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25- Celos.

Después del fin de semana toca volver a la realidad. Lunes, suena el despertador a las siete de la mañana. Nos levantamos y a la oficina.
Esta vez toca Francia, concretamente París. Un sólo hotel, cuatro días para investigar si puede formar parte de la corporación. Vamos de incógnito, como casi siempre, pero esta vez la jefa me pregunta si estoy dispuesta a hacerme pasar por novia de Daniel para poder observar el máximo nivel que alcanza el hotel, en la suite presidencial.
Como ya lo hemos hecho en alguna ocasión, firmo unos papeles y acepto.
Daniel parece contento, le pregunto porqué y me contesta que tenía ganas de ir a París, la ciudad de la luz.
Esta vez teníamos más tiempo para prepararnos, volvimos a casa y preparé el equipaje, salíamos en avión el martes a las seis, así que tuve tiempo de despedirme de mi hermana.

—Me tienes que prometer una cosa, Aisha, quiero que te hagas fotos en París y me traigas algo para mi princesita.

—De acuerdo, te lo prometo.

Por la tarde tenía cita con mi psicóloga, Raquel.

—Hola Aisha, ¿ Qué tal va todo? Cuéntame.

—Hola Raquel, tengo alguna novedad, creo que he avanzado un poco en el proceso del duelo. He vuelto a salir de casa.

—¡Muy bien! Cuéntame cómo te has sentido durante la salida y después al regresar a casa.

Le expliqué todo lo que había pasado con Daniel en el hotel, la excursion con mi hermana y las veladas en casa.

—Parece que empiezas a avanzar, es muy positivo que salgas con él. Aunque sea a desgana intenta obligarte a salir. Si hablar con su madre te ayuda, debes ir a verla con Daniel. El paso que te falta es volver a tu casa. Creo que ya estás preparada para ello. Puedes pedirle a Daniel o tu hermana que te acompañen, y no es necesario que te vuelvas a mudar allí, sigue como estás ahora pero entra en esa casa y afronta la realidad.

—Me da miedo.

—Es completamente normal tener miedo. Por eso puedes apoyarte en alguien de confianza.

Quedamos en que cuando regresara de París iría a mi casa.
Me recogió Daniel y me llevó en el coche.
Iba pensando en mis cosas y no me di cuenta de que no íbamos en dirección a casa.

—¿Dónde vamos, Daniel?

—Ahora lo verás.

—No me gustan las sorpresas, Daniel.

—Esta sí, te lo prometo.

Me llevó a un centro comercial.

—Necesito que me ayudes a comprarme ropa.

—¿En serio? ¿No podias habérmelo dicho?

—Sí, en serio, y no me he atrevido a pedírtelo porque temía que me dijeses que no.
Sabes que soy un desastre con la ropa.

—De acuerdo, venga, te ayudo a comprarte la ropa. ¿Qué necesitas exactamente?

—Un poco de todo.

Pasamos el resto de la tarde comprando ropa, principalmente para Daniel, aunque insistió en que me comprara un vestido yo también.

—Vamos, Aisha, de algún modo tengo que compensarte por esta encerrona.

Me convenció y me compré un vestido azul, bastante ajustado.
Llegamos a casa a las 11 de la noche, ya que insistió en invitarme a cenar también. Me acosté y me dormí enseguida.
El martes otra vez al aeropuerto, a las cuatro de la mañana nos levantamos pues el avión salía a las seis.
Al llegar a París, tomamos un taxi hacia el hotel.
Puse el chip de trabajo y nos cogimos de la mano para escenificar nuestro noviazgo.
Nos acompañaron a la suite presidencial, enorme, parecía sacada de un cuento de Disney.
Las ventanas daban a un precioso jardín.

—Creo que sólo por las vistas merece formar parte de la corporación.

—Hay que tener en cuenta muchas variables. Parece que cumple en limpieza y servicios. Aisha, podemos bajar al bar a tomar un pequeño tentenpié hasta la una que comamos.

Me pareció correcto y lo hicimos.
Daniel me habló de que siempre había querido hacerse una foto en la torre effiel, pero no había tenido nunca la oportunidad.
Quedamos en ir por la tarde, después de comer.
Estaba en la barra mirando la recepción cuando me dí cuenta que nos señalaban.

—Creo que sospechan de nosotros, Daniel.

—Si es así intentarán llevarnos en bandeja de plata para que hagamos un informe positivo.
Tendremos que intentar que se crean que somos una pareja normal. En todo el tiempo que llevamos en el bar, no hemos tenido ningún gesto de cariño mutuo. Sería conveniente que nos cogiéramos de las manos, incluso deberíamos besarnos...

Sin darme tiempo a reaccionar, me tomó las manos mientras hablaba y acercó sus labios a los míos hasta darme un beso suave, ligero, demasiado leve  para dejarme con ganas de más.

—Habrá que esforzarse más, Aisha.

Con una sonrisa me llevó hacia el ascensor para subir a la habitación.
Una vez dentro del ascensor me soltó y siguió hablando como si nada.

—Ahora nos quedaremos en la habitación hasta que bajemos a comer. Desharemos la cama por si viene el servicio de habitaciones.

Mi corazón iba a mil y Daniel parecía no estar afectado lo más mínimo.
Entré en el baño e intenté recomponerme un poco.
¿Qué me estaba pasando?
Decidí no responderme en ese momento.
Salí y Daniel estaba tumbado en la cama.

—Ven, Aisha, ayúdame a deshacer la cama.

—¿Qué dices?

—Ven, túmbate a mi lado y desharemos la cama para que parezca que hemos estado haciendo algo juntos.

—Hazlo tú solo.

Estaba realmente asustada de mis reacciones. Tan sólo un pequeño beso fugaz había despertado todo mi cuerpo.
Bajamos a comer, vimos que nos observaban, yo temía que Daniel quisiera besarme otra vez, aunque lo único que hizo fué cogerme de la mano.
Me miraba tranquilo, con una sonrisa en su boca.

—Tranquila, Aisha, después de comer nos iremos a dar un paseo por París, hasta la hora de la cena. Así podrás relajarte un poco.

Tras la comida, se disculpó un momento y se marchó a la habitación solo.
Yo esperaba su vuelta en recepción.
—Tenía que hablar con mi madre, perdona. ¿Nos vamos?

—Sí, vámonos a dar un paseo.

Salimos cogidos de la mano.
Al llegar a la esquina de la calle me soltó y fuimos uno al lado del otro.
No tenía ni idea de lo que me estaba pasando, pero quería que volviese a cogerme de la mano otra vez.

—Me he enterado de que por aquí cerca hay un parque precioso, no nos dará tiempo hoy de ir a la torre effiel. Pero fíjate qué calles tan bonitas.
Podemos buscar algún sitio para tomar algo antes de volver al hotel para cenar.

Me iba hablando mientras caminaba, yo simplemente le seguía sin comprender realmente lo que estábamos haciendo.
Estaba confundida.
Bajamos unas escaleras hacia un parque precioso. Nos sentamos en un banco frente a una fuente con una mujer de piedra que llevaba cántaros.
Tras un rato, en el cuál yo pude rehacerme y volver a ser yo misma, apareció una mujer rubia que se acercó a Daniel.

—¿Daniel?, ¿Qué haces por aquí?. No me dijiste que venías.

—Lo siento, Martina, te presento a Aisha, mi compañera de trabajo.

—Encantada.
Me dió dos besos y concentró su atención en Daniel.

—Dame un abrazo, Dani, hace mucho que no nos vemos.

Me sorprendió escuchar el diminutivo de su nombre en boca de aquella mujer.
Daniel estaba radiante, sonreía y abrazó a aquella mujer, plantándole un beso en los labios que no tenía nada de inocente.
Se cogieron de la cintura y me miraron los dos.
—Aisha, ¿Te importa esperarme un rato aquí mientras me pongo al día con Martina?.
Hace mucho que no nos vemos y no me gustaría que te sintieras incómoda con nuestra charla.

—No, no me importa, iros que yo me quedo aquí .
Te esperaré aquí mismo porque no sé si sabría llegar al hotel.

—Gracias, Aisha, eres un sol. Volveré pronto.

Se fueron y me dejaron en el banco sentada. Los veía alejarse abrazados como si fueran amantes.
Nunca me había hablado de esa Martina.
Mi humor se tiñó de negro. ¿Quién era ella? Seguro era una antigua amante.
¿Por qué me molestaba tanto que se fuera con ella? No lo sabía.
Llamé a Dúnia.

—Hola, Tata , puedes hablar un ratito conmigo, necesito hablar con alguien cuerdo.

—¿Qué ha pasado?

—¡¡bufff!! No sé cómo explicarlo, por un lado Daniel me ha dado un beso, suave y sugerente que me ha dejado muy sorprendida y ahora se acaba de ir con una mujer rubia que al parecer conoce bien, y que le llama Dani.

—Explícamelo todo, a ver, ¿Qué es eso del beso?

—Lo que te digo, parecía que nos habían calado los del hotel y que sabían quiénes éramos. Para despistarlos y que no sospecharan, Daniel me cogió de las manos y me besó.
Un beso suave, Tata, pero que me ha sabido a poco.
Y ahora me deja tirada por esa rubia.

—Aisha, cariño ¿no estarás celosa verdad?

—No digas tonterías, yo veo a Daniel como un amigo.

—Bueno, vale, me quedo más tranquila. Y ahora ¿Dónde estás?

—Estoy en un parque, esperando que vuelva Daniel para ir al hotel. Estoy enfadada porque me ha dejado sola. No estoy celosa.

—Mejor, cariño. Luego te lo explicará todo y te dirá de qué conoce a esa mujer.

—Menos mal que puedo hablar contigo. Estoy muy confundida.

—Tranquila, Aisha, Daniel seguirá siendo tu compañero de trabajo y tu amigo.

Me colgó el teléfono o se cortó la comunicación, pero no pude hablar más con ella. Siempre me salía la señal de comunicando.
Pasé una hora en el parque hasta que llegó Daniel de nuevo, con la rubia de la mano.

—Perdona, Aisha, nos hemos entretenido más de la cuenta.

—Teníamos muchas cosas que contarnos.

Miré a la rubia y luego a Daniel. Pero no dije nada.
Daniel se despidió de aquella mujer con un beso en los labios.
Se volvió a mí y me dijo si podíamos ir al hotel.
Me levanté y le seguí hacia allí.
Durante el camino me contó que se conocían de un verano en Barcelona, habían tenido una relación que había acabado de mutuo acuerdo cuando ella se vino a vivir a París.
Ya me lo había parecido a mí.
Aún así, y sin motivos, noté que sentía celos de aquella mujer.
Estaba muy confundida.
Poco antes de llegar al hotel me volvió a coger de la mano.
Entramos y delante del ascensor, mientras esperábamos que llegara, me atrajo hacia él y me besó.
Pero un beso de verdad. Intenso.
Al principio confundida intenté rechazarlo, pero después le respondí sin pensar.
Le rodeé el cuello con mis brazos y me apreté contra él.
Cuando llegó el ascensor y entramos, me dijo:

—Ahora sí que van a creer que somos pareja.

Me puse roja, me había dejado llevar y él se había dado cuenta. Subimos a cambiarnos antes de ir a cenar.

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