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Capítulo 26

Recordatorio

Sonreí al ver a Julia dándolo todo en la pista de baile, ¡la chica sí que tiene ritmo! Raúl la acompañaba. Sacudía los hombros y los pies de un lado a otro de manera errática; sus movimientos me recordaron a un robot oxidado. A Julia le daba igual como él bailara, lo único que le importaba era tenerlo a su lado. Mantener la relación a distancia era un reto que ambos debían superar.

No me uní a ellos en la pista, preferí quedarme junto a mi familia. Después de la presentación de mi padre como candidato oficial, habíamos recibido más de una mirada de odio por parte del consejo y alguno que otro comentario ofensivo. Los Álamos necesitaban tiempo para adaptarse al cambio. No podían seguir rigiéndose por las leyes arcaicas que establecieron nuestros antepasados.

—Estoy un poco nerviosa —admitió mi madre, frotándose la panza por encima de la tela carmesí del vestido.

—Todo va a estar bien —la consolé.

Mi padre nos sonrió con tristeza.

—Lo siento, nunca debí haberlas traído aquí. Han corrido peligro por culpa de mis decisiones.

—¿De qué hablas, Félix? —preguntó mi madre, dándole un golpecito en la frente—. Eres parte de los Álamos, y nosotras somos tu familia.

—Lo siento —repitió. Se apresuró a limpiarse una lágrima que le corría por la mejilla.

—Escúchame bien, elegimos venir contigo. No eres culpable de nada.

—Mamá tiene razón —añadí—. Tomamos la decisión juntos, y fue la mejor decisión que pudimos tomar. Este lugar nos ha salvado, a los tres.

Mi padre tomó nuestras manos, uniéndolas las de él con las nuestras.

—Nunca permitiré que alguien le haga daño a mi familia.

Sabía que mii padre había tomado la decisión de postularse por mí. Él renunciaría a todo por salvarnos, y yo haría lo mismo por ellos.

—Félix, si puede venir un momento con nosotros —Pidió uno de sus compañeros de trabajo—. Debatiremos con Edgar algunos temas legales.

Papá nos dio un beso a cada una antes de irse.

—Mamá...

—Vamos —me guiñó un ojo—. Te ha visto todo el pueblo.

Oculté la cara entre las manos, avergonzada.

—Me gusta esta nueva Ana, audaz y valiente —me jaló con cariño un mechón de cabello—. Mi pequeña oruga se ha convertido en una hermosa mariposa.

—Una Morpho azul, es mi preferida.

Echó la cabeza hacia atrás, riendo a carcajadas.

—Creo que tu abuela eligió bien el amuleto.

—Lo hizo —confirmé.

Toqué la mariposa que ahora brillaba junto a la estrella. Mi espíritu regresaría convertido en una al morir. Una nueva forma, una nueva vida.

—Tengo miedo —confesé.

—Ana, el amor es como una planta. Deben cuidarlo cada día y verla crecer juntos. Verán sus frutos, algunos dulces, otros amargos. Y no faltarán las hierbas malas que los rodeen —admitió—. Solo no lo dejen marchitar.

Asentí agradecida.

No me refería a ese miedo. Mi vida en estos momentos era un reloj de arena a punto de desbordarse. Voltearlo no serviría de nada.

Divisé entre la multitud a Marián. La bruja parecía haber estado leyendo mis pensamientos. Levanté la cabeza en su dirección, intuía el motivo de su presencia aquí. Movió los labios, formando una palabra: "Hablemos". Señalé con la mano el baño, en ningún otro lugar tendríamos privacidad.

—Necesito ir al baño —murmuré—. Cuando papá regrese vuelvan a casa. No creo que tanta negatividad sea buena para Dylan.

—¿Alex te llevará?

—Sí, no me tardaré en regresar.

Caminé en dirección al baño. Marián ya me esperaba adentro. Había olvidado lo rápido que podía moverse.

—Hola, niña —sonrió con amargura. La bruja lucía radiante en una falda negra que rozaba sus tobillos y una blusa de brillantes del mismo color.

Di un paso hacia ella.

—¿Cuánto tiempo sin verte? ¿Cuánto ha pasado? Seis...

—Siete —corrigió—. No olvides porque estás aquí.

—No lo hice.

—Vi el espectáculo de antes, evita distraerte.

Apoyé mi espalda en la pared. Alex nunca sería una distracción.

—Él me ha estado persiguiendo —confesé.

Marián bajó la cabeza, entendiendo.

—No debes dejar que él se acerque antes de que esta misión termine.

—Lo sé.

—¿Tienes alguna idea de quién pueda ser?

Negué con la cabeza.

—Solo tengo sospechas.

—Tal vez tus sospechas no estén desacertadas, él está aquí esta noche.

—¿Cómo lo sabes?

—También tengo mis sospechas.

Marián avanzó en dirección a la puerta. Afuera se escuchaban voces acercándose.

—Nos vemos en la noche del décimo día.

—Espera, necesito tu apoyo en algo más.

La anciana levantó la ceja en señal de pregunta. Me acerqué a su oído y le susurré las palabras.

—No te prometo nada —murmuró, alejándose.

Un grupo de jóvenes algo ebrias entró al baño. Una casi me vomitó en el vestido. Esperé a que Marián se adelantara para salir.

—Ana.

Me volteé al escuchar la voz del doctor Lewis. Sus ojos verdes estaban llenos de odio.

—Lo siento, no teníamos idea de que usted...

—No te preocupes, Ana. Sé que no lo hicieron a propósito.

—Lo lamento.

Curvó los labios en una sonrisa forzada.

—Espero que sigamos siendo amigos, cuando resulte ganador de las elecciones —añadió lo último en un ademán.

Tragué saliva, evitando su mirada. ¿Tan seguro estaba?

—Nicolás —demandó Edgar con voz seria. No había notado su presencia hasta oírlo.

—Abuelo —respondió él, apretando los dientes.

El anciano apoyó el bastón entre ellos.

—No deberías ocupar demasiado tiempo de la señorita Ana, ella es nuestra invitada de honor.

—Solo estábamos conversando, ¿verdad, Ana?

Edgar frunció el ceño.

—Vuelve con tu hermana —ordenó—. La señorita y yo tenemos una conversación pendiente.

Lewis le restó importancia con un encogimiento de hombros.

—Nos veremos pronto —murmuró antes de marcharse.

Suspiré aliviada al verlo ocupar el asiento junto a Sofía. "¿Qué le pasa?"

—Disculpe a mi nieto, la propuesta de esta noche nos ha sorprendido a todos.

—Entiendo.

—¿Qué opina usted al respecto?

—Confío en que tomarán la mejor decisión para todos —corté de forma tajante.

Edgar sonrió.

—Me recuerdas a ella.

En el momento en que vi la tristeza en sus ojos supe a quién se refería.

—Todos la extrañamos —confesé.

—Ella fue una mujer fuerte y precavida. Espero que usted, señorita Ana, haya heredado esas cualidades.

Sostuve su mirada. ¿A qué se refería?

—El lago al que tanto se aferra es más importante de lo que crees. Los Álamos no existirían sin él, y las leyendas que lo rodean. —Dio dos golpes con su bastón en el suelo—. Ahora que estoy retirado, dirigiré todos mis esfuerzos en preservarlo. Espero que me veas como un aliado, las leyendas no deben morir.

Retrocedí con cautela. ¿Cuánto sabía el anciano de mi relación con Alba?

—Gracias, lo tendré en cuenta.

—No soy tu enemigo. Sé lo que ocultan bajo las aguas —bajó la voz a apenas un susurro—, ya no estaré para proteger el verdadero tesoro.

—¿Cómo?

—Estas canas no son por gusto —sonrió—. Ten cuidado, señorita Ana, no soy el único en este pueblo que conoce la verdad.

Asentí. ¿Cuántos conocían la verdad? ¿Cuántos estaban dispuestos a matar para evitar que salga a la luz? ¿Cuántos ya lo habían hecho?

—¿Qué pasó? —preguntó Alex al regresar—. Te ves pálida.

—Llévame a casa —pedí con voz débil—. Ningún lugar es seguro.

***🦋***

N/A: ¡Hola! Ya en el desenlace de esta historia, faltan pocos capítulos para el final y poder descubrir al final quienes son los verdaderos enemigos en esta historia y la forma de detener la maldición. No olviden dejar sus comentarios con sus impresiones de cada personaje y votar en sus capítulos preferidos. ¡Saludos!

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