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26- Dejándome llevar

Llegamos a la habitación y yo todavía no era capaz de procesar todo lo que me estaba sucediendo.
Entré en el baño y me duché, necesitaba un momento de relax para comprender lo que estaba pasando.
Dejé el agua resbalar por mi cuerpo. Cerré los ojos y respiré hondo.
¿Qué había pasado?
¿Porqué había respondido de esa forma al beso de Daniel?
Mi cabeza era un caos.
Salí de la ducha y me envolví en la toalla, no me había acordado de coger la ropa para ponerme.

—Ponte el vestido azul, Aisha. Estarás deslumbrante.

—Por favor, Daniel, no me confundas más de lo que estoy.

—Tranquila, te lo digo porque hoy hay baile después de la cena e iremos un rato los dos.

—Ni siquiera me has preguntado, Daniel.

—Es porque forma parte de nuestro trabajo, debemos comprobar la calidad de la música, el ambiente, el servicio de mesas...

—Vale, no sigas, me lo pongo.

Entré de nuevo en el baño y me puse el vestido.
Al salir me miró y en voz baja, pero que escuché perfectamente dijo:
—Estás preciosa.

Esas palabras, con esa mirada penetrante de ojos casi negros, consiguieron afectarme más que cualquier otra cosa.
Me maquillé un poco mientras Daniel se cambiaba y al salir quedé impactada. Camisa blanca ajustada, con el primer botón desabrochado, pantalón blanco también, afeitado y peinado.

—¡Madre mía!

—¿Tan mal me queda? Esto lo escogiste tú el otro día.

—No, precisamente es porque te queda genial, que lo digo.

—Está bien, vamos a cenar.

Me cogió de la mano y me llevó al ascensor, no nos veía nadie pero no soltó mi mano en ningún momento.
Sentados en una mesa para dos, con velas, en una zona apartada, cenamos como una pareja normal, me cogía de las manos, me hablaba bajo con voz profunda, estaba tan atractivo que hasta las mujeres de otras mesas se quedaban mirándolo.
Al acabar la comida pasamos a un salón, donde habían mesas y camareros.
Nos acomodamos cerca de la pista de baile.

—¿No nos quedaremos mucho rato verdad?

—No, sólo lo suficiente para valorar el sitio, bailaremos una canción y nos iremos a dormir.

Nos sirvieron una copa de cava cortesía del hotel, el resto de bebidas se agregaban a la cuenta de la habitación.

—No pediremos nada, pues esos gastos no están incluidos en gastos de empresa.

—Ya lo sé, Daniel.

Me miró a los ojos, vi un brillo diferente, sonrió y bebió un sorbo de cava, después me cogió de la mano y guiñándome el ojo dijo:

—Tenemos que ser como una pareja, recuerda.

Empezó la música y hablamos del sonido, la temperatura del lugar, los camareros e incluso sobre la decoración.
Tras un rato, me pidió que bailásemos. Sonaba una balada, la banda sonora de El guardaespaldas, de Whitney Houston. Nos abrazamos y bailamos muy pegados uno con el otro.
Apoyé mi cabeza en su hombro, cerré los ojos y me dejé llevar.
Acabó la canción y volvimos a la mesa.

—¿Nos vamos a la habitación, Aisha?

—Sí, por favor— musité en voz baja.

Eran las once de la noche. Mi mente era un caos, pero no quería pensar.
Me estremecía con el contacto de su mano en la mía. No podía ser nada bueno, seguro que después me arrepentiría, pero esa noche iba a dejarme llevar por mis instintos.
Subimos al ascensor y me acercó a él porque había otra pareja que también quería entrar. Me cogió por la cintura y movía sus dedos suavemente, acariciándome.
Mi respiración se volvió agitada, me besó en la oreja y me susurró que todo iba a salir bien.
¿Qué iba a salir bien?
Eso que hacíamos era una locura, lo sabía pero no podía evitarlo, no quería, lo necesitaba.
Entramos a la habitación a oscuras, encendimos una lámpara de un rincón que emitía una luz ténue, rosada y muy íntima.

—¿Estás segura de lo que hacemos? Porque yo no estoy seguro de nada.

—Yo tampoco sé lo que hacemos, Daniel, pero ahora mismo no quiero pensarlo. Hacía mucho tiempo que no me sentía así, dejémonos llevar y mañana ya veremos.

Fue lo que necesitaba Daniel para dejarse llevar.
Nos besamos, primero suave, después más intensamente, nos acariciamos por encima de la ropa, hasta que ya no nos bastaba y empecé yo por quitarle la camisa, le acaricié la espalda.
Él me quitó el vestido, me besó en el cuello hasta el hombro, Dejándome casi sin respiración, me quitó el sujetador y acarició mis senos.
Desabroché su pantalón y él se quitó los zapatos y el pantalón.
Seguíamos de pie, abrazados de nuevo, le ayudé a deshacerse de su calzoncillo y de mis braguitas. Piel con piel, nos estiramos en la cama. Sus manos en mis piernas, en mi interior.
Temblaba bajo sus manos.
Yo tocaba todo su cuerpo y lo sentía temblar a él también.
No sabía lo que nos estábamos haciendo pero no podía parar ya.
Hicimos el amor suave, fué tierno conmigo y yo descubrí sensaciones que nunca antes había experimentado.
Daniel y yo nos complementábamos en la cama.
Nos dormimos ya de madrugada. Cuando despertamos era tardísimo, nos habíamos perdido el desayuno.
Por suerte en Francia comían muy pronto, decidimos bajar a primera hora a comer.
Miré a Daniel, salía de la ducha, ya sin pudor se vistió delante de mí, que todavía estaba desnuda. Me estiré en la cama y me levanté de un salto. Corrí hacia la ducha, cuando salí ya estaba vestida. Recogimos la ropa que había quedado por el suelo y Daniel sugirió que podíamos empezar a rellenar el informe.
¡Zass! Golpe de realidad.
Sentí algo parecido a la frustración. Pero debía reconocer que aunque lo que nos había pasado era muy personal y muy romántico, la realidad era que estábamos trabajando.
Nos sentamos uno al lado del otro, con miedo a tocarnos, miremos el informe, rellenamos aquello que ya habíamos podido evaluar y nos centremos en lo que faltaba.

—Servicio de habitaciones, podemos comprobarlo este mediodía. Llamo ahora y pido que nos sirvan la comida en la habitación.
La carta está en este QR.
Escogimos los platos y Daniel los pidió por teléfono.

—Lo siguiente es el servicio de lavandería, llama tú y que nos recojan la ropa sucia y nos la devuelvan esta tarde.

—Voy, ¿queda algo más?

—Atención al cliente, mañana pediremos que nos pidan un taxi para salir.

—Pediremos también información turística.

Una vez resuelto el tema trabajo, Daniel me tomó de la mano e hizo que me pusiera de pie. Me abrazó y me besó de nuevo.

—Ahora mismo volvería a hacerte el amor, pero en media hora vendrá la comida. ¿Quieres hablar de lo que ha pasado?

—No, no quiero hablar. Cuando lleguemos a Barcelona el viernes, entonces lo pensaré y lo hablaremos después.
No sé lo que ha pasado estos días. Puede ser el embrujo de la ciudad o tal vez la habitación impresionante, pero quiero disfrutarlo sin pensar. Probablemente me arrepienta más tarde.

Vinieron con la comida y el servicio de habitaciones fué impecable, también pasaron a recoger la ropa sucia.
Por la tarde fuimos a la torre effiel, nos hicimos fotos y compré un peluche a mi sobrina.
Paseamos por los campos elíseos. Tomamos un helado y volvimos al hotel a cenar.
Esa noche no nos quedamos a bailar.
Subimos a la habitación y pusimos el cartel de no molestar en la puerta.
No llamé ningún día de aquella semana a mi hermana. Ya se lo explicaría todo cuando volviese.
Acabamos el trabajo y regresamos el viernes a mediodía. Llevamos los informes a la oficina y nos fuimos a casa.

—Daniel, tengo que pedirte una cosa.

—Dime, Aisha.

—¿Podrías acompañarme a mi casa?

—¿Te quieres ir de aquí?

—No, Daniel, pero es un reto que debo asumir antes de entrar en otra relación. Debo decir adiós a mi pasado y a Marc. Para empezar de nuevo.

—Cuando tú quieras, Aisha.

—Está bien, se lo prometí a Raquel, mi psicóloga. Pero antes me gustaría ver otra vez a tu madre. Me gustaría hablar con ella.

—Este fin de semana subo a verla. Ven conmigo. Yo la aviso hoy.

—Espero que no le moleste. Ella no dirá nada, pero no me gustaría incomodarla.

—Tranquila, le encantará verte de nuevo.
Ahora te llevaré a casa de tu hermana, que esta semana le toca ir a casa de sus suegros ¿verdad?

—Sí, se irá mañana. Si me puedes acercar me harías un favor.

Daniel me llevó en coche y entró conmigo en casa de mi hermana. No me di cuenta de que Daniel me
Llevaba de la mano hasta que no vi la mirada de interrogación en la cara de Dúnia, mirando fijamente nuestras manos enlazadas.
Lo solté para abrazarla, y Daniel, presintiendo que debíamos tener las dos una conversación privada, cogió a mi sobrina y la llevó con Edu, que estaba en el salón viendo la televisión.
Nosotras nos quedamos en la cocina y cuando desapareció Daniel, una sonrisa asomó a los labios de mi hermana.

—Aisha, cuéntame todo. ¿Sois pareja? ¿Qué ha pasado en Paris?

Le expliqué más o menos lo que había pasado. Me guardé detalles íntimos pero la verdad de mis sentimientos no se la oculté.
Le expliqué los celos y luego la atracción que sentía por él.

—Ahora tengo que analizar mis sentimientos, Dúnia. No sé si seguiremos o no, en París todo era demasiado perfecto, romántico y sencillo. Sólo tenía que dejarme llevar.
No pensé entonces pero tendré que pensar ahora.

—Aisha, a veces es mejor no pensar, cariño, deja que suceda.

- No quiero sufrir, Tata, no podría soportar perderlo a él también.

—Supongo que el miedo es lo que te hace dudar. Pero debes seguir adelante, lo que tenga que ser será.

Tras nuestra conversación nos reunimos con los hombres y hablamos un rato, después nos marchamos a casa.
Hicimos una cena ligera entre los dos, nos sentamos en el sofá y cenamos. Después nos dejamos llevar de nuevo. Acabamos en la cama de Daniel, que era más grande que la mía.
El Sábado salimos rumbo a casa de su madre, Lina.

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