Prohibido el paso
Las calles están llenas.
Las mismas caras de siempre, van a los mismo lugares de siempre, probablemente pensando en lo de siempre.
Pasan personas sonriendo, saludando, fingiendo.
Me parecen todos tan falsos, tan monótonos, tan aburridos.
Tal vez su mundo interior sea más caótico que la falsa actitud positiva que pretenden mostrar, y muy probablemente, más interesante.
Quizá si son de piedra de verdad.
Nunca lo sabré.
El ser humano tiene la extraña costumbre de quererlo todo para sí mismo, incluso sus instintos más primitivos los guarda bajo llave como si de un tesoro se tratase.
¿Y yo?
Bueno, yo me dejo llevar por mis instintos, no es que quiera, pero es que hace años me rompieron el baúl donde se hallaban
y jamás pude tomar el control de ellos nuevamente.
Puede que esa sea la causa de que me esté haciendo todas estas preguntas y quiera ver más allá de los altos muros que rodean a cada individuo
en lugar de detenerme en el cartel de “Prohibido el Paso”.
Y si han de penalizarse por eso, pues adelante,
un pequeño costo que tendré que pagar por querer encontrar los colores que esconden tras sus grises e idénticas fachadas.
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