Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

19- La decisión.

Sentada en el sillón al lado de su cama, observaba cómo dormía y pensaba en cuánto lo iba a echar de menos los días que trabajara.
Y no es que no quisiera, pero viajar a Mallorca tres o cuatro veces al mes era un suicidio para mi economía. Ya había gastado todos mis ahorros, el sueldo era decente pero insuficiente para tantos desplazamientos.
Durante la noche del sábado  al domingo pensé en cómo afrontar esa separación e incluso en cómo evitarla.
No dormí.
Marc sí que descansaba bien, estirado en la cama le cogía la mano entre las mías y le acariciaba el brazo, todavía bastante magullado.
La mañana del domingo me decidí a afrontar una conversación con él, sin saber las consecuencias que podría acarrearme.

—Marc, ¿Puedo preguntarte algo?

—Dime, cariño.

—Quiero proponerte una cosa y no sé  cómo lo vas a tomar, es posible que te parezca una locura.

—Hasta que no me cuentes lo que pasa por tu mente no podré decidir nada. Explícame qué se te ha ocurrido.

Le tomé la mano y mirándole a los ojos le dije.

—Quiero que cuando salgas del hospital te vengas a Barcelona conmigo, bueno, si tú quieres.

—¿Tú seguirás trabajando?

—Si, pero los días que tenga fiesta podré estar contigo. De otro modo, si te quedas aquí no podré venir cada semana pues mi sueldo no me alcanza, ya se han acabado los ahorros que tenía y nos veríamos una o dos veces al mes como máximo.

—Lo tengo que pensar, Aisha, no quiero ser una carga para ti.

—Sabes que nunca serás una carga. Puedes quedarte en mi casa y puede venir tu hermana también. Incluso puedo ayudarla a encontrar trabajo.

—Eso depende de ella, si quiere irse o no de aquí.

—Eso es Evidente. Si ella no quiere no la vamos a obligar, pero sé que tú estarás a gusto en mi casa, trasladaremos tu expediente médico allí y podrás ir a rehabilitación cada día.

—Es muy tentador poder estar contigo todos los días, pero tengo que pensar en los gastos que te ocasionaré estando en tu casa .

—Por favor, piénsalo bien.

Dejé el tema para no empañar el ambiente del domingo. El hospital no era el lugar más romántico, pero mientras le leía alguna noticia del periódico,  veíamos alguna serie en la televisión y le ayudaba a comer, aunque fuese capaz de hacerlo solo, nos besábamos y acariciábamos.
Era diferente  pero igual de bonito. A las diez de la noche tuve que marcharme para el aeropuerto. Nos despedimos con un profundo beso  sensual y salí de su habitación con el corazón encogido. En el vuelo de retorno a Barcelona no pude evitar que mis lágrimas escaparan sin control.

Llegué a casa cerca de las dos de la madrugada y me acosté seis horas hasta que sonó el despertador. Otra vez debía ir a la oficina.
Ese lunes tenia aspecto de no haber dormido en años, pero ahí estaba yo, dispuesta para el siguiente encargo.
En esta ocasión fue un trabajo fácil: Ir de incógnito a comprobar si las instalaciones del hotel cumplían los requisitos de la corporación.
El hotel en cuestión estaba en Madrid.

—Podéis ir en el AVE, en el coche o en avión. Vosotros decidís. Quiero el informe como muy tarde el jueves. Revisar habitaciones, baños y zonas comunes. Esta vez dormiréis en dos habitaciones para  tener una apreciación más real. Uno se alojará en la suite y otro en la habitacion más económica.
Lo dejo a vuestra elección.

Al salir, Daniel me miró con preocupación y suspirando dijo:

—Creo que esta vez te dejo la suite a ti y yo voy a la económica. Te conviene descansar un poco.
No sé qué habrás hecho este fin de semana pero tienes aspecto de no haber dormido mucho.

Decidimos ir con el coche porque nos daría más libertad de movimiento. Nos instalamos en el hotel sobre las siete de la tarde y cenamos juntos en el comedor.
Esa primera noche eché de menos tener a Daniel cerca ya que con él podía hablar y en aquellos momentos me sentía muy sola en la habitación.
Trabajamos en equipo, de manera que el miércoles  ya habíamos terminado con nuestra misión.
Durante esos tres días, había hablado con Marc en varias ocasiones durante el día. Estaba mejorando rápido y las costillas rotas estaban soldando bien. Todavía le quedaba un largo camino para estar recuperado del todo.
Las conversaciones con él me ayudaban a sobrellevar la distancia, pero no me atreví a preguntarle si había tomado una decisión sobre mi propuesta.
Llegué a casa de nuevo el miércoles a la hora de cenar. El jueves teníamos que volver a ir a la oficina a preparar el siguiente trabajo. Empezábamos el viernes y no sabía cuánto duraría ni dónde sería.
Recordé las palabras que me dijo Daniel sobre este trabajo: Era  muy  agotador y había que soportar el distanciamiento con la família.
Tuve que admitir que tenía razón.

Me llamó Marc antes de que me fuera a dormir.

—Hola, cariño, ¿Cómo estás? ¿Has llegado a casa?

—Si, estaba a punto de meterme en mi habitación y llamarte desde la cama. ¿Estás acostado?

—Si, pero queria hablar contigo.

—Dime —dije con el corazón encogido.

—He tomado una decision respecto a lo que me dijiste el domingo—
Contuve la respiración mientras escuchaba sus palabras.

—Creo que voy a aceptar tu propuesta. La semana que viene iré a Barcelona.

Un suspiro de alivio escapó de mis labios.

—He cobrado del seguro la indemnización por el accidente. Con eso y con la baja laboral puedo quedarme contigo sin ser una carga, hasta que esté recuperado y encuentre trabajo.

—Entonces, cuando quieras venir aquí estaré esperándote. Me has hecho muy feliz, Marc. Mañana me dan el nuevo encargo, no sé ni dónde ni cuánto tiempo estaré fuera, pero le diré a mi hermana que vienes y te recogerá en el aeropuerto, ella tiene llaves de casa y te dará una copia. Yo volveré lo antes posible.

El viernes entré en la oficina con una sonrisa de oreja a oreja. Daniel, que era muy observador, me preguntó qué había pasado para que estuviera tan feliz.

—Daniel, Marc viene a vivir conmigo aquí en Barcelona, ya no tendré que ir a Mallorca cada semana para  estar juntos.

—Me alegro mucho, Aisha, te lo digo de verdad, me gusta verte feliz porque si tú eres feliz  yo también lo soy.

—Gracias, Daniel.

Esta vez nos íbamos a Galicia, a ourense, estaríamos cuatro días para revisar dos hoteles, cuando termináramos el miércoles no tendríamos que trabajar hasta el siguiente lunes.
Daniel y yo nos miramos y, sin decir nada, ya sabíamos lo que haríamos: trabajaríamos todo el fin de semana y después volveríamos lo antes posible a casa.
Así lo hicimos, viajamos en avión porque era más rápido. Llegamos a los hoteles, trabajamos sin descanso y el martes ya estábamos de vuelta en casa.

—¿Has podido hablar con Marc hoy?

—No, ayer tampoco me cogía el teléfono, estoy preocupada por si le ha pasado algo.

—Tranquila, seguro que no es nada.

Llegamos a Barcelona a las nueve de la noche y Daniel me dejó en la puerta de casa. Entré y de pronto me quedé de piedra:
En mi sofá, con un refresco en la mano, una sonrisa en sus labios y unos ojos verdes que me miraban soñadores, estaba Marc.
Quería lanzarme en sus brazos pero tenía miedo de hacerle daño por lo que me acerqué despacio y le abracé suavemente.

—No me voy a romper, Aisha, cariño, te he echado de menos.

Nos besamos durante largo rato en el sofá, llenando el vacio de la distancia, saciando la sed de contacto y  con la mirada le pregunté en silencio si podíamos seguir, porque no quería hacerle daño, pero le necesitaba.
Con un gesto me hizo saber que a él le ocurría lo mismo.
Le ayudé a levantarse del sofá y lo conduje a mi habitación, allí le quité la ropa con sumo cuidado, pieza por pieza, acariciando su cuerpo mientras tanto  y me desnudé yo también.
Una vez lo tuve tumbado en mi cama,  acaricié y besé de nuevo todo su cuerpo, suavemente, sintiendo su piel estremecerse a mi contacto. Con infinita delicadeza, le hice el amor lentamente, recuperando esos días de soledad y de miedo que habíamos pasado.
Dormimos juntos por primera vez en mi cama.
Con la sorpresa no recordé llamar a mi hermana para decirle que ya estaba en casa, así que se presentó sobre las diez de la mañana con churros y chocolate.

—¡Anda! ¡ A mi no me traes nunca el desayuno a casa!

—Es que Marc está convaleciente y es mi consentido.

Acababa de vestirme y Marc estaba en bata.

—¡Tú no me has avisado de que habías vuelto!—me dijo a modo de disculpa cuando nos dimos cuenta que sólo había traído churros y chocolate para dos.

—Vale, compartimos Marc y yo, luego se lo compenso, ¿Te parece bien?

Mi hermana me miró y luego miró a Marc.

—Creo que ya se lo has compensado esta noche. Tened cuidado y no os vayáis a hacer daño.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro