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26| La tienda de música

Razón número cinco por la que cupido te odia:
"El maldito no comete errores, sabe muy bien con quien usa una flecha de oro y con quien una de plomo".

Las semanas consecuentes fueron un cúmulo de sentimientos caóticos en mi interior. Por una parte estaba feliz porque al final había conseguido obtener la calificación más alta en el ensayo de psicología -apostaba a que la maestra ni si quiera se había percatado de que había escrito todo en una noche-, pero por otra estaba más confundida que nunca, porque por primera vez empecé a considerar todo lo que había escrito ahí como verdaderas posibilidades.

Tal vez, después de todo, no había redactado una sarta de mentiras.

Sin embargo, la parte de escribir aún me inquietaba. Era cierto que la mayoría de los programas de literatura se enfocaban más en el ámbito del análisis, investigación o corrección de textos, no obstante, también iban acompañados de clases de escritura creativa, que parte de mí anhelaba por tomar, pero que no se sentía capaz de hacerlo.

Había intentado leer un par de poemas escritos en el cuaderno, pero lo más lejos que llegaba era a dos antes de que me embriagara un sentimiento de vergüenza. Así que en realidad, seguía sin sentirme capaz de elegir por completo esa alternativa como mi futuro, pero al menos ya tenía algo que antes no: opciones. Eso, por alguna razón, me hacía sentir un poco más aliviada.

También estaba el asunto de Mateo. Diablos, como quería que su existencia dejara de ser relevante para mí, pero por más que quisiera no podía ignorarlo. Ya habían pasado tres semanas desde que el chisme de su ruptura con Alessa inundó los pasillos y había confirmado de buena fuente -Mila- que era verídico, lo que nadie sabía con exactitud era la razón por la que habían terminado. Había cientos de rumores, pero nadie salía a desmentir nada. Unos decían que probablemente Alessa lo había engañado, otros, que seguramente se había embarazado y algunos otros eran mucho peores.

Lo que más me cabreaba del asunto era que todos parecían justificar la razón por la que Mateo la había terminado, haciendo que la culpa recayera en ella. Alessa y yo no éramos precisamente las mejores amigas, pero yo sabía lo que era que rumores sobre ti se esparcieran por toda la escuela y no creía que nadie se mereciera pasar por aquello.

Pero lo peor de todo era que, a pesar de que sentía lástima por ella, no me atrevía a hacer nada.

A estas alturas mis nervios se habían calmado un poco, no me había vuelto a encontrar con mi ex y ya estaba convencida de que lo que fuera que hubiera pasado no tenía nada que ver conmigo. Tal vez, de los dos, la única que no había seguido adelante había sido yo.

Sacudí mi cabeza de un lado al otro y traté de olvidarme de eso por un momento, porque había otro problema en la ecuación, uno en el que si tenía algo que de momento podía hacer. Mi mente volvió a la realidad cuando escuché una melodía de violín impregnarse en mi habitación, lo que reconocí como La Chacona de Vitali -cuando vives con un músico es imposible que no memorices los sonidos de algunas piezas, aun si tú no tienes oído musical-, resonó en las paredes de mi habitación, que se encontraba justo a lado de la de Elián.

Me levanté de la cama y caminé lentamente hasta llegar a la puerta, haciendo mis movimientos con menos rapidez de la habitual, para darle tiempo a mi hermano de que terminara la canción. No quería interrumpirlo, sobre todo desde que estos últimos días -por alguna razón que desconocía- había empezado a tocar un poco más periódicamente. Así que cuando abrí la puerta de su cuarto, se encontraba tocando la última nota.

En cuanto terminó me dirigió una mirada y después reposó el instrumento cuidadosamente sobre su cama, intuyendo que venía por algo.

—Eso sonó bien—comenté, porque era cierto. Elián siempre sonaba bien.

—Me equivoqué dos veces por el principio y mi afinación fue muy alta al final-respondió encogiéndose de hombros. Yo no entendí muy bien a qué se refería—. Creí que ya había dominado esta variación de la canción, pero veo que no me sorprendió que, aunque la frase sonara desalentadora, lo había dicho con un brillo en sus ojos, no con lamento, sino como un reto que debía superar, lo cual ya era un pequeño cambio y no pude evitar sonreír por ello, cosa que él notó, porque preguntó—: ¿Qué?

—Nada—Ahora fue mi turno de encogerme de hombros—Solo me alegro de que vuelvas a tocar—completé.

—Si, si, si—contestó haciendo un gesto con la mano, restándole importancia, pero lo conocía lo suficiente como para saber que hacía eso porque se sentía cohibido, por lo que no me extrañó que cambiara de tema— ¿Qué necesitas?

Lo dejé estar y pasé a la parte un poco más complicada de esta conversación. La razón por la que había venido era porque estaba dispuesta a tachar una cosa de mi lista de pendientes, eso y que era él único asunto del que me sentía capaz de hacer algo.

Llevaba días dándole vueltas al asunto de Owen en mi cabeza y había llegado a la conclusión de que no llegaría a ninguna respuesta directamente por su parte, así que me tocaba jugar al detective y buscar información por vías alternas. No sabía cuándo exactamente había decidido que iría a la tienda de música en la que habíamos comprado la guitarra de Denisse, para hablar con el dueño —que parecía conocer al guitarrista desde hace tiempo—, pero entre más lo pensaba más tentadora se hacía la idea, hasta que ya no pude sacarla de mi mente.

Era ahora o nunca.

La cuestión era que aún creía qué tal vez Elián podía hablar con Owen y este día parecía la ocasión perfecta. El chico se encontraba abajo en estos momentos, dándole su habitual lección de guitarra a Denisse y por lo que sabía hoy le estaba enseñando a leer partituras, razón por la cual no había sonido alguno de cuerdas siendo tocadas. Había pensado que podía irme a la tienda de música antes de que terminaran sus clases y dejar a Elián de encargado, pedirle que le dijera a Owen que tuve que salir de último minuto y que de paso, como quien no quiere la cosa, le dirigiera un par de palabras.

Le comuniqué eso mismo a mi hermano y él me miró no muy convencido, pero aún así respondió con un «vale». Si tenía más objeciones al respecto, se las guardó y en su lugar mencionó algo de su parte del trato.

—¿Cuál es tu estatus de la operación de extracción?

—¿Disculpa?

—Que si has hablado con Oliver estos días—aclaró con cansancio mientras rodaba los ojos, como si su pregunta anterior hubiera sido lo suficientemente obvia—. Entrar en confianza, convencerlo de que somos buenos y luego tener a Brea de vuelta, ¿recuerdas?-añadió.

Y eso era lo que me daba miedo de empezar esta conversación. Los últimos días había tratado de disuadirlo, pero el chico era obstinado e iba en serio, incluso lo había visto salir de la casa del vecino un par de veces las últimas semanas, sin tener remota idea de que estaba pasando entre ellos. No estaba segura de querer saber en qué lio se estaba metiendo.

Por mi parte no había intercambiado más que saludos con Oliver cada vez que nos chocábamos en el pasillo de la escuela o en el camino a casa; después de la vez que ambos llegamos tarde al colegio no habíamos vuelto a mantener una conversación; pero estas eran cosas que claramente no podía decirle a Elián, así que le dije una mentira piadosa y le aseguré que estaba haciendo lo posible para cumplir mi parte del plan.

La verdad me sentí culpable cuando me di cuenta de que me había creído.

¿Dios, desde cuando mentir se había vuelto un poco más sencillo?

Tenía miedo de no poder ponerle un alto a eso.

Decidí dejar de pensar en ello y mejor salí de la habitación de mi hermano, dejando la situación en sus manos y confiando en que la charla con Owen iría bien. Salí de la casa no sin antes avisarle a mi padre y luego me dirigí a la parada de autobús más cercana; tenía todas mis esperanzas puestas en el hombre de la tienda de música y no pude evitar sentirme emocionada en el trayecto.

Si tuve un mal presentimiento en ese momento, decidí ignorarlo.

«────── « ⋅ʚ♡ɞ⋅ » ──────»

Al entrar a la tienda me embriagó la imagen de una sala repleta de instrumentos, pero lo que debió haberse visto ordenado, con estantes pulcros en cada esquina, guardando violines, guitarras ukeleles y violas, era más bien un caos, con estuches abiertos en el suelo, violines sujetados por algún mecanismo en el techo, guitarras pegadas a la pared, flautas encaramadas sobre estantes envueltos en periódico, bocinas tiradas descuidadamente en las esquinas, bastantes pilas de discos amontonadas alrededor de las paredes y un enorme piano en el centro de la sala. No recordaba que se viera así la última vez.

Sin contar los objetos, el establecimiento se encontraba vacío, lo cual me hizo cuestionarme a quien le venderían todos los instrumentos. No obstante, a pesar de que no hubiera ninguna persona dentro, el silencio era algo que no se adueñaba del ambiente. Había música -que reconocí como el rock de los noventas que mi padre escuchaba en casa a veces-, inundando la sala y el sonido de un perro ladrando en alguna parte. De entre tanto ruido, no creí que se escuchara el sonidito que emitía una pequeña campana situada en la puerta, que indicaba cuando un nuevo cliente entraba al local.

Me abrí paso a trompicones, esquivando un par de estuches tirados y llegué a lo que reconocí como el mostrador, dónde me di cuenta que me había equivocado, pues el local no estaba desolado. Sentado sobre el escritorio, afinando una guitarra, se encontraba Tiago, con el mismo aspecto de la primera vez que lo había visto, y, frente a él, un chico de cabello rubio que parecía estarle diciendo algo que no alcancé a escuchar por la música. El hombre rió de forma despreocupada, inclinando su cabeza hacia atrás y dejando que los mechones largos de cabello negro resbalaran por sus ojos. Cuando la carcajada murió en su garganta, fijó su vista al frente, aún con la sonrisa en la cara, y su mirada cayó en mí. La sonrisa no se esfumó, pero sus ojos se entrecerraron, analizándome de pies a cabeza, como si tratara de recordar de donde le sonaba mi cara; no pasaron ni diez segundos y su rostro demostró reconocimiento.

—¡Eres tú!—exclamó por encima de la música, lo suficientemente fuerte como para que yo lo escuchara.

El chico que lo acompañaba se volteó y me estudió con la mirada, guardando un gesto serio pero relajado. Tiago apagó la música mientras yo buscaba las palabras correctas para cubrir el repentino silencio, cuando el chico rubio se separó del mostrador y empezó a alejarse unos cuantos pasos.

—Bueno, Tiago-dijo—, creo que ya debería irme—se despidió del hombre con un asentimiento de cabeza, mientras que a mí solo me dirigió un fugaz mirada—. Y deberías apurarte con tu remodelación, antes de que espantes a más clientes—añadió mirando los instrumentos.

—Pues ella acaba de entrar ¿no?—le respondió el mencionado señalándome a mí, a lo que el chico rodó los ojos—. Que te vaya bien, Miguelconcluyó haciendo énfasis en su nombre, cosa que pareció molestar al otro, porque resoplando mientras abría la puerta, gritó:

—¡Qué es Mike!

Tiago le restó importancia con un gesto de la mano y murmuró «estos jóvenes con complejos de artista» a nadie en particular, depsués, una vez que la puerta se cerró detrás de ¿Miguel? ¿Mike? Se volvió hacia mi y me dirigió una sonrisa afable.

—Jessia, ¿verdad?

Asentí con la cabeza.

—Por un momento dudé, pero te recuerdo—comentó dejando la guitarra a lado suyo, sobre la superficie de madera en la que se encontraba sentado—, además, Yaziel habla mucho sobre ti y tu hermana.

Ante la mención del segundo nombre de Owen me desconcerté por unos segundos. El hombre hablaba con mucha familiaridad de él, como si se tratase de un viejo amigo, lo cual me hizo sentir más segura de mi decisión. Tal vez aquí encontraría todas las respuestas que necesitaba.

Pero... Espera un segundo "Yaziel habla mucho de ti y tu hermana"

¿Owen le hablaba sobre mí y Denisse?

Ese pensamiento me hizo sentir de una forma extraña que decidí ignorar -junto con el leve sonrojo de mis mejillas -Había venido por algo y no iba a desviarme.

—¿Vienes por un instrumento?—preguntó amablemente. Me hizo sentir mal el hecho de que no fuera a comprar nada y consideré llevarme un par de cuerdas para Denisse, pero luego recordé que solo había traído el dinero justo para tomar el autobús de ida y vuelta, por lo que descarté la idea.

Negué con la cabeza-Soy la única de mi familia sin aptitudes musicales, a menos que las clases de flauta de la primaria cuenten-bromeé, ni si quiera recordaba como tocar la estrellita en ese instrumento.

El hombre simplemente sonrió. Era una de esas personas que te hacía entrar en confianza en cuestión de segundos, podía entender porque Owen se llevaba bien con él, aunque no entendía qué tipo de relación tenían con exactitud.

—Entonces supongo que vienes por otra cosa-comentó él recargándose en su escritorio.

Volví a asentir con la cabeza, no muy segura de cómo empezar esta conversación—Cuando...—balbuceé jugando con mis manos, tuve el impulso de bajar la vista, pero me mantuve firme y miré a Tiago directo a los ojos, que no se veían reprochadores ni molestos, simplemente curiosos- Cuando vinimos aquí con Owen me agradeciste por traerlo de vuelta, ¿te referías a la tienda?

Él suspiró, como si ya supusiera desde un principio lo que estaba por preguntarle.

—Hacía tiempo que había dejado de venir, sí, pero me refería más a la música-respondió con la mirada fija en la pared de enfrente-Él dejó de tocar después de lo qué pasó. Me visitó un par de veces, pero eventualmente dejó de venir, supongo que le dolía recordar.

Entonces le había sucedido algo.

—¿Qué fue lo que le pasó?—pregunté.

—¿No te lo ha contado?—me cuestionó en respuesta. Debió ver mi mirada de confusión, porque agregó—: Supongo que se sigue culpando, todos intentamos hablar con él, pero no escuchaba a nadie y sus padres...—la sonrisa que había tenido al inicio de la conversación ya se encontraba borrada y en su lugar había un gesto de tristeza— Ellos tampoco sabían que hacer...—concluyó.

Nos sumimos en un gran silencio por un rato, él seguramente estaba recordando mientras yo trataba de hacer sentido a sus palabras, intentando conectarlas a la teoría que tenía Elián.

—No creo ser la persona indicada para hablarte de esto—dijo lentamente, recuperando la compostura— Es un tema delicado para él, creo que es mejor que se lo preguntes directamente.

Si supiera cuantas veces lo había intentado.

—No me dice nada-susurré—. Siempre evade las preguntas o desvía el tema.

Ante esto él sonrió de lado, después junto sus cejas, ablandando su expresión— Te preocupas por él, ¿no es así?

Su pregunta me tomó por sorpresa, pero instintivamente contesté con un «si», que pudo haber sido la afirmación con más seguridad que había dicho en mi vida.

—Me agradas—decidió de la nada, sorprendiéndome—. Estoy seguro de que te lo contará eventualmente—añadió—, al chico siempre le costó trabajo abrirse a las personas, cuando recién empezó a componer canciones fue para expresar sus sentimientos hacia la gente, porque la música era la única forma que encontró para expresarse—habló sonriendo, mientras miraba el techo—. Después fue madurando y su música también. Tiene talento y sé que no ha sido el mismo desde entonces y probablemente no vuelva a serlo nunca, pero desde que te conoció ha vuelto a la música y aunque él siga negándolo, creo que empieza a recuperar su amor por ella, así que gracias—Volvió a mirarme, sonriendo otra vez.

No sentí que hubiera algo que agradecer.

—En realidad yo no hice nada-dije—. Él empezó a componer por un programa de música al que se inscribió.

Tiago frunció el ceño, confundido.

—Eso es raro, ¿por qué no lo dijo antes?—balbuceó más para sí mismo que para mí— ¿Habrá sido porque..?—sacudió su cabeza, como si tratara de poner orden a sus pensamientos, luego volvió a dirigirse a mí— Le preguntaré sobre ello la próxima vez que venga.

Esto se ponía cada vez más raro. Ahora sentía que tenía más preguntas que respuestas. Pero ya ni si quiera sabía que decir, necesitaba procesar en frío toda la información dada antes de decidir qué hacer a continuación.

—Sé que probablemente viniste aquí para aprender más de él—comentó el hombre, como si leyera mis pensamientos—, pero te aseguro que no puedo decirte nada que no sepas ya. Me alegra que Yaziel tenga a alguien que se preocupe por él tanto como tú y creo que en el fondo el igual lo valora; ha ido cambiando poco a poco y seguro más pronto que tarde te contará aquello que buscas saber-aseguró, totalmente convencido. Yo no estaba tan segura.

¿Qué le había pasado a Owen? ¿Por qué había decidido de pronto volver a la música?

En ese entonces no sabía que tan cerca estaba de descubrirlo.

«────── « ⋅ʚ♡ɞ⋅ » ──────»

¡Holaaaaa! Como ya me explayé en la nota anterior aquí seré breve, muy breve, tan breve que solo dejaré la canción de esta ocasión y me iré jajaja.

En esta ocasión se trata de Trampoline por SHAED y ZAYN.
Ya solo falta una canción más y la Playlist está completa, ufff no puedo creer que ya estemos en este punto :')

Gracias por seguir aquí ♥️

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