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16-Una dura prueba.

—¿Cómo? ¿Un accidente? ¿Dónde? ¿Cómo está?—hablaba atropelladamente.

—Fué ayer por la noche, iba para casa y se le cruzó un coche. El conductor iba bajo los efectos de drogas y alcohol y ha muerto, Daniel está muy grave en el hospital.
¿Tú quien eres?

—Yo soy Aisha, salíamos juntos, iba a venir a trabajar a Barcelona para que estuviéramos más cerca. Yo he ido a verle dos veces, estábamos empezando la relación.

—Creo que me habló de ti cuando vino el otro día a verme.

De pronto mi mundo se derrumbó.

—Pero...¿Se va a poner bien verdad?

—No lo sabemos. Los médicos hacen lo que pueden, pero no sabemos lo que pasará.

—Voy a ir a verlo. Mañana estoy ahí. Te dejo mi número por si hay cualquier novedad. ¿Cómo te llamas?

—Laura, soy su hermana. ¿Seguro que se recuperará verdad?

—Seguro, Laura, tiene que recuperarse.

Colgué el teléfono.
No podía pensar que pudiera pasarle algo, seguro que se pondría bien y sólo sería un mal recuerdo. Enseguida me puse a mirar vuelos para Mallorca. El más inmediato era a las 6 de la mañana, me preparé algo de ropa y me fuí al aeropuerto sin dormir.
De todas formas no conseguiría pegar ojo y ya  por la mañana avisaría a mi hermana ya que no me hubiera dejado ir.
Todavía no estaba recuperada del todo de la intoxicación alimentaria, aún debía hacer dieta blanda pero eso no iba a impedir que fuera a ver a Marc.
Por mi cabeza pasaron cientos de imágenes de Marc en el hospital, cada una más dura que la anterior. Sobre las doce de la noche ya estaba en la terminal del aeropuerto y allí esperé que llegara la hora de embarcar.
A las seis entramos al avión y al poco tiempo despegamos.
Desde la ventanilla podía ver el inmenso mar mediterráneo, y unas gruesas lágrimas de preocupación caían de mis ojos.
"Se pondrá bien", me repetía a mi misma, y aquel vaje de media hora me pareció el más largo de mi vida.
Al llegar pedí un taxi y me fuí al hospital directamente.
Una vez allí me dijeron que estaba en la UVI. Las visitas eran muy restringidas y no daban información a nadie que no fuera familiar.
Me senté a esperar.
La primera visita era a las 10 de la mañana.
Apareció Laura a las nueve de la mañana, una chica de unos veinticinco años, muy parecida físicamente a Marc, rubia, ojos verdes.
Me acerqué y me presenté.

—Hola, soy Aisha, ¿Ha habido alguna novedad?

—No, los médicos no han hablado todavía conmigo, supongo que a las diez me dirán alguna cosa.
Se sentó a mi lado y sin mediar palabra me abrazó.

—Gracias por haber venido. No tengo a nadie más y me siento muy sola.

—¿Y vuestros padres?

—Murieron hace ya cinco años también en un accidente.

—Lo siento, ¿No tienes más família?

—No, sólo me queda Marc.

La abracé y le prometí que no la dejaría sola.
A las diez en punto salió un médico y Laura me pidió que fuera con ella para no estar sola.
Nos hizo pasar a un despacho blanco, con un ordenador en una mesa también  blanca.
Nos sentamos y el médico nos explicó con todo lujo de detalles los daños que había sufrido Marc. Desde fracturas en diversos huesos a conmoción cerebral y lo que era más grave es que tenían que operarlo para extraer de su caja torácica una pieza de metal que estaba incrustada cerca de su corazón.
Laura lo escuchaba con atención, yo en cambio me parecía que estaba soñando y que pronto despertaría de esta pesadilla.
Cuando el médico acabó de explicarnos todo, nos dejó entrar donde estaba él.
Entramos las dos juntas, aunque el médico nos advirtió que la próxima visita sería de una en una.
Laura me cogió la mano y nos acercamos a una habitación abierta, donde se escuchaban pitidos y ruidos varios, allí estaba Marc, mi Marc.
Estaba inconsciente, los ojos cerrados daban la impresión de que sólo estuviese dormido. Tenía agujas en los brazos, por donde le inyectaban la medicación. Respiraba por sí mismo pero le habían puesto oxígeno porque saturaba muy bajo.
Por un instante no me atreví a tocarlo por miedo a hacerle daño.
Laura en cambio le tomó de la mano y le acariciaba la cara hablando suavemente.
Después hice yo lo mismo.
Parecía imposible que mi Marc pudiera estar en esa cama.
Laura salió rota de dolor por su hermano, llorando, a la sala de espera. Yo me quedé allí sola, con él.
—Tienes que ponerte bien, Marc, te estamos esperando. Tu hermana está muy preocupada y yo te necesito a mi lado. Te echo mucho de menos ¿sabes?
Miré con la esperanza de que me oyera y despertase pero  no  reaccionaba.
Me acerqué y le besé en los labios.
Despues tuve que salir y dejarlo solo.
En la sala de espera estaba Laura, llorando. Me miró y una parte de mi corazón se rompió al verla así.

—Laura, tengo que llamar a alguien y después daremos un pequeño paseo las dos, hasta las cuatro de la tarde no nos dejarán entrar de nuevo.

—Está bien, te espero aquí.

Llamé a mi hermana y cuando se lo expliqué todo me dijo que porqué no la había llamado antes, que comprendía que quisiese estar allí pero que podría haberme acompañado para que no estuviese tan sola.

—No te preocupes, Dúnia, la hermana de Marc está conmigo y nos hacemos compañía las dos.

—Me preocupo por tí, Tata. ¿Hasta cuándo te quedarás? Supongo que tienes  que  volver a trabajar pronto.

—No sé  si me habrán seleccionado para el puesto de trabajo. De todos modos lo que me preocupa ahora es Marc.
Hablamos un poco del estado de Marc y después  colgué y me reuní con Laura.
Salimos a que nos diera un poco el aire, la invité a desayunar aunque lo cierto era que ninguna de las dos tenía hambre.
Me sentía un poco responsable de ella, era la hermana de Marc, tenía que cuidarla por él.
Debía tener un aspecto horrible después de no haber dormido nada en toda la noche.

—Aisha, tengo que darte las gracias por todo lo que estás haciendo por mí.

—No me las des, lo hago porque tu hermano me importa mucho y eres su hermana, no quiero dejarte sola.

—¿Dónde dormirás esta noche?

—No lo sé, no lo he pensado. Supongo que me quedaré en el hospital y dormiré allí.

—¿Porqué no te vienes conmigo?
Voy a dormir en casa de mi hermano, ya has estado y sabes que hay dos habitaciones, a él le gustará que te quedes, bueno, si puedes.

—Gracias Laura, sí, me quedaré contigo.

Volvimos al hospital tras haber desayunado, y estuvimos en la sala de espera hasta las cuatro que podíamos volver a entrar a verlo.
Mientras esperábamos me contó cosas sobre Marc y ella, cosas de su niñez , dónde estudiaron, sus travesuras, cosas que hacían que Marc formara parte de un contexto y me explicaban su forma de ser, su alegría y su dulzura.
Saber todo eso hizo que me diera cuenta que estaba enamorada de él.
Sonreía con cada anécdota graciosa. Pero cuando el silencio se hacía presente, la tristeza ganaba terreno.
A las cuatro tuvimos que entrar de una en una. Primero entró Laura.
Teníamos que ponernos bata y guantes, gorro y patucos de plástico, antes de entrar. Yo estaba muy nerviosa, apenas acertaba a ponerme nada cuando salió ella,con lágrimas en los ojos.
Entré sola a aquella habitación, con la certeza de que allí estaba el hombre de mi vida luchando por sobrevivir y yo no podía hacer nada para ayudarle.

—Marc, cariño, estoy aquí contigo —le dije sosteniendo su mano, —no estás solo. Lucha por vivir, te necesito, te quiero, por favor no te rindas.
Las lágrimas corrían por mi rostro, quería quitarme aquellos estúpidos y fríos guantes para tocarlo de verdad.

—Estás hecho un desastre — dije con una sonrisa amarga —, tienes que despertar y mirarme con tus ojos preciosos. Tenemos tantas cosas que hacer juntos.
Vendrás a Barcelona y viviremos juntos, no conoces mi casa, tienes que venir a verla.
Te presentaré a mi hermana.
Por un instante parecía que había sentido su mano apretar la mía, sólo por un instante.
El tiempo se acabó y pese a la mirada desaprobadora de la enfermera lo besé en los labios. Aunque no eran los labios cálidos del Marc vital, sino labios fríos que no respondieron a mi beso.
La próxima visita era a las ocho de la noche.
Salí yo también con lágrimas en los ojos. Derrotada después de pasar la noche sin dormir, no haber comido nada a mediodía, y aún estar afectada por la intoxicación alimentaria.
Vi a Laura que me esperaba junto a alguien más detrás suyo.
Se acercó a abrazarme y la  persona quedó frente a mi, no era otra que Daniel. ¿Qué hacía él aquí?

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