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Capítulo 5

Hermione estaba desnuda en medio de una nube de vapor, con un pie apoyado en la fuente y una de sus manos hundida entre sus sedosas piernas.

-. ¡Por Merlín! -chilló Hermione tapándose apresuradamente con una toalla rosa.

-. ¿Qué estaba haciendo?-. Preguntó Severus alucinado.

No podía estar haciendo lo que parecía.

Su pene se alzó entusiasmado sólo de pensarlo.

-. ¡Lo lamento! -. Exclamó ella con la cara tan roja como un tomate.

De todas las personas del mundo, tenía que ser justo su profesor quien la hubiera atrapado en esa postura. ¡Maldición! Porque tuvo que haber venido, no podía aguantar sin tocarlo que saliendo de su castigo fue al baño a bajar lo que su profesor le provocaba pero ahora no tenía valor para verlo a la cara; aunque tenía unas ganas de arrojarse sobre él, no podía, su dignidad era más fuerte.

-. ¡¿No sabe que es de buena educación llamar antes de entrar?!

-. Si no quiere que la interrumpan, le aconsejo que eche el cerrojo-. Comentó él.

-. ¡No soy capaz de echar el cerrojo! ¡Está duro como una piedra!-. Se quejó Hermione -. Y ahora, ¿qué le parece si se da la vuelta y se va?

-. ¿Está duro?-. No es el único, pensó Severus a la vez que entraba en el baño.

No sabía lo que le pasaba pero ese aroma lo hipnotizaba y teniéndola ahí a su disposición y sabiendo que ella estaba haciendo eso por él, no se quedaría con la duda quería saber si ella lo deseaba ahora, él no hablaba en ese instante, era su alter ego.

-. ¿Qué hace?-. Le dijo Hermione al ver que entraba por completo al baño.

-. Echarle un vistazo-.

Hermione dio un paso atrás cuando Severus llenó con su presencia el baño.

Observó estupefacta cada uno de los músculos que se tensaron en su espalda cuando cerró la puerta y la empujó con fuerza, para a continuación y sin dejar de presionar, de un golpe seco cerrar el cerrojo. ¿Cómo era posible que tuviera una espalda tan hermosa y ella no se hubiera fijado nunca? Porque siempre iba con levita, y su capa, que milagrosamente no la llevaba en ese momento se respondió a sí misma.

-. No le pasa nada-. Dijo Severus sin volverse -. Sólo hay que empujar un poco la puerta.

-. Perfecto. Ahora ya lo sé. Muchas gracias y hasta luego-. Dijo Hermione agarrando con fuerza la diminuta toalla con la que se cubría.

-. No-. Dijo Severus girando con calma espalda a la puerta

-. ¿No? No, ¿qué?-.

-. No me voy-. Contestó girándose y quedando frente a ella.

-. Genial, simplemente genial-. Afirmó Hermione, tomando la ropa limpia que cuidadosamente había dejado al lado de la fuente-. Entra sin avisar, me fastidia el baño y en vez de disculparse y largarse, ¡No me deja ir!-.

Recogió la bolsa de plástico que contenía su ropa sucia del suelo. -. Usted es la educación personificada-. Aseveró irguiéndose frente a él. -. Déjeme pasar. Apártese por favor-. No podía tenerlo ahí, estaba enojada e indignada pero también excitada no podían hacer eso, simplemente no podían.

Severus la miró a los ojos, sonrió y se quitó de en medio.

Hermione bufó indignada y aferró el cerrojo con la mano que le quedaba libre.

No logró descorrerlo.

Soltó la ropa y volvió a intentarlo, esta vez con las dos manos.

-. ¡Merlín!-. Se quejó cuando se hizo evidente que no tenía fuerzas para abrirlo.

A su profesor le había resultado sencillo, pero ella era, simplemente, incapaz. -. Si no es mucha molestia, ¿le importaría volver a descorrer el cerrojo?-. Solicitó irónica, sin molestarse en volverse hacia él.

-. No-. Dijo Severus muy tranquilo.

-. ¡No!-. Se giró enfadada. -. ¡¿Por qué no?!-.

-. Tenemos que hablar-. Dijo Severus a modo de explicación.

-. ¿Aquí?-. Preguntó Hermione, estupefacta al ver que Severus se estaba quitando las botas y los calcetines sentado sobre la base de la fuente. -. ¿Ahora?-.

-. Sí-.

-. Pero, ¿usted es tonto o se hace?-.

Severus no respondió, se limitó a levantarse y comenzar a aflojarse el cinturón.

-. Pero ¿se puede saber qué hace?-. Preguntó Hermione, más indignada que confusa.

-. Tengo calor-.

-. ¡Yo igual! Y aun así no me estoy desnudando.

-. Ya está desnuda-. Comentó Severus mirándola lentamente de arriba a abajo.

-. Profesor-. Dijo Hermione tan calmada como le fue posible. -. Déjese de tonterías y abra la puerta.

-. No. Tenemos que hablar-.

-. ¿No puede ser en otro momento y lugar más... adecuados?-.

-. No. Posiblemente me evitara. A pesar de su ridículo intento para llamar mi atención, en el fondo quería salir corriendo.

-. Yo nunca saldría corriendo; tenía clases y necesitaba llegar a tiempo, usted no es mi único profesor -. Comentó Hermione apoyándose en la puerta, cruzando los brazos a la altura del pecho y un tobillo sobre el otro.

Severus la miró hambriento.

Estaba seguro de que ella no tenía ni idea, pero en esa postura sus pechos quedaban enmarcados y alzados por sus brazos; la toalla rosa que antes apenas le tapaba, se había subido hasta el principio de sus muslos y, por si fuera poco, al cruzar las piernas se había abierto, mostrando en su piel dorada una huella pálida que no era otra cosa que la marca del biquini en la cadera.

Tragó saliva a la vez que, sin ser consciente de ello, se desabrochaba el primer botón del pantalón.

El calor del cuarto de baño había aumentado de repente varios grados, tornándose abrasador.

Hermione observó embelesada como una gota de sudor descendía por la nuez de Adán de su profesor que se había despojado de su levita y solo llevaba una camisa, hasta quedar alojada en el hueco de su clavícula, dejando a su paso una línea blanca sobre su piel.

Se fijó sin poder evitarlo en su bíceps que se notaban a través de su camisa y con el calor del baño se pegaba más a su piel.

Se quedó casi hipnotizada cuando retiró los dedos y pudo ver una sombra de vello oscuro y rizado asomar por la bragueta entreabierta.

Salió del trance al percatarse de que la bragueta no se abría sólo por la falta del botón, sino que más bien era debido a cierta protuberancia que se tensaba contra ella.

-. ¡Se ha excitado!-. Exclamó alucinada con voz ronca. Ella misma se notaba demasiado acalorada.

-. Sí-. Contestó él mirando con el ceño fruncido el bulto prominente de su pene erecto.

-. ¿Para esto me ha dejado aquí encerrada? ¿De esto es de lo qué quería hablar?-. Se calló de golpe, indignada consigo misma por sonar tan... mojigata.

Parecía una virgen de telenovela.

-. No. Esto-. Dijo señalando el bulto de su pantalón. -. Es un efecto colateral. Podría decirle que mis sentidos se han exaltado al verle medio desnuda-.

-. ¡No estoy medio desnuda!-. Contestó ella, justo antes de bajar la mirada y ver que sí lo estaba.

Dio un gritito demasiado cursi para su gusto y se recolocó la toalla todo lo que pudo para quedar más tapada.

-. Si le molesta, tiene fácil solución-. Aseveró Severus con una sonrisa diabólica en los labios.

-. ¿Cuál?-. Preguntó Hermione, pegándose más a la puerta. No le gustaba la sonrisa de Severus, pero menos todavía le gustaban las sensaciones que se estaban despertando en su cuerpo. ¿En qué clase de zorra se había convertido? Una cosa era seducirlo en su oficina, pero eso solo había pasado una vez y otra muy distinta era volver a caer en sus brazos otra vez, no era correcto.

Sin dudar un segundo, Severus se metió en la fuente y abrió el grifo del agua fría.

Hermione jadeó cuando todos los músculos del cuerpo del hombre se tensaron, sabía por propia experiencia que el agua en la fuente estaba helada.

Salía a una temperatura tan gélida que era difícil resistirla; al menos ella.

El hombre cerró los ojos y alzó la cabeza para que el helado líquido le golpeara en el pecho y resbalara hasta la ingle.

Sus abdominales ondularon cuando el agua los tocó y el bulto de su pantalón se redujo poco a poco.

-. ¿Contenta?-. Preguntó.

-. Deje de hacer tonterías-. Respondió Hermione alucinada. ¿Su profesor se había vuelto loco?

-. Mujeres. Nunca están satisfechas-. Suspiro, compungido.

Hermione abrió los ojos de par en par. ¿Severus acababa de hacer una broma?

-. Déjese de tonterías y abra la puerta. Por favor-.

-. No. Tenemos que hablar-. Respondió él de nuevo, serio.

-. Está bien, ¿de qué quiere hablar?-.

-. ¿Por qué me odia?-. Preguntó, directo al grano.

-. No le odio-. Respondió Hermione, alucinada.

-. Pues lo disimula muy bien. Desde el término de la guerra usted jamás me dirigió la palabra, usted sabe la verdad de todo y aun así no me respeta, por eso yo también la odie, pero por lo que paso ayer, estoy un poco más seguro que usted no me odia tanto como parece-. Afirmó, saliendo de la ducha con un escalofrío. Desde luego, el calor se había evaporado.

-. Hace tiempo, usted actúa extraño, me evita, y no sabe lo difícil que es tratar de ignorar a alguien que me gusta de hace tiempo, está bien, ya se lo dije, ¿Si esa es su única duda creo que ya me puede dejar ir? No le evito a usted. Simplemente no soporto estar cerca de usted sin sentirme tonta de que nunca usted será para mí.

-. Ahora estoy aquí-. Contestó él alzando una ceja.

-. Y le acabo de decir la verdad, ¿o no?-.

-. Porque le tengo encerrada-.

-. Efectivamente. No creo que la mejor manera de tener una conversación sea secuestrarme-.

-. No está secuestrada, sino retenida-. Comentó él sonriendo y apoyando las manos en las caderas.

Hermione lo miró desafiante, cruzó los brazos bajo su pecho e inspiró y exhaló con fuerza en un intento de mostrar su irritación sin usar palabras.

-. Si sigue así, esto no va a funcionar-.

-. ¿Así, cómo?-. Preguntó ella, chasqueando la lengua.

-. Exaltando mis sentidos-.

-. ¿Cómo?-. Hermione desvió la mirada hacia su ingle y vio que la ducha de agua fría había dejado de hacer efecto

-. ¡Es imposible!-. Exclamó casi sonriendo.

-. ¡No es culpa mía!-. Al ver que Hermione se disponía a recriminarle su actitud, optó por no permitirla hablar.

-. Me niego a darme más duchas heladas, sus efectos pueden ser perniciosos para mí salud-. Contestó Severus haciendo que temblaba y agarrándose la ingle como si lo hubieran herido de muerte.

-. Es usted un idiota-. Articuló Hermione entre risas.

-. ¿Le han dicho alguna vez que cuando se ríe es aún más hermosa?-. Susurró Severus, extendiendo la mano y acariciándole la mejilla con los dedos.

Hermione dio un respingo al oír su susurro y entornó los ojos como si recordara algo.

Severus apretó los dientes y se regañó a sí mismo por ser tan idiota de dejarse llevar cuando no debía.

No debía, pero algo lo cegaba y aparte ella ya había dicho porque lo odiaba al menos porque fingía odiarlo.

-. Hagamos un trato-. Propuso. -. Yo abro la puerta ahora y usted habla conmigo, a solas, después de la cena en mi almacén de pociones-.

-. Trato hecho-.

Severus alzó los brazos y los colocó a ambos lados de la cara de su alumna.

Hermione no intentó apartarse.

Él bajó la cabeza hasta quedar a escasos centímetros de sus labios y se perdió en sus ojos.

Hermione creyó leer en ellos anhelo y deseo, mezclados con un poco de tristeza y una pizca de esperanza.

Se lamió los labios, nerviosa; se acababa de dar cuenta de que deseaba besarle.

Él se acercó hasta tocar la comisura de su boca con su aliento.

-. No olvides tu promesa-.

Se separó de ella lentamente, sin dejar de mirarla.

Hermione oyó el sonido rasgado del cerrojo al abrirse.

Él asintió con la cabeza, se dio media vuelta y se metió en la fuente.

Y sin comprobar si Hermione se había ido o no, se bajó los pantalones y abrió de nuevo el grifo del agua fría.

Hermione se quedó obnubilada ante la panorámica de su trasero blanco y duro junto con su piel sedosa de sus piernas.

Acto seguido sacudió la cabeza, regañándose mentalmente por tan obvio pensamiento, y salió corriendo como alma que lleva el diablo hacia las escaleras de los vestidores que se encontraban saliendo del baño y de ahí no paró su carrera hasta estar segura en la intimidad de su cuarto.

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