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La melodiosa voz de Nicole me acompañó en el recuerdo hasta que llegué a mi departamento. Saqué las llaves para abrir, cuando una presencia hizo su aparición haciendo que borrara completamente la sonrisa de mi cara.
-¡Hola, Kery~!- me sobresalté un poco al escucharla.
-Lucía, ¿qué haces aquí? ¿No estabas de gira con Rafael?- dije bastante molesto por la presencia de la mujer a mi lado.
-Él está lesionado. Lleva dos semanas así, yo solo vine a buscar mis cosas.- su insinuador tono me decía que eso no era más que una absurda mentira.
-Ni que fuera tan importante lo que dejaste aquí.- abrí la puerta de mi casa y, con resignación, la dejé entrar.
Escuché los tacones encaminarse al sofá y el sonido de los cojines al apretarse por el peso de su cuerpo. Dejé mi bastón en una esquina de la pared, cerca de la puerta, donde siempre y luego encaré a Lucía sin cambiar mi expresión de seriedad.
-Iré a buscar tus cosas, luego te marcharás.- le dije y me encaminé a la habitación.
-Oh, por favor, Kery. No seas tan amargado. Dime, ¿cómo lo llevas?- su pregunta tan casual me hizo pararme en seco.
Me volteé a ella y me apoyé de la pared sabiendo que estábamos frente a frente.
-¿En serio lo quieres saber?- dije con sarcasmo.- Escucha, Lucía, no quiero tocar más ese tema, ¿sí? Ya dejé los concursos de baile, ya dejé todo de la vida glamurosa y, sobre todo, ya te dejé a ti como pareja. Así que no vuelvas a preguntarme cómo lo llevo.
-Oye, no te pongas así. Solo quería saber cómo estabas.- dijo simulando un tono de inocencia, lo que me hizo enojar aún más.
-¡¿Quieres saber cómo estoy!? ¡Ciego, Lucía, estoy ciego! ¡Llevo cinco años viviendo una vida que no era mía, y tengo que agradecer que logré levantarme de esa cama! ¿Y todo por qué? ¡Dime!- ella solo hizo silencio.- ¡Por tu estupidez de chantajearme para conducir contigo estando ebrios! ¡Y todos me culpan a mí!- di un golpe en la pared que me apoyaba.- Claro, era yo el que conducía, ¡y tú saliste ilesa! ¡No, Lucía, no puedo estar tranquilo cuando solo me usaste para escalar en el mundo del baile y luego me desechaste después de decirme que me amabas!
-Notkero, deja de gritarme.- su casual tono cambió radicalmente.- Si esa desgracia pasó, ya no se puede hacer nada, pero no me pongas a mí como una arpía.
-No te hagas la inocente...- cerré mis puños con fuerza y detuve mis palabras antes de soltar una barbaridad.- Solo... vete de aquí.
-Dame mis cosas y lo haré.- fui hasta la habitación y rebusqué en el cajón que menos usaba del armario. Todas las pertenencias de Lucía las tenía en una bolsa, solo eran trajes de baile y algunas ropas interiores. Mientras la sacaba, escuché el teléfono sonar. Me levanté con prisas, pues no quería que esa bruja que tenía en mi sala respondiera, pero al hacerlo, mi hombro chocó con el marco de la puerta deteniéndome por el dolor. Me palpé la zona del golpe con la bolsa de ropas en la mano y regresé a la sala. Escuché que Lucía colocaba el auricular en la base otra vez, maldije por todos los cielos la presencia de esa mujer en mi casa.
-¿Por qué la prisa? Ni siquiera habló.- dijo quitándole importancia a su descaro.
-Eso no te da derecho a responder el teléfono de una casa ajena.- le dije extendiendo su ropa hacia donde escuché su voz.
-Esta casa no es ajena para mí.- me dijo con cierto orgullo en su hablar.
-Pues ahora te enteras de que lo es, porque ya no eres bienvenida aquí. ¡Ahora, vete!- Lucía tomó sus pertenencias de mi mano y se encaminó hacia la puerta.
Yo la seguí para asegurarme de que se fuera de una vez. Cuando escuché sus pasos fuera de la casa, me dispuse a cerrar la puerta, pero ella la detuvo, creo que con su mano.
-¿Qué quieres ahora? Creí haber sido claro.- dije cada vez más molesto.
-Sí estuve preocupada por ti, Kery.- que absurda imitación de súplica me estaba dando.- Pero yo también lo pasé mal. Haber perdido a nuestro hijo fue un golpe duro para mí.
-Lo tuyo es el baile, Lucía, no el teatro. Nunca te importé, no me vengas ahora con eso. Y, aunque no te lo tomes literal, hazlo igual.- tomé aire y dejé ir toda la rabia que sentía.- ¡No quiero volver a verte nunca más en mi vida!
Cerré de un portazo, y escuché sus taconazos bajar las escaleras. Apoyé mi espalda a la puerta y me dejé caer al suelo de un suspiro. Estaba agitado, molesto y con ganas de romper algo. Apoyé mi mano en el suelo y esta chocó con la punta de mi bastón. Al sentirlo, al recordarme todo lo que había detrás de su uso, solo me dieron ganas de lanzarlo lejos, lo cual hice y se sintió reconfortante. Aunque el sonido de un cristal rompiéndose no lo fue tanto, pero me daba igual en ese momento.
Ahora que lo estaba superando, que me estaba decidiendo a rehacer mi vida, aunque fuera como profesor de baile en un salón de bajo costo. Al menos bailaba y me sentía bien al hacerlo. Eso no lo había perdido en el accidente. Perdí a mi hijo, perdí a la persona que creí que me amaba y perdí la vista... el baile era todo lo que me quedaba.
Recordé la llamada y me encaminé al sofá. Sentí asqueroso el aroma de Lucía en la tela de los cojines, pero intenté ignorarlo. Marqué a la operadora.
-Buenas tardes, señorita. Me gustaría saber el propietario del número que hace unos pocos minutos marcó aquí.- en unos pocos segundos de espera, la chica me respondió.- A nombre de Amanda Crash. Muchas gracias.- colgué.
Había sido Nicole, o al menos alguien emparentado con ella, ese era su apellido. Había olvidado preguntar cuál era el número, y su expediente me lo habían dado en tinta. Suspiré para tratar de calmarme, aunque pensaba que todo me estaba yendo mal. Volví a marcar en el teléfono y una voz que me recordaba a la de mi madre respondió.
-Hola, Maggie. Oye, perdona que te vuelva a molestar, pero ya sabes lo torpe que soy. ¿Pudieras ayudarme con unos cristales rotos?- la encargada del edificio aceptó cordialmente.
Normalmente era ella la que me ayudaba en las cosas que necesitaba. A veces, abusaba de su ayuda y comprensión, pero era un amor de persona y nunca se había quejado ante alguna petición mía, a pesar de su avanzada edad.
Mientras esperaba sentado en el sofá a que llegara Maggie, pasé mis manos por mi cabeza para alisar mis alborotados cabellos. Nicole había llamado. La persona en la que me pasé pensando todo el camino y que me había sacado una sonrisa constante con su recuerdo. Por más que estuviera rechazando desde el día del accidente cualquier contacto con el amor, mi cabeza solo imaginaba qué pasaría la próxima semana, estaba ansioso por saberlo. No me di cuenta hasta que toqué mi cara, pero ese pensamiento mi había hecho sonreír otra vez.
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