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20- Siete meses y una vida.

Nos adaptamos bien a la rutina del día a día. Cuando salía a trabajar, mi hermana iba a verlo por si necesitaba algo al principio, pero poco a poco fué recuperándose del accidente.
Nos gustaba cenar a la luz de las velas. Fuimos a Mallorca a ver a Laura en varias ocasiones. Cuando tenía fiesta en el trabajo, alguna vez habíamos invitado a Daniel a cenar con nosotros.
Tras los tres primeros meses, y con Marc recuperado, hacíamos excursiones y nos alojábamos en tiendas de campaña. Tanto Daniel como yo estábamos un poco hartos de los hoteles, preferíamos  dormir en una tienda en un  camping. Marc se amoldaba y le parecía genial salir de excursión, hacer recorridos por caminos señalizados, disfrutar del sol y del viento.
En esas salidas Marc y yo dormiamos en nuestra tienda y Daniel en la suya, algunas veces con compañía.
Disfrutábamos de nuestro tiempo  juntos, tanto como nos era posible. Desde el accidente Marc habia cambiado un poco, estaba ansioso de vivir la vida.
Pasaron los meses casi sin darnos cuenta. Me sentía feliz como nunca y, aunque los viajes de trabajo a veces eran interminables, los reencuentros eran increíbles.
El día que cumplimos 6 meses de vivir juntos me regaló una pulsera con el nombre de ambos gravados. Yo le regalé una medalla con una foto de los dos juntos.
Esa noche me invitó a cenar a un restaurante muy íntimo, me agarró de las manos y me pidió que me casara con él.
Le contesté que sí.
Decidimos esperar 6 meses para la boda ya que mi sobrina estaba ya a punto de nacer, de esa manera el bebé sería un poquito más grande y mi hermana estaría recuperada del embarazo.
Esa misma noche volvimos a casa enseguida después de cenar. Estábamos tan emocionados que nos costaba quitar las manos de encima del otro.
Entramos en casa y nos besamos, cerramos la puerta de un golpe, me quité los zapatos en el comedor y Marc hizo lo mismo. Con sus manos me desnudaba mientras yo estaba tan emocionada que no podía dejar de besarle, le quité  la chaqueta que quedó en el suelo junto con el resto de mi ropa. Me cogió en brazos y me sentó en la mesa. Yo abrazaba su cintura con mis piernas, mis brazos en su cuello, acariciando su espalda...
Hicimos el amor en el comedor, y más tarde en la cama, fue una noche difícil de olvidar.
Dos días después tenía que ir a trabajar. En la oficina nos informaron de que deberíamos ir a Sevilla unos 5 o 6 días. Tenían tres hoteles candidatos a entrar en el grupo y, de ellos, sólo iba a entrar uno en base a las informaciones oficiales del hotel y de nuestros informes independientes.
Eran más dias de los habituales, pero después disfrutaríamos de unas merecidas vacaciones.
Dos semanas completas de vacaciones.
Ya hacía planes para ir a algún lugar con Marc, quizás un crucero.
Salimos aquella misma tarde, me despedí como siempre de Marc y como de costumbre él le pidió a Daniel que me cuidara.
Le abracé fuerte y me metí en el coche con Daniel, teniendo la sensación de que algo iba a cambiar en aquellos días.

—¡Venga ya! Seguro que estaremos de vuelta antes de lo que piensas—me dijo Daniel cuando le comenté la sensación que  tenía.

Pero no lograba desprenderme de ella.
Cuando salíamos a la carretera vi a Marc saludándonos con la mano y esa imagen se grabaría en mi mente más adelante.
Entramos al primer hotel, inspeccionando toda la recepcion, la sala de espera y todos los detalles que pudimos observar.
Subimos a la habitación, una suite con dos camas, un baño enorme y un balcón.
Estuvimos mirando y evaluando el primer hotel dos días, pues era bastante interesante.
En el segundo hotel, apenas una noche nos bastó para descartarlo,  y cuando íbamos a por el tercero, ocurrió la tragedia.
Marc, estaba en casa, tranquilo pues sabía que yo no volvería en varios días, cuando se quedaba solo, cenaba sentado en el sofá, con la televisión hasta que se cansaba y se iba a dormir.
Aquella noche todavía estaba en el comedor cuando entraron forzando la puerta de la calle.
Nunca se supo lo que pasó, si Marc se enfrentó a ellos, o si ya venían dispuestos a todo.
El caso es que aquella noche la tragedia fue implacable y aquellas personas dispararon 2 veces contra Marc. No tuvo la menor oportunidad de escapar.
Tampoco de sobrevivir.
Los disparos alertaron a los vecinos y la policía encontró a Marc ya sin vida.
Sonó el teléfono a las tres de la madrugada, descolgué asustada, porque esas llamadas a deshoras no suelen traer buenas nuevas.

—Hola, buenas noches, ¿Es usted Aisha Diván?

—Sí, soy yo, ¿Quién habla?

—Le llamamos de la policía nacional, ha ocurrido un incidente en su domicilio y debería presentarse en cuanto sea posible en la comisaría de policía.

Dejé de respirar, mi corazón latía veloz en mi pecho, tenía un terrible presentimiento.
-
—¿Le ha pasado algo a mi pareja? Marc, ¿él está bien?

—Lo siento, no puedo darle información telefónica sobre el asunto. Deberá venir lo antes posible.

Daniel ya estaba despierto y me preguntó qué había pasado.

—No lo sé, era la policía, ha pasado algo en casa, voy a llamar a Marc.

Marqué su número pero nadie contestó la llamada.
Llamé a mi hermana y ella no sabía nada, pero me dijo que Eduardo iria a ver lo que había pasado y que me llamaría.

—Tengo que ir a Barcelona —Le dije a Daniel y, sin perder un instante, nos vestimos y nos pusimos en marcha.
Daniel condujo toda la noche, yo intentaba una y otra vez hablar con Marc, pero no me contestaba, hasta que Eduardo me llamó.

—Aisha, cariño, ha ocurrido un incidente en tu casa, al parecer han entrado a robar .

—¿Y Marc? —Pregunté con un nudo en mi garganta, casi sin atreverme a oír la respuesta.

—Aisha... lo siento, no quería decírtelo así, pero...

—Pero ¿qué ha pasado? ¿Le ha pasado algo malo?

—Aisha, cariño...

—¡Déjate de cariño y dímelo de una vez!

Tenía puesto el altavoz del móvil y Daniel lo estaba oyendo todo, así es que me cogió de la mano cuando Eduardo me dijo que había muerto.

—¡NOOOOOO!.
—grité sin poderme contener.

Un dolor inmenso se apoderó de mi corazón. Me doblé sobre mi misma, no podía hablar, no podía llorar, sólo quería que fuese una pesadilla  y poder despertar.
Daniel paró el coche y me abrazó, me hablaba bajito, suave, palabras de consuelo que yo no escuchaba.
Salimos de nuevo a la carretera y fué el viaje más triste de mi vida.
No podía creerlo, no quería creerlo.
Llegamos a Barcelona a las 8 de la mañana. Daniel me acompañó a comisaría. Estuve declarando casi una hora, con Daniel a mi lado hasta que llegó Eduardo también y mi hermana.
Ella me abrazó muy fuerte y me ayudó a que pudiese llorar por fin.
Aunque no era un alivio, lloraba y me dolía el corazón. Pensaba en su último beso, su último abrazo.
No sé quién me sacó de comisaría ni cómo llegué a casa de mi hermana, me dieron una pastilla y caí dormida.
Cuando desperté, por un momento sin recordar lo sucedido, pensé en llamar a Marc, pero la realidad cayó sobre mí como una pesada losa y me dobló de dolor. Gruesas lágrimas  mojaban la almohada, no quería moverme, sólo quería dormir para no tener que pensar.
¿Qué le diré a su hermana? ¿Cómo se lo explico?
Creí firmemente que todo había sido por mi culpa. Si yo no hubiese dicho nada, él estaría en Mallorca, vivo, pero por culpa de mi egoísmo, al querer tenerlo cerca, había acabado perdiéndole definitivamente.
Ya no escucharía más su voz ni me mirarían sus ojos
Verdes.
Entró en la habitación mi hermana, que me había escuchado llorar.

—Aisha, te traigo un zumo para que te lo tomes, tienes el estómago vacío y necesitas beber algo.

—No puedo tragar, Tata, me duele mucho.

—Lo sé, cariño—.Se acercó a mí y me secó las lágrimas con un pañuelo—Tienes que ser valiente, Aisha, es un golpe duro, muy duro. Pero sé que eres fuerte.

Me abracé a ella y le pregunté por Laura, la hermana de Marc.

—Ya ha venido, se encargará de los gastos del entierro  de su hermano, lo llevará a Mallorca.
Daniel ha llamado a la empresa y comprenden lo que ha pasado, te darán quince días de permiso.

—Esos quince días ya me los iban a dar de todos modos.

Con las lágrimas resbalando por mis mejillas le conté a ella que esos días íbamos a hacer un crucero por el mediterráneo. Ahora todo había terminado.
Mi vida no tenía sentido sin él, era como un barco a la deriva en medio de la tempestad...

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