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Un viernes recorrió el mismo pasillo de biblioteca que solía frecuentar. Ya había leído una aceptable cantidad de libros breves durante esa semana y tenía pendiente uno que dejó a medias. Sin embargo, tuvo la corazonada de echarse a deleitar por otro. Quería buscarse uno diferente a los que usurpaba de los estantes. Ahí, donde menos alcanzaba, estaba la selección de libros que hojeaba diariamente en cada receso. Pero... ¿Y si rebuscaba esta vez por las raíces?

Se agazapó y curvó la espalda para escoger un libro especialmente llamativo a su vista: "Teoría del veganismo: en vista de otros ojos".

Tuvo que volver leerlo más de una vez.

—¿Veganismo? —se susurró a sí mismo, a pesar de hallarse solamente el bibliotecario y él en ese lugar— ¿Eso qué es?

Dejó que su columna se deslizase por la estantería hasta sentir sus posaderas reposar en las gélidas baldosas. Abrió el libro y estornudó a causa del polvo que se desperdigó a lo largo de las páginas. Se estremeció un poco al pensar que incomodaría el ambiente silencioso de la biblioteca con ese mero estornudo, pero al no percibir queja del hombre a cargo se lo replanteó. Y es que en todos lados se sentía como una molestia...

Sin más, curioseó las primeras páginas, topándose con una fragmento citado.

«"El veganismo es una filosofía de vida que incluye todas las formas de explotación y crueldad hacia el reino animal e incluye una reverencia a la vida. En la práctica se aplica siguiendo una dieta vegetariana pura y anima el uso de alternativas para todas las materias derivadas parcial o totalmente de animales"»

¿Entonces hablamos de no comer animales? ¿Es eso? se preguntó Jungkook. ¿Qué estoy leyendo?

Pasó a la siguiente página y demoró en comprender que aquel libro estaba constituido de opiniones y citas dichas por personas de renombre. 

«"Todo lo que el hombre hace a los animales, regresa de nuevo a él. Quien corta con un cuchillo la garganta de un buey y permanece sordo ante los bramidos de temor, quien es capaz de matar impávido a un atemorizado cabrito y se come el pájaro, al que él mismo ha alimentado, ¿cuán lejos está del crimen un hombre así?" — Pitágoras"»

Ya iba entendiendo de qué iba el libro yendo más a fondo, y se disgustó. De cierto en cierto, nunca había puesto su cabeza en esos tipos de pensares y se arrepintió de no haberlo hecho antes, pues empezaba a abrir los ojos y ver su mundo de otro modo. Se empezaba a angustiar de la peor manera; peor que cuando se topaba con novelas de amor prohibido o fatalistas a tiro hecho. Hasta sintió las ganas de regurgitar su desayuno de hoy, el de ayer, el del mes pasado y los de diecisiete años. 

«"Me pregunto en que estado mental estaba el primer hombre que lo hizo, tocó su boca con un cuchillo y trajo a sus labios la carne de una criatura muerta, aquel que llenó la mesa de muerte con cuerpos rancios y se atrevió a llamar comida a los que habían antes llorado, rugido, movido y vivido. ¿Cómo pudieron sus ojos soportar la masacre de gargantas cortadas y cuerpos desollados? — Plutarco"»

Jungkook pensó en su nuevo hogar, en el hombre de la casa y el negocio familiar que llevaban a cabo. Se le puso pálida la piel, como trozo de cuarzo barajado entre la escarcha del invierno. Iniciaba a imaginarse las caras y los gestos de sus familiares al degustar la carne salteada de la semana pasada, la misma que él mismo consumió con tanto recato por no sentirse bienvenido bajo ese techo. Se imaginó cómo y de dónde conseguían tales cortes de animal... y sintió frío.

«"Usted acaba de comer al mediodía; y no importa cuán cuidadosamente haya escondido el matadero a una distancia prudencial de pocos o muchos kilómetros: usted es culpable"»

«Mi casa...» Jungkook pensó en su casa. «En el establo...»

«"Si los mataderos tuvieran paredes de cristal, todos seríamos vegetarianos"»

—Basta... —Jungkook ponía caras arrugadas de pura repugnancia, pero había algo incontrolable y desbocado en él que le hacía continuar las páginas— Ya... 

«"Cuestionar nuestras más arraigadas creencias requiere de mucho coraje porque implica aceptar que hemos podido estar equivocados toda la vida"»

«"No importa la actitud que tenga un hombre para con los animales, siempre se le pagará con la misma moneda — Pitágoras"»

«"Por una boca llena de carne privamos a un alma del sol y de la luz, y de esa proporción de vida y tiempo con la que nació en el mundo para disfrutar — Plutarco"»

«"Auschwitz empieza donde quiera que alguien mira un matadero y piensa: son solo animales"»

«"¡Oh, dioses! ¿Puede darse mayor delito que introducir entrañas en las propias entrañas, alimentar con avidez el cuerpo con otros cuerpos y conservar la vida dando muerte a un animal que, como nosotros, vive? — Platón"»

«"No se debe comer aquello que tiene tiene un rostro"»

«"El arma más violenta de la Tierra es el tenedor de la mesa — Mahatma Gandhi"»

¡BASTA!

El gritó infundió un susto en toda la biblioteca y en cada uno de sus rincones. Las uñas del chico rasgaron por completo y con furia el polvoriento y ajado cien hojas. Su respiración era el sinónimo de impotencia, violencia y cólera. Su cara pasó de estar blanca a rojiza en todo su esplendor, y ni la campana que indicaba el término del receso ni las pisadas del bibliotecario acercándose a su escándalo lo avisparon. Él hombre se le quedaba mirando perplejo.

Cuando por fin Jungkook se dignó a alzar la mirada, se fijó en qué dirección el bibliotecario se estaba abismando, y cayó en cuenta del horror sobre las baldosas bajo las suelas de sus zapatos: páginas arrancadas por todos lados...

—Tienes suerte que fuese un libro de esa vieja estantería —fue lo que el mayor dijo antes de retirarse y dejar allí plantado a Jungkook, con su inquietud en una mano y su paranoia en la otra.

Lo único que pudo pensar en ese momento fue en las manecillas del reloj. No quería regresar a casa a la hora de cenar.

—🥩—

Se sintió como un criminal, un caco; llevaba el desastre que había hecho en la biblioteca dentro del bolso. 

Esa misma noche intentó pegar y coser las páginas de vuelta al libro con el poco foco de luz que recibía de la luz de la luna que entraba por su única ventana. Se había arrepentido en sobremanera y ahora procuraba hacerse cargo de esa angustia palpitante de su pecho.

Eran las once de la noche con cuarenta y seis minutos cuando oyó a una vaca mugir en sobremanera.

Se quedó quieto, paró cualquier movimiento que su cerebro haya dado por petición, le recorrió un frío por la espalda y recordó con malestar la promesa que le había hecho a su abuelo.

«Sí, les ayudaré en lo que haga falta.»

Oh no. Se estaba arrepintiendo...

«Comenzarás el sábado.»

La matanza comenzaría mañana.

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