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I: Desaparición.

Preescolar, el trato es duro.

Los primeros días de clases siempre serán los más convenientes. Es donde decides en donde sentarte sin siquiera importarte por el que sería tu próximo mejor amigo. Porque sí, en esta etapa es vital con quien forjas una amistad porque en el futuro todo podría cambiar y probablemente ese dizque mejor amigo que te consigas ahora pueda ser un narcotraficante importante en unos diez o quince años, ¿realmente valdría la pena ser amigo de una escoria como esa?

Pero eso no es lo primordial ahora. El pequeño Shinsō, de unos cinco años, lo sabe con totalidad. La UA, el mejor instituto de educación, es la escuela para todos los niveles en donde hay albercada cada viernes y te dejan pintar con los dedos, es el mejor lugar donde cualquier niño desea estar. Hay cuatro baños y muchos lavabos, sin mencionar la cantidad de columpios y resbaladillas para jugar. El pasamanos es su lugar favorito, ahí con una caja de jugo de manzana, uf, gloria misma. Hay varios árboles lo cual facilita a las competencias de trepadas. Ahí el temido Bakugō, un niño bastante atrevido, reina por escalar más rápido que todos, aceptado por todos como un Dios. También cuentan con la hora de la siesta, la cual, es su momento favorito del día.

Hacen bastantes manualidades, recortar figuritas, pegar macarrones en hojas para escribir el abecedario, escuchar los cuentos que te leen las profesoras, dormir durante una hora aproximadamente, hacer ejercicios extenuantes de quince minutos. Era abrumador las cosas que tenían que hacer para poder seguir ahí. Por algo, el pequeño Shinsō era un ejemplo a seguir en su clase. El salón B.

Pero tampoco es demasiado importante esto con lo siguiente.

Últimamente ha notado que cierto niño falta. Todos los días, sin excepción, está en su querido pasamanos con su juguito en mano, viendo llegar a todos los estudiantes de tan prodigiosa escuela superior donde sólo los mejores niños iban a parar, claro, porque obviamente los padres les daban lo mejor al dejarles ahí. Siempre observa con atención quién llega y quién no.

La semana pasada no llegó un niño de ojos y cabello bicolor, después se enteró que se había ido con su padre en un viaje de negocios corto. El pasado viernes no asistió un niño alegre de cabellos negros que siempre está pegado a Bakugō, el temido escalador de árboles, el más cool de la escuela y con mayor número de niñas queriendo darle notitas de amor y dulces finos que sólo se consiguen en su cafetería escolar, porque obviamente esos dulces de a yen son una parte de la excelencia de la escuela, pero descubrió que había sido porque había enfermado de gripe.

Gracias a su rutina de observación nada acosadora es que se dió cuenta que alguien había dejado de ir a la escuela más prestigiada de todas. ¿Quién era este individuo? Eso era lo que quería saber. Sabía con exactitud en qué clase iba. Sólo era cuestión de preguntar a alguno de la misma clase.

El salón A era el favorito de todos, obviamente porque el gran Bakugō asistía ahí y porque el hijo de un gran empresario también aunque este no era muy importante, sólo daba dinero a la escuela para que siguiera en funcionamiento, nada sorprendente.

Se infiltra en la clase, escabulléndose entre las bancas. Uno de ahí va de salida, le toma el brazo y le jala a él.

—Debo hacerte unas preguntas. —Shinsō mira de un lado a otro, nadie debía saber sobre su caso especial. James Bond se queda tonto a su lado.

—¿Ah? —El rubio se pone nervioso—. No entiendo...

—Necesito que me contestes algo. —Insiste Shinsō. El rubio ladea la cabeza.

—Primero déjame saber tu nombre. —Shinsō se lo piensa. No podía revelar su identidad, pondría en peligro todo.

—Me llamo Yukito Tsukishiro, ahora contesta. —Vil mentira. Rogaba porque no viera Sakura Card Captor.

—¡Oh! —El rubio sonríe—. ¡Me llamo Denki Kaminari! Seamos amigos. —Le extiende la mano bastante contento.

—Yo no vine a hacer amigos —dice lo más serio posible—. Hay alguien aquí en tu clase, parece un brócoli con pies, es como así de alto. —Estima con su mano, poniéndola debajo de su ceja, un aproximado de lo que mide el niño en cuestión.

—¡Ya sé de quién hablas! —exclama como si hubiera tenido una especie de revelación celestial—. Se llama Izuku Midorima.

—¿Ha venido últimamente? —Saca una libretilla y un crayón, dibujaría con claridad los datos recabados.

—No, desde el lunes. —Uh... Dos días entonces. Tal y como sus datos recabados indicaban. Algo no iba bien.

—¿Sabes por qué? —Hace dos equis grandes en la esquina superior izquierda reflejando el número de días que ha faltado.

—No... Pero seguro Momo-chan lo sabe —comenta Denki—. Eres algo extraño... ¡Seamos amigos!

—Ya te dije que no estoy aquí para hacer amigos. —Vuelve a decir el pequeño Shinsō.

—Vamos Yuki-kun. —Se cruza de brazos—. ¿Por qué estás tan interesado en saber qué le sucedió a Izuku-kun?

Oh, no. Lo que le faltaba. Esa clase de preguntas. Shinsō se lo piensa.

—Me pateó el viernes y vengo a cobrar venganza —dice tratando de mostrar toda la furia del mundo. Denki hace una clara "o" con la boca.

—¡Qué malo! Con razón, no sabía que Izuku-kun hacía esa clase de cosas. Pero entiendo perfectamente. —Un suspiro—. Si necesitas a alguien para ponerlo en su lugar, llámame amigo.

—Que no somos amigos.

—Eso dices ahora —comenta Denki—. Eres como Eiji-kun, dice que no nos vamos a casar pero sé que sí.

—Eres más extraño de lo que creí.

—¡Y tú serás el padrino de mi boda! —Aplaude Denki. Brincotea de un lado a otro—. Daremos de comer macarrones con queso.

—¿Ha llegado la niña esa que dices? —Necesitaba agilizarse.

—Sí, está allá hablando con Kyoka-chan. —Apunta a lo que Shinsō le pega en la mano.

—Es de mala educación apuntar.

—Y también pegar... ¡Me lastimas! —chilla Denki besando su muñeca.

—Perdón... —Shinsō baja la mirada, avergonzado—. Bueno, seamos amigos.

—¡Viva! —Denki le abraza con fuerza—. ¿Ves? Ahora falta que Eiji-kun quiera casarse conmigo.

—Eres raro, pero bueno. —Se hace a un lado y se despide de su amigo. Anda a la banca donde está la niña antes mencionada. Iría al grano—. ¿Por qué no ha asistido Midorima? —pregunta Shinsō determinado por saber la verdad.

—¿Midorima? No conozco a ningún Midorima.

—¿Ah?

—Pero sí a un Midoriya. Izuku Midoriya.

—Pues ese.

—Nadie lo sabe —susurra la niña encogiendose de hombros—. Aunque hay quienes dicen que se portó grosero con el profesor Aizawa. ¿Por qué preguntas? ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?

—Uno: porque quiero saber; dos: soy Yukito Tsukishiro; y c: porque vine a buscar a Midoriya —responde Shinsō.

—¿Para qué vienes a buscarlo? —indaga la otra niña. Kyoka, según Denki le había dicho.

—Pisoteó mi tarea —miente a lo que ambas niñas hacen una "o" con la boca.

—¡Qué grosero!

—Vengo a vengarme.

—Por ahora no sabemos de Midoriya-kun, tal vez llegue más al rato.

Su investigación quedaría ahí... Por ahora.

***
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