
III
Conociendo
- Buenos días.- dije al ver salir a Magde de la habitación.- Ven, desayuna.- sabía que si preguntaba me respondería con un "no quiero molestar".
Tímida, se acercó a la barra de la cocina y se sentó a lado mío, donde había un plato ya con comida.
- Gra-gracias joven.- dió una media sonrisa y tomó el cubierto con su temblorosa mano.
Todo transcurrió en silencio, solo con el sonido de los cubiertos al chocar con los platos era perceptible. Esto comenzó a irritarme.
- ¿Qué tal la noche?- terminé la comida y me dirigí al lavavajillas.
- Oh, pues bien, bastante bien diría yo... Hace tiempo no duermo así.
- ¿Así como?- pregunté curioso.
- En una cama, bajo un techo.
Se le veía triste. Por sus facciones y su manera de mirar la comida, pude concluir que estaba recordando, y al parecer, cosas no muy agradables.
No sé preguntó más. Esta mujer despertaba una compasión en mi ser que me hacía sentir repulsión a mí mismo. Yo no veo por los demás, niños, hombres o mujeres, todos son lo mismo y es patético fingir que me interesan. Por eso, si no me pagan, no tengo porqué presentar mi ayuda.
Pero ella, desde que apareció en mi puerta y admiró mis llamativos ojos verdes, me hizo sentir un poco de empatía. Así que la ayudé.
Y cada vez que hablo con ella, intuyo que pasó por cosas denigrantes, y me preocupa sentirme mal por ella.
Plagg se subió a la mesa al lado del plato de la mujer, le vi sonreír y acercar de poco a poco la mano hacia su cabeza, donde comenzó a acariciar y mi gato la aceptó gustoso.
- Toma, gato tragón.- puse el plato lleno de queso frente a él y se alejó de la mujer para comer y lengüetear su comida.
- ¿Queso?- preguntó Magde divertida.
- Qué le digo.- me encogí de hombros.- es un gato muy raro. Lo encontré en las calles cuando me mudé aquí.
- ¿No vivías en París?- me preguntó.
- Antes de cumplir la mayoría de edad, no. Vivíamos de un lugar a otro. Mayormente en Los Ángeles.
- Oh claro, eres un chico famoso. Te ví en muchos anuncios y portadas de revistas.
- Si, soy modelo.- sonreí a medias.- por eso disfruto de todo lo que ve a su alrededor.- extendí los brazos.
- ¿Y tus padres?- terminó de comer y le retiré el plato.
- Bueno, he pasado la mayor parte de mi vida solo con mi padre. Mi mamá me abandonó.
Ella solo formó una pequeña "o" con su boca.
- ¿Por- por qué haría eso?
- Mis ojos.- contesté fríamente.
Magde bajo la mirada a sus manos sobre su regazo.
- Lo lamento.
- Descuide.
Después de un largo silencio ella volvió a hablar.
- Joven Adrien.
- ¿Si?
- ¿Va a salir hoy?- Se levantó de la silla caminando hacía mi.
Mire mi reloj, me decepcione al ver la hora puesto que no faltaba mucho para el momento exacto en que la chica azabache dejara la cafetería.
- No lo creo. ¿Por qué?
- Pues, si no le molesta, quisiera asearme un poco.
Le sonreí de lado.- Por supuesto, hágalo y si quiere dormir un poco más, también.
Ella también me sonrió.- Gracias.
Y se fué a la habitación que le había dado.
Mientras ella no salía, hice las cosas que solía hacer antes de acosar a la chica. Ver unas películas, acariciar a Plagg, estar en internet. Me aburría bastante.
Y en cuanto anocheció, escuche la puerta del cuarto abrirse y vi a Magde caminar hasta la estancia.
- Joven Adrien, yo...- me levanté del sofá.- Ya debo irme. No quiero seguir molestandole y creo ya estar lo suficientemente bien.
Esperé un poco antes de responder.- ¿Está segura?
Se limitó a asentir con la cabeza.
- Bien. La acompaño a la entrada.
- Gracias.
En el camino solo estuve pensando. La señora, al parecer, no tenía a dónde ir, se ve que no sabe que hará a futuro como para mantenerse.
Al llegar a la entrada principal, hablé en cuanto mi mano tomó el picaporte.
- Magde, sé que usted piensa que es una molestia para mí, pero déjeme decirle que no lo es. Así que le doy a elegir una cosa. O le doy un cheque por seiscientos mil euros, se va y hace lo que quiera sin decirle a nadie sobre mis ojos, o trabaja para mí.
- ¿Qué cosa?- preguntó sorprendida.
- Como oyó, trabajará como mi sirvienta y como pago le daré techo, comida y un buen sueldo cada quincena.- alejé mi mano del picaporte y giré todo mi cuerpo hacia ella. - usted decida.
Se tardó en pensarlo bien.
- ¿Seiscientos mil euros?
- Ni un centavo más.- ofrecí.
- ¿Está seguro que no fui una molestia a pesar de mis preguntas y...?
- Muy seguro. Además, creo que usted me agrada.- me encogí de hombros.
Ella sonrió.- Usted también me agrada.-- miró hacia la puerta y después hacia mi.- De acuerdo, me quedaré.
Sonreí un poco y asentí con la cabeza.- Bien, pasado mañana le daré su adelanto para que pueda comprarse ropa, zapatos y demás se acomode en su nueva casa.
Antes de poder irme, ella me acarició el brazo.- Enserio, muchas gracias.- vi sus ojos a punto de soltar las lágrimas. Pobre mujer.
Lo único que hice fue asentir.
La joven de ojos azules seguía en esa cafetería, leyendo un nuevo libro, éste era mucho más grande y grueso que otros. Debe ser interesante ya que no ha despegado la vista.
Siempre se sienta en el mismo lugar a lado de la ventana, y yo, la veo sentado en la banca que está cruzando la calle.
Me gusta observarla, saber que hace, con quién y cómo lo hace. Me intriga ver cada movimiento de cada célula de su cuerpo. ¿Ya había mencionado su belleza?
Creo que me trae enloquecido.
Quisiera sentir esa piel, besar esa piel y que le entregase hasta el más pequeño rincón a mi boca entera.
Mis cavilaciones fueron interrumpidas por la voz de un hombre que, sin percatarme, se había sentado a mi lado.
- ¿Es bonita?- preguntó sin despegar la vista de su iPhone.
Era un hombre caucásico, probablemente esté por entre los cincuenta años de edad; de cabellos negros muy bien peinados hacia atrás, vestido de traje y un carísimo Rolex adornando su muñeca.
- ¿Disculpe?- tomé el borde de mi capucha y cubrí aún más mi rostro.
- La chica que "admiras"- me miró con una sonrisa, divertido, guardando su celular.
- No es nada de su incumbencia.- giré mi rostro de nuevo para ver al frente y asegurarme de que la chica aún seguía ahí.
- Déjame adivinar.- su voz, apacible y serena, no me molestaba en lo mínimo, pero me avergonzaba que me atraparan infraganti.- Es la chica de cabellos azabaches que sostiene un libro ¿Cierto?- al notar como la miraba, me enfade un poco.- si que es preciosa. Un manjar así no se deja ir, muchacho.- volvió a mirarme, sonriendo.
No dije nada más. Me cele al escuchar esa manera de referirse a ella, pero era verdad. Esa joven era todo un manjar. Uno que solo yo quiero degustar.
Un auto negro de vidrios blindados se estacionó frente a nosotros, de la puerta del piloto salió un hombre con lentes oscuros y abrió la puerta trasera.
- Me gustaría seguir esta charla de hombre a hombre, pero debo irme muchacho.- se levantó pero antes de irse me miró.- y un consejo, yo que tú dejaba el estilo de espionaje y comenzaba a acercarme a la chica. Habla con ella, invitala a salir comprale algo caro y dale el mejor sexo de su vida. Nadie se resiste a las mejores sensaciones.
Me guiñó el ojo y entró al auto.
Lo vi partir y aún tenía sus palabras en mi cabeza.
La chica estaba por salir del lugar.
La seguí, el resto de la tarde la pasó en el parque, aún leyendo y escuchando música a través de sus audífonos.
Al anochecer, estaba yo parado frente a su ventana. Las luces estaban encendidas y esta vez no había cortina.
Comenzó a llover.
La vi ir y venir por todo el cuarto, haciendo y deshaciendo, pero el detonante de mis emociones pasionales fue ver como ella, dándome la espalda, se quitaba la blusa lentamente, dejándola en un sostén blanco. Después bajo sus pantalones, mostrando una parte de su redondeado trasero.
Creo que jadee. Me estaba excitando.
Al enderezarse nuevamente, llevó sus manos al broche de su sostén y vi como los extremos se separaban, dejando su espalda completamente desnuda.
Observé atentamente como bajaba cada tirante por sus blancos brazos y después arrojó lejos aquella prenda. Y entonces, estaba por girarse.
Me relami los labios, viéndola.
Al girarse, su brazo me impedía la exquisita visión de sus pechos al desnudo, y con la mano libre cerró la cortina, acabando con mi espectáculo.
Entonces, me percaté de que estaba empapado y que estaba parado en medio de la nada, si alguien me veía no dudarían en informarle a la azabache.
Mojado me subí a mi auto y arranqué.
- Joven Adrien.- me recibió Magde al entrar a casa.
- Magde ¿Que hace despierta a estas horas?
- Es que se hacía tarde y usted no llegaba, me preocupe.- agachó la mirada.- disculpe.
- Descuide.- le sonreí con una mano posada en su hombro.- Solo le digo que no tengo un horario fijo, a veces llego temprano, a veces muy tarde, así que le sugiero no preocuparse tanto por mi ¿De acuerdo?
- De acuerdo.- se alejó un poco.- Me iré a dormir ya, buenas noches.
- Buenas noches.
En cuanto Magde cerró la puerta, apagué todo y me encerré en mi cuarto.
Me quité toda la ropa mojada de encima y me senté en el borde de mi cama, inundado por las ansias y comencé a tocarme. Pensé en ella, en que entraba a su habitación y ella me recibía gustosa y daba inicio a un lujurioso encuentro donde ambos terminaríamos satisfechos.
Al día siguiente, me decidí.
Entré al café. Me senté en una de las mesas alejado de ella y solo pedí un vaso de agua.
La vi leer el mismo libro de ayer, de nuevo muy concentrada.
Me maldije por estar tan malditamente nervioso. ¡Es solo una chica! No sé por qué la hago tanto de emoción.
Fui acercandome poco a poco. Y entonces lo hice, me senté en la silla frente a ella. La chica solo alzó la vista del libro para mirarme a mi.
-- Hola. -- dije con una sonrisa cargada de arrogancia.
★★★
Hola mis queridos lectores c:
Muchas gracias por leer y por votar y ahora que lo recuerdo, ¡gané con esta historia en tercer puesto! No es el primer lugar pero me emociona :D
--Se les ama
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