Capítulo 1: "¿Quién cacahuates es Yzma? ¡Una foto!".
Capítulo 1: "¿Quién cacahuates es Yzma? ¡Una foto!".
"Yeah, I, I know it's hard to remember
The people we used to be
It's even harder to picture
That you're not here next to me
You say it's too late to make it
But is it too late to try?
-Payphone, Maroon 5.
Porque, tomemos un tiempo para entender que, cuando nos enfrentamos a que la persona de siempre ya no está con nosotros, cuando caemos en cuenta que su chat en Whatsapp ya no es el primero que va a aparecer, que cuando reenviemos un mensaje, él ya no aparecerá en frecuentes, cuando no tenemos a nadie a quién mandarle ese tik tok que nos dio risa, ahí es cuando más nos golpea. Es muy difícil imaginar que la persona ya no está a nuestro lado. Que ayer estaba, pero hoy... no. Ya no.
Y nuestro cerebro solo está pensando, en un bucle: Sabemos que tal vez ya no lo consigamos, pero, bebé, ¿de verdad es demasiado tarde para intentarlo de nuevo?"
—¿Tienes una pluma que me prestes?
—No.
—¿Un lápiz?
—No.
—¿Un lapicero?
—No.
—Bueno, viniste a la escuela sin útiles, ¿o qué?
Alguien llevaba molestándome por útiles, hojas de carpeta, borrador y liquid paper desde hacía 10 minutos. Me había negado rotundamente a voltear a ver al objeto de todos mis corajes, porque si de por sí ya traía una actitud de "mírame y no me tientes", era capaz de patear en la cola a todo el que tuviera el descaro de mirarme a los ojos.
Es por tu bien, compañero. Y por el bien de mi carro en el último día del semestre.
—Sí traigo.
—¿Y por qué no me prestas?
—No quiero.
—Eres directa.
—Y tú enfadoso.
—Auch.
Cada vez estaba volviéndose más difícil no voltear a verlo para dedicarle mi mirada de iceberg. Tomé otra respiración.
No reconocía la voz del chico. De hecho, ni siquiera recuerdo haberlo visto mucho de reojo cuando me senté en la última mesa. Y yo odiaba sentarme en la última mesa. Estaba tan concentrada maldiciendo todo lo que podía ser maldito que ni siquiera tuve en cuenta mi rúbrica para elegir compañero de asiento.
Mi error, la verdad, mi error.
Empecé a escribir más rápido, copiando a toda velocidad lo que la maestra dictaba, como si se tratara de una especie de competencia con el enfadoso chico de a un lado.
De seguro era uno de esos chicos que apenas habían estado logrando las materias de su carrera, que estaban aquí repitiendo una de las materias más fáciles y de relleno porque eran demasiado flojos como para echarle el mínimo intento de ganas y por eso necesitaban que yo...
—... Y por eso Podemos deducir que la empresa tomaría en cuenta ese porcentaje de innovación para llegar a los clientes —terminó de contestar mi compañero al lado.
Ora.
Volteé a ver mi hoja y, para mi sorpresa, el último párrafo que había copiado había sido la respuesta que mi compañero de a un lado le estaba dando a la profesora.
—Excelente, como siempre, Sr. Archer.
Abrí tanto mis ojos que sentí como que se iban a salir.
Mi cabeza dio un giro tan brusco hacia la izquierda que casi la escuché tronar.
Archer, dijo que se llamaba.
Cuando yo volteé, él ya me estaba mirando. Tenía una sonrisa ladeada y arrogante en sus labios, y sus ojos azul cielo estaban brillando con burla. Él sabía exactamente que yo estaba pensando en que yo había quedado como payasa. Pensé que era un parásito más, pero al parecer me había equivocado.
Maldita sea. Odiaba equivocarme.
Hoy no.
—Luka Archer, un gusto —se presentó y pareció que la sonrisa burlona se volvió todavía más burlona. Casi sentía que toda mi sangre hervía de coraje. Me habré quedado en silencio unos momentos cuando él volvió a hablar—. ¿Qué? ¿No te vas a presentar, Ferb? —Volteó hacia el pizarrón, como si estuviera prestando atención.
—¿Ferb?
—Sí, ya sabes, por callado.
—Uso pronombres femeninos. Callada.
—¿Quién?
—Pues yo.
—Te preguntó.
Me quedé viéndolo, apenas alcanzando a parpadear.
—No entendí.
La sonrisa se le borró de la cara y sus labios quedaron apretados en una fila línea.
—No importa. —Sacudió la cabeza, como si rápidamente pensara "el pasado pisado"—. ¿Me prestas un lápiz ya, entonces?
Estuve tentada a levantarme y gritarle que podía irse a freír mangos al río, pero tomé otra bocanada de aire. Estaba bien.
Hannah, esta no eres tú, estás molesta por ese artículo que viste en la mañana, pero tú en realidad nunca harías...
—Awww, hasta te ves tierna enojada.
—Bueeeeeeno —dije, ahora demasiado alto. Alto. Alto. Alto—. Si lo que querías era coquetear con alguien en clase, le hubieras dicho a la señora Pons, que igual parece lleva embobada contigo toda la clase.
La clase se quedó en un silencio sepulcral.
Yo sentí que la vida se escapaba de mi pecho.
Algo dentro de mí debió gritar un "AHHHHHHHH". O al menos espero este no haya sido demasiado alto.
—¿Disculpe allá arriba, señorita Roché?
Solamente había conocido el verdadero "necesito correr de aquí porque esta persona me hará picadillo" el día que mi madre me había encontrado viendo caricaturas en lugar de haber puesto a descongelar el pollo y echar la ropa a la lavadora como había encargado antes de irse.
Pero, ese 30 de agosto, ahí, en la clase de Innovación empresarial de la aterradora señorita Pons, de verdad quise salir corriendo como si mi vida dependiera de ello.
Tragué saliva con fuerza mientras giraba ligeramente mi mentón para alcanzar a ver la expresión de la señorita Pons.
Mamá, estoy en 4to y último año, ¿es demasiado tarde para decir que me equivoqué de carrera?
—Vaya a la dirección, señorita Roché. —Se sentó en su escritorio de golpe, escuchándose un sonido que habría puesto a temblar a la mismísima TronchatoroLe escribiré un reporte personal para que el director hable con usted sobre su poco decoroso comportamiento. Una vergüenza. Una vergüenza para ti. Una vergüenza para tu familia. Una vergüenza para Brown...
No era fácil para mí mantener mi expresión estoica cuando tenía al inoportuno Luka Archer a un lado mío murmurando el diálogo de:
—¡Deshonor! ¡Deshonor para toda tu familia! Deshonrada tú, deshonrada tu vaca.
Tuve que golpearle la pantorrilla con la punta de mi pie por debajo de la mesa para ver si apenas así podía guardar silencio. Estaba segura de que si expresaba la más mínima sonrisa, la señora Pons se encargaría de que me expulsaran de Brown.
—¡A la dirección! —chilló la señora loca mirándome con el reporte en mano. Casi parecía un caballero en la edad medieval sacudiendo su espada antes de un duelo.
—Adiós, Ferb, pásatela maravilloso —murmuró Luka a mi lado, riéndose por lo bajo, cual villano salido de película de Disney.
Si igual ya me mandaban a dirección, ¿qué tenía de malo si yo...?
—Profesora, acabo de escuchar que mi compañero Archer insultaba sus pestañas hoy. Dijo que se parecía a Yzma de la película de Kuzko.
—Ey, tú, Ferb —apenas alcanzó a quejarse Luka poniéndose de pie, cuando la señora Pons lo interrumpió.
—¡A la dirección los dos! —gritó con demasiado ímpetu para una señora de su edad.
No tuvimos de otra más que guardar nuestras cosas —bueno, yo, porque, como ya te habrás dado cuenta, Luka nomás traía su presencia a la escuela— y caminar por el pasillo de la vergüenza, cabizbajos y decepcionados de nosotros mismos —bueno, yo, porque Luka traía más bien una sonrisa coqueta mientras veía a todas las chicas guapas del curso—. Estábamos ya, por fin, cruzando el umbral de la puerta y cerrando ese portal al infierno, cuando escuchamos que la maestra le preguntaba a un alumno:
—¿Quién cacahuates es Yzma? ¡Una foto!
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