—continuó mi padre—Podrías aprovechar para imprimir unos volantes con la foto del gato, así el fin de semana los colgamos por los alrededores...

Eso llamó inmediatamente la atención de mi hermano, quien dejó de repartirle caricias al minino y miró hacia la cocina con una expresión de furia total—¿Porqué lo dices como si quisieras que se fuera? Brea está bien con nosotros, no veo porque buscarle otro dueño...

—No es buscarle otro dueño—lo interrumpió—Es regresarlo a su hogar, el veterinario dijo que por todos los cuidados que tenía seguramente era un gato doméstico, además su comportamiento no es el de un animal callejero, piénsalo, deben extrañarlo.

Y por mucho que odiara admitirlo, tenía razón, volví a ver a Elián y me dio lastima, con los pocos días que llevaban juntos ya le había agarrado cariño al gato.

—¿Porqué no dejamos esta conversación para después?—intervino Denisse intentando apaciguar la ira de ambos—Ni si quiera tenemos los folletos hechos...

Elián estaba a punto de protestar, pero fue interrumpido por el ruido de la puerta principal abriéndose.

—¡Ya regresé!—anunció mi madre, desbordante de alegría.

Con el fin de evitar una guerra y de saber cómo le había ido, me dirigí a ella y cambié el tema de conversación.

—Mamá, ¿cómo te fue? ¿Te inscribiste al curso?

—Claro que lo hice, tendré que tomar ocho horas de capacitación a la semana, lo bueno es que tienen horarios variados y puedo escoger el que más me convenga.

—Eso es bueno—apoyo mi hermana, dando el anterior tema como terminado.

—Fantástico, cariño—comentó papá, saliendo de la cocina para darle un beso de bienvenida a mi madre; siempre hacían eso, se daban picos en los labios sin importar si había gente mirando, recuerdo que de pequeña me molestaba, pero a estas alturas ya se me hacía muy normal.

La aludida sonrió y se dirigió a los demás—¿Porqué no comemos? Muero de hambre.

Le dimos la razón e hicimos lo indicado y al contrario de hace un rato, la comida transcurrió en completa calma, hasta que un par de horas más tarde, el timbre de la casa sonó. Miré mi celular y me percaté de la hora, cuatro en punto; Owen había sido puntual. Me acerqué a la puerta y abrí, teniendo la misma visión que hace una semana: el chico de cabello color azabache con un estuche de guitarra en cada mano.

—Hola—saludó con una sonrisa—¿Puedo pasar?

Me hice a un lado indicándole que sí y después de que cruzara la puerta, cerré la misma con llave para luego girarme hacia él. Lo encontré con la misma mirada extrañada que la vez pasada; la gente normalmente tardaba unas cuantas visitas en acostumbrarse a la decoración de mi hogar.

—Sé lo que estás pensando—comenté sobresaltándolo.

—Es...¿colorido?—respondió dudoso, seguramente buscando un adjetivo que no fuera despectivo.

—Sé que parece un arcoíris—dije sonriendo y encogiéndome de hombros—Con el tiempo te acostumbras.

Él me sonrió de vuelta y yo me limité a indicarle el mismo camino que la otra vez, hacia el pequeño estudio en el que se encontraban mis hermanos ocupados con los deberes. Al entrar nos encontramos con Elián sentado en su escritorio, estudiando lo que parecían matemáticas y Denisse explicándole algo de su misma tarea.

—Por cierto, lamento lo de la última vez—le comenté a Owen, después de que colocara ambos estuches en el fondo de, cuarto, quien me miró extrañado sin saber muy bien a qué me refería—La razón por la que estabas estornudando era que mi hermano aquí presente—señalé al aludido quien nos miró con una sonrisa avergonzada—Contrabandeó un gato a la casa sin decirle a nadie y tenía su ropa cubierta de pelos. No te preocupes, le obligué a ponerse prendas limpias esta vez, no tendría que haber razón por la que tu alergia volviera.

—Lo siento, amigo—respondió el culpable—Si hubiera sabido que eras alérgico me habría cambiado de ropa, admito que no fue muy inteligente de mi parte porque me pudieron haber descubierto.

—Y aún así lo hicimos—mencionó Denisse—En serio Elián ¿cuánto tiempo pretendías ocultárnoslo?

—El que fuera necesario—alegó el otro.

Owen, que observaba la escena sin decir nada, empezó a reírse, tres pares de ojos se centraron en él, perplejos, pues ninguno lo había oído reír antes.

—¿Puedo verlo?—preguntó una vez que se calmó, pero aún con una sonrisa en el rostro.

—¿No te hará estornudar?—inquirí, extrañada.

—No si cubro mi nariz con un pañuelo, creo que tengo uno por aquí—balbuceó lo último mientras hurgaba en los bolsillos de su pantalón—Acariciarlo solo un poco no me haría ningún mal, supongo. Si ustedes no tienen problema con eso, claro.

—Por supuesto que no, es decir, brea me arañó un par de veces cuando recién lo conocí, pero se portó muy bien con las atenciones de mi mamá y de ellas—respondió Elián, parándose de su silla y saliendo del cuarto, para ir en busca del gato.

—¿Brea?—me cuestionó el chico haciendo referencia a la manera en que Elián llamó al animal, una vez que el otro abandonó el cuarto.

—No preguntes de donde saco ese nombre—le respondí encogiéndome de hombros.

Unos momentos más tarde, mi hermano volvió con el minino caminando entre sus piernas (la imagen provocaba gracia y ternura en ambos niveles) después se detuvieron en el marco de la puerta, donde Owen se arrodilló y cubriendo su nariz con un pañuelo, extendió su brazo para acariciar la cabeza del minino, como era de esperarse con ese extraño animal, no se resistió a la caricia y empezó a ronronear gustoso de recibir más atención.

—Mi hermana hizo lo mismo con un perro cuando tenía diez años, siempre le molestó no poder tener mascotas por culpa de mis alergias y un día trajo a casa un cachorro que encontró en la calle—nos contó el chico aún con su atención puesta en el gato—Lamentablemente mis padres la descubrieron ese mismo día y le dejaron el perro a una tía nuestra, porque yo no podía con mi nariz que estaba tan roja que el mismo Rodolfo sentiría envidia. Desde ese día se resignó a no tener mascotas—se puso de pie y se alejó del minino, luego miró a mi hermano—Es muy tranquilo ¿no?

—Ja, ni te imaginas—tras esas palabras, y tal vez al sentirse atacado, brea abandonó la habitación por sí mismo. Todos lo miramos alejarse mientras se instauraba un silencio entre nosotros, el cual fue roto por el músico cuando le preguntó a Denisse:

—¿Comenzamos?

Ella asintió como respuesta y tomó su lugar en la esquina de la habitación, donde Owen había dejado los estuches de guitarra con anterioridad. Yo, por mi parte, me situé frente a mi escritorio y empecé a hacer la tarea de química haciendo pequeñas pausas cada vez que no entendía algo para fijarme en el músico y mi hermana. Nuestras miradas se encontraron un par de veces en las que yo terminaba por desviarla y volver con mis deberes.

Al cabo de unas horas dieron por terminadas las clases, observé cómo el chico guardaba ambos instrumentos (uno a la vez) y hablaba con su alumna.

—Para este punto sería bueno que consiguieras una guitarra, la base para aprender a tocar un instrumento es la práctica y necesitarás más de dos horas a la semana para seguir progresando...

—He estado ahorrando, aunque aún no tengo tanto dinero, espero poder comprar una pronto—escuché que contestó ella.

El chico pareció pensárselo un poco antes de responder:—Conozco un lugar donde las venden de segunda mano pero en muy buen estado, si quieres puedo acompañarte a conseguirla para orientarte en el modelo que elegir...

Eso atrajo mi atención, no es que fuera una desconfiada, pero vamos, apenas conocía al chico y la idea de que acompañara a mi hermana a un lugar a solas encendió todas las alarmas de mi persona. Afortunadamente, Denisse era una persona sensata, por lo que estaba convencida de que declinaría la propuesta.

—Claro, muchas gracias—respondió para mi sorpresa, la miré anonada y traté de comunicarme con ella a través de la mirada para decirle que no era una buena idea, pero claro, la respuesta de mi hermana no había terminado ahí—Jessia puede acompañarnos y el sábado próximo estamos libres.

—Entonces el sábado será—confirmó el otro, sin desconcertarse por el hecho de que me incluyera en sus planes, como si fuera lo más lógico del mundo—Bueno, nos vemos.

Ante sus últimas palabras reaccioné.

—Te acompaño—le dije dirigiéndome a la salida del estudio con él siguiéndome de cerca, cuando estuvimos afuera quise preguntar a qué se debía lo anterior, pero no encontré las palabras correctas para formular la pregunta.

—Nos vemos mañana en la escuela—se despidió con un gesto de la mano para alejarse por la calle.

¿Pero qué rayos acababa de pasar?

«────── « ⋅ʚ♡ɞ⋅ » ──────»

¡Hola! ¡Hola! Lamento haber dejado pasar tanto tiempo para actualizar, pero esto de la tarea en línea fue un tema complicado, ahora me dejan más tarea que cuando estaba en clases presenciales :'). Pero ya he ajustado mis horarios y no volveré a dejar tanto tiempo para el próximo capítulo, promesa.

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