9
Jungkook se sentía descolocado en su silla, mirando a las palomas que revoloteaban con sus alas por el aire a través del ventanal del salón. No tenía la menor idea de que los demás maquinaban la fórmula general de las ecuaciones cuadráticas porque solo podía pensar en su amigo. ¿Por qué evadía lo ocurrido? ¿Por qué intentaba volver atrás el tiempo e ignorar aquella sobrecogedora noche?
Iba a continuar trazando círculos inconscientes en el amarillento papel de su cuaderno cuando se sintió escocer.
Sin darle mucha importancia, se rascó el estómago con vigor. Sin embargo, luego de haber rascado de nuevo el mismo sitio, hurgando debajo de su blanca camisa, vio que sus uñas se tiñeron de rojo y que escamas de su cuerpo se adherían a estas cochambrosamente. Y tembló de repulsión porque su camisa se vio enrojecer con el tinte de su sangre, y se levantó estrepitosamente para escapar irrefrenable de su salón, chocando accidentalmente con una puerta que lo hizo tropezar. Se le iba la respiración con el solo pensamiento de que estaba sangrando extrañamente, pues parecía ser que la picazón se estaba propagando por sus extremidades y temió lo peor.
Se levantó desorbitado del suelo, dando trompicones sonoros por la dura suela de sus zapatos contra las baldosas, y buscó el baño de varones más cercano que encontrase. Agitado a no poder más, evitó el espejo de la pared y entró a uno de los retretes, tratando de cerrar con pestillo la puerta de la cabina pero fallando en el intento, pues cayó rendido a la tapa del excusado.
—Ah... —sudó fríamente y desabotonó con desespero la manchada camisa— Ah... Ah... —daba más exhalaciones que inhalaciones, y sus músculos decidieron desnudar su cuerpo, dejándolo solo en ropa interior— A-Ah... —le estaba doliendo en demasía tener que agacharse a desabrochar sus zapatos, quedando solo en calcetas. Se apartó los cabellos que caían sobre su frente e inmediatamente miró hacia abajo, arrepintiéndose monumentalmente— AH... —se tapó la boca con presura y ahogó sus alaridos de pavor— AH... AH...
Sin saber qué hacer, sacó incontables trozos de papel higiénico y los colocó sobre su descascarado vientre, sin importarle que aquel acto hiciera que la carne viva y rosada que se mostraba palpitante ardiera con lo áspero del papel. Se rascó inane e inútilmente sus brazos y piernas con sus ya filosas uñas, haciendo brotar la sangre de sus sobresalientes cutículas, maniático por la condenada picazón.
—A-Ah... —lloraba, quejándose como bebé y no importándole que la puerta del baño se abriese de golpe.
—¿Jungkook? —se oyó llamar— ¿Estás?
—Ah... —suspiró, dejando que su espalda cayera contra la pared tras él, sintiéndose ahogar.
La persona que le llamó inició a abrir cada una de las cabinas en busca del pelinegro, y al dar con la acertada, se pasmó frente a él.
—Oh —se tapó la boca con los ojos bien abiertos—. Dios...
—N-No me mires —alzó la mano en busca de ocultarse de la vista de Taehyung—. No... No...
—Jungkook, ven. Debo llevarte a la enfermería —se le acercó para tomarle de las muñecas—. Vamos, rápido...
—¡NO ME TOQUES! —gritó aterrado hasta el hueso, echándose hacia atrás como desconfiado animal de circo— ¡NO ME TOQUES!
—Pero, Jungkook-
—¡NO ME TOQUES! —sollozó rascándose otra vez— ¡NO TE ME ACERQUES! ¡SOY UNA BESTIA! ¡VETE!
—¡No, por Dios! ¡Ven! Te voy a ayudar —alzó de nuevo sus brazos con tremenda angustia y cierto malestar ante esa piel—. Ven, ven...
—¡NO! ¡Quiero a mi mamá! —cayó al suelo sin saber lo que empezaba a salir de sus labios— Quiero a mi mamá... Quiero a mi mamá...
—Jungkook.
—No... —lloró, empequeñeciendo en el suelo.
Sin perder ni un minuto más, Taehyung se quitó su chaleca para ocultar el vientre palpitante y tomó en sus brazos al flacucho Jungkook, apresurándose al pasillo.
—¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO!—Jungkook vociferó como nunca antes y lloró escondiendo su rostro de profunda vergüenza al ser espectáculo de cientos de ojos. Se sintió como presa ligera en brazos de su amigo y más lágrimas calientes cayeron por sus mejillas.
—Calma... Calma... —la voz de Taehyung le susurró palabras de paz como canción de cuna en el oído, sin reducir la velocidad en sus enclenques piernas— Tranquilo, bebé. Tranquilo...
Jungkook lloró en silencio. Lloró en silencio por él.
Sin siquiera tocar la puerta, Taehyung se le presentó a la enfermera con el muchacho en brazos.
Ella miró boquiabierta.
—¡Dios santo...! —evitó que su mandíbula se desplomara al suelo— ¡Recuéstalo allí! ¡Recuéstalo allí!
Taehyung acudió a la camilla de la derecha y con cuidado dejó el cuerpo escamado de Jungkook sobre las blancas sábanas, destapó el vientre de Jungkook y se apartó para darle paso a la señora de inmaculado uniforme.
—Dios mío... ¡Pero si esto es una alergia de los demonios! —soltó colocándose los lentes— ¡¿Qué ha comido este niño...?! —rebuscó algo en un cajón.
Carne. Cuero.
Ninguno de los dos respondió a esa pregunta.
—¿Se recuperará? ¿Está muy mal? ¿Qué va a hacer? —Taehyung se impacientó mientras veía a la señora envolver sus manos en guantes de vinilo.
—¡Pero qué cosas preguntas! Este niño deberá tomar reposo unos largos días —untó pomada en sus dedos y con la otra mano dejó caer de una botella unas gotas de alcohol en la carne viva del chico.
—¡AH...!
—¡Jungkook! —le sujetó alarmado una mano.
—¡NO ME TOQUES! —se agitó con su pecho subiendo y bajando— ¡NO ME TOQUEN! —le apartó los dedos con pomada a la enfermera de un solo manotazo.
—¡Pero debo colocarte esta ungüento! —ella se quejó.
—Jungkook, por favor —suplicó con su rostro angustiado—. Déjala que te cure. Te hará bien. Confía.
Jungkook negó y tapó sus párpados mojados con sus manos llenas venas trasluciendo por los escalofríos.
—Quiero a mi mamá —pedía sinsentido, melancólicamente—. Llamen a mi mamá...
Taehyung se aguantó sus penas. Debía mostrarse firme.
—🥩—
Había pasado más de una semana desde el incidente y Jungkook hubo de quedarse en cama, reposando. Taehyung tuvo que aguantar su soledad de ese entonces en la escuela, y además, lidiar con la angustia palpable de no tener a su amigo con él. La biblioteca ya no saciaba sus ansias de distraerse, ni las clases de caligrafía que impartía uno de sus profesores favoritos.
Quería verle.
Y fue un día jueves cuando decidió escaparse de la escuela para correr en busca de su bicicleta y pedalear hasta aparecerse en la puerta de su casa. Golpeó varias veces, esperando que Jungkook fuera el que le abriese, pues bien sabía que su madre estaría fuera del hogar, trabajando en el supermercado de la ciudad.
El pelinegro abrió algo desconcertado la puerta.
—¿Tae?
El corazón se le estremeció con el apodo que salía ya frecuentemente de esa boca.
—Me escapé de la escuela —dijo sin más—. Quería verte.
Jungkook suspiró devastado.
—Pasa —le invitó a entrar.
El castaño dejó caer su bicicleta junto a la de Jungkook en el antejardín y se adentró ansioso a la casa, siguiéndole las pisadas al otro, quien aparentemente se dirigía a la habitación que compartían. Le vio recostarse entre las muy enmarañadas sábanas de la cama y extendió los brazos, dejándose echar.
—He estado durmiendo todo el día —admitió.
Taehyung le miró con desapruebo.
—¿Y has comido algo? —vio al otro negar y enchuecó la boca con disgusto— Jungkook.
—¿Hm?
—No te ves bien; estás mal —afirmó y le obligó a enderezarse para mirarle—. Mira tu rostro, por Dios. No puedes vivir solamente de plantas, verduras o frutas. ¡Mírate! —le tomó con delicadeza de las mejillas y Jungkook intentó apartar algo cabreado la vista— De seguro te faltan vitaminas y...
—¿Y dónde las busco, eh? ¿En dónde las encuentro? —recriminó con desesperanza— ¿En qué frasco? ¿De cuál tienda y con qué dinero?
—Jungkook...
—Déjame —le apartó y se volvió a las sábanas.
Taehyung suspiró.
—Jungkook... —se frotó las sienes, acercándose a Jungkook en la cama— Me preocupo por ti porque te quiero, ¿vale?
—Vale —le cortó con la voz casi inaudible.
—Sé que no contamos con mucho para mantenerte de pie, pero... —paró en seco. Pensó un poco en sus palabras y algo se iluminó en el trasfondo de su cabeza. Algo— Me tienes a mí.
Jungkook se alzó solo para verle con duda.
—¿Cómo...?
Taehyung se le arrimó en el hueco que dejó sus piernas y se le encaramó, yendo a rozar la punta de sus narices, desorbitando al pelinegro.
—Me tienes a mí —repitió en busca de más, en busca de él. Con la respiración echa un inminente torbellino y el tacto interceptado por los nervios, buscó sus labios. Su primer roce, su primer beso. Simple y sutil, como caricia a un algodón, nublándolos a ambos, llevándolos a Marte—. Me tienes a mí...
Jungkook deliró. No comprendió.
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