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Capitulo 2: La historia de una cantante

Saludos, mi nombre es Melodie y actualmente tengo 18 años. No busco compadecerme, solo deseo que ustedes me conozcan un poco mejor.

Desde que era una bebé, nunca conocí a mis padres. La primera figura paterna que experimenté fue en la guardería, ya que nadie me aceptaba tal y como era. Mi única amiga se convirtió en una especie de hermana para mí, pero lamentablemente ahora se encuentra en el hospital, luchando contra una extraña enfermedad que borra sus recuerdos. La única que puede recordar nuestra historia juntas soy yo. A pesar de los desafíos, logramos construir un lazo fuerte, éramos más que amigas, éramos hermanas.

Sin embargo, un trágico accidente segó la vida de mi amiga en un incendio, y no pude salvarla por mi propia debilidad. Sumida en el dolor durante meses, un hombre peculiar se cruzó en mi camino: un robot fascinante con una sola rueda que, de alguna manera, me ayudó a sobreponerme a la tragedia.

En medio de mi desorientación, recordé la pasión de mi hermana por las cantantes Idol. Aunque sé que mi sueño puede sonar egoísta, o quizás insignificante ante historias más trágicas, decidí intentar convertirme en lo que ella siempre admiró.

Es hora de rememorar el pasado.

Érase un tiempo atrás, la joven se encontraba en la guardería en un día ordinario, era la pequeña Melodie quien con entusiasmo observaba a las aves cantar al despuntar el alba.

- ... - la joven se limitó a observar atentamente.

El canto de las aves hizo que ella se pusiera a tararear y, como era de esperar, a pesar de ser una niña, su voz era muy hermosa y delicada. Podría fácilmente rivalizar con la de una persona adulta. Sin embargo, la tarea fue interrumpida cuando otra niña de la guardería tomó su mano para llevarla a ducharse.

- Vamos, Melodie, tienes un cabello precioso que debes cuidar más.

Melodie se encontraba en el baño enjuagando su cabello con la ayuda de la niña de la guardería, debido a que a ella no le gustaba mucho bañarse.

- Odio el agua, es muy fría - refunfuñó la chica.

- Melodie, debes estar muy presentable. Tal vez te adopten hoy, así que debemos asegurarnos de que te veas tan hermosa como eres.

La muchacha parecía tener pocas esperanzas, pero su emoción fue reemplazada lentamente por una sonrisa.

Cuando varias personas vinieron a ver a los niños, todos demostraron sus habilidades, algunos su fuerza, otros su talento en la cocina, y Melodie no tenía más que su juventud, ya que no sabía la verdadera capacidad que podía tener su voz.

Cuando pasó el tiempo, la chica no fue seleccionada y se sintió como un cascarón vacío.

- ... - suspiró Melodie con desánimo.

- Tranquila, Melodie, te prometo que el siguiente fin de semana, cuando vengan del colegio, todo será diferente. Te lo aseguro.

La chica solo sonrió y se retiró a su habitación, que de nuevo se encontraba vacía, ya que todos los demás niños habían sido adoptados menos ella. Se acostó en su cama y tomó la almohada, cubriéndose la cara, mientras las lágrimas surcaban su rostro.

- Maldición... - musitó la joven.

Entre lágrimas, finalmente pudo dormirse. Al despertar, sus ojeras estaban hinchadas por el llanto, así que tomó maquillaje y arregló su rostro para parecer como nueva al final del día.

- Me veo mucho mejor - sonrió Melodie - Seguro que seré adoptada el próximo fin de semana, Melodie, así será - se dijo a sí misma.

Con entusiasmo, Melodie se acercó al calendario y marcó otro día, recordando cuánto tiempo había pasado tratando de ser adoptada, sin obtener una respuesta positiva por parte de las familias adoptivas.

Un día, una encantadora joven llegó a la casa de acogida, al igual que yo, no era adoptada. A pesar de su actitud reservada y poco sociable, me acerqué a ella con una leve sonrisa.

- Encantada, soy Melodie. ¿Y tú, jovencita?

- Mi nombre es María. ¿Y el tuyo?

Su pregunta me sorprendió un poco, ya que acababa de decirle mi nombre.

- Bien, me llamo Melodie. Espero que podamos llevarnos bien.

Así comenzó a desarrollarse nuestra relación.

Con el tiempo, descubrí que María era cuatro años menor que yo, lo que la hacía aún una niña pequeña en comparación. Sin embargo, gradualmente empezó a ganar confianza en mí y llegó a verme como una fuente de inspiración, siguiendo mis pasos lentamente.

Al cumplir finalmente mis 18 años, tuve la oportunidad de emanciparme y adoptar a mi amiga María. Como mencioné anteriormente, sus recuerdos eran difusos, pero algo en ella todavía sentía cariño por mí. Decidí llevarla conmigo después de formalizar su adopción, aunque legalmente soy su madre, en realidad la considero como mi hermana menor. Fue un desafío salir adelante por mi cuenta, costear sus estudios y simplemente alimentarnos, pero el amor que sentía al tenerla a mi lado fue suficiente para superar cualquier obstáculo.

Sin embargo, ocurrió lo inesperado: la casa que alquilaba se incendió por un error ajeno a nosotros. María quedó atrapada en la habitación, ya que por alguna razón mantuvo la puerta cerrada con seguro, a pesar de haber intentado pedir ayuda desesperadamente. Al lograr romper la puerta, los escombros cayeron impidiéndome rescatarla a tiempo. Los bomberos lograron sacarme del lugar entre quejidos de dolor, mientras clamaba su nombre en vano. Perdí a la única persona a quien amé como a una hermana de sangre.

Los recuerdos de María y sus peculiares costumbres, como el gusto por la leche con azúcar, se aferraban a mi memoria como punzantes dagas. Lloré desconsoladamente, dejando únicamente un corazón destrozado. En medio de una profunda depresión, una oportunidad se presentó a través de una audición para cantantes novatos. Aunque la idea no me entusiasmaba, recordé los momentos compartidos con María y su pasión por la música k-pop.

Decidí perseguir ese sueño inocente, a pesar de no haber descubierto aún mi talento oculto. Escalé la enorme montaña que representaba la competencia, confiando en mi potencial que se vislumbraba prometedor.

Los días transcurrieron y, tal como era previsible, arribé a un puesto de renombre. Aún rememoro con viveza mi primera vez: mi cuerpo tembloroso, mi mente en blanco y mi voz ligeramente más aguda. No obstante, pese a todo, fui recibida con aplausos y palabras de afecto que solo espe­raría de quienes me profesaran amor.

- Te amo, Melodie - expresaron con júbilo.

Mi sonrisa, inusualmente amplia, delataba la emoción latente en mi corazón. Mi primer gesto de agradecimiento fue único, pero ferviente, como si percibiera tu presencia en cada uno de aquellos rostros, María.

- ¡Las amo! - exclamó Melodie, con las mejillas levemente ruborizadas.

Finalmente, he llegado. ¿Me observas desde el cielo, María? ¿Presencias mi resplandor, mi risa, mi transformación en algo más? ¿Acaso ves cómo realizo tu anhelo de convertirme en una idol famosa? Deseo que tu sueño haya encontrado ya su culminación. Te amo de verdad, María, gracias por estar presente cuando más te necesitaba, querida hermana. Ahora, permitiré que tu luz brille con todo su esplendor, dejando de mencionar tu nombre desde una perspectiva egocéntrica. Es tiempo de que prosiga mi camino y tú me observes desde lo alto. Seré la mejor y no permitiré que nadie me arrebate este logro.

Capítulo 2
la historia de una cantante

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