Capítulo 6
Narra Isaac
La tortura no había cesado luego de la primera vez. Los soldados se aprovechaban de mi como querían, pero puedo amortiguar todo lo que me hacen simplemente pensando en Noah; él me mantiene fuerte en todo esto. Gracias a él aún tengo la esperanza de salir vivo de la guerra. Cuando pude escaparme, me dirigí al borde del cerco encontrándomelo sentado como siempre, al verme una amplia sonrisa apareció en su rostro.
—Te veo feliz, ¿pasa algo? —asintió aun sonriendo—. ¿Qué sucede? Cuéntame —le sonreí también.
—Antes que nada —se puso algo serio—, ¿te han tocado de nuevo? —bajé la mirada y jugueteé con mis manos unos instantes—. Isaac... —no quiero contestarle, no quiero arruinarle la felicidad que tiene ahora—. Por favor contesta —simplemente asentí. Escuché un suspiro por su parte—. Está bien, te haré pasar unas muy pequeñas vacaciones —levanté la mirada hacia él sin entender de que hablaba—. Mañana vendrán mis abuelos temprano. Por la tarde, mis padres y mi hermano se irán a una cena de gala o algo así, en todo caso es algo militar que no me incumbe ni me interesa —volvió a sonreírme—. Estoy seguro que si le cuento lo que sucede contigo, dejarán que pases los dos días que estén mis padres fuera —lo miré desconfiado; ¿pasar dos días en la casa de un general nazi? No creo que un chico judío en esta época debería estar en una casa así.
—No lo sé, Noah —él extendió su mano por el cerco, yo, como siempre, la tomé y la coloqué en mi mejilla.
—Tú tranquilo —acarició mi mejilla con su pulgar—, estarás bien, ¿sí? Ellos están en contra de todo esto. Odian a mi padre por estar del lado de Hitler —movió un poco su mano para poder tomar la mía—. Estarás bien con nosotros, Isaac. Serán unas pequeñas vacaciones de todo esto —dudé un par de segundos, pero luego asentí. De repente, apartó su mano de mí, sacó una pequeña libreta y un lápiz, y escribió algo.
—¿Qué haces?
—27859 —me dirigió la mirada nuevamente—. Cuando mi abuelo venga a pedir que te saquen, tendrá que darles ese número —guardó la libreta y el lápiz—. Si le da solo tu nombre no sabrán quién eres, con tu número será más fácil identificarte —me le quedé mirando unos segundos; no imaginé que supiera algo como eso. Digo, es para idiotas eso de saber lo de los números de prisioneros, pero él no tenía ni idea de la guerra hasta hace un par de semanas.
Luego de aquello, y cuando creí que había pasado mucho tiempo lejos de los demás, nos despedimos. Noah me dijo que no me preocupara y que pensara que mañana por la noche tendré comida, agua caliente y una cama cómoda donde dormir. Me dirigí con los demás sintiendo, de repente, la mirada fija de Kaiser sobre mí, mirarlo de reojo me bastó para darme cuenta de que tenía sus ojos clavados en mí. Sé de sobra que esta noche se meterá en el dormitorio agazapado en las sombras y me sacará a rastras de allí para poder torturarme con sus compañeros. Me acerqué rápidamente a mi padre y me tomé de su brazo evitando cualquier contacto visual que pudiera tener con Kaiser o los demás.
Luego de darnos aquella helada ducha, nos dirigimos a la habitación o al menos era lo que quería hacer yo, pero, cuando me dirigía con los demás a la habitación, Kaiser me detuvo en la puerta.
—¿A dónde crees que vas? —solté un suspiro; todo empieza de nuevo, al menos puedo pensar en que pasaré dos días sin la tortura de Kaiser y el par de idiotas que lo obedecen.
Nuevamente tuve que visitar su cuarto, estar en su cama y ver su asquerosa cara cerca de la mía. Me sentía realmente sucio cada vez que volvía a la habitación con los demás; me sentía impotente e inútil por no poder parar esta situación, aunque mi padre y todos los demás intentaban animarme y decirme que todo esto pronto acabaría.
A las cinco de la mañana sonó la voz de Kaiser desde la puerta haciéndonos despertar a todos a gritos. Todos salimos de la habitación a hacer nuestros quehaceres; sabía que hoy Noah no vendría, ya que estará ocupado con sus abuelos. Además, seguramente esperará hasta que sus padres se vayan para poder hablar sobre mí con ellos.
El día me pareció tortuosamente largo, las horas pasaban como años, tan lentas que daba la impresión de que el mundo me lo hacía a propósito, pero, a pesar de esto, llegó el atardecer. Estando en la habitación, me paseé de un lado al otro perdiendo la esperanza de estar con Noah con cada minuto que pasaba. De repente, un soldado se apareció en la habitación junto con un hombre algo anciano.
—¡27859! —me acerqué rápidamente al soldado—. Este es el señor Henlein. Ha pedido que vayas a la casa del general a trabajar allí los siguientes dos días —dirigí la mirada al hombre que se encontraba junto a él, este me sonrió amablemente—. Más te vale hacer todo lo que el señor te diga —me limité a asentir con la cabeza.
—Será mejor que lo llevemos ya a la casa —esta vez habló el anciano con un tono serio que parecía fingido—. Tiene que empezar con los trabajos.
El soldado asintiendo me tomó bruscamente del brazo para llevarme junto al anciano hasta la casa. Entramos a la propiedad por el huerto que se encontraba en la parte trasera y, luego, pasamos por la puerta de la cocina, dónde el soldado me soltó de la misma forma brusca. Saludó al anciano y se retiró.
—Soy Nicolas Henlein, pero puedes llamarme Nico o, simplemente, abuelo —dijo con voz suave y amigable mientras cerraba la puerta—. Ven, Noah te está esperando en la sala —puso su mano en mi hombro y me llevó hasta la sala. Efectivamente, Noah y una mujer mayor que, imagino, es su abuela se encontraban en la sala sentados en el sillón hablando—. Nora, Isaac llegó —rápidamente ambos se giraron hacia mí, la mujer sonrió, pero aquella sonrisa no duró mucho en su rostro.
—¡Dios mio! —exclamó incomodándome; sabía que esto era mala idea—. ¿Qué te han hecho esos animales? Oh mi niño, ¿te han golpeado mucho? —se acercó a mí y acarició mi mejilla casi con el mismo cariño con el que lo hace Noah.
—Bueno... —desvié la mirada sintiéndome abrumado y avergonzado—. Estas heridas y golpes se deben... s-se deben a que los soldados abusan de mí... —esto último lo dije casi en un susurro dirigiéndole la mirada tímidamente.
—Mi niño... —la mujer me abrazó—. Noah nos ha contado que quiere sacarte del campo de trabajo —se separó de mí y me miró con una expresión preocupada—. Tal vez Nicolas y yo podamos ayudar. Solo danos tiempo y podremos ir los cuatro a Holanda —desvié la mirada hacia Noah, quien me miró con una sonrisa esperanzada en el rostro; no podía negarme, no puedo negarme a una oportunidad así—. ¿Qué dices Isaac? ¿Te gustaría venir con nosotros? —asentí efusivamente y ella sonrió—. Bien —dijo manteniendo su sonrisa—, me puedes llamar abuela si quieres.
—Isaac, vamos. Quiero curarte esas heridas —Noah se me acercó por fin, me tomó la mano y me llevo con él. Me quedé mirando nuestras manos mientras él me llevaba a quien sabe dónde.
Levanté la mirada cuando se detuvo. Aproveché el instante en el que se giró a mirarme para abrazarlo.
—¿Isaac? —no respondí nada, simplemente lo abracé más fuerte, consiguiendo que él me correspondiera.
—Es la primera vez que puedo estar tan cerca de ti —lo miré sin deshacer el abrazo. Al hacerlo, noté lo cerca que estaban nuestros rostros, cosa que hizo que mi cara comenzara a arder—. M-me alegra que podamos pasar al menos dos días juntos —le sonreí algo avergonzado por cómo había temblado mi voz.
—También me alegra tenerte aquí —sonrió acariciando con delicadeza mi mejilla—. Ahora deja que te cure esas heridas —asentí. Me apartó un poco de él, me sentó en la cama y salió del cuarto.
Aproveché que me había dejado solo para observar mis alrededores. El cuarto era bastante amplio, pero no había muchos muebles ni muchas cosas en general. Había un par de camas apenas separadas por unos centímetros, un armario, una mesa de luz y un escritorio, no había mucho más. Solté un pequeño suspiro y me acosté en la cama. No pasó mucho hasta que Noah volvió, por suerte, por poco y me quedaba dormido. Me senté cuando sentí que el colchón se hundía un poco, él me miró con una pequeña sonrisa y colocó el botiquín junto a mí.
—Déjame ver tu rostro, Isaac —no esperó a que me moviera, simplemente me tomó del mentón y giró mi rostro hacia él, luego sacó un par de cosas y comenzó a curar las heridas que tenía.
—Me hace sentir extraño tenerlo tan cerca —pensé mirando su rostro. De repente, sentí que Noah abría lentamente mi camisa, me alejé con las mejillas ardiendo y el recuerdo de lo que Kaiser me hace cada vez que se le antoja.
—Lo siento, no quise incomodarte —me extendió el algodón que estaba utilizando para curarme. Tragué saliva sintiéndome avergonzado por mi reacción.
—N-no te preocupes, Noah —volví a sentarme frente a él—. M-me curaré luego, no es necesario hacerlo ahora —aparté su mano suavemente—. Hagamos algo más, ¿sí? —Noah asintió y comenzó a guardar las cosas que estaba usando en el botiquín.
—¿Por qué no te cambias antes? Eso está sucio, podemos lavarlo para antes de que vuelvas al campo de trabajo —se dirigió al armario y sacó un par de prendas—. Es un poco grande, pero creo que te quedaría bien esta ropa —me dio las prendas, que tomé levantándome—. No hace falta que salgas —tomó el botiquín—. Iré a llevar esto —dicho esto salió del cuarto
Me cambié lo más rápido que pude, doblé la ropa que me había sacado y salí de la habitación, miré a ambos lados del pasillo sintiéndome algo desorientado; la casa es realmente grande, me sería muy fácil perderme. Salí del cuarto, caminé un poco y pude ver las escaleras.
—¿A dónde vas? —me giré al escuchar la voz de Noah.
—Quería llevar esto al lavadero —le mostré mi uniforme de prisionero—. ¿Me muestras dónde está? —asintió, me tomó de la mano y me guio hasta el lavadero dónde se encontraba una mujer que, imagino, era una de las criadas. Ella nos miró y le sonrió a Noah—. Creí que mis abuelos le dieron los dos días libres o al menos hasta que mis padres regresen —la chica se encogió de hombros.
—Aún hay cosas que hacer —tomó la ropa que tenía entre mis manos, me miró y me sonrió—. Eres Isaac, ¿verdad? El joven Henlein no ha dejado de hablar de ti desde hace un tiempo —volvió a sonreír, por mi parte me quedé en silencio desviando la mirada hacia Noah, él se encontraba mirando para otro lado con las mejillas sonrojadas; realmente se ve tierno así.
—No diga esa cosas, por favor —dijo Noah aun mirando a quien sabe dónde. Luego me tomó de la mano y tiró un poco de ella—. Vamos —me llevó hasta su cuarto nuevamente.
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Luego de la cena, Noah y yo volvimos al cuarto y nos acostamos en nuestras respectivas camas. Me siento realmente extraño estando en una casa luego de pasar tanto tiempo en el campo de trabajo. Había olvidado que se sentía tener una cama caliente en donde el colchón no parezca un cartón. Cerré los ojos y solté un profundo suspiro. De repente, escuché que Noah se levantaba, seguido, escuché que algo era arrastrado, abrí rápidamente los ojos y lo miré.
—¿Qué haces? —Noah se limitó a mover su cama hasta pegarla a la mía, hecho esto, se acostó nuevamente y me miró con una sonrisa.
—Así estaremos más juntos —sonreí como idiota al escucharlo decir esto, él se acercó hasta estar acostado en mi cama.
—¿Has juntado las camas solo para acostarte conmigo? —solté una pequeña risa—. Si eso querías hacer solo tenías que pedírmelo.
—Así es mejor. Si vienen mis abuelos por la mañana, no sospecharan —lo miré sin entender a que se refería.
—¿Sospechar de qué? —él se acercó más a mí y tomó mi mentón acercando su rostro al mio, provocando que mis mejillas ardieran.
—No quiero que sospechen que no solo quiero sacarte de ahí por ser mi amigo —se acercó más logrando rozar nuestros labios—. Isaac, no solo quiero verte como un amigo —dicho esto, juntó nuestros labios uniéndonos en un beso. Me aferré a su pecho con la intención de apartarlo de mí, pero mi cuerpo no respondía. Algo dentro de mí no dejaba que me apartase de él; de aquel beso.
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Muy buenas~ acá vengo con el nuevo capitulo. Antes que nada quería avisarles que probablemente me tarde con la siguiente parte dado que estaré estudiando para un par de pruebas que tengo distribuidas entre esta semana que entra y la siguiente. Espero que les haya gustado este capitulo tanto como a mi me gustó escribirlo. Se les agradecen los votos y comentarios.
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