29 | La disculpa
Razón número ocho por la que cupido te odia:
"Donde hay amor las palabras a veces sobran, pero eso Cupido no siempre lo tiene muy en cuenta".
—Bueno, Elián no quiere decirme que fue lo qué pasó, pero sé que nunca haría algo así sin un buen motivo.
Esas fueron las palabras con las que mi madre se abrió paso para entrar a mi habitación. En cuanto se encontró a lado de mi cama, donde yo estaba sentada, extendió una mano y con ella acarició mi cabeza.
—Jessie, ¿tú sabes algo? Ahora mismo es tu padre quien está hablando con él, pero honestamente no creo que tenga mucha suerte.
Seguramente por "hablar" se refería más bien a regañar, porque si mi hermano no daba explicación alguna —como llevaba haciendo las últimas horas— no había forma de que lo dejaran salir invicto de la suspensión de una semana que se ganó por la pelea. El director no quiso escuchar razones y simplemente castigó a ambas partes por igual. Así que sí, aunque mi hermano se había ganado un castigo, lo mismo había sucedido con Mateo.
Tampoco había hablado con Elián desde entonces. No tenía idea de cual era su opinión del asunto ni mucho menos si creía las palabras de mi exnovio. Después del disturbio en los pasillos, un par de profesores obligaron a los alumnos a volver a sus clases y todos tuvimos que seguir actuando con normalidad, pero los rumores no habían tardado en aparecer —podía sentir que la gente me miraba demasiado— al fin y al cabo era muy difícil que una pelea pasara desapercibida.
Sabía que debía muchas explicaciones, sobre todo a mis padres, para que no le echaran la culpa de todo a Elián, que solo había saltado para defenderme. Sin embargo, no tenía idea de por dónde empezar. Ni si quiera sabía que debía sentir. ¿Vergüenza? ¿Rabia? ¿Miedo? ¿Tristeza? Era como si mi cuerpo estuviera en piloto automático y de pronto solo sirviera para respirar.
Abrí la boca en un intento por decir algo, pero para mí sorpresa no fueron palabras lo que salieron, sino un sollozo que después fue seguido por otro. Pude sentir un par de lágrimas salir de mis ojos antes de que mi madre envolviera sus brazos a mi alrededor y me empujara a su pecho. Puso su mano sobre mi cabeza y la deslizó por mi cabello, en un gesto repetitivo, tal como hacía cuando era pequeña.
No supe cuánto tiempo permanecimos así, ni en qué momento me calmé lo suficiente como para contarle la historia completa —desde los problemas en mi relación con Mateo hasta la verdadera razón de la pelea—, solo me di cuenta de que habían pasado horas cuando, a través de la ventana, pude notar que ya había oscurecido. Mamá me escuchó atentamente en todo momento, sin interrumpir ni una sola vez. Cuando finalmente terminé, pasaron unos minutos antes de que ella decidiera hablar:
—Jessie, hay tantas cosas que quisiera decirte ahora, pero aún no creo que sea el momento. Solo hay algo que quiero que sepas y recuerdes bien: nada de lo qué pasó fue culpa tuya y todos los rumores, todo lo que las personas se lleguen a inventar de ti no te define en absoluto. Sé que es muy difícil hacer oídos sordos a lo que dice la gente y no te voy a decir que simplemente no los escuches, porque no es así de simple; pero cada vez que oigas a alguien decir algo a tus espalda quiero que te recuerdes a ti misma que tú eres la única que puede definir quién eres.
Sentí que los ojos se me volvían a llenar de lágrimas, pero traté de contenerme. Me sorbí la nariz un par de veces antes de volver a abrazar a mi madre.
—Y otra cosa, cariño—murmuró pasados unos momentos—. Los chicos como Mateo no te merecen. Sé que no soy nadie para pedirte esto, pero como tu madre te digo que preferiría que no volvieras a salir con alguien así.
—No creo que quiera volver a salir con alguien por un tiempo, créeme. Creo que no sirvo para elegir. Lo siento.
—Si no quieres salir con alguien por un tiempo, está bien. Pero no creas que no sabes elegir, simplemente no sigas aceptando a la primera persona que toque tu puerta. Ya habrá alguien que valga la pena, te lo aseguro.—Me acarició la cabeza—. Y si alguna de nosotras debe disculparse, esa soy yo. Lamento mucho no haber estado para ti y no hacerte sentir la confianza suficiente como para que lo hablaras conmigo cuando pasó.
La última parte la dijo con una sonrisa amarga y me sentí mal. Conocía a mamá, si decía aquello era porque de verdad lo sentía. Se estaba culpando a sí misma, cuando jamás, ni en un millón de años, yo habría pensado algo así.
—No fue por eso mamá—le aseguré—. No es que no confiara en ti. —Me removí un poco nerviosa—. Es solo que creo que no estaba lista para contarlo.
Mucho menos a alguien tan importante para mí.
Cuando finalicé, sentí que ella volvía a abrazarme. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces había hecho eso en lo que iba de la tarde. Me sentí tranquila y segura en sus brazos, hasta que un pensamiento empezó a aparecer en mi mente.
«¿Y quién dice que nunca te iba a contar nada? ¿Nunca se te ocurrió qué tal vez necesitaba tiempo?»
Esas habían sido las palabras de Owen cuando tuvimos nuestra discusión. Nunca se me borraron de la cabeza, pero si había decidido no pensar en ellas, hasta ahora.
Sabía que el chico no tenía nada que ver con esto —más allá de su participación en la pelea original, cuestión que tampoco llegaba a entender—, pero al decirle eso último a mamá, no pude evitar pensar en él y en lo que le había hecho.
De pronto, sentí que un rayo me iluminó y eso me hizo sentir mucho peor de lo que ya me sentía. No podía estar segura, pero era demasiado probable que la razón que yo le acababa de dar a mi madre, era la misma por la que Owen no me había contado nada. Puede que haya sido porque no lo supiera, pero de cierta forma mamá me había dado mi tiempo para decírselo cuando yo me sintiera lista, cosa que yo le había negado al guitarrista.
No sabía que le había pasado, pero debía ser algo lo suficientemente grave como para que no quisiera contarlo en voz alta y, sin quererlo, yo lo había minimizado forzándolo a hablar de algo que no quería. Le estaba negando su espacio. Era cierto que de cierta forma él había hecho lo mismo conmigo, pero eso no me daba derecho para forzarlo a nada.
Me había equivocado. En grande.
Si antes tenía ganas de llorar, ahora ni si quiera sabía como respirar sin sollozar.
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—No sé qué le dijiste a mamá y papá, pero pasaron de regañarme a felicitarme en un corto lapso de tiempo—dijo Elián mientras entraba a mi habitación.
Reuní las pocas energías que tenía y le sonreí. La noche anterior le había pedido a mamá que le contara la historia a papá —no me sentía con ánimos de repetirla y creía que ella sabría ponerla en mejores palabras que yo— y ese día por la mañana le habían quitado el castigo a Elián, aunque seguía sin poder ir a la escuela la semana próxima.
—Solo les dije la verdad.—Me encogí de hombros—. Y gracias.
Él negó con la cabeza, después caminó y se sentó conmigo en la cama.
—¿Recuerdas cómo eras tú la que me ayudaba a levantarme cada vez que me caía de la bicicleta? Bueno, ya era hora de que te devolviera el favor.—Hizo un puño con la mano izquierda y me dió un leve golpe en el hombro. Supe que no hizo el gesto con la mano derecha para que no viera las marcas que los golpes habían dejado en sus nudillos—. Pero, ya en serio, ¿estás bien?—preguntó poniéndose más serio.
—No lo sé.
Fue la respuesta más sincera que pude haber dado y casi dudé al decirla pues Elián se quedó en silencio un largo rato.
—¿Puedo hacerte una pregunta?—dijo por fin.
—Ya me la estás haciendo, pero sí.—Pude verlo rodar los ojos.
—¿Lo que dijo ese cabrón está relacionado con lo que ha estado molestándote?
Recordé una de las últimas conversaciones que habíamos tenido; en la que él me había contado de su rechazo para una beca prometedora. Ese día, de hecho, Owen me había plantado la semilla sobre lo mala que había sido mi relación con Mateo.
—Sí—respondí.
Quizá fue por el hecho de que él había dado un golpe por mí, pero al final también lo conté todo y, sorpresivamente, fue mucho más fácil. Era como si entre más lo dijera, más liberador fuera. Aún dolía, pero de cierta manera sentía que cada vez se me iba quitando un peso de encima. Sin embargo, pude ver por la expresión de mi hermano que él no se lo había tomado muy bien.
—Oh, que ese idiota espere a que se acabe esta semana, porque cuando vuelva ahora sí me aseguraré de romperle la nariz.
Nunca había visto esa faceta suya.
—¿Y ganarte otra suspensión?—suspiré— Déjalo, Elián, no te pongas en riesgo por él, no vale la pena.—Aunque sí debía admitir que el golpe que le había dado me había hecho sentir satisfecha. Pero no le diría eso para no darle más cuerda—. Además, ya le debes a Oliver que te separara de él antes de que un maestro llegara. Pudo ser peor.
—¿Ah? ¿Fue Oliver? Ni si quiera me di cuenta que seguía conmigo hasta que me acompañó a la enfermería.
—Estabas sulfúrico, pero sí, fue él. ¿Qué hacían juntos, por cierto? Creí que lo odiabas. ¿Tiene algo que ver con que lleves herramientas a su casa casi del diario?
Eso último había sido algo que me había estado preguntando últimamente y lo aproveché para cambiar de tema. Elián llevaba casi dos semanas yendo a la casa vecina con toda clase de herramientas; había comenzado con un simple martillo y había terminado por llevarse hasta el taladro. ¿Honestamente? Me daba miedo que su nuevo plan fuera tirar la construcción entera.
—Ah, ¿eso? No tiene nada que ver, en realidad. ¿Ves que se acaba de mudar? Pues su casa está que se cae, así que simplemente lo he estado ayudando a hacer un par de reparaciones. Su padre trabaja todo el día y prácticamente vive con su abuela, así que él se estaba encargando de eso solo.
Parpadeé lentamente y luego enarqué una ceja. ¿Elián con intenciones inocentes hacia el enemigo? ¿Qué estaba pasando? ¿El apocalipsis? Lo que me confundió fue que lo conocía y por sus gestos y forma de hablar supe que no estaba mintiendo.
—¿Y qué pasó con tu plan?
—¿Qué pla..?—empezó confundido, hasta que pareció caer en la cuenta de lo que me refería— Ah, el plan, claro. Esto es parte de eso, confabular con el enemigo, ganarse su confianza, ya sabes—dijo esto último con el ceño fruncido. Sentí que estaba pensando algo que no pude saber—. Además—negó con la cabeza—, mientras estoy en su casa puedo ver a Brea, así que salgo ganando.
Tuve el presentimiento de que me estaba perdiendo de algo, sin embargo, decidí ocupar eso último para decirle algo más:
—Ya que lo mencionas, ahora que has vuelto a ver a Brea, ¿no has considerado regresar a tus ensayos de la orquesta?
Mi pregunta hizo que se tensara visiblemente. Se negó a responder, así que proseguí:
—¿Vas a dejar que las palabras de alguien más definan tu potencial? Es tu sueño, Elián, no dejes que lo que te dijo ese hombre defina cuánto vale. Te lo aseguro, no sabe el talento que dejó ir contigo.
Fingió no escucharme, pero supe que lo había hecho. Sabía que se quedaría pensando y tal vez, solo tal vez, decidiera volver. Solo esperaba que, si lo hiciera, no fuera demasiado tarde.
Elián me sonrió una vez más antes de salir de la habitación y fue hasta el momento en que deje que las palabras se asentaran que me di cuenta qué tal vez yo debería seguir mis propios consejos. ¿No era eso lo que había dejado que me hiciera Mateo?
De nuevo, otra cosa en la que Owen había acertado. ¿Por qué había tardado tanto tiempo en darme cuenta?
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El siguiente día de clases se sintió extraño, casi como un sueño. En primer lugar, Elián no había acudido por su suspensión, pero tampoco lo había hecho Mateo, cuestión que, debo admitir, me hizo sentir un poco tranquila, sin embargo, no tanto como habría querido, porque seguía peleada con Owen y se notaba. Me había planteado hablar con él, pero si antes creía que me evitaba ahora estaba segura. Era como si hubiera borrado su existencia de la escuela.
La situación me traía tan distraída que incluso olvidé mi celular en el salón de clases justo cuando iba hacia la salida de la escuela para caminar a la parada del autobús cuando las clases terminaron. Menos mal me di cuenta antes y pude regresar corriendo al salón, sin embargo, me topé con una sorpresa inesperada.
—¿Quién es?—dijo una voz dentro del aula— Ah, eres tú—añadió una vez que me pudo ver bien.
No les voy a mentir, me dieron ganas de dar media vuelta y salir, pero sabía que debía recuperar mi teléfono, así que le di un saludo sutil con la cabeza y me dispuse a agarrar mi celular y salir lo más rápido posible, para evitar cualquier incomodidad. No obstante, mis planes fueron perturbados cuando volvió a hablar:
—Jessia, a decir verdad, quería hablar contigo desde hace tiempo.
No supe que responder. Ni si quiera tenía idea de que hacía Alessa en nuestro salón. ¿De que querría hablar conmigo la actual novia de Mateo? ¿O debería decir su exnovia? ¿Si era cierto que habían terminado o eran puros rumores?
Asentí con la cabeza, indicándole que la escuchaba, y juré que si me echaba en cara algo, gritaría ahí mismo. Cuál fue mi sorpresa cuando, de entre todas las cosas, lo que dijo fue:
—Yo... Te debo una disculpa.
¿Qué?
Pareció notar mi incredulidad, porque agregó:
—Lo que te hice no fue justo. Sé que esta disculpa llega demasiado tarde y entendería que no me perdonaras, pero aún así quería decirlo.—No la conocía. Casi no habíamos intercambiado palabras, así que no tenía forma de saber que tan sincera era, sin embargo, gran parte de mí creyó que lo que fuera que estuviese diciendo, lo decía en serio—. Seguramente ya has escuchado los rumores de que Mateo y yo terminamos. —Asentí lentamente con la cabeza—. Ahora puedo ver lo que hice, aunque no pueda sentir ni la mitad de lo que debiste haber sentido y, en primer lugar, lo siento por eso. Nunca te defendí.
La verdad es que nunca esperé que lo hiciera.
—Terminé con Mateo porque me enteré de que me fue infiel mientras estaba de intercambio—continuó, sorprendiéndome por completo—. Fue por casualidad, la otra chica con la que estaba ni si quiera sabía que tenía novia, él le había dicho que era soltero.—Creo que mi boca estaba tan abierta que hasta podrían entrar moscas en ella—. Pero cuando lo supe, me sentí fatal y luego me sentí peor cuando me di cuenta de que eso era lo que te había pasado a ti, aunque en ese caso yo sí sabía que Mateo salía contigo y me aferré a él de todas maneras. Te falté al respeto de la peor manera y lo siento. Lo que te hice fue incorrecto.
Habló atropelladamente, pero la entendí bien. Me quedé sin palabras.
Sería mentira si dijera que no le había guardado rencor a Alessa, sin embargo, más que centrarme en ella, mi odio casi siempre fue hacia Mateo. Ya tenía mucho tiempo que no pensaba en la chica. No obstante, el recibir esa disculpa se sintió extrañamente bien, como si fuera algo que en el fondo me faltara escuchar.
—Ya está en el pasado—respondí lentamente—. Pero gracias.
Ella solo asintió con la cabeza.
—De hecho, creo que es otro el que debe más disculpas—agregué pasados unos segundos de silencio incómodo.
—Creo que debe tantas que incluso si se propusiera a hacer una diaria no acabaría hasta los cuarenta.
Ambas son sonreímos cómplices y supe que, si bien no éramos amigas —y quizá nunca llegaríamos a serlo—, no seríamos enemigas y nunca más nos pondríamos a competir por nada, mucho menos por un chico.
Ese día volví a casa y sentí que podía respirar de nuevo. Tenía muchas cosas en que pensar, pero, después de mucho tiempo, sentí que ya no me daba tanto miedo pensar en lo que podría pasar después.
«────── « ⋅ʚ♡ɞ⋅ » ──────»
¡Hola a todos! Quiero disculparme por volver a desaparecerme, la verdad es que he estado bajo mucho estrés y no he tenido tantas ganas de hacer nada, pero bueno, aquí seguimos, al pie del cañón.
Para que me perdonen, les diré algo: en dos capítulos más al fin sabrán que le pasó a Owen. ¿Preparados? La verdad es que yo no. Escribir lo que se viene será uno de los mayores retos de mi vida, pero, en fin, muchas gracias a todos los que se han preocupado por mí y a quienes sigan por aquí. De verdad tienen un gran espacio en mi corazón <3.
¡Nos leemos luego!
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