5| El gato
Las respuestas que quería llegaron el viernes en la tarde, cuando volvíamos de la escuela a casa. Como ya se había hecho costumbre, Elián subió las escaleras de dos en dos y se encerró en su habitación; lo que hizo diferente esta ocasión fue un estruendo que se escuchó por toda la casa.
Mi madre, que se había sentado en su escritorio a estudiar, se levantó de golpe. Mi padre, que acababa de llegar y justo estaba cerrando la puerta tras de sí, nos miró con preocupación. Mi hermana, que estaba parada a unos metros de mí, me miró buscando respuestas —porque en teoría era yo la que causaba los destrozos en esta casa—; le regresé la mirada con reproche por pensar que era mi culpa siendo que estaba parada a lado suyo y me vio como diciendo "Perdón carnal, la costumbre".
Nos tardamos unos momentos en atar cabos y subir a la habitación del único que no se encontraba en nuestro campo de visión, pero cuando lo hicimos, mamá abrió la puerta y presenciamos una escena de lo más surrealista:
Elián estaba parado en la orilla de su cama, estirando su brazo hacia la repisa en la que solía estar acomodada su colección de videojuegos, que ahora se encontraban desparramados en el piso, y en su antiguo lugar, lamiendo su patita, impasible con todo el escándalo, se encontraba sentado un hermoso gato negro.
¡Un michi!
—Vamos, brea, ven aquí—dijo el chico en su dirección.
No pude evitar reírme cuando escuché el nombre con el que mi hermano había llamado al gato. Fue el sonido de mi risa lo que hizo que el susodicho se diera cuenta de que lo estábamos observando; volteó su cabeza hacia la puerta y cuando nos vio a todos ahí parados ocultó su brazo detrás de su espalda y nos miró serio, como si con eso pudiera disimular la situación.
—¡Puedo explicarlo!–exclamó. Y como si se sintiese atacado, el minino saltó de la repisa y se colocó atrás de las piernas de Elián, quien aún permanecía de pie sobre su cama.
—Te estamos escuchando—respondió mi papá, mirándolo con una mezcla de intriga y enojo.
—El otro día fui al parque que está a unas cuadras de aquí y lo encontré caminando solo—explicó tomando al animal en sus brazos y sentándose sobre el colchón con él sobre su regazo—. Me siguió hasta aquí y no pude dejarlo solo, pensé que sólo lo tendría unos días hasta que encontrara a alguien que quisiera adoptarlo, pero ninguno de mis amigos puede tener mascotas, así que decidí quedármelo.
—¿Y planeabas tenerlo en tu habitación toda su vida?—preguntó mamá, horrorizada— ¿Si quiera lo has alimentado bien?
—¡Claro que sí! Con el dinero que tenía ahorrado compré comida para gatos y un tazón.—Bueno, eso explicaba el olor que tenia su habitación, que hasta ahora había atribuido a su persona.
—¿Porqué le pusiste brea?—cuestioné curiosa, conteniendo una sonrisa.
—Porque, por alguna razón, siempre que voy a practicar y le pongo brea a mi arco se queda oliéndola por un largo rato y gruñe cuando intento guardarla*—respondió totalmente serio, acariciando al minino que movía su peluda cola.
—¿Porqué nadie hace la pregunta más importante aquí? ¿Qué vamos a hacer con él? Yo no quiero animales en esta casa—comentó papá, molesto.
—Vamos papá, es muy lindo—reprochó Denisse, sentándose a lado de Elián y acariciando al gato que aún reposaba en los brazos de su, aparente, dueño. Este le enseñó las garras, al principio, pero después se dejó llevar por su tacto, pues se recargó en su mano, ronroneando a gusto.
—No tiene a donde ir—agregó mi hermano lanzándole "la mirada", con la que siempre conseguía todo lo que quería. Desde que era pequeño hasta ahora, fue creciendo para perfeccionar la técnica de juntar sus cejas, extender su labio posterior y mirar a las personas con unos ojos a los que cuesta resistirse.
—No te atrevas a mirarme así Elián, esto es una gran responsabilidad, como las que nunca has tenido—lo regañó—. Además, no podemos tener un animal aquí y mucho menos puedes traer al primero que te encuentres en la calle, no sabemos si está vacunado, si tiene alguna enfermedad, ¡Ni siquiera si ya tiene dueño!
—¡Pero tampoco podemos regresarlo a la calle! Además, cuando lo encontré no tenía collar...
—Podríamos llevarlo a un centro animal, para que se encarguen de él—razonó mi progenitor, mirando al techo y acariciando su barbilla con la mano derecha.
—¡No!—gritaron Elián y mi madre al unísono, horrorizados.
—¿Jessica, no vas a apoyarme en esto?—preguntó dirigiéndose a mamá.
Y ella, siendo una amante de los animales, contestó:
—¿Cómo podríamos abandonar a una criatura necesitada? Hay que ir con un veterinario a que lo revisen, luego podremos decidir qué hacer con él.
—¿Cómo vamos a pagar su comida?—argumentó papá.
—Yo puedo pagarla por un tiempo—sugerí interviniendo en la conversación después de mucho tiempo—. Tengo un poco de dinero ahorrado.—Elián me miró y sonrió agradecido por el apoyo a su causa.
—Y cuando ese se acabe, yo puedo aportar—secundó Denisse.
—Vamos Aldair, podemos recortar un poco nuestros gastos para comprarle comida, no es el fin del mundo—añadió mi madre, mirándolo intensamente a los ojos. La otra mirada a la que era imposible resistirse, pero a diferencia de la de Elián que causaba ternura, ésta provocaba terror.
Hubo un silencio de unos minutos, después papá resopló y dijo—Les propongo esto: cuidaremos del gato, pero deberán poner anuncios en internet diciendo que lo encontramos, si pasa el tiempo y nadie lo reclama lo conservamos.—Nos miró serio a mis hermanos y a mí—. Pero es su responsabilidad, serán ustedes quienes lo saquen a pasear, limpien sus desechos y cuiden que no dañe los muebles.
Junté mis manos y sonreí de alegría, después me senté a lado de Elián para ver al minino más de cerca. Al cabo de unos segundos los tres dijimos al unísono «¡Gracias!». Papá nos miró con resignación y salió de la habitación. Mamá, por otra parte se unió a nosotros y acarició al gato, quien parecía a gusto con tantas muestras de afecto.
—Mañana mismo lo llevaremos al veterinario, mientras tanto, Elián, por el amor de Dios, limpia tu desastre—dijo nuestra progenitora después de mimar al gato por un buen rato—. Y no olvides que es tu turno de poner la mesa—añadió mientras se levantaba y salía del cuarto.
El chico estaba por cumplir la orden cuando lo agarré del brazo, para detenerlo—Espera, remángate la camisa—ordené tras percatarme de que llevaba días usando prendas de manga larga. Lo pensó un tiempo, pero decidió hacerme caso sin objetar, en cuanto lo hizo pude ver que sus brazos estaban llenos de cicatrices y arañazos, desde la muñeca hasta más arriba del codo, que era lo que alcance a ver— ¿Este pequeñín te hizo eso?—cuestioné señalando al gato.
—Digamos que no nos llevamos muy bien al principio.
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Al final resultó que el gato estaba totalmente sano, no tenía ninguna enfermedad, estaba en su peso ideal y hasta se encontraba castrado, era macho y, según el veterinario, era muy probable que fuera un animal doméstico, lo que alimentó las teorías de mi padre de que el gato tenía dueño.
Llegando a casa de la consulta, Denisse le tomó fotos de todos los ángulos posibles y con mi ayuda redactamos un anuncio que publicamos en todas nuestras redes sociales, pidiendo difundirlo por si dábamos con el dueño. Ahora solo quedaba esperar, pero por lo mientras, el minino estaba a nuestro cuidado.
Era sábado, había concluido mis tareas el día anterior, por lo que me encontraba en mi habitación leyendo El retrato de Dorian Gray, mientras escuchaba el álbum Lover de Taylor Swift por milésima vez. Podía escuchar la melodía que Elián producía con el violín desde su habitación, demostrando que estaba practicando; me ponía feliz que volviera a hacerlo, pero también me molestaba un poco que no pudiera escuchar bien mi música, por lo que fui por mis audífonos para centrarme más en la voz de Taylor.
Justo cuando terminaba Paper rings y empezaba Cornelia Streets me llegó un mensaje de texto.
Owen: ¿A qué te referías cuando escribiste "Atrapada en tus brazos moriría por tu amor, cayendo desde el cielo, como la lluvia de la noche, impactando como un rayo, llegando a destruir todo lo que conozco, así eres tú, así es tu amor"?
Dejé en visto el mensaje y cerré con fuerza los ojos, mientras apretujaba mi celular contra mi pecho. Esa era una de las razones por las que me daba vergüenza que alguien leyera mi cuaderno. Escribí todo eso cuando tenía rabia y tristeza en mi ser, por lo que ni siquiera me esforcé en que rimara, sonará coherente o fueran comparaciones entendibles. Sabía que quería decir con eso, que sentimientos quería expresar, pero no era un escrito de calidad.
Finalmente, reuní la valentía que me quedaba y respondí.
Ignorando mis errores, buscaba dar a entender que el amor puede cambiar tu vida de un momento a otro, no porque cambies tu personalidad, sino tu forma de ver el mundo, dejas de percibirlo con los ojos y lo haces con el corazón.
Pasados unos segundos añadí.
No siempre es precisamente algo bueno
Owen: Nunca dije que lo fuera.
¿Al músico también le habían roto el corazón?
A los minutos llegó un mensaje más:
Owen: "Si tan solo pudiera soñar un poco más y vivir con tu recuerdo, no con el fantasma que tú amor dejó"
¿Qué tan mal te rompieron el corazón como para que escribas eso?
No te burles, eres tú el que se está aprovechando de eso
Owen: No me estaba burlando.
Pasaron unos segundos en los que ninguno de los dos dijo nada más, supuse que era el fin de nuestra conversación por lo que reanude mi lectura, pero no llevaba ni dos párrafos leídos cuando mi teléfono vibró.
Owen: Sé que va a sonar raro, pero necesito que me resuelvas algunas dudas...
Si es extraño.
Owen: La música se trata de expresar sentimientos y no puedo manifestar algo que no siento, si pudieras explicarme el contexto de algunas cosas, me ayudarías bastante
«La música se trata de expresar sentimientos» No pude evitar pensar en mi hermano y lo que en ese momento tocaba. ¿Qué sentimiento trataba de sacar? Poniéndome a pensar, entendí porque Owen necesitaba que le hablara de lo que sentí cuando escribí todo aquello, si quería hacer su música más real y no banal necesitaba componer a base de emociones. Lo que se me hizo extraño fue porque no componía sobre lo que él sentía, después de todo, parecía ser alguien con mucho que decir.
No lo presionaría por el momento, pero tampoco iba a desahogar todas mis penas con un desconocido.
No puedo hacer eso.
Respondí. Esperé a que el chico me texteara de vuelta, pero no lo hizo. Me sentí culpable y consideré mandarle otro mensaje, pero desistí de la idea porque no tenía nada de lo que arrepentirme, estaba en todo mi derecho de no querer dar explicaciones.
Seguí dándole vueltas al asunto en mi cabeza, cuando un grito proveniente de mi padre interrumpió mis pensamientos.
—¡Este maldito gato me va a matar de un susto!
Me reí por lo bajo y volví a sumergirme en mi lectura para olvidar los problemas que me atormentaban, porque para mí eso eran los libros, la única constante en mi vida que sin importar si había tenido un buen o mal día siempre estaban para consolarme y hacerme olvidar, porque, citando una de mis novelas favoritas "Fueron los libros los que me hicieron sentir que, quizá no estaba completamente sola".
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*La brea es algo que se le pone al arco de un violín para que produzca sonido al roce con las cuerdas. De ahí que Jessia se burlara del nombre.
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