Capítulo 3
No fueron necesarias las respiraciones pausadas, para calmar el ataque de pánico que estaba sufriendo Daelyn.
Cuando la chica reconoció al capitán del equipo de camisetas amarillas empezó a sentir un cosquilleo en su estómago que causó que se concentrara en esa sensación y olvidara el sentimiento de estarse ahogando porque el oxígeno no entraba a sus pulmones.
—Gracias—logró articular, Daelyn luego de un rato—. Qué vergüenza que hayas visto eso.
—No tienes que tener vergüenza—le aseguró él en un susurro.
Daelyn dejó de observar sus manos sudadas y cuando levantó la vista chocó con la mirada profunda del chico. Cuando él le dedicó una sonrisa, ella no tardó en devolvérsela.
—Muchas gracias, de verdad. Yo todavía no puedo controlarlo sola. No sé que hubiera pasado si no estuvieras ahí.
—¿Habitualmente quién te ayuda a controlar los ataques? —le preguntó él, interesado.
—Mi compañera de piso, Claire.
—Es bueno tener a alguien a nuestro lado en esos feos momentos, pero es importante que aprendas a controlar los ataques tú sola. No es por asustarte, pero si yo no hubiera llegado a tiempo, te hubieras muerto ahogada. Ya te estabas poniendo morada.
—Ahora pensarás que soy alguien dependiente—reflexionó Daelyn dirigiendo su mirada al suelo.
Él rápido negó con la cabeza antes de hablar.
—Todos lo son al inico. Pero un especialista puede ayudarlos a cambiar eso. Cuando tú solas, sin ayuda de nadie logras controlar un ataque de pánico, créeme que las cosas cambian.
A Daelyn le pareció que ese chico sabía mucho sobre el tema.
—¿Tú pasaste por lo mismo?—le preguntó por curiosidad.
—No, pero mi madre es una de esas especialistas de las que te hablo y he visto el cambio que dan sus pacientes una vez que empiezan a recibir su ayuda—respondió y Daelyn asintió agradecida por la respuesta.
Daelyn pensó en marcharse. Si su madre era psicóloga, él de seguro tenía una salud mental excelente y ella sólo haría el ridículo quedándose más tiempo ahí con él, dejando que se diera cuenta de que su salud mental estaba hecha una auténtica mierda.
—¿Tienes clases ahora?—le preguntó él interesado cuando vió que se puso de pie.
—No realmente—respondió ella colgándose la mochila del hombro.
—¿Podrías quedarte un rato más? Yo tampoco tengo clases— le comunicó con una mirada suplicante, a la cual Daelyn no pudo resistirse y volvió a tomar asiento en el banco, esta vez más cerca de la reja blanca.
¿Por qué era tan agradable?
—¿Entonces estudias ahí?—le preguntó él observando el uniforme que ella vestía conformado por una saya azul y un pullover blanco con el sello del instituto en la parte izquierda del pecho.
—Eh...sí. Estoy cursando ya el último año—respondió causando que las cejas del chico se dispararan.
—Tenemos la misma edad entonces. Yo también curso el último año aquí. Que causalidad que en los dos años anteriores que llevo en esta ciudad nunca te había visto.
—Sí. ¿Tú sueles venir mucho aquí?—preguntó y al ver el semblante confuso del chico, agregó—. A este pasillo.
—Sí, en los turnos libres vengo a aquí. Este pasillo me da paz, tiene un ambiente tranquilo. El resto de los pasillos de mi instituto están llenos de estudiantes sudorosos caminando de un lado a otro y eufóricos cuando se realiza algún partido—le respondió y Daelyn sonrió imaginando esa locura.
—En los pasillos de mi instituto sólo podrás encontrarte a alumnos estudiando en cada esquina por si al profesor del próximo turno se le ocurre la magnífica idea de aplicar un exámen sorpresa—expresó y sintió cómo la frustración le subía por las venas al recordar lo sucedido en el turno de Física.
—He oído hablar del fuerte rigor de esa escuela. Debe ser agotador.
—Lo es. Pero con él tiempo se hace el hábito de estudio y no piensas en nada más que estudiar para obtener buenas calificaciones y no perder el requisito de permanencia.
—He visto a unos cuantos de ahí en las fiestas que se hacen por aquí.
—Siempre existen excepciones.
—Es cierto. Nosotros también tenemos requisito de permanencia, pero me imagino que no son ni remotamente iguales a los de ustedes.
—Eso es seguro—confirmó Daelyn pensando en qué requisito tendrían alumnos que se la pasan corriendo de un lado a otro tras una pelota.
Surgió un cómodo silencio entre ellos, que el chico rompió cuando le preguntó: —¿Irás al partido de hoy también?—preguntó con ilusión en la mirada.
—¿Cómo sabes que ayer estuve en el partido?—le preguntó ella con curiosidad.
—Te vi en las gradas. Andabas con un jersey amarillo. Imposible que no me fijara en alguien que andaba vestido de mi color entre tantos otros colores.
Daleyn pensó que diría que era imposible que no se fijara en las personas que rodeaban a su novia, pero se sorprendió cuando no fue así.
—¿El amarillo es tuyo?—le preguntó ella con una ceja alzada.
—Es el color de las camisetas de mi equipo, así que supongo que me he apropiado de él—aceptó soltando un risa baja—. Cuando veo a alguien por la calle con alguna prenda amarilla, pienso que es porque es fan de nuestro equipo.
—El mundo no gira alrededor de tu equipo.
—¿Me estás diciendo que anoche no fuiste de amarillo por mi equipo?
—Ni siquiera sabía cuáles eran los equipos que competirían. Sólo fue casualidad—respondió ella encogiéndose de hombros.
—¿En serio esperas que crea que no sabías de nuestro equipo? Todo el mundo habla de él, está formado por los mejores alumnos del instituto.
—No te lo tomes personal, ni siquiera sabía de esa competición anual tan importante que celebran.
—No te lo puedo creer. A menos que seas de esas chicas solitarias que no hablan con nadie, ni salen a ningún sitio. ¿Eres de esas?—preguntó él preocupado.
—Sí y no. Las chicas que describes son así, mayormente por timidez. No es lo que sucede conmigo, porque espero que te hayas dado cuenta de que puedo mantener una conversación con un desconocido sin sudar por los nervios y tronarme los dedos por segundo—habló y él no pudo evitar sonreír—. No salgo y no hablo con casi nadie porque no tengo tiempo para eso. El estudio lo prescinde todo.
El chico abrió los ojos grandemente por sus palabras.
—¿Has visto un fantasma atrás de mí?—le preguntó ella empezando a preocuparse.
—No. Es sólo que pienso que te volverás loca si no te das un tiempo para disfrutar, descansar, admirar lo que te rodea fuera de los libros, todo lo que normalmente hace un joven de nuestra edad. ¿Cómo es posible que luego de un día de intensas clases, llegues a casa y quieras seguir quemándote el cerebro?
—Es un hábito—respondió ella encogiéndose de hombros.
—Cada cuál con sus cosas—aceptó el chico para que ella no se sintiera ni cercanamente humillada—. Pero cuéntame, ¿cómo viste el partido de ayer?
—Estuvo entretenido—aceptó Daelyn y él sonrió satisfecho con la respuesta.
—¿Irás al de hoy? Hace un rato no me respondiste—recordó él.
—No lo creo, hoy sí debo estudiar y recuperar las horas que perdí ayer.
A los oídos de ambos llegó el sonido de la campana del instituto de ciencias. Daleyn enseguida se puso de pie recordando que el turno de Biología empezaba en cinco minutos.
—Tengo que irme—se despidió y el también se puso de pie.
—Fue un gusto para mí hablar contigo...
—Daelyn, ese es mi nombre—expresó ella y él asintió con la cabeza.
—Yo soy Nathan. Espero que nos volvamos a ver, Daleyn. Mañana estaré aquí a esta misma hora, por si se te apetece hacerme compañía en mi soledad.
Las palabras del chico estuvieron acompañadas de una sonrisa, que se le contagió a Daelyn al pensar en que él estaba interesado en pasar más tiempo con ella. Pero no dejaba de preguntarse el porqué.
—Hasta luego.
Mientras Daelyn se alejaba pensó en la diferencia del estado en el que llegó a ese pasillo y en el que salió. Definitivamente tenía que frecuentarlo más seguido.
La chica entró al salón de Biología y pocos minutos después le informaron que ese día la profesora no había asistido por problemas personales. Todos los alumnos recogieron sus pertenencias y se marcharon. Daleyn en cambio soltó un suspiro de cansancio. No le gustaba tener tanto tiempo libre.
Se dirigió a la cafetería de la escuela con paso calmado y se compró una merienda. Cómo el local no estaba tan lleno, como en otras ocasiones, tomó asiento en una de las mesas y merendó mientras actualizaba sus redes sociales.
Cuando un mensaje de su padre llegó al teléfono, entró a su chat de WhatsApp para responder.
«Gracias, igual espero que tengas un lindo día.»
Cuando Daleyn se dió cuenta de que su padre estaba e línea adivinó cuál sería su próximo mensaje.
«¿Y ese milagro que estás conectada? No es horario de almuerzo todavía. No me digas que estás con el teléfono por debajo de la mesa e ignoras al profesor. Daleyn nunca has sido una mala estudiante, no lo empieces a ser ahora. Por favor. No te reveles en el último curso como lo hacen todos los adolescentes irresponsables»
Daleyn soltó un suspiro de cansancio por sus palabras. Su padre enseguida sacaba conclusiones precipitadas de todas las decisiones que tomaba. Pero en parte lo entendía por lo que sucedió con Dylan en su momento.
Pero Daelyn no tenía planeado tirar por la borda todos esos años de sacrificio. Perseguía fielmente la meta de ser la mejor graduada de su curso y coger la carrera por la que optaba para trabajar junto a su padre.
«No tienes que preocuparte. Mis estudios van bien. Sólo que la profesora de Biología no asistió hoy.»
«Me asustaste. Disculpa hija, sé que eres brillante.»
«Pero hay algo de lo que debo hablarte.»
«Cuéntame.»
«El profesor de Física es un pesado, que siempre está buscando el mínimo error de sus alumnos y hoy ha aplicado un exámen sorpresa y me ha acusado de hacer fraude. Así que me molesté y me fui de su turno de clases»
«¿Qué saliste de clases antes de tiempo? ¿Daelyn dónde tienes la cabeza?»
Cuando su padre la llamaba por su nombre completo y no Ely, como acostumbraba a hacer era porque estaba preocupado, decepcionado o alterado. Por lo que Daelyn se empezó a sentir mal y pensó que sinceramente su problema con Preston le traería graves consecuencias.
«Padre, me acusó de algo que no hice. Agarró mi examen y lo rompió.»
«Te voy a hacer una pregunta y por favor sé sincera conmigo. ¿Hiciste fraude?»
«No. Sería incapaz de algo así. Sólo le sonreí a un compañero que me guiñó un ojo, pero ya había terminado mi examen.»
«¿Daelyn crees que el mejor momento para ligar es en medio de un examen?»
«No estaba ligando, le devolví una sonrisa por cortesía. Somos amigos.»
«No sé ni que decirte. Más tarde hablaremos.»
¡Perfecto! El señor Preston había provocado una discusión entre ella y su padre por sus estudios, algo que nunca antes había sucedido.
Su día no podía ser peor, pero al menos le reconfortaba la idea de que al otro día podría ir al pasillo de la calma y hablar de ese tema con Nathan, de seguro él la ayudaría a encontrar una solución. Además de que posiblemente su hermano estuviera llegando y al fin podría disfrutar de su maravillosa compañía.
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