Samantha Andersen

Sigo sumida en mis pensamientos un largo período de tiempo hasta que el doctor Moore llama mi atención con su voz ronca y mi madre me pide que responda.

Suspiro profundamente antes de contestar y agarro la mano de mi madre, quien espera una respuesta al igual que Logan.

—No voy a someterme a esa operación hasta que no consiga el dinero oportuno. Es demasiado costosa y temo que no funcione —anuncio seria pero completamente segura de mis palabras.

—¿No vas a operarte por dinero? ¿Prefieres seguir viviendo en la oscuridad antes que intentarlo? —masculla Logan enfureciéndose— no es lo correcto, señorita Andersen.

—Usted me ha pedido que tome una decisión al respecto y he dicho que no. ¿Qué es lo que no ha entendido? —cuestiono sarcástica.

—¡Samantha! —me espeta mi madre.

—¿Qué? —pregunto bruscamente— ¿acaso no me pidió una respuesta? Pues ya la tiene.

—No seas grosera con el doctor, Sam.

—Seré lo que quiera y si quiero seguir en la oscuridad, seguiré os guste o no. Es mi decisión hasta nuevo aviso y tenéis que respetarla —contesto. Quizás esté siendo demasiado...grosera, como bien dice mi madre, pero no pienso pedir un préstamo al banco sabiendo que no lo podremos devolver y que estaremos durante años pagando.

Siento la mirada de Moore sobre mi cuerpo. Me cala hasta los huesos y me estremezco. Mantengo la compostura, me pongo en pie y con toda la firmeza y valentía que puedo desprender, añado:

—No pienso volver a hablar de la operación hasta que tenga dinero suficiente para llevarla a cabo, así que le pediré una cosa doctor.

—¿Cuál? —pregunta suspirando.

—No quiero que me nombre nada más sobre este asunto. Si lo hace, haré que devuelvan mi caso al doctor Smith. ¿Entendido? —alzo el dedo índice en su dirección con tono amenazador.

Aunque no le vea, sé que está confuso por mi actitud. Y sí, todo ha cambiado. Aquel beso con Tyler ha despertado en mí muchísimos sentimientos encontrados, sentimientos que afloran cuán zoológico alborotado por una nueva integración de una especie, sentimientos que quizás terminen o robándome el corazón o despedazándolo en mil pedazos.

Sujeto la mano de mi madre y le indico que nos vayamos, que no quiero permanecer ni un segundo más en esta consulta. Nos dirigimos al coche a gran velocidad, sin detenernos a hablar o a saludar a los conocidos.

Me monto en el coche y me pongo el cinturón con rudeza. Me siento valiente, hacía tanto tiempo que no le hablaba así a alguien, que ya pensé que había perdido esa virtud tan mía.

—¿Por qué has tratado así al doctor Moore, Samantha? Casi se me cae la cara de vergüenza, ¿podrías comportarte? —espeta ella con la furia impregnada en su tono de voz.

—Simplemente me molesta que me pida que tome una decisión y luego no la respete. Y sí, sí puedo comportarme, pero en ese momento no me apetecía. No voy a permitir que tomen decisiones por mí. Soy mayor de edad para pensar y decidir sobre mi vida.

—Estoy de acuerdo contigo en eso, Sam. Pero...¿no crees que ha sido muy grosero por tu parte contestarle así? Solamente quiere tu bienestar como el médico que es —dice apenada.

Suspiro continuadas veces mientras evito que mi boca suelte lo que pasa por mi mente. No quiero agredirla psicológicamente o hacerle algún tipo de daño, así que prefiero respirar hondo y contestar pausadamente lo que sucede.

—Tyler me ha besado y Logan en las consultas anteriores se me ha insinuado, ¿no son motivos suficientes para sentirme perdida? —musito cabizbaja, mordiendo mi labio inferior nerviosa por su reacción.

—Sé que entre Tyler y tú ha surgido la chispa, pero también sé que Logan te mira con interés. ¿Crees que no me he dado cuenta de cómo te observa cada uno? Te miran con ojos enamoradizos, con interés e incluso con deseo, Samantha —contesta sonriendo, sé que lo hace.

—No sonrías —le pido dulcemente.

—Sam, esos dos hombres sienten algo por ti, cada uno a su manera. ¿De verdad no te gustaría recuperar la vista para poder ver lo mismo que yo veo? ¿No te gustaría ver cómo le brillan los ojos al mecánico y cómo sonríe el médico cuando te ve? ¿En serio no te gustaría, cielo?

Sonrío levemente. Sé lo que pretende. Pero no me dejo persuadir.

—Mamá, respeta mi decisión por favor. No quiero operarme por ahora. Para nosotras supone un gasto económico bastante exponencial y serio, y no quiero vivir en la indigencia por intentar volver a ver. Al menos ahora no. Quizá más adelante. ¿Lo entiendes? —pregunto finalmente.

Escucho su llanto y se me pone la carne de gallina. Me entristece que sufra por mi condición y no quiero que se sienta culpable por algo que mi poder de teletransporte provocó. Me duele no haber podido controlarlo pero era tan niña, tan ingenua, que no me percaté de que los poderes también fallan, igual que la magia.

«Lo más importante no es que hayas perdido la vista, sino lo mucho que has crecido como persona al tener que asimilar un problema tan serio. Eres muy valiente aunque no lo creas. Eres tan fuerte como el hierro y jamás deberías rendirte. Sométete a esa delicada operación. Inténtalo. Pero no dejes de luchar por miedo a fallar, pequeña», susurra la voz dulce de mi querida hada consejera, esa que siempre aparece en los momentos más oportunos. Sí, en aquellos en los que las dudas existenciales merodean por mi mente y entre las que no consigo una respuesta clara. Mi mente se ciega por el miedo, mientras que mis ojos están cegados por una oscuridad no intermitente.

—Está bien, cariño. Acepto tu decisión —murmura nostálgica— pero con una condición.

—¿Cuál? —pregunto curiosa.

—Déjate querer.

Feliz Viernesss🥀🤞🏼