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8

Salí rápidamente del salón esa tarde, pues tenía un compromiso que cumplir. Una amiga de la escuela me había dicho que pasaría por la casa, pero, sin darme cuenta, ya iba retrasada a su encuentro. Y para agregarle retrasos a mis torpes pasos presurosos por el cansancio, los taxis estaban todos ocupados. Por ello, era obvio que llegaría muy tarde.

Agitada y sudorosa, llegué frente a la puerta de mi apartamento, solo para encontrar un pequeño sobre a modo de correspondencia con la mitad del otro lado de la puerta. Mientras recuperaba el aliento, tomé el sobre y abrí molesta la puerta. Tras entrar, me desquité con las llaves y las tiré sobre el sofá, luego me tiré yo. Abrí el sobre y vi dos entradas y una nota. Leo.

"Locura andante:

No te preocupes que no me hiciste esperar. Cambiaron de día mi entrevista y no podía quedarme a platicar contigo. En compensación, te dejo estas entradas. Iba a salir con mi pareja, pero viajo mañana. Busca alguien bueno para compartirlas. Cuídate y no comas tanto helado, que vas a reventar.
Besos
Martha"

Ella siempre me dijo así, "locura andante". Me sacó una sonrisa y a la vez me dolía no verla, pero releí esa oración que me hizo invocar una sola imagen en mi mente. Alguien bueno, solo pensé en Not.

Miré las entradas, las guardé en mi bolsa de ir a las clases de baile y fui a ducharme. Casi me mato al darle vueltas a cómo lo invitaría a salir cuando me di cuenta de que se trataría de una cita. Tras salir del baño, traté de olvidarlo, pero ese pensamiento estuvo conmigo toda la noche.

Al día siguiente, a la hora de la clase, mi paso nervioso evidenciaba mi indecisión de proponerle a Notkero salir. Sabía que era mi profesor, pero en el fondo, no lo estaba viendo de esa manera y por más que lo negara, no quería volver a pasar una noche tan mala como la anterior.

Llegué a la puerta del salón y justo antes de entrar, siento un sonido demasiado característico como para ignorarlo. Miro por la acera contraria a la que había venido y veo a mi profesor acercarse con el bastón al frente de sus pies provocando el ruido que había llamado mi atención. Una sonrisa se dibuja en mi rostro al verlo y voy hasta él para saludarlo y, de paso, llevarlo dentro conmigo.

-Hola, Not.- digo a unos metros de él.

-¿Nicole? Qué temprano has venido.- dice sorprendido.

-Tuve un problemita en casa y necesitaba venir a despejar la mente.- le comento recordando mi mala noche por mi indecisión mental.

-¿Está todo bien?- su semblante se vuelve preocupado de repente y hace que me arrepienta de la forma en la que hablé.

-No es nada.- río para restarle importancia y lo tomo del brazo para que se sujete a mi codo.- ¿Tú pasaste una buena noche?

-Lo típico. En mi vida, todo o casi todo es pura monotonía.- él me sujeta con suavidad y seguridad y avanza conmigo hacia la puerta del salón.

-¿A qué vienen esas ropas tan deportivas?- digo al ver cómo iba vestido.

Su sonrisa está vez no era alegría o satisfacción. Era casi amenazante. Volteó hacia mí y mi respiración se cortó por un segundo.

-Hoy no vamos a usar el salón, Nicole. Vamos a mejorar tu resistencia.

-¡¿Qué?!- tuve un colapso mental de solo dos segundos al percatarme de lo que me pedía.- Si apenas me logro mantener en pie al bailar y tú quieres correr conmigo. ¿Es que quieres llenarte la boca de carreteras?

Su risa ante mi comentario fue conmovedora. Comprendía lo que él hacía, quería que yo lo guiara al correr y eso me ponía más nerviosa aún. Con lo torpe que yo era de por sí para correr sola, hacerlo mientras lo guiaba, no importa cómo fuera, en mi mente eso nunca terminaba bien.

-Solo quiero comprobar tu resistencia y mejorar nuestra coordinación. Es necesario para poder bailar juntos.- solté un suspiro y lo miré aún con miedo.

-Tienes que estar muy aburrido si esta es tu idea de un día libre y entretenido.- entramos al salón y dejamos nuestras cosas en los casilleros.

Nos dirigimos a un parque que había a dos cuadras de donde se ubicaba el salón. Buscamos un sitio apartado para no molestar a los demás. Cuando lo veo doblar su bastón y meterlo en una bolsa alargada, mis piernas comenzaron a temblar levemente. Colgó esa funda del bastón en la trabilla de su pantalón y sacó una cinta de su bolsillo.

-Esto fue lo mejor que encontré. Tenía un guante de guía, pero no sé dónde está.- me dijo dándome la tela.

-¿Qué hago con esto?- pregunté con idiota, luego de dos segundos, me di cuenta del objetivo de aquello.- Ah, vale, es para guiarte...

Até la cinta a mi muñeca y luego a la de él. Me posicioné a su lado izquierdo y me puse en posición para correr, pero tenía un miedo interno que casi me iba a hacer temblar más que teléfono de celebridad en modo vibración.

-Comencemos despacio, ¿sí? Soy bailarín, aún no se me da por ser botánico, así que no le encuentro el gusto a toparme con árboles o caer en la hierba.- Not no me ayudaba a sentirme mejor con aquellas palabras.

Él comenzó a caminar tirando de mí por la cinta, por lo que lo seguí. Cuando me sintió a su lado, apresuró el paso como si tuviera confianza en lo que hacía y en quién lo guiaba. No sé cómo podía ser tan confiado conmigo cuando yo sola y viendo, suelo terminar en el suelo más de una vez al día.

-Trata de que demos los pasos del trote a la misma vez, Nicole. Debemos hacerlo a la par y eres la que de debe adaptar a mí en la sincronización, porque yo no puedo ver tus movimientos.- me aconsejó, lo que me hizo mirar sus piernas y mover las mías a la par.

-¿No puedes escuchar bien mis pasos?- pregunté, puesto que hasta yo los escuchaba.

-Aquí sí, pero en un escenario de tablas y bailando tango, los pasos son muy irregulares.- noté que su respiración estaba como si no estuviéramos corriendo, en cambio yo estaba comenzando a agitarme.- Lo haces bien, ya te coordinaste conmigo.

-Not... quería preguntarte algo...- dije con algo de pena y mirándolo.

-Yo también, ¿sabes? ¿Quién pregunta primero?- su respuesta me sorprendió, él también quería decirme algo.

¿Qué sería? Ahora me intrigaba, pero yo había sido la que había hablado primero, así que debía ser cortés y no dejarlo esperando. Aún si pensaba eso, mi cara estaba caliente como tonta, debía de estar roja como pimiento, ah, no, era como tomate... pero hay pimientos rojos también... ¿qué rayos pensaba?

-Pues... quería saber si...- ¡¿qué hacía ahí ese árbol?!- ¡Auch!

-¿Nicole?- mi maestro sintió el tirón de la cinta hacia el suelo, justo donde caí tras dejar la nariz en el tronco frente a mí.

Me había quedado embelesada mirándolo y decidiéndome a hablar, que había olvidado completamente que estaba guiando a una persona ciega y que debía mirar al frente todo el tiempo, pues él no me avisaría si me fuera a chocar con algo.

-¡Maldito árbol que me ha arruinado la propuesta de cita!- grité como loca histérica por la molestia que tenía y el dolor que sentía.

Sin embargo, mi pareja de baile solo supo reírse con esa hermosa carcajada que solo tiene él. Caí en la cuenta de mis palabras, ya había confesado que quería pedirle una cita.

¡Aaaaaaahhhhh! ¡Tomates, pimientos! ¡Mi cara estaba peor que un incendio!

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