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La notaba nerviosa, así como solo es ella, que mientras más lo está, más disparates de esos graciosos suelta. No he conocido a otra persona que cuando está en una situación de estrés sea tan espontánea como lo es ella. Nicole me sorprendía hasta en el más mínimo detalle. O sea, ¿a quién se le ocurre saludar a tu cita pidiendo helado? Solo ella...

-¿Al menos te sabes el camino al cine?- pregunté al tomar su brazo para comenzar a caminar siendo guiado por, al menos lo que mi escaso momento de accidente me dejó saber, hermosa acompañante.

-No soy un GPS, pero no mentiré al decir que tuve que buscarlo y asegurarme un par de veces por si me perdía. No quería ser quien se perdiera, no se vería bien eso en mí.- respondió, noté que su tono seguía apenado conmigo.

-Nicole, no tienes que pensar tanto las cosas. Solo disfruta de la salida.- me relajaba hablar con ella, aún con lo despreocupada que es.

Bueno, es una despreocupada preocupada, ya que siempre está pendiente de cosas que no debería y le quita importancia a las que merecen atención. Vamos, es un mundo al revés esta chica.

-Si me estás diciendo eso es porque ya debes de haber comprobado el camino al cine unas diez veces.- su voz sonaba como si hiciera un puchero, debe verse muy graciosa con esa carita infantil.

-No te lo negaré, aunque solo fueron cinco.

-¡Ajá! Lo sabía, no estás seguro de que sea capaz de llevarte ni siquiera al cine.- sentí que daba un tropezón y se aferraba a mí para no perder el equilibrio, a lo que contraje mi brazo por reflejo.- Demonios...

-No estoy seguro si llegaremos enteros ni a la próxima esquina.- dije riendo por su ligero accidente.- Pensaba que todas las mujeres dominaban a la perfección eso de caminar con tacones. Además de que debes aprender a usarlos si quieres bailar tango.

-Pues muy mal vamos, porque apenas sé dar tres pasos sin decir que el puente de Londres se está cayendo.- listo, ya volvía a hacerme reír.

-¡Pero, Nicole, por Dios!- esas ocurrencias de ella tan fuera de lugar y a la misma vez tan típicas que le eran, no podía acostumbrarme.- Tus comparaciones no dejan de asombrarme. Deberías ser comediante, no bailadora de tango.

-Ni que fuera yo un payaso. Además, le hago honor a las enseñanzas de mi padre. Él siempre sacaba comparaciones raras y graciosas de todo. Por eso mi madre nunca paraba de reír.

-Por lo que suena, parece que eran una pareja muy bonita y bien llevada.

-Tenían sus cosas...

Durante el camino, Nicole me contó bastante sobre sus padres, lo mucho que los quería y cuánto admiraba a su madre. Por supuesto, también se dio unos cuantos tropezones, ella decía que con nada, lo cual me daba mucha más risa. ¿Quién se tropieza con el aire? Aún así, y por suerte, logramos llegar a salvo al cine.

Pagué por unas palomitas para mí y un helado para Nicole, después de todo, quería complacerla y era difícil hacer caso omiso a lo primero que me dijo cuando nos encontramos. Al menos el dinero del cambio me lo dieron en monedas, esas eran más fáciles de distinguir, porque temía estar preguntando de cuánto era un billete. No, está noche no dejaría que mi incapacidad fuera una molestia más de lo necesario.

Una vez entramos por el portón, noté que nos detuvimos. Sonreí, conociendo a mi alumna, estaría perdida.

-Lee en la entrada el número de los asientos, Nicole. Que no es tan difícil.- dije con una risita.

-Tú lo dices muy fácil, Not. No entiendo esa cosa. No sé si dice 8 - 1 - 9 o 6 - 1 - 8. Se ve exactamente igual a un lado y al otro.- ¿podría tener ella más mala suerte? Además de que es quien tiene que decidir dónde nos debemos sentar, se lo ponen difícil a la pobre.

-Venga, echémoslo a suerte. Yo digo que es el primero. ¿Dónde queda el 8?- dije aferrándome a su mano y comenzando a caminar para convencerla de hacerlo también.

-Aquí a la derecha...- me llevó como lograba hacerlo en sus buenas intenciones a través de aquellos pasillos y asientos hasta que logramos sentarnos.

Por lo que parecía, nadie los ocupaba, así que estábamos de suerte. Nos acomodamos y la escuché soltar un quejido mientras su voz bajaba. De seguro estaba acariciando sus pies por los tacones.

-Nadie te va a ver, puedes quitártelos.- le susurré con una sonrisa cómplice y la escuché hacer un sonido, ya era típico escuchar eso cuando le decía algo que la podía apenar. De seguro era porque se sonrojaba.

-No me voy a quedar descalza en un cine mientras tengo una cita. Ya bastante que tengo un nido de pájaros en la cabeza en vez de un peinado.- me susurró ella también con tono de reclamo, cosa que me dio mucha gracia, no sabía que estaba acomplejada por ir algo despeinada.

-Ah, vamos, no digas eso. Para mí te ves muy bien.- comenté con tal de animarla.

-Oh, ¿en serio? Bueno, gracias. Aunque pienso que este mechón debería...- se detuvo de hablar, creo que se dio cuenta algo tarde de mi comentario.- Espera. No puedo creer que cayera...- ese sonido, creo que se dio en la frente con la mano, pero una nueva voz llamó mi atención.

-Disculpen, esos asientos son los nuestros.- me daba mucha risa, ni suerte teníamos.

-Ah, perdonen. Es que mi compañera se equivocó al leer la entrada.- cuando me puse de pie y tendí la mano a Nicole, escuché los comentarios de la otra pareja entre susurros.

Otra vez venían a mí esas miradas de lástima junto con sus respectivas palabras. ¿Esto está bien? ¿Ellos tenían razón? Llevar a un ciego al cine era totalmente una tontería. ¿Para qué?

-Oigan, es ciego, no sordo. Y eso lo escucha hasta vuestra enterrada y difunta inteligencia. Si van a comentar, hablen de lo que les falta a ustedes, por ejemplo, respeto por los demás y algo de discreción, jolín.

Nicole casi me arranca el brazo tirando de mí, por poco se me caen las palomitas si es que no tiré algunas. Se le notaba enojada, pero me había defendido. Esa misma chica que no se creía que podría tener un profesor de tango ciego, esa misma, era ahora la que había hecho pasar una terrible pena a una pareja solo por comentar cosas sobre mí. Esta chica es más valiente de lo que pensaba.

Nos ubicamos, esta vez en los asientos correctos. Noté que, en efecto, se me habían caído algunas palomitas en el camino, pero no importaba si quedaban suficientes para la película. Lo que más me agradaba era escuchar los balbuceos de Nicole mientras se comía el helado sin parar ni darse tiempo casi a respirar.

-¿Estás bien, Nicole?

-De maravillas.- me respondió bastante animada, se le notaba que sonreía.

Nota mental: si Nicole se molesta, le compro un helado de chocolate y se le pasa.

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