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Para Ink lo más complicado del embarazo era la hora de ir a la cama.
Ya faltaban solo un par de meses para que naciera el bebé (o al menos eso es lo que creían) y era molesto cuando debía acostarse, pues sentía que se ahogaba.
Error, como buen esposo y como consejo de Geno, había conseguido varias almohadas para que Ink las acomodara y se sintiera cómodo.
A veces, Error pasaba su mano con suavidad por el estómago de Ink, sonriendo orgulloso mientras Ink tarareaba aquella canción que alguna vez le tarareó a Error.
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