Capítulo 14
Renacer
—¿Trajiste todo lo que te pedí? —preguntó Marián, abriendo la puerta al sentir mi presencia. ¿Cómo lo hacía?
—Sí, todo —sonreí satisfecha.
Con cuidado, esparcí los objetos en la mesa de la cocina mientras ellas los observaba atentamente.
—¿Eso que salva y destruye? —interrogó.
—La moneda. Tuve que pedírsela de vuelta a Alba.
Marián asintió.
—¿El elemento que las une?
Levanté un frasco de cristal lleno de agua.
—Fue lo más difícil, pero elegí el Lago. Nada nos une más.
—Interesante elección.
—Espera, ¿podía elegir?
—Continuemos —regañó Marián con voz seria—. ¿El objeto mágico?
—Mi colgante de mariposa —respondí. Me quité el collar y lo añadí junto a los demás objetos—. Siempre lo he tenido puesto, espero que no lo dañes mucho.
—Muy bien. La prenda ofrecida con amor decidimos que sería el manto. Faltan el sueño que no pudo ser y la representación del amor perdido.
—Puse la carta de aceptación de la universidad, quería ser doctora. También añadí el trozo del vestido de novia de Alba que estaba en el libro. Estoy segura de que, de no haber muerto, se hubiera casado con Mario.
—Lamentablemente, nadie elige como terminarán las cosas. Por eso es nuestro deber ayudarlos en su travesía. Eres un faro, niña, aunque aún no lo sepas.
No podía entender la magnitud de mi misión, pero algo era seguro: lucharía por encontrar justicia para ambas.
Los ojos de Marián se posaron con tristeza en la boina de cartero.
—No quiero ni preguntar de dónde sacaste eso.
—Mejor no —sonreí.
—¿Y para ti?
Con el mentón señalé el ramo de rosas. Marián asintió, suavizando la expresión en su rostro.
—¿Ha venido Isabela? —pregunté, cambiando el tema.
—No, les tengo prohibido venir aquí. Voy a visitarlas a su casa cuando tengo la oportunidad.
—¿Y la cena?
—Para mi familia.
—No acabas de decir que...
—Mi otra familia, una con lazos más fuertes que los sanguíneos. ¿Alguna otra pregunta?
Intuí que Marián sería una bruja solitaria, una de esas gruñonas que convertían a los niños en animales en las noches, pero parece me equivoqué en lo primero. ¿Qué otras criaturas de leyendas vagaban en los Álamos?
—Ayúdame a llevarlo todo —pidió Marián, interrumpiendo mis pensamientos—. Tengo el caldero listo en la última habitación.
—¿La del final del pasillo?
La bruja me miró extrañada.
—¿Sabes lo que le pasó al gato por curioso?
—¿Murió?
—No, algo peor. Ahora sígueme.
Seguí a la bruja por el estrecho pasillo sin hacer más preguntas. La sombría habitación, además de necesitar una capa de pintura, no parecía aterradora. Un sofá de dos plazas ocupaba el lugar donde debería estar la cama. El resto del espacio estaba lleno de estantes, baúles y bancos de madera. En el centro, una reluciente olla de metal iluminaba la habitación. Debajo había círculos concéntricos dibujados con tiza blanca y grabados similares a los de los libros.
Marián me ordenó verter todo dentro de la olla mientras iba en busca del libro de hechizos. Completé las indicaciones de la anciana y dediqué el tiempo restante a husmear la habitación en su ausencia.
Ignoré los frascos con partes de animales en la repisa y me concentré en los libros antiguos. No pude leer ninguno. Debía pedirle a la anciana que me enseñara el idioma en mi próxima visita.
Uno de los baúles se abrió a mi paso. Asomé la cabeza, vencida por la curiosidad. Adentro solo había remolinos de oscuridad formando... ladeé la cabeza. Una mano de humo y niebla se abalanzó en mi dirección, directo a mi cuello. Cerré el baúl de un golpe. ¿Qué demonios era eso? Agarré todo lo que encontré de peso a mi alrededor y lo coloqué en la tapa del baúl.
Esperé unos segundos a que mi respiración se acompasara para proseguir con el escrutinio. Regla vital: No abrir nada. Regla no tan vital: Espiar sin llamar la atención.
En una de las paredes, a modo de árbol genealógico, había marcos redondos con imágenes de mujeres y hombres con el rostro semi cubierto. El último de los marcos estaba vacío y en el antecesor a este estaba Marián. Reconocí el mentón cuadrado y la pequeña verruga encima del labio a pesar de la falta de nitidez en los rasgos.
Pasé los dedos por las iniciales bajo los cuadros, comenzando con la M de Marián. En l apunta había una joven con la barbilla angulosa y los labios gruesos identificada con la letra B, a su lado había un joven muy parecido con la letra M debajo. Los que estaban antes que ellos y por debajo hasta llegar a Marian no tenían letra. Continúe hasta finalizar el tronco del árbol. ¿Dónde estaban los demás?
—Eres una bruja de verdad —afirmé al escucharla entrar—. Me mentiste.
—No lo hice. Los de mi especie no entramos en esa definición —me jaló por el brazo hasta el caldero—. Mi padre venía de una línea antigua, casi extinta. Llegaron aquí antes que tu lago se formara. No supe de su existencia hasta que comencé a buscar una forma de destruir la maldición. Sacrifiqué mi alma por heredar esa magia. Lo sacrifiqué todo.
—¿Por qué no pudiste romperla?
—Porque no es mi deber hacerlo —dijo con tristeza—. He hablado demasiado. Ahora concéntrate antes de que me arrepienta de hacer esto.
La bruja abrió un libro carmesí decorado con pequeñas gemas de diversos colores que, si lo mirabas desde cierto ángulo, formaban un mapa estelar.
—No menciones ni una palabra hasta que finalice o el hechizo puede salir mal.
—¿Has hecho esto antes? —pregunté preocupada.
—No, pero confío en que los ancestros guíen mi mano. Guarda silencio, voy a comenzar.
Marián cerró los ojos, concentrándose. Al abrirlos, comenzó a recitar oraciones en un idioma que no conocía.
Las ventanas se cerraron de un golpe y por un momento todo se volvió oscuro.
Vacío el contenido de varios frascos en el interior del caldero sin dejar de pronunciar los versos. Un humo plateado comenzó a llenar la habitación, contrastando con la oscuridad. Marián estaba en trance, su cuerpo temblaba y se sacudía violentamente. Sus pupilas tomaron una coloración escarlata y la piel palideció. Por unos minutos reinó el caos.
Intenté huir, pero unas manos invisibles me sostuvieron en el lugar. Sea lo que sea que estuviera ocurriendo, me quería allí. Mordí el labio inferior, evitando que escapara cualquier sonido.
—Ha terminado —me informó Marián—. Lo único que se podrá salvar es tu collar. Posee más magia de lo que creí.
Asentí, incapaz de hablar.
Marián vertió en un vaso el líquido espumoso de color ambarino resultante de la mezcla en la olla.
—Bebe.
Obedecí, tragando sin chistar todo el contenido a pesar del asco.
—Listo. ¿Qué sucederá ahora?
—Ahora —dijo con voz carrasposa—, volverás a la vida.
Le escupí en el rostro los restos del líquido.
—¿Qué?
—Niña estúpida —gruñó, limpiándose con un pañuelo—. Has oído bien, regresarás a la vida.
Miré mi cuerpo, no parecía haber cambiado en nada. Viva. Viva. Viva. Se repitió en mi cabeza sin cesar.
Fui presa de un colapso emocional y no pude evitar llorar.
—No te emociones, solo será por diez días. —Me tendió el pañuelo—. No puedo extenderlo más.
Sonreí de igual forma, atesorando el momento.
—Han pasado cien años de la maldición, ¿crees que tengo alguna oportunidad?
—Si no creyera en que puedes, no te hubiese ayudado. Confía en ti.
—Gracias, mil gracias.
—Vuelve al lago, Ana. Despertarás donde finalizó tu vida. Lo que parece a veces un final es solo un nuevo inicio.
*** 🦋***
N/A: ¡¿Devuelta a la vida?!😱 Veamos como se desempeña Ana en estos 10 días y si puede cumplir con su difícil tarea. ¡¡¡Un saludo a todos!!! Gracias por leer.
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